A finales del siglo XVIII, Haití, en ese entonces una colonia francesa llamada Saint-Domingue, comenzó su lucha por la independencia, logrando obtenerla en 1804. Tras la guerra independentista, los haitianos, en especial sus líderes, como el caudillo Jean-Jacques Dessalines o el caudillo Jean-Pierre Boyer, comenzaron a crear objetivos geopolíticos. Entre aquellos objetivos, estaba convertir a la nación en un núcleo ideológico que incitara a la rebeldía y la liberación en las Américas. Por ejemplo, Dessalines llegó a jugar con la idea de invadir a los Estados Unidos para liberar a los esclavos en el sur del país (Boersner, 1996). Mientras que Jean-Pierre Boyer llegó a conquistar toda la isla La Española, tomando la capital dominicana de Santo Domingo en 1822.
Pese a los éxitos militares y políticos que llegaron a tener los haitianos independentistas contra las fuerzas napoleónicas, con el tiempo, una serie de factores domésticos, regionales e internacionales terminaron limitando el desarrollo de la nación. Por lo que se vería enfrentado varios de los mismos desafíos geopolíticos que el resto de los Estados latinoamericanos. Desde un fuerte regionalismo, hasta la presencia de diversos grupos de poder que atentaban contra un gobierno central. Por ende, al igual que el resto de los Estados latinoamericanos, este dilema sería resuelto por medio de un régimen autoritario que pudiera manejar al país y evitar que los diferentes grupos de interés nacionales compitieran entre sí por el poder o que surgieran otros grupos de poder que pudieran retar al gobierno central.
Para entender lo que sucede en Haití es necesario analizar su historia, para dar a conocer los retos que enfrenta y destacar cómo es que los desafíos geopolíticos se han manifestado históricamente, con el propósito de explicar el por qué sufre de la actual crisis de violencia.
El dilema geopolítico nacional: un trasfondo histórico importante
Cuando Haití era una colonia francesa, es decir cuando era Saint-Domingue, fungía como un núcleo económico y político importante para Francia en el Caribe. Por un lado, era necesario para que sirviera como base de operaciones para los franceses en América, ya que los franceses buscaban crear un imperio americano con el que pudieran poner en jaque a los Estados Unidos, incluso invadirlos (Boersner, 1996; Barnes, 2010). Por otro lado, debido a su riqueza financiera, la cual se debía a su riqueza agrícola, los franceses llegaron a describir a Saint-Domingue como la “perla de las Antillas” según Ishibe (2024).
No obstante, esta riqueza y posición geoestratégica en el Caribe resultaría ser una daga de doble filo para Haití. En un principio, cuando comenzaron las luchas por liberar a los esclavos, líderes político-militares haitianos, como el general Toussaint Louverture, eran pragmáticos y reacios en cuanto a la búsqueda de la independencia total y a intentar revertir la situación socioeconómica o a reconfigurar la composición racial de Saint-Domingue de manera brusca, debido a que reconocían la vulnerabilidad financiera y geoestratégica que enfrentaban (Boersner, 1996). Esa riqueza agrícola y las necesidades político-económicas de la colonia francesa hicieron que Saint-Domingue se volviera dependiente del sector primario, por lo que no usaron dicha riqueza para modernizar la economía y dejar atrás su dependencia del sector primario, el agrícola. Esta vulnerabilidad económica se destacó más con la Revolución Haitiana, la cual afectó la productividad de dicho sector.
Batalla de Ravine-à-Couleuvres el 23 de febrero de 1802 durante la expedición militar a Saint-Domingue, durante la Revolución Haitiana. Dibujado por Karl Girardet y grabado por Jean-Jacques Outhwaite. (Fuente: Wikimedia Commons)
El mayor reto para los líderes pragmáticos haitianos fue la fusión del impacto económico de la Revolución Haitiana con otra serie de elementos políticos. Por un lado, estaban las inconsistencias sociopolíticas de Francia – primero la revolucionaria y luego la de Napoleón Bonaparte – y los objetivos geopolíticos imperialistas de Napoleón, que perjudicaban a dicha élite pragmática. Por otro lado, estaban los traumas generacionales de los exesclavos. La mezcla de estos elementos terminó creando demasiadas tensiones sociales y políticas.
