A finales de junio el líder de la Compañía Paramilitar Privada llamada Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, se alzó en armas en contra del mando militar ruso, por un supuesto ataque balístico a la retaguardia de sus tropas en Ucrania, pero el ataque simplemente fue la gota que derramo el vaso para Prigozhin, el caudillo ya tenía múltiples críticas y roces con la cúpula militar de Moscú, en una ocasión las Fuerzas Armadas Rusas no le enviaban municiones deliberadamente a los mercenarios del Grupo Wagner durante su ofensiva a Bajmut.
Su marcha hacia Moscú, con el objetivo de matar a la élite militar rusa y luego “regresar” al frente de batalla, causo muchos problemas en Rusia y resalto muchas vulnerabilidades en la seguridad del régimen. La policía no estaba preparada para lidiar con un movimiento de veteranos armados y las fuerzas de seguridad del gobierno fueron incapaces de realmente presentar un obstáculo para los mercenarios rebeldes y estas terminaron por cederles el paso. Como respuesta, en un comunicado televisado, Vladimir Putin catalogo el levantamiento como una traición y se iniciaron movilizaciones para defender la capital del Grupo Wagner, aunque solo la Fuerza Aérea Rusa se les enfrentó en su marcha hacia Moscú, debido a que varios mandos militares rusos se reusaban a enfrentarse al levantamiento armado e incluso lo respaldaban (Soldatov & Borogan, 2023).
Sin embargo, la rebelión mercenaria de Prigozhin resultó ser solo un episodio esporádico y confuso que duro tan solo 36 horas. A solo 217 kilómetros de Moscú, el caudillo detuvo sus tropas y termino con su motín.
Como resultado del caótico suceso, se han generado distintas conclusiones sobre que significa la rebelión de Prigozhin y su temprano fin. Dos posturas se han creado respecto a la rebelión: una sostiene que Putin se ha mantenido firme y ha demostrado estar en control de Rusia políticamente y fue exitoso en llevar a cabo un enorme engaño estratégico sobre la supuesta inestabilidad rusa; la otra establece que Putin ha demostrado no estar en control de la situación y que la política del Kremlin se encuentra fuertemente fragmentada (de ahí su incapacidad en responder al levantamiento de Wagner).
¿Un Maskirovka?
Un principio importante en la doctrina militar rusa (característico de la doctrina militar soviética), incluso el más popular entre los estadistas rusos, es el de Maskirovka, el principio involucra usar “varios engaños y negaciones para esconder [las] verdaderas intenciones” de uno (Friedman, 2023). Una de sus aplicaciones puede implicar presentarse como incompetente, fragmentado, desordenado y débil ante el enemigo para que así este baje su guardia bajo una falsa seguridad, para así después sorprenderlo en el frente de batalla e inclusive derrotarlo, como habría sido el motín de Wagner.
El problema con creer que la rebelión fue un Maskirovka, es que no existe la necesidad como tal para llevarla a cabo. En primer lugar, los ucranianos están decididos en emprender su contraofensiva en el sur y sureste del país, a pesar de que solo hayan logrado obtener pocas ganancias en el frente. Desde un principio, ya se sabía que los ucranianos no lograrían mucho en su contraofensiva, debido a que los estadounidenses desconfiaban de su capacidad para lograr una abrumadora segunda contraofensiva victoriosa. Los rusos han podido adaptarse a nivel táctico en algunas áreas y están bien posicionados para defender sus líneas y Crimea. Pensar que los rusos se enfrentarían a una imprescindible derrota total en Ucrania este año también era ilusorio, el país, aunque este débil y vulnerable militar, económica y políticamente sigue teniendo el poder necesario para durar muchos años más en el conflicto armado. Por lo que no existe una razón lógica por la que fuera importante crear un Maskirovka de tal magnitud, por lo menos respecto a lo que pudiera suceder en la guerra.
