Pakistán es un Estado cuya ubicación geográfica lo ha convertido en un punto histórico de contacto entre Asia Central y el subcontinente indio, sea este pacifico o bélico. Así mismo, debido al control colonial del Reino Unido, el país, desde su independencia en 1947, funge como un producto imperial británico, lo que tiene diversas implicaciones sociales y geopolíticas. Actualmente, el país puede ser considerado como un Estado-nación en el sentido de que una etnia principal, los punyabíes, domina el gobierno y el aparato militar, pero el país está compuesto por diversas regiones dominadas por diferentes etnias, como los pastún, los ahmadíes y los baluchíes.
Desde el último siglo, justo como lo ha hecho históricamente, Pakistán ha fungido más como un punto de fricción entre el mundo musulmán y el mundo hindú. (Anteriormente la fricción era entre el islam y el secularismo indio, el segundo siendo el aspecto político predominante en la política de la India antes de la llegada de Narendra Modi al poder, lo que marcó el inicio de una nueva dinámica en la India.) Esta fricción se ha materializado con múltiples conflictos armados convencionales, choques fronterizos al igual que interacciones violentas con la india, como ataques terroristas en territorio indio.
Este contexto geográfico-político ha sido un gran dilema para el país. Presentando graves retos de gobernanza y de seguridad para el gobierno central. En parte, esto explica por qué el ejército es una fuerza política dominante y por qué sus líderes decidieron inclinarse por instituciones democráticas débiles, para poder tener un gobierno central fuerte que pudiera imponer la unidad y el orden nacional.
Por otro lado, también explica el por qué el país tiene tantos problemas sociales, políticos y económicos. Al servir como un puente histórico y geográfico entre Asia Central (y Oriente Próximo en cierta medida) y el subcontinente indio, el país cuenta con una diversidad que genera una gran cantidad de problemas políticos y militares. Es en base a este contexto que llegamos a la actual crisis de Pakistán. Un país que posiblemente se encuentra al borde del colapso, lo que a su vez es un problema mundial debido a las implicaciones para la seguridad internacional, que tendría una severa crisis que realmente atentaría contra Pakistán como un Estado relativamente estable y en control de su territorio. Por ende, el presente artículo explicará tanto las decisiones del gobierno pakistaní en las últimas décadas, como las razones detrás del fracaso de su proyecto nacionalista y por qué difícilmente el país se recuperará y porque el ejército no dejará de ser una fuerza omnipresente en la política nacional.
Foto de miembros de las fuerzas especiales pakistaníes durante el ejercicio militar conjunto ruso-pakistaní de unidades de fuerzas especiales, Druzhba-2021, en Kuban en 2021 (Crédito: Ministerio de Defensa de la Federación Rusa vía Wikimedia Commons)
El comportamiento pakistaní en las últimas décadas
La ubicación geográfica del país implica que Pakistán está lidiando constantemente con fuerzas que ejercen presión desde el este y el oeste hacia el territorio pakistaní. Este ha sido un dilema geopolítico que se ha manifestado desde su independencia. La gran diversidad étnica del país siempre ha sido un desafío, debido a que ha facilitado la creación de movimientos separatistas, que en el caso de Bangladesh fue un éxito rotundo cuando el territorio bangladeshí logró adquirir su independencia en 1971 de Islamabad (capital de Pakistán).
Estos retos separatistas incentivaron a los punyabí a usar su dominio del ejército y del gobierno para imponer un orden en el territorio pakistaní y fue lo que los incentivo a crear una identidad nacional islamista y anti-India (Jahangir, 2019; CaspianReport, 2020; Jaffrelot, 2002; Bajoria, 2009). El éxito relativo que tuvo Islamabad en forjar dicha identidad nacional les dio ánimos para intentar replicarlo al exterior para expandir su influencia. Dicho objetivo también surgió con el propósito de ir a la ofensiva y de esta forma evitar que las fuerzas del oeste fueran a materializarse nuevamente como lo hicieron poco después de 1947, cuando Afganistán reclamó territorio pakistaní donde existía una mayoría pastún. De esta forma, Islamabad buscó ganar profundidad estratégica (espacio creado entre el territorio nacional de un Estado y las fuerzas que amenazan su integridad y su seguridad) en el oeste para mejorar su posición y defensa nacional (Fair, 2008). Esto también lo intentó en el este, lo que llevó a varias guerras con India y su apoyo de varios grupos yihadistas en Cachemira.