Cuando Bonaparte intentó recuperar el control total de la colonia y los líderes políticos y militares negros abandonaron a Louverture, este se vio obligado a capitular (Boersner, 1996). En cierta forma, el fin del reinado de Louverture, que resultó tanto de la traición de los haitianos negros como de las ambiciones de los latifundistas y de los franceses, significó el fin de la posibilidad de que Saint-Domingue, y luego Haití, fuera a tener un futuro prometedor.
Durante el reinado de Louverture ya se había presenciado un declive económico significativo, el cual se debía a la incapacidad del líder político-militar haitiano en aminorar las tensiones sociales, tras la emancipación de los esclavos, la cual se debía a los traumas generacionales y las respuestas violentas de los latifundistas blancos a la insubordinación y rebeldía de los haitianos negros. Por ende, el fracaso en reformar el sistema socioeconómico colonial sería un problema que continuaría perjudicando a la nación en su independencia.
Cabe señalar que, durante dicho periodo histórico en la década de 1790, podemos observar el surgimiento de una nueva dinámica geopolítica. El surgimiento del regionalismo en Latinoamérica y el rechazó total de los centros políticos imperialistas (o centralistas). Este regionalismo estuvo dominado por dos factores antagónicos: (1) la existencia de regímenes autoritarios y (2) el regionalismo y división política. El primero se materializaba con líderes ‘patriarcales’ que, dadas las circunstancias domésticas e internacionales favorables, podían acumular poder total para controlar al país y mantener una cierta estabilidad sociopolítica pese a los problemas económicos; pero cuyos regímenes y sistemas políticos dependían de ellos y de su capacidad de mantenerse relevantes, es decir de recabar el apoyo de los diferentes grupos de poder y la sociedad. El segundo se manifestaba con diferentes grupos de intereses que luchaban por poder en determinadas ocasiones, sin poder llegar a acuerdos.
Precisamente, después de la independencia de Haití, la cual se debió a las victorias militares del general Jean-Jacques Dessalines, dicho caudillo independentista intentó nombrarse emperador, pero su incapacidad de recuperar la economía y de dominar el panorama político nacional llevó a su despojo del poder y a su muerte en 1806 (Boersner, 1996). Cabe resaltar que los problemas económicos que enfrentó Dessalines se debieron al reparto de las haciendas, lo que implicó una disminución en la exportación a casi cero, de acuerdo con Boersner (1996). Después de la muerte de Dessalines, se pudo incluso observar el desarrollo del regionalismo en todo su apogeo, con la división de Haití en un reino en el norte y una república en el sur.
Es durante este periodo que veríamos las dos políticas-económicas y agrícolas que se intentarían implementar para mantener la economía a flote. Una sería el control de la producción agrícola por una entidad (en ocasiones estatal y nacional, pero en otras empresarial o extranjera) y la otra sería mediante los minifundios, pequeñas tierras de cultivo. El problema con estos modelos señala Boersner (1996), es que generan fuertes problemas económicos y sociales. El primer modelo, genera tensiones socioeconómicas, el segundo modelo empobrece y destruye la productividad de las tierras, como ha escrito Mervil (2014). A estas malas prácticas económicas sumamos un panorama internacional desfavorable, con los embargos franceses y la imposición de reparaciones financieras a los franceses y vemos cómo es que Haití no ha mejorado económicamente (Boersner, 1996; Ishibe, 2024).
Sería hasta el régimen autoritario y económico-liberal de Jean-Pierre Boyer, que el país pudo volver a tener algo de estabilidad política, incluso llegó a conquistar la República Dominicana tras su independencia de España. Sin embargo, la dinámica geopolítica dominante del regionalismo imposibilito la continuidad de dicho régimen, esta dinámica geopolítica también se sumó a las tensiones sociales por la represión política y los problemas económicos (The Editors of Encyclopaedia Britannica, 2024). Jean-Pierre Boyer intentó reconstruir la economía haitiana a través de inversión francesa, como escribe Ishibe (2024), pero fracasó y se enfrentó a movimientos armados, tanto haitianos como dominicanos, que terminaron con su régimen.
Lo que seguiría al régimen de Boyer fue una continua decadencia económica, la cual realmente nunca había cesado desde la lucha emancipadora de los esclavos en la década de 1790. En diversas ocasiones, grupos de poder financieros ya sean domésticos o extranjeros (como los estadounidenses) llegaron a dominar la economía nacional, pero la nación nunca se pudo recuperar. El principal sector económico, el agrícola, sufriría continuos golpes devastadores, desde la decadencia en la fertilidad de la tierra hasta desastres naturales, como sequías (a lo que contribuía la geografía de la isla La Española), pero más importante aún sería la repartición de tierras, lo que terminó destruyendo la productividad de las tierras cultivables.
