Desde junio, el partido oficialista y la fuerza política unipartidista, es decir Morena, parecen haber tenido una serie de victorias políticas considerables este 2024. Primero tuvieron su masiva victoria electoral en junio y, posteriormente, tomaron control de ambas cámaras del congreso nacional. Consecuentemente, han podido pasar varias reformas, las cuales tienen el potencial no solo de cambiar al régimen político mexicano, sino de sumergir a la nación en una profunda crisis política y económica debido a sus implicaciones políticas, económicas, diplomáticas y comerciales, específicamente por cómo podrían ser recibidas por otras partes, sean nacionales o extranjeras.
Por ende, pese a la aprobación de la reforma judicial y su posterior publicación en el Diario Oficial de la Federación, la lucha político-constitucional entre el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo de México ha continuado. (Por lo que el último bastión político e institucional de los tecnócratas no está dispuesto a ceder). Paralelamente, ante la incertidumbre política y económica, la cual ya ha afectado negativamente a la economía nacional, también se han dado una serie de leves choques políticos entre la presidenta electa Claudia Sheinbaum y el actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Estos choques, aunque no parezcan importantes, son una ventana a lo que podría resultar ser un proceso que podría cambiar el rumbo de México. Es por eso que la crisis económica y financiera junto con una crisis de seguridad que se están gestando jugarán a continuación un importante papel en el desarrollo del panorama político mexicano.
Es así como el presente artículo presentará las similitudes del actual contexto político con los que se presentaron en 1936 y en 1940. Detallando las razones geopolíticas y económicas que podrían forzar un cambio en la política nacional de México. Cambio el cual no necesariamente será uno que los actores involucrados quieran aceptar, pero si uno que pasará dadas las circunstancias geopolíticas nacionales e internacionales.
Fotografía del general Plutarco Elías Calles en 1924 (Crédito: Librería del Congreso de Estados Unidos)
El peso del pasado y la geopolítica
El primer caso de 1936 tiene una similitud con el actual proceso político por el hecho de que dicho año significó el fin del porfirismo y su respectivo régimen político. Pese a que había podido proveer orden, paz y desarrollo económico a México en el pasado, el modelo de gobernanza ya no era sostenible. Después de la Revolución Mexicana, una guerra civil entre caudillos y caciques que se desató por el vació de poder en el país posterior al fin del Porfiriato, tras el autoexilio de Porfirio Díaz, los porfiristas tomarían de vuelta el poder con Álvaro Obregón al frente, seguido por Plutarco Elías Calles. Aunque ambos caudillos se autodenominaban revolucionarios y muchos historiadores se han apegado a dicha etiqueta, Schettino (2016/2023), citando a Alan Knight, Jean Meyer y Hans Werner Tobler, señala que el gobierno que precedió a la revolución era realmente el mismo que el Porfiriato. No implicó grandes novedades en cuanto a su estructura de poder y a su funcionamiento, solo que, en esta ocasión, la manera en que gobernaba la principal figura del país era de manera indirecta, poniendo a sus seguidores como presidentes, por ende, se podría considerar un neo-porfirismo debido al cambio en el componente característico de dicho modelo de gobernanza.
Sin embargo, con el tiempo, las fracturas que habían destruido al Porfiriato continuaron con Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. El periodo de 16 años posterior a la Revolución Mexicana continuaba plagado por levantamientos armados, el de mayor intensidad siendo la Guerra Cristera y por pugnas políticas que amenazaban la estabilidad política nacional. Después del asesinato de Obregón en 1928, Calles asumiría la posición de mayor poder en el país, convirtiéndose así en el ‘Jefe Máximo de la Revolución’, constituyendo así lo que se conoce como el Maximato, pero los retos a la estabilidad nacional continuarían, aunque pareciera en algunos momentos que los problemas se habían resuelto o disminuido. Cárdenas llega al poder en 1934 con un régimen que, pese a que logró sobrevivir, no era capaz de replicar los éxitos del Porfiriato y, aunque en la década de 1920 haya sentado las bases de lo que sería el régimen corporativista, no pudo dar vida a este nuevo sistema político. Los desafíos políticos y económicos que enfrentaba el país y la amenaza de que se reprodujeran los retos geopolíticos de la revolución forzaron a Cárdenas a incitar un enfrentamiento con Calles durante su mandato.
El fin del neo-porfirismo se debió a tres elementos: 1) su incapacidad de asegurar la estabilidad, al mismo grado como se había logrado con el Porfiriato; 2) el ascenso de nuevos grupos de poder (como los líderes sindicales); 3) y el proceso de construcción de instituciones (de las que el nacionalismo posrevolucionario sería fundamental). En términos geopolíticos, el neo-porfirismo ya no era viable para la nación y era incapaz de replicar el éxito del Porfiriato. Pero el desenlace de la confrontación entre Calles y Cárdenas también resulta importante para vislumbrar lo que sucederá en el panorama político nacional en los próximos meses.