Con esto, solamente quedan tres posibles explicaciones por las que Rusia haya querido crear tanta confusión e incertidumbre (también pudo haber sido una mezcla de estas). La primera sería que busca crear pánico entre los centros de inteligencia occidentales, principalmente aquellos de la Organización del Tratado de Atlántico del Norte (OTAN o alianza transatlántica), para así lograr que algunas partes se retracten de continuar con la guerra y empiecen a presionar para acabar con la crisis ucraniana y comenzar negociaciones a favor de Rusia. Esto podría ser el objetivo intencional de Rusia debido a que, a diferencia de lo que muchos creen en la OTAN, aunque busquen debilitar a Rusia no quieren necesariamente su fragmentación, ya que tal escenario crearía una inmensa crisis de seguridad internacional, en la cual los países de la OTAN tengan que lidiar con una Rusia en medio de una guerra civil, con armas nucleares por doquier. Por ende, esta estratagema podría estar dirigida a Berlín o a París, cuyas élites estarían más preocupados por la caótica fragmentación de la Federación Rusa y sus repercusiones económicas y políticas, además de sus secuelas en el ámbito de la seguridad continental.
La segunda sería buscar tener algún impacto psicológico en la población a nivel internacional. Una crisis de tal magnitud en Rusia, podría llevar a duras consecuencias económicas y políticas mundiales. Por ende, el objetivo pudo haber sido crear inseguridad en la población occidental y llevarlos a protestar en contra de la guerra por sus posibles desenlaces. Por otro lado, se pudo haber intentado crear la imagen de un gobierno capaz de resolver una crisis de tal calibre, sin la necesidad de movilizar grandes recursos nacionales con tal de engañar a la población rusa y a la occidental. De esta forma, se hubiera logrado una hazaña publicitaria para el Kremlin, ya que este ha buscado perpetuar la idea de ser una potencia político-militar impecable.
Civiles se reúnen alrededor de un tanque del Grupo Wagner durante el motín militar de Yevgueni Prigozhin en Rostov del Don en la noche del 24 de junio de 2023 (Fuente: Fargoh vía Wikimedia Commons9
Como tercer posible resultado, el gobierno ruso pudo haber usado el levantamiento como una trampa, no para los ucranianos, estadounidenses o los gobiernos occidentales en general, sino en contra de los ultranacionalistas, el ala política de la que proviene el mayor reto al poder y la seguridad del régimen de Putin. Tras el atentado, el Kremlin ha arrestado a diversos miembros del servicio de inteligencia y del Ministerio de Defensa, principalmente ultranacionalistas, que hubiesen tenido conexiones con el Grupo Wagner o la oposición. No obstante, los arrestos no se han limitado solo a los servicios de seguridad y las Fuerzas Armadas, sino también se han traspasado al ámbito político. Entre los arrestos no militares o de inteligencia, el más notorio es el de Ígor Guirkin*, un bloguero proguerra que crítico a Putin.
*Aunque sea un exmilitar y exagente de la Servicio de Seguridad Fronterizo (FSB) no es considerado como parte del grupo de militares o agentes arrestados, debido a que se encuentra retirado. Por ende, solo es una figura política por su influencia en las redes sociales rusas.
De cualquier forma, ninguno de los tres posibles resultados esperados anteriores parece haber tenido éxito, ni siquiera como una buena señal sobre el poder de Putin y su círculo cercano.
En primer lugar, buscar cambiar la postura de algunos miembros de la OTAN no es un fin lógico a la estrategia rusa (aunque ese haya sido el objetivo). Crear división en la OTAN es un sueño inalcanzable para Moscú, gracias al surgimiento de Polonia como potencia en Europa y la presión estadounidense. Francia y Alemania no cuentan con el interés o la capacidad para detener la guerra, aunque la alianza transatlántica no busque la fragmentación de Rusia, esto no significa que esté dispuesta a ceder ante los deseos del Kremlin. La fragmentación de Rusia es un tema que, muy probablemente, sea considerado como probable entre los centros de inteligencia de occidente, debido a los múltiples trabajos publicados sobre ello y la información con la que deben contar, la cual ha de ser superior a la de los centros de estudios, institutos o empresas de inteligencia geopolítica. No es un secreto que la infraestructura y el sistema político ruso están débiles y puedan fragmentarse con el tiempo debido a una grave crisis, como la guerra.