Pese a la estabilidad política que los diversos regímenes autoritarios lograron, nada pudo haber preparado a la nación para lo que iba a suceder a finales del siglo XIX y para la década de 1950. En primer lugar, la población se incrementó exageradamente, lo que incrementó el consumo doméstico. La incapacidad de poder proveer las necesidades alimentarias por su propia cuenta hizo que Haití se volviera una nación importadora de alimentos (Melvin, 2014). De acuerdo con datos de la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (2023) de España, “las importaciones […] representan alrededor del 70% de los bienes que se comercializan en el país” de los cuales “los productos alimentarios [… representan un 16.3%]”. En una guía comercial de Haití, la Administración Internacional de Comercio (2024) de Estados Unidos, precisamente resalta que la capacidad productiva del sector agrícola haitiano se ha deteriorado (por los factores anteriores) y el país se ha vuelto dependiente de empresas estadounidenses o extranjeras para poder continuar la producción agrícola o la importación de alimentos, como “arroz, carne de ave, azúcar y edulcorantes” para satisfacer la demanda nacional.
El crecimiento poblacional de Haití también estuvo acompañado de un aumentó dramático en la urbanización en el país, disminuyendo la población rural, lo cual se debió a la baja rentabilidad económica de las zonas rurales con la decadencia del sector agrícola nacional, lo que a su vez contribuyó al empeoramiento del rendimiento del sector agrícola, es decir se creó un círculo vicioso (Melvin, 2014). Estos problemas demográficos y económicos serían los que traerían a su fin al último régimen autoritario en Haití, el cual se terminó a principios de la década de 1990 (Boersner, 1996).
Es así como llegamos al actual problema hoy en día. Haití no ha podido desarrollarse económica y políticamente, no por cuestiones puramente internacionales o por solo cuestiones internas, sino por la confluencia de elementos internacionales y regionales (como las políticas comerciales y financieras francesas hacia Haití) y domésticos (políticas agrícolas, regionalismo y fragmentación política).
Miembros de la Policía Nacional de Haití retiran barricadas improvisadas hechas con vallas de acero y ramas de árboles que manifestantes habían colocado para bloquear la entrada al Palacio Nacional durante protestas en 2019 (Crédito: Matiado Vilme/VOA vía Wikimedia Commons)
Lo que a su vez implica que la transición democrática haitiana se realizó en el peor momento posible. Durante los últimos 200 años, lo único que lograba mantener al país estable y bajo control eran los regímenes autoritarios, debido al contexto geopolítico nacional. De esta forma, Haití pasaría por un proceso geopolítico similar a México, solo que enfrentaría mayores desafíos económicos y políticos.
Al igual que en México, durante la dinámica geopolítica de regionalismo, en Haití sólo los regímenes autoritarios eran capaces de mantener la estabilidad nacional mediante fuerzas de seguridad represivas y el control de la economía nacional. El problema es que la transición democrática se realizó sin las instituciones y las fuerzas de seguridad que fuesen capaces de mantener el orden sociopolítico de los regímenes autoritarios. La misma división política que imperó y derrocaba a los regímenes autoritarios fácilmente se volvió en un detonante de la inestabilidad y la parálisis político-administrativa que sufre Haití en la actualidad.
Es la razón por la que uno de los principales líderes de las pandillas más fuertes en Haití es un expolicía, lo que lo convierte prácticamente en un síntoma de dicho panorama geopolítico (Holmes, 2023), en el cual las instituciones se deshacen y fragmentan, caso similar a como se han dado los conflictos de mayor intensidad en el resto de Latinoamérica, cuando las fuerzas armadas y de seguridad se fragmentan y desintegran entre líneas políticas o entre grupos de interés. El actual colapso político el cual como escribe Holmes (2023) se debe a que el país no cuenta con ningún líder político electo (es decir, que haya llegado al poder por medios electorales) es precisamente el resultado del contexto geopolítico y la decadencia económica que no ha parado en los últimos 200 años y que empeoró con el terremoto del 2010.
