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Diseño por Código Nexus (Fuentes: SEDENA)

México enviará 200 tropas a África

¿Un punto de inflexión en la política exterior mexicana?

Por primera vez, México enviará más de 200 tropas al extranjero en una misión de paz, con un pelotón de seguridad física, a África.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

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Desde el siglo XIX, las fuerzas militares mexicanas difícilmente han participado en el extranjero. La única movilización militar significativa ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando México envió al Escuadrón Aéreo 201 para combatir en las Filipinas contra las fuerzas imperiales japonesas, cuyo rendimiento fue incluso excepcional en combate aéreo, apoyo aéreo cercano (cuando una unidad de combate aérea proporciona apoyo aéreo contra fuerzas terrestres) y combate de aviación naval (contra objetivos marítimos y terrestres cercanos al mar). Pero estas participaciones se han caracterizado por ser mínimas en la inversión de recursos y en participación, pese a los deseos de las mismas fuerzas militares mexicanas, como la Armada de México. Nunca marcaron un punto de inflexión significativo, en especial por el contexto geopolítico mexicano con el cual se han dado. Es por ello que, aunque durante el siglo XIX y el siglo XX, México contempló en múltiples ocasiones intervenir militarmente en Cuba y Centroamérica, estas intervenciones nunca se dieron.  

Esto se debe a la actual ‘realidad’ geopolítica mexicana, la cual ha influido política e institucionalmente en el comportamiento mexicano respecto a la composición de las fuerzas armadas mexicanas y a su participación en el escenario mundial. Pero la aportación de un contingente de 240 elementos – del Ejército Mexicano (220 elementos), de la Secretaría de Marina (15 elementos) y la de la Guardia Nacional (5 elementos) – para las Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP) de las Naciones Unidas marca un cambio significativo en materia de política exterior mexicana por dos razones: una geopolítica y otra institucional.

El cambio institucional 

Durante los primeros años de la administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018), se intentó incrementar significativamente la presencia militar mexicana en el escenario internacional mediante las OMP de la Organización de las Naciones Unidas (ONU o Naciones Unidas). Esto, sin embargo, fue rechazado por parte de algunos miembros de las instituciones de las fuerzas armadas, debido a que no estaban de acuerdo con que se enviarán tropas de combate fuera del territorio del país. Por lo menos según Ramírez y Rochin (2017), quienes citando a Zepeda (2016), escribieron que:  

“las Fuerzas Armadas Mexicanas, la Secretaría de Defensa Nacional (SEDENA) y la Secretaría de Marina (SEMAR), se habían negado constantemente a tomar parte en las OMP desde el gobierno de Salinas de Gortari, bajo el argumento del respeto al principio de no intervención y la doctrina de defensa militar mexicana.”  

Pese al uso del principio de la no intervención, la realidad es que, desde una postura geopolítica, está negación por parte de las Fuerzas Armadas sigue una lógica geopolítica y de seguridad nacional. Desde el 2004, el país se enfrenta a organizaciones criminales cuyas capacidades han mejorado considerablemente, lo que ha implicado que el Ejército y las fuerzas de seguridad mexicanas concentren sus esfuerzos al interior del territorio. Algo que seguiría de la mano el comportamiento geopolítico e histórico mexicano.  

Cuando el país se ha encontrado con condiciones internas favorables, este ha intervenido en diversos países y regiones, interviniendo en la Guerra Civil de Nicaragua en la década de 1920, ayudando a financiar y a armar a las fuerzas revolucionarias cubanas durante la década de 1950 y dando un impulso financiero (y militar, mediante el envió de equipo y apoyo técnico y de inteligencia) a los sandinistas en Nicaragua durante la década de 1970. Durante el siglo XIX, el gobierno mexicano también intervino en varias ocasiones en Centroamérica para apoyar a gobiernos que servían para sus intereses políticos y de defensa nacional.   