En segundo lugar, intentar cambiar la percepción de la población tiene sus límites. La población rusa va a enterarse de una forma u otra sobre lo que sucede en el frente, ya sea por familiares o por blogueros (proguerra o antiguerra). Los hechos que se empezaron a desencadenar durante la Guerra de Afganistán en la Unión Soviética, como la pérdida del control del gobierno central de los medios de noticias y comunicación, es algo que se está empezando a propagar en la Federación Rusa como resultado de la Guerra de Ucrania. Las sociedades en Occidente tampoco se han movilizado de manera sustancial en contra del apoyo militar y financiero a Ucrania, el cual ha aumentado dramáticamente con el transcurso del enfrentamiento militar. A mediados de junio, el secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció que los pilotos ucranianos ya estaban entrenando para pilotar aviones caza F-16 (Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW por sus siglas en inglés), 2023).
Aunque se pudiera haber percibido un cambio en la mentalidad rusa sobre la situación política de su país, puede que no dure mucho tiempo si se continúan las críticas y los encarcelamientos, entre otros problemas, para el gobierno ruso. Aun así, lo más importante en una guerra, no solo es la mentalidad de la población, sino la de la élite.
Es por eso que los encarcelamientos de críticos proguerra o ultranacionalistas entre las filas de las fuerzas de seguridad, no son una buena señal para Moscú. Si existió la necesidad de realizar una rebelión o permitir que sucediera para lograr una Maskirovka y deshacerse de las figuras ultranacionalistas en el gobierno y el ambiente político ruso, entonces significa que había una amenaza de la que el Kremlin ya sabía. Tantas rivalidades entre las élites por verse como un peligro entre sí para los intereses nacionales, ocasionan mucha desunión en el sistema político, algo peligroso durante una guerra. Eso significa que Putin y su círculo cercano temían que se produjera una rebelión real. No obstante, aunque se esté lidiando con la amenaza ultranacionalista, eso no significa que otros grupos de poder no existan y que no representen un peligro. Muchos podrían temer por su seguridad y la de sus círculos cercanos tras la purga. Este nivel de desconfianza puede llevar a reacciones precipitadas, por ende, el riesgo no ha desaparecido.
iviles socializando enfrente de tanques del Grupo Wagner en Rostov del Don durante la rebelión del Grupo Wagner (Fuente: Fargoh vía Wikimedia Commons)
Un Kremlin fracturado
A pesar de lo que se podría pensar, existen muchos elementos que no respaldan la idea de que se haya llevado a cabo una Maskirovka, o por lo menos que haya sido positiva para el poder de Putin. Esto lo comprueba la información recopilada y presentada por el Instituto para el Estudio de la Guerra, al igual que algunos eventos reportados por otros medios.
El equipo de noticias de ISW (2023) escribió, en su boletín informativo sobre el desarrollo de la Guerra de Ucrania, que el Washington Post había reportado que fuentes de inteligencia ucranianas y europeas habían revelado que Putin fracaso en responder ante el posible motín, a pesar de que varios oficiales de los servicios de seguridad rusos habían advertido dos a tres días antes sobre la probabilidad de que sucediera un levantamiento por parte del Grupo Wagner. La falta de iniciativa por parte del Kremlin llevó a que los líderes políticos, militares y de seguridad regionales tuvieran que tomar sus propias decisiones. Consecuentemente, decidieron no intentar detener al convoy del Grupo Wagner por la fuerza, incluso muchos estaban de acuerdo con lo que estaba sucediendo.