Una vista aérea del área logística cercana al puerto de Puerto Príncipe, donde varias agencias militares y no gubernamentales internacionales están llevando a cabo operaciones humanitarias y de socorro en casos de desastre, como parte de la Operación Respuesta Unida, después de que un terremoto causó graves daños en Puerto Príncipe y sus alrededores en 2010. (Crédito: especialista en comunicación de masas de segunda clase Meranda Keller/US Navy vía Wikimedia Commons)
Haití se encuentra en una profunda crisis, no solo política, sino geopolítica. Económicamente no es sostenible y políticamente no cuenta con un gobierno que cuente con el poder de fuego y las instituciones para restablecer el orden sociopolítico en el país. La dificultad de responder a esta situación y el contexto histórico de Haití, en el cual se rechazan continuamente las intervenciones, es en parte la razón por la que no ha intervenido ninguna potencia para intentar resolver la crisis y la tarea se le ha relegado a las Naciones Unidas.
El secretario de Estado estadounidense, Anthony J. Blinken, asiste a una reunión de emergencia sobre Haití en la Conferencia de Jefes de Gobierno de la Comunidad del Caribe (CARICOM) en Kingston, Jamaica, el martes 11 de marzo de 2024. (Crédito: Chuck Kennedy/Departamento de Estado vía Wikimedia Commons)
¿Por su propia cuenta?
Después del golpe de Estado contra Bertrand Aristide en 2004, primero se estableció una “Fuerza Multinacional Provisional (FMP) autorizada por el Consejo de Seguridad en febrero de 2004” y unos meses más tarde se inició una Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití o MINUSTAH (ONU, 2004). Esta segunda operación por parte de los cascos azules, o fuerzas del mantenimiento de la paz de las Naciones Unidos duró hasta 2017, cuando el Consejo de Seguridad tomó la decisión de reducir las operaciones a una “Misión de mantenimiento de la paz más pequeña” (ONU, 2004). Pero las operaciones políticas y de seguridad de las Naciones Unidas han sido consideradas en gran medida como un fracaso, dadas las circunstancias actuales.
En especial por qué en 2021, el entonces primer ministro, Jovenel Moïse, fue asesinado por mercenarios colombianos y no se han podido realizar procesos electorales satisfactorios desde el terremoto del 2010. El objetivo del asesinato, según Holmes (2023), era intentar forzar un cambio de régimen. Sin embargo, lo que se logró fue la ola de violencia e inestabilidad que actualmente enfrenta el gobierno haitiano, con coaliciones de pandillas fuertemente armadas, como el G9 o el G-Pép. Así mismo, las acciones tomadas por las Naciones Unidas, como sanciones o embargos en el comercio de armas, también han fracasado.
El grado de inestabilidad, junto con las crisis de refugiados que ha generado la caótica situación en Haití, tanto en la región como al interior del país, llegó a forzar al expresidente, Ariel Henry, quien no había sido electo, a intentar conseguir apoyo internacional. Por ahora, el respaldo internacional ha sido lento, priorizando más negociaciones entre el gobierno y la oposición. Solamente Kenia, junto con una coalición de países como Jamaica, Bahamas, Barbados, Chad y Bangladesh, han sido los únicos en movilizar a fuerzas policiales paramilitares para ayudar al gobierno a recuperar el control, instando a las Naciones Unidos a dar la luz verde a mayor apoyo policial, financiero y paramilitar (Nichols, 2023; Lawal, 2024; The National, 2024). Pero pese a algunos logros para recabar respaldo internacional, el éxito ha sido poco y lento.
Vista satelital de la República de Haití tomada durante la Expedición 20 de la ISS en septiembre de 2009 (Crédito Unidad de Ciencias de la Tierra y Teledetección/Centro Espacial Lyndon B. Johnson vía Wikimedia Commons)
Unos años después de la muerte de Moïse, la percepción de la crisis haitiana junto con el panorama internacional son tales que inclusive Holmes (2023) mencionó como el primer ministro canadiense, Justin “Trudeau también expresó reticencias en la[…] Asamblea General de la ONU [en septiembre del 2023], afirmando que ‘no hay ninguna solución desde el exterior’ para los problemas de Haití”.