Sin embargo, estas intervenciones se minimizan o apaciguan durante tiempos de inmensa inestabilidad social, política o incluso militar en el país. Durante los movimientos estudiantiles y las manifestaciones sociales en la década de 1960, el gobierno mexicano redujo su intervención en Centroamérica a los ámbitos puramente económicos y comerciales. Durante la década de 1980, y hasta la actualidad, el gobierno mexicano nuevamente ha reducido su papel en Centroamérica. Sería hasta las campañas presidenciales del 2024, que veríamos a una candidata, Claudia Sheinbaum Pardo, empezar a enfatizar el papel que debería asumir México frente a Centroamérica, la política exterior del gobierno de López Obrador no contaría debido a que carece de instrumentos políticos y económicos multidimensionales y que realmente fueran a generar un cambio en la región. Durante las últimas 4 décadas el gobierno mexicano, a lo mucho, ha sido señalado como el gendarme de los intereses económicos de Estados Unidos por promover la expansión del TLCAN (ahora el T-MEC) en Centroamérica, las acusaciones de “gendarme” serían por las actividades de varios grupos paramilitares, tanto en el territorio mexicano como el estado de Chiapas o en la región centroamericana.  

Pero en general, México ha reducido su activismo político, financiero y, en cierta medida, militar en el Gran Caribe (Centroamérica y el Caribe) cuando se enfrenta a retos sociales y políticos internos significativos. De esta forma, la amenaza que representa la Guerra de las Drogas y el conflicto político que ha tenido México desde la década de 1980, han sido detonantes importantes para una disminución en el activismo internacional mexicano. Al menos el que requiera de una inversión de recursos políticos, financieros y militares significativos con objetivos políticos específicos. 

Evento académico con una manta con la foto de un miembro de las Fuerzas Armadas Mexicanas con un casco azul en una Operación para el Mantenimiento de la Paz (Crédito: SEDENA) 

No obstante, ahora nos encontramos ante un panorama diferente – principalmente político-institucional – en el cual se ha transformado la mentalidad mexicana respecto a los conceptos de defensa y seguridad nacionales. De ser ‘anti-seguridad nacional’ (por la asociación ideológica de la misma con los intereses “imperialistas” e intervencionistas de las potencias mundiales) y enfocado al interior a una conceptualización que abarca más dimensiones de interés geopolítico mexicano al exterior del territorio nacional. Este panorama se ha ido construyendo a lo largo de 5 décadas, ya que el 27 de julio de 1973, se publicó “en el Diario Oficial de la Federación[…] el Reglamento Interior de la Secretaría de Gobernación, que señalaba como facultades para esa dependencia ‘analizar e informar de hechos relacionados con la seguridad de la nación’.” (Ortega, 2013). (Esta evolución también incluye argumentos como el de Ortega (2013) a favor de crear una hipótesis de guerra (o de conflicto), en la cual se puedan generar escenarios hipotéticos en los cuales México entre en conflicto con algún actor estatal o no-estatal internacional.)  

Algo que concuerda con el reporte de Ronfeldt (1985) de que en México comenzaba a formularse seriamente la conceptualización de una doctrina de seguridad nacional durante la década de 1980, la cual sería adicional a la doctrina de defensa nacional de México. Este panorama político-institucional también estaría acompañado de una mayor cooperación militar bilateral con los Estados Unidos, mediante un aumento en la comunicación con las instituciones, por medio de canales de conocimiento para el público, el intercambio académico y un aumento en la participación mexicana en ejercicios militares conjuntos (bilaterales y multilaterales con dicho país).  