Este proyecto pakistaní regional e imperialista, se dio durante la década de 1990. Dado que se había colapsado la Unión Soviética, Asia Central necesitaba reconfigurarse sociopolíticamente para crear sus nuevos países o Estado-naciones. Como Rusia se encontraba en crisis y luchando en sus propias fronteras, Turquía todavía no tenía la capacidad para incrementar su presencia en la región e Irán se enfrentaba a grandes retos religiosos y políticos, Pakistán fue el principal actor regional en proponerse como guía en estos nuevos proyectos de reconfiguración centroasiáticos al tratar de exportar su modelo nacionalista a Asia Central, lo cual fue evidente en su apoyo y su influencia político-religiosa sobre el Talibán, movimiento que se originó en los campos de refugiados en la frontera afgano-pakistaní, y sus inversiones en la región (CaspianReporte, 2020; Rashid, 1999; Crews, 2022). Pero estas aspiraciones no tuvieron éxito alguno, debido a una multitud de problemas geopolíticos y económicos. Incluso, muchos Estados centroasiáticos fueron dominados por los líderes excomunistas que habían dominado en su tiempo a las repúblicas soviéticas.
Muchos han criticado los intentos de Pakistán por intentar exportar su modelo, el cual, en varios casos, hizo al apoyar a múltiples organizaciones terroristas y paramilitares yihadistas. En parte tienen razón, pero Pakistán fracasó por el hecho de que nunca pudo realmente forjar su propia identidad nacional, como lo señala Jaffrelot (2002).
Ahora, más de 20 años después, el país se encuentra nuevamente en crisis, tanto por razones climatológicas y alimentarias como económicas, sociales y políticas. En medio de estas crisis, también se ha visto cómo los problemas regionalistas están regresando al escenario político pakistaní. Pero ¿por qué fracasó el proyecto pakistaní?
Miembros de la Guardia Fronteriza de Pakistán en la frontera Wagah con India (Crédito: lukexmartin vía Flickr)
El fracaso nacionalista
Pakistán, como se conoce hoy en día, es el producto tanto del Imperio británico como de los punyabíes, quienes han sido la principal fuerza política y militar en el país desde su independencia. En cierta manera, Pakistán se enfrenta a un problema muy común en la política internacional. Por ejemplo, México, tras su independencia, al haber sido un producto imperial español, tuvo que luchar por autodefinirse, ya que antes no existía un México o una identidad propiamente mexicana (a lo mucho, se referían a los novohispanos como mexicanos, pero era un simple término utilizado para referirse a aquellos provenientes o que vivían en la Nueva España). Es así como México se enfrentó a múltiples desafíos geopolíticos por intentar consolidarse como una nación independiente, varias figuras influyentes en el país, como Lucas Alamán, proponían usar la religión, el catolicismo, como el pegamento social, ya que todos los mexicanos eran católicos, y no existían divergencias regionales en la religión católica novohispana (o mexicana). Al final, como los liberales ganaron las confrontaciones políticas y militares contra los conservadores, el factor rector elegido en la identidad mexicana fue el mestizaje (no el catolicismo). A través del siglo XIX y principios del siglo XX, los liberales (y después los porfiristas y los revolucionarios) se propusieron imponer dicha identidad y eliminar todas las demás identidades minoritarias para acabar con los regionalismos y los separatismos. Es por estas razones que el Ejército fue una fuerza política dominante durante gran parte del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX. Se necesitaba una institución con la capacidad de ejercer la violencia necesaria para poder imponer dicho proyecto y visión sobre México.
De manera algo similar, Pakistán ha tenido que desarrollarse usando principalmente un factor compartido