Esta negación a intervenir en primera instancia puede ser criticada. Sin embargo, es importante reconocer que ningún Estado va a invertir recursos en una operación política o de seguridad que no esté dentro de sus intereses geopolíticos directos, sin importar su retórica respecto a sus supuestos objetivos humanitarios en su política exterior. Aunado a esto, dada la historia de las intervenciones en Haití, estas jugadas podrían ser criticadas públicamente por la ciudadanía de los países occidentales, en especial por la falta de legitimidad democrática*, tanto del exprimer ministro Henry y del actual primer ministro interino, Garry Conille y su gabinete presidencial transicional (Associated Press, 2024).
El problema en Haití no es simplemente de seguridad, sino también económico, institucional, político y de infraestructura. Esta característica multidimensional de la problemática haitiana dificulta la voluntad de invertir recursos para resolver el problema.
* Aunque es posible que, con el respaldo internacional del ahora primer ministro, Garry Conille, esta situación cambie en los últimos meses de 2024, de ahí el apoyo para una operación policial de 2,500 oficiales de policía (Associated Press, 2024)
Inclusive debemos reconocer que también existen diversas crisis que requieren de mayor atención y recursos de estas mismas potencias. Desde problemas socioeconómicos y políticos a nivel doméstico hasta la Guerra de Ucrania y la Guerra de Israel-Hamás a nivel internacional. Esto implica que solamente potencias medianas con la capacidad y el interés para intervenir e invertir recursos podrían intervenir, como es el caso de Kenia.
Infantes de Marina del Cuerpo de Marines de EE. UU. (USMC), Compañía Lima, 3.er Batallón (BN), 8.o Regimiento de Infantería de Marina, 2.a División de Infantería de Marina (Mar DIV), patrullan por el área de Bel Air en Puerto Príncipe, Haití, después de distribuir útiles escolares donados a Estudiantes en una escuela de Puerto Príncipe, Haití. (Crédito: LCPL Kevin McCall/USMC vía Wikimedia Commons)
¿Cuál podría ser la solución?
Sin embargo, la reciente intervención policial keniana, se enfrentará a varios retos para poder presentar resultados para finales del 2024 o el siguiente año. En los últimos 20 años, las intervenciones de fuerzas de seguridad bajo los parámetros operativos de las operaciones de las Naciones Unidas han sido incapaces de presentar pocos resultados, debido a los requerimientos para realmente solucionar la crisis haitiana.
PANORAMA INTERNACIONAL PROPICIO
En primer lugar, debe existir una potencia con la verdadera capacidad para actuar por su propia cuenta con el respaldo político del gobierno haitiano, ya sea el actual o uno de coalición, si es que fueran a servir los procesos diplomáticos de las negociaciones. Dado el escenario económico internacional y el ambiente político mundial, difícilmente será una potencia internacional como Estados Unidos, Rusia o China las que intervengan. Incluso, esperar que China fuese a intervenir, es incompatible con su política exterior, algo que ha sido criticado por miembros de sus fuerzas armadas, pero sin ningún éxito en cambiar la política exterior china. Por su parte, Rusia y China no podrían intervenir en la crisis sin causar problemas con Estados Unidos. Ninguna potencia europea o asiática estará en una posición para realmente ayudar política, económica o militarmente a Haití.
Por el momento, tampoco estará en posición alguna de intervenir una potencia regional Latinoamérica, principalmente México que, pese a algunos cambios significativos en su materia de política exterior, todavía no podrá invertir los recursos necesarios para intervenir en la crisis haitiana, por lo menos en 2024. México, Colombia y Venezuela se encuentran en crisis políticas y con serios problemas económicos (más graves en Venezuela). Brasil por su parte, no tendrá la capacidad de intervenir debido a los retos que enfrenta respecto a la crisis en Venezuela. Pasará un tiempo, posiblemente para mediados o finales del 2025, antes de que pueda intervenir alguna potencia mediana en Haití. A su vez, Kenia carece de la capacidad financiera para sostener una intervención unilateral en Haití, de ahí su urgencia para recibir apoyo financiero de Estados Unidos y de las Naciones Unidas (Lawal, 2024).
INTERÉS GEOPOLÍTICO
Sumado a lo anterior, deberá existir un interés geopolítico importante para que una potencia esté dispuesta a invertir sus recursos y personal militar (o de seguridad) para resolver el dilema haitiano.