De igual manera, existe un creciente consenso sobre qué papel debería asumir México en la seguridad internacional. (Dado que en México existe una grave ausencia académica e institucional del análisis geopolítico nacional y de la concepción de la nación como una potencia media regional, en lo mínimo, sin atribución de capacidades u obligaciones internacionales, el papel que se ha buscado que México vaya asumiendo ha sido en un sentido secundario (en cuanto al apoyo a aliados y organizaciones internacionales) y de un progreso paulatino. En primera instancia, se ha estado instando a una mayor participación en las OMP, alegando a favor de un incremento en el grado de participación mexicana en las mismas (Reyes, 2009; Ortega, 2013; Alcalá, 2016; García, 2017). En segundo lugar, también ha existido un paulatino consenso, mucho más ambicioso que el anterior, sobre cómo México debería ser un Estado más activo en la seguridad internacional mediante la cooperación con Estados Unidos y organizaciones como la OTAN. En la publicación número 520 de la Revista Militar ARMAS (2021), la revista oficial de la Secretaría de la Defensa Nacional, se publicó un artículo donde se menciona que la Asociación de Graduados del Colegio de la Defensa Nacional realizó una serie de conferencias entre mayo y junio donde se habló sobre mejoras necesarias en las capacidades militares y de inteligencia mexicanas.  

Por una parte, el Embajador Luis Herrera Lasso M. dio una conferencia titulada “Diplomacia e Inteligencia” en la que el diplomático mexicano enfatizó “que la inteligencia internacional es un proceso que sirve al Estado para anticipar y proteger a su sociedad, su territorio y sus instituciones, frente a amenazas provenientes del exterior que pongan en riesgo sus intereses y sus valores fundamentales” (Revista Militar ARMAS, 2021). Así mismo, el General de División D.E.M. Eduardo Emilio Zárate Landero, durante su conferencia sobre la Organización del Tratado del Atlántico Norte, abordo el tema sobre la “posibilidad de que México se integre a la OTAN”, señalando que “[e]n ese sentido México ha incrementado las relaciones militares a través del Comando Norte y en 2019, en una publicación, se mencionó la importancia de que México se integre a la OTAN” por lo que no sería algo fuera de lugar que México fuera a dar el siguiente paso en la cooperación en defensa y seguridad con los Estados Unidos y la organización militar transatlántica. Afirmando a su vez que:  

“lo que la OTAN ofrece a México es ser parte de la organización militar con mayor presencia mundial, intercambio de tecnología, mayor modernización de la misma, incremento de conocimientos en seguridad cibernética, y mayor apertura con los Estados Unidos en financiamientos para aspectos de Defensa. Para ello, México cuenta con un Ejército profesional y reconocido en operaciones de ayuda humanitaria.” (Revista Militar ARMAS, 2021) 

Además, en México se han estado realizando esfuerzos para crear una mentalidad geopolítica, en la cual se conciben intereses nacionales suprarregionales para el Estado mexicano. El Capitán de Fragata C.G.E. INFO. E.G. Pedro Javier Pescina Ávila (2014), por ejemplo, formuló una doctrina geopolítica llamada ‘norlatinismo’ en la que se contempla que México cuenta con objetivos geopolíticos en la región del Gran Caribe y Sudamérica, al igual que internacionales, tanto en Asia como en África y Europa. A su vez, se han publicado otros trabajos donde se habla sobre la necesidad de estructurar un pensamiento geopolítico mexicano. La doctora Nohemí Arciga Rodríguez (2014) publicó un artículo en la Revista del Centro de Estudios Superiores Navales en el que busca sentar las bases para desarrollar un método de análisis geopolítico mexicano, con el propósito de identificar amenazas, retos y riesgos para México, tanto al interior como en el exterior del país. Mientras que el Capitán de Fragata I.M.P. EG. Esteban Javier Hernández Medina (2014), ha abogado a favor de la necesidad de comenzar a formular una estrategia Talasopolítica y geopolítica hacia el Canal de Yucatán, área marítima de gran importancia geoestratégica para México. Algo que se suma a diversos esfuerzos para construir un método de análisis y estudio geopolítico mexicano desde la academia mexicana.   