Cuando Lázaro Cárdenas asumió la presidencia en diciembre de 1934, el país enfrentaba una crisis económica y las huelgas iban al alza. Sin embargo, los cardenistas, de forma que pareciera que nadie lo notaba, tomaron el control de los sindicatos nacionales y habían creado una jerarquía descentralizada desde 1933 (Schettino, 2016/2023). Pero lo más crucial resulta ser, como Schettino (2016/2023) señala, que las huelgas y la crisis social en el país coinciden con la candidatura de Cárdenas y su llegada al poder. De esta forma, el general que antes era visto como el discípulo leal de Calles, estaba subvirtiendo a su mentor y a su sistema político, purgando a los callistas de sus posiciones de poder, haya sido en el partido o en el sistema federal. Calles, quien durante los meses más cruciales se encontraba en un hospital en California, no pudo responder ante el inmenso ataque político cardenista. Para 1936 se había efectuado el golpe político contra el Maximato y había nacido el nuevo régimen en el que se había integrado a los sindicatos de los trabajadores y a los campesinos.
Por su parte, el caso de 1940 tiene una similitud interesante con el proceso político de este 2024 debido al contexto internacional (el cual en ese entonces ejerció presión sobre la nación) y porque el país cuenta con un panorama geopolítico que también forzará la adopción de ciertas medidas (similar a como sucedió en 1940, incluso en 1936). Es por eso que también se realizará una comparación de la dinámica que se presentó en 1940 y la actual dinámica que se está presentando este 2024, la cual podría tener un desenlace político similar.
En 1940, el presidente Lázaro Cárdenas tuvo que tomar una decisión respecto a quién sería su sucesor. Para muchos, esa decisión estuvo entre Francisco José Múgica y Manuel Ávila Camacho, el primero era un radical socialista y el segundo era un moderado de centroderecha. Al final, Lázaro Cárdenas eligió a Ávila Camacho como su sucesor, dejando a un lado a Múgica. Como consecuencia de ello, algunos han especulado que esa decisión se debió a la presión conservadora, pero la realidad fue que existían varias razones por las que elegir a Múgica era imposible. Precisamente Garcíadiego (2023) escribió que Múgica no era una opción políticamente viable para Cárdenas debido a que el político michoacano se había hecho de más enemigos que amigos, en todas partes.
Fotografía del presidente mexicano, el general Lázaro Cárdenas, saliendo de un avión de la CIA. MEXICANA DE AVIACIÓN (Crédito: Secretaría de Cultura)
Múgica no contaba con el respaldo de los líderes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) o la Confederación Nacional Campesina (CNC), tampoco contaba con el apoyo de la clase política nacional (desde gobernadores hasta burócratas, diputados, senadores y el mismo gabinete de Cárdenas), la clase media, la clase empresarial o del Ejército. Sin mencionar que Múgica tampoco era bien visto en Washington. El hecho de que Múgica no fuera bien visto por estos grupos (aunque la clase media era la menos importante) o en Washington implicaba serias dificultades para elegirlo como sucesor. Cárdenas simplemente comprendió la situación en la que se encontraba México geopolíticamente.
Por un lado, los conflictos armados que se habían presentado en México eran el resultado de la lucha entre diversos grupos de poder, en algunos casos los conflictos eran regionales, pero al sumarse, habían sumergido a México en una crisis nacional. Por otro lado, el fin del último régimen neo-porfirista había creado la necesidad de construir un nuevo régimen político que pudiera traer orden y paz al país para que pudiera estar seguro y desarrollarse. La única solución era elegir una figura que pudiera asegurar la unión de los diferentes grupos de poder y asegurar el verdadero inicio del régimen corporativista de lo que llegaría a ser el régimen del Partido Revolucionario Institucional. Ávila Camacho simplemente fue el único que pudo haber podido dar inicio al régimen y al sistema político para asegurar la continuidad de la paz y el orden entre los diversos grupos de poder nacionales.
Así mismo, en 1940 el mundo se encontraba a inicios de la Segunda Guerra Mundial. Cárdenas comprendió que la ubicación geográfica México implica que, geopolíticamente, los adversarios de Estados Unidos también son los del país, en especial dado su contexto doméstico. Por lo tanto, Cárdenas sabía que debía poder crear un régimen que pudiera asegurar buenas relaciones con Estados Unidos, para que Washington pudiera enfocar sus esfuerzos en derrotar a los alemanes en Europa y a los japoneses en Asia Pacífico. El programa Braceros (1942-1964), tenía el propósito de ayudar a que el sector agrícola estadounidense no sufriera de un desabasto de trabajadores y continuará produciendo mientras que los hombres estadounidenses fueran a luchar en la guerra, esto le quitaría un peso a Estados Unidos del que no gozaban sus adversarios: Italia, Japón y Alemania.
De esta forma, paralelamente existía un panorama internacional y uno nacional que exigían que Cárdenas tomará la decisión que tomó. El actual presidente no se encuentra en una posición diferente. Por una parte, México no se ha pacificado, en todo caso la situación de seguridad nacional ha empeorado drásticamente. Económicamente, el país también está entrelazado con los Estados Unidos y su conectividad con el comercio global solo ha aumentado. Su esfuerzo por pasar las últimas reformas podría apuntar a que buscó aprovechar la candidatura de una figura moderada, pero que simultáneamente busca mantenerse al frente y cumplir con un objetivo geopolítico, el de crear un régimen neo-unipartidista corporativista. No obstante, similar a lo que sucedió con el viejo régimen del virreinato y el porfirismo, el régimen posrevolucionario ya cumplió su función geopolítica y ha dejado de ser apto para México.