El ISW (2023) concluyó que la falta de respuesta por parte del Kremlin indica que, muy probablemente, Putin y su círculo cercano no se esperaban un verdadero reto y tampoco contaba con la capacidad para terminar rápidamente con la rebelión por su propia cuenta. También sostiene que, posiblemente, Putin no confíe en su capacidad de reunir el respaldo de las élites como antes. Un funcionario de la OTAN, según algunas fuentes, había expresado que figuras políticas prominentes en Moscú parecían listas para unirse a Prigozhin, de haber tenido éxito su rebelión al tomar la capital y eliminar a la cúpula militar cercana a Putin, representada y liderada principalmente por Valeri Guerásimov (jefe del Estado Mayor) y Serguéi Shoigú (ministro de defensa). Por lo tanto, los arrestos están enfocados hacia aquellos que el Kremlin considere como posibles traidores (ISW, 2023).
Esto ha resultado en una tremenda transformación de la balanza de poder dentro del Kremlin. La FSB, debido a la intervención del director del FSB, Aleksander Bórtnikov, a favor de Guirkin, ha empezado a fracturarse y diversas facciones en Moscú en contra de la FSB han empezado a movilizarse para arrebatarle poder e influencia a la agencia al destruir su reputación.
Cabe destacar que Prigozhin y su segundo al mando, Dmitri Utkin, han muerto en un supuesto accidente aéreo. Por el momento, las autoridades estadounidenses creen que fue un asesinato y muchas cuentas asociadas al Grupo Wagner sostienen que fue un asesinato perpetrado por la Fuerza Aérea Rusa, la muerte de Prigozhin solo es un hecho que refuerza la postura de que lo sucedido en Rusia a finales de junio no fue un Maskirovka planeado sino un verdadero motín.
Rusia tras de la rebelión
El desenlace de la crisis nos deja con dos claras conclusiones sobre que sucedió. La primera es que Putin ha podido contar con el apoyo de figuras como Aleksandr Lukashenko (presidente de Bielorrusia), Ramzán Kadírov (presidente de la República de Chechenia), Valeri Guerásimov y Serguéi Shoigú. Sólo que su lealtad solo se debe a que se encontrarían (por el momento) vulnerables y en peligro si Putin pierde el poder. Valeri Guerásimov y Serguéi Shoigú se enfrentan a muchas amenazas internas en Rusia; Lukashenko se encuentra vulnerable, ya que varias figuras militares prominentes en Polonia han sugerido la idea de reemplazarlo, al apoyar a los miles de combatientes bielorrusos luchando a favor de Ucrania y que se caracterizan por ser anti-Lukashenko. Kadírov también se encuentra en un predicamento similar, ya que miles de chechenos, no leales a su régimen o al ruso, están actualmente luchando en Ucrania. Estas fuerzas, tanto externas como internas, representan un peligro latente para Putin y su círculo cercano.
Putin parece estar atrapado entre una inmensa lucha de poder entre diversas facciones en Rusia, con muchos factores externos que podrían influir en la beligerante rivalidad política. La política moscovita ya está peligrosamente fragmentada y las soluciones que surgieron tras el motín solamente han desacelerado la fragmentación y la amenaza al poder de Putin.
Por ello, la segunda conclusión es que, a pesar de que Putin haya asegurado su posición en el poder, esto solo será un hecho cortoplacista. A mediano o largo plazo, tendremos que esperar y observar que sucede en las elecciones del 2024 para poder determinar cómo se desarrollarán las rivalidades, las alianzas y las fluctuaciones de poder en el Kremlin. La amenaza de que resurja otro motín o se vuelva a retar al régimen de Putin sigue existiendo y volverá a surgir conforme se desarrolle la guerra en Ucrania y el deterioro de la situación económica del país. Por ahora, Putin y sus aliados han esquivado una bala, pero ¿podrán esquivar una segunda? Los escenarios presentados por George Friedman en su libro ‘Los Próximos 100 Años’ y por Philip Wasielewski en su reporte ‘Sobrevivirá Rusia hasta 2084’ publicado en el Instituto de Análisis de Política Exterior (Foreign Policy Research Institute en inglés) parecen estar tomando forma lentamente en la Federación Rusa.