Claro, estos son argumentos que pueden ser interpretados como personales, en especial porque las revistas de la Secretaría de Marina y la Secretaría de la Defensa Nacional han especificado que lo escrito en los artículos en sus ediciones es la opinión personal de los autores y no de las instituciones. No obstante, existen una variedad significativa de artículos en las revistas de ambas instituciones que dan a entender que este tipo de pensamiento es basto entre los oficiales y jefes militares y navales. Esto es algo indicativo de un cambio institucional si se toma en cuenta que estas opiniones se suman a continuas transformaciones institucionales dentro de las Fuerzas Armadas Mexicanas y a un incrementó práctico en la participación de México en ejercicios militares bilaterales y multilaterales con Estados Unidos, junto con el aumento en la cantidad de personal en las OMP de las Naciones Unidas, algo que incluso ha continuado bajo la administración del presidente López Obrador, dando a entender que estos cambios son de Estado, y no de gobierno. Es decir, estos cambios son geopolíticos, no de carácter temporal o político-ideológico. Lo que nos lleva a que son claramente el reflejo de un nuevo panorama geopolítico que está tomando forma en México.    

Una fotografía de la bandera de México ondeando en el aire (Crédito: Diego Sánchez/Pexels vía Canva Pro) 

Nuevo panorama geopolítico 

Actualmente, México se encuentra en medio de un proceso trascendental al entrar a un nuevo ciclo geopolítico. El ciclo por el que hemos pasado los últimos 200 años ha sido un ciclo de regionalismo, lo que ha implicado que México se reduzca territorialmente a sus actuales fronteras políticas y que haya enfrentado grandes retos geopolíticos domésticos, los cuales dejaron vulnerable al país y permitieron que fuera derrotado en múltiples ocasiones. Durante dicha época la única forma en la que el Estado central podía gobernar era mediante pactos y acuerdos con diversos grupos de poder regionalistas y nacionales. Pero eso ya se viene abajo, conforme la nación lucha por terminar con la estructura de poder tradicional, del viejo régimen posrevolucionario, el país ha estado construyendo una nueva estructura de poder institucionalizada y tecnocrática, a la que se suman otros componentes privados, como las empresas.  

Por los últimos 40 años el país se ha encontrado en una constante lucha por transitar, esta lucha ha dado pie a un conflicto interno con dos dimensiones: uno político y uno armado (este segundo siendo la Guerra de las Drogas). Pero esta lucha parece estar llegando a su punto más álgido y, consecuentemente, a su fin. Lo que implica que la realidad geopolítica mexicana será profundamente diferente a la de los últimos 200 años.  

Esta transformación geopolítica significa dos cosas. Una sería que México está a punto de entrar en una etapa en la que se perfilará como una potencia emergente en el escenario suprarregional y en la arena internacional. A su vez, debido a las implicaciones de esta cambio geopolítico en el pasado, el Estado central mexicano, es decir el gobierno central, no solo buscará consolidar su poder sobre el territorio nacional (como lo habían hecho los imperios de los olmecas y los toltecas), sino que también buscará asegurar los siguientes imperativos geopolíticos (objetivos con los que debe cumplir una nación para asegurar su supervivencia): control del territorio marítimo mexicano y su posicionamiento como potencia hegemónica regional en el Gran Caribe. Una vez México cumpla con estos imperativos volverá a asumir un papel importante en la economía y la política internacional, como había sucedido durante el virreinato.  

Esto implica que la paulatina evolución político-institucional dentro de las fuerzas armadas mexicanas ha sido indicativo de este proceso geopolítico. Junto con el interés por establecer un método de análisis geopolítico, una doctrina geopolítica mexicana y diversos otros objetivos geopolíticos de México. Instando a una mayor participación en la seguridad internacional. Algo que se sumará y facilitará conforme México vaya asumiendo un papel más determinante en la economía y el comercio internacional, mediante los cambios en las cadenas de suministro globales y la reestructuración de la economía mundial post-pandemia del COVID-19.  

Consecuentemente, el país y las instituciones armadas de México no sólo incrementarán su papel económico y diplomático en la arena global, sino también política y militar. Lo que significa que México podrá comenzar a enviar más de un solo contingente militar a las Operaciones para el Mantenimiento de la Paz.  