La presidenta de México al salir de una de las presentaciones de su gabinete de gobierno, frente a las cámaras (Crédito: EneasMx vía Flickr)
La inhabilidad de seguir el proyecto
Claudia Sheinbaum, al igual que Lázaro Cárdenas lo fue para Plutarco Elías Calles, es considerada una discípula leal del presidente actual (quien también es un líder con un poder hegemónico sobre su partido), incapaz de liderar por su cuenta. Sin embargo, se está ignorando una serie de factores que podrían forzar a Sheinbaum a cambiar el rumbo político y económico del país, lo que generaría una ruptura con el partido y el actual presidente, generando así una crisis política y lo que se volvería otro golpe político como el que sufrió el neo-porfirismo en 1936.
En la actualidad, México cuenta con una inmensa deuda pública, la más alta en décadas. Así mismo, los mercados financieros internacionales no se encuentran en el mejor estado, dando señales continuas de una posible crisis económica en el futuro próximo. Esto hará insostenible el actual modelo de gobernanza y sus elementos socioeconómicos. Sumamos eso a que México necesitará invertir en la industria manufacturera, el sector de tecnología avanzada y en el comercio para asegurar cualquier tipo de recuperación económica y un crecimiento positivo y se volverá difícil no crear una crisis política para poder regresar a dicho modelo de desarrollo económico.
Aunado a las presiones económico-financieras, también es necesario tomar en consideración la crisis de inseguridad, la cual hace años dejó el ámbito de la seguridad pública y se pasó al ámbito de la seguridad nacional. Esto genera una considerable presión geopolítica sobre el país, ya que nuevamente la nación mexicana enfrenta una serie de focos de inseguridad regionalizados, pero que se suman a crear un dilema nacional.
Los remanentes de la vieja estructura de poder no han sido capaces de revivir el régimen político posrevolucionario. Claro, el movimiento unipartidista retiene un enorme apoyo popular, pero eso se debe a su control sobre el aparato estatal mexicano y al hecho de que ha persistido el nacionalismo posrevolucionario. Aunque en los últimos años se ha caracterizado por una importante debilidad política e institucional, carece de la sofisticación estructural y multidimensional del régimen posrevolucionario. Esto no se puede atribuir solamente al movimiento, sino a una mezcla de elementos. En los últimos 30 años el nuevo régimen se pudo consolidar en cierta medida y se ha podido arraigar en diversas instituciones, como el Poder Judicial o las fuerzas armadas.
Es a partir de este contexto político donde surge el mayor problema que enfrenta el país. La crisis constitucional y política actual es la última etapa en el largo conflicto político que inició en la década de 1980 entre los unipartidistas (quienes se autonombraron nacionalistas) y los tecnócratas. La longitud del conflicto político ha perjudicado los esfuerzos en combatir la dimensión armada del conflicto, lo que contribuyó a incrementar la presión geopolítica sobre México, que hoy en día se refleja en la crisis de violencia. En los últimos años se ha intensificado el debilitamiento institucional incluso dentro de las fuerzas armadas.
Sheinbaum ha asumido la presidencia bajo estas circunstancias y claramente se han sentado las bases para una crisis como la que México no ha experimentado en décadas. Anteriormente se advertía de un golpe de Estado como el peor de los escenarios, no obstante, también existe la posibilidad de un golpe político. El cual no se desarrollaría sin su respectiva crisis nacional.
México se encuentra ante un contexto geopolítico doméstico que exige la imposición de un orden político nacional, pero el viejo régimen no está en posición para revivir, la solución más viable sería la imposición del nuevo régimen. Cuando México experimentó estas crisis en el pasado tuvo dos desenlaces. El primero fue un siglo de guerras y conflictos políticos entre las dos principales facciones de poder: los liberales y los conservadores, es improbable que este escenario se repita. El segundo fue una década plagada por algunas confrontaciones armadas y una enorme purga del sistema político nacional en el que los partidarios del viejo régimen o eran ejecutados, encarcelados o expulsados de la vida política mexicana, sino es que del país. Geopolíticamente se ha demostrado que es difícil que el régimen político anterior sobreviva, incluso en su versión actualizada y modificada, incluso si quisiera la presidenta electa seguir el actual camino político y económico del país, eso sería imposible tanto en términos económicos como geopolíticos.
Referencias
Garcíadiego, J. (2023, 19 abril). Cárdenas y la sucesión presidencial de 1940. Crónica. https://www.cronica.com.mx/cultura/cardenas-sucesion-presidencial-1940.html
Schettino, M. (2023, enero). Cien años de confusión: La construcción de la narrativa que legitimó al régimen autoritario del siglo XX. Paidós. (Obra original publicada 2016)