Tomará una respuesta en esencia militar, debido a que el Estado haitiano tendrá que recuperar el control de su territorio para reducir la capacidad de las pandillas en afectar la economía nacional y poder comenzar a implementar las políticas económicas y sociales necesarias para aminorar las dificultades que enfrenta la población. Pese a las protestas que pueda haber en contra de una intervención armada en la crisis haitiana, es importante resaltar cómo es que las pandillas como G9 actúan más como organizaciones paramilitares que como simples pandillas criminales, debido al control territorial que pueden ejercer, su poder de fuego, su organización y estructura y la formulación de objetivos políticos. Por último, esto involucraría una inversión financiera significativa y deberá estar respaldada por un ambiente de seguridad favorable para recuperar la inversión o asegurar que pueda brindar frutos.
El dilema haitiano no solo se debe a cuestiones de pobreza o a su crisis humanitaria, sino a su contexto geopolítico. Sin embargo, cabe destacar que, pese a la gravedad de la problemática humanitaria, hay una mejora geopolítica considerable en cuanto al contexto haitiano. Los desafíos políticos al poder central han disminuido significativamente. Las organizaciones paramilitares que amenazan al gobierno y que incluso buscan un cambio de régimen son pequeñas y no han podido realizar una ofensiva que imponga un cambio de gobierno o régimen político. Tampoco son los movimientos revolucionarios que lograron derrotar al Ejército francés (el revolucionario y al napoleónico). Esto no significa que los retos que enfrenta el gobierno no sean graves, pero no son comparables con los movimientos armados o políticos de los últimos 200 años que han determinado el curso de Haití.
Cualquier solución en Haití implicará no solo su reconstrucción, sino la transformación total de su economía. Construir proyectos inmobiliarios, carreteras o puentes, no será suficiente para sacar a Haití de su crisis. El sector que una vez había logrado convertir a la colonia en la perla del Caribe, ya no existe y está destrozado tras dos siglos de conflictos armados y de múltiples políticas agrícolas y económicas autodestructivas. Aunque se pudiera reconstruir con inversión extranjera, la economía haitiana necesitará evolucionar si busca resistir a los desastres que pueda generar la crisis climática.
La luz al final del túnel para Haití no solo recaerá en que surja un liderazgo político que pueda completar la transición democrática – aunque posiblemente tenga que hacerlo mediante un proceso ‘antidemocrático’ – sino que deberá también haber una potencia regional dispuesta a invertir y que, incluso tenga la necesidad geopolítica de invertir en su recuperación. Las Naciones Unidas no tiene la capacidad operativa o política para terminar con la crisis humanitaria en Haití, y no ha podido lograrlo en las últimas dos décadas de operaciones de mantenimiento de paz. Aunque por ahora, no exista ningún candidato para intervenir, con el tiempo y las transformaciones por las que se encuentran varios países latinoamericanos, ese podría no ser el caso en 2025 o en 2026.
Referencias
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Barnes, J. (2010, 19 enero). Haiti: The Pearl of the Antilles. The Nation, 2. Recuperado 12 de septiembre de 2024, de https://www.thenation.com/article/archive/haiti-pearl-antilles/#:~:text=The%20French%20colony%20of%20Saint,royalist%20and%20revolutionary%20armies%2C%20the
Boersner, D. (1996). Relaciones Internacionales de América Latina (5.a ed.). Venezuela: NUEVA SOCIEDAD.
Holmes, L. (2023, 9 noviembre). Haiti and gang warfare: The latest from a ‘failed state’. Encyclopedia Geopolitica. Recuperado 12 de septiembre de 2024, de https://encyclopediageopolitica.com/2023/11/09/haiti-and-gang-warfare-the-latest-from-a-failed-state/
Ishibe, I. (2024). A Pearl Ravaged: The Paradox of Haiti and Its Socioeconomic Origins [Tesis de maestría, The City University of New York]. https://academicworks.cuny.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=6758&context=gc_etds
Lawal, S. (2024, 22 mayo). Why are Kenyan forces set to intervene in Haiti and how is the US involved? Al-Jazeera. https://www.aljazeera.com/news/2024/5/22/why-are-kenyan-forces-set-to-intervene-in-haiti-and-how-is-the-us-involved
Melvin, R. (2014). Diagnóstico de la tenencia de la tierra en el medio rural en Haití [Tesis para el grado de Magíster en Gestión de Políticas Públicas, Universidad de Chile]. https://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/131424/Diagnostico-de-la-tenecia-de-la-tierra-rural-en-Haiti.pdf?sequence=4
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