Miembros de las Fuerzas Armadas de México en sus boinas azules de las Naciones Unidas durante una ceremonia para CICOMPAZ (Crédito: SEDENA) 

El punto de inflexión 

La aportación de un contingente de 240 elementos, el cual contará con un pelotón de seguridad física, es importante dado el contexto tanto geopolítico como político-institucional en el que se desarrolla. Aunado a ello, el pelotón de seguridad física implica que la misión de paz posiblemente esté involucrada en una región donde podrían correr un riesgo para su seguridad. El hecho de que sea una compañía de ingenieros quienes se encargarán de construir carreteras implica que operarán fuera de zonas urbanas. No es una alta probabilidad de que el contingente mexicano entre en conflicto con alguna organización paramilitar o una milicia, pero la mentalidad respecto a en qué tipo de operaciones deberían involucrarse los miembros de las Fuerzas Armadas Mexicanas va cambiando y se va aceptando la posibilidad de enviar a militares mexicanos armados al extranjero.  

Eso, en un país como México donde era impensable enviar a un militar a una operación donde pudiera entrar en combate es algo importante. Anteriormente México solo se involucraba de manera combativa en crisis como la Segunda Guerra Mundial, pero eso va cambiando, reflejando una reconfiguración, no solo en la mentalidad institucional y política de México, sino también una geopolítica.    

Alcalá, L.-G. (2015). Las Fuerzas Armadas Mexicanas en Operaciones de Mantenimiento de la Paz de las Naciones Unidas. Revista del Centro de Estudios Superiores Navales, 37(3), 9-25. https://cesnav.uninav.edu.mx/cesnav/revista_pdf/2016/2016-3.pdf 

Arciga, N. (2014). Bases para desarrollar un método de análisis geopolítico: Identifcar amenazas, retos y riesgos de México al interior y en el exterior. Revista del Centro de Estudios Superiores Navales, 35(4), 32-42. https://cesnav.uninav.edu.mx/cesnav/revista_pdf/2014/2014-4.pdf  

García, R.-E. (2017). Prospectiva para México como país contribuyente de tropas de las Naciones Unidas y su influencia en la Seguridad Nacional. Revista del Centro de Estudios Superiores Navales, 38(4), 63-88. https://cesnav.uninav.edu.mx/cesnav/revista_pdf/2017/2017-4.pdf  

Hernández, E.-J. (2014). El Canal de Yucatán, una perspectiva geopolítica. Revista del Centro de Estudios Superiores Navales, 35(4), 26-31. https://cesnav.uninav.edu.mx/cesnav/revista_pdf/2014/2014-4.pdf  

Pescina, P.-J. (2014). La posición geopolítica de México a través del «Norlatinismo». Revista del Centro de Estudios Superiores Navales, 35(3), 37-53. https://cesnav.uninav.edu.mx/cesnav/revista_pdf/2014/2014-3.pdf  

Ortega, C. (2013). Hacia una política de seguridad y defensa en México. Revista del Centro de Estudios Superiores Navales, 34(3), 22-27. https://cesnav.uninav.edu.mx/cesnav/revista_pdf/2013/2013-3.pdf  

Ramírez, K., & Rochin, N.-M. (2017). La política exterior de México durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Comillas Journal Of International Relations, 8, 51-66. https://revistas.comillas.edu/index.php/internationalrelations/article/download/7786/7595/16969  

Revista Militar ARMAS. (2021). Seguridad y Defensa más allá de las Fronteras. Revista Militar ARMAS, 81(520), 110-112. https://issuu.com/revistaarmas/docs/revista_armas_520  

Reyes, G. (2009). La participación de México en misiones de paz de las Naciones Unidas. Revista Mexicana de Política Exterior, 86, 145-174. https://revistadigital.sre.gob.mx/index.php/rmpe/article/view/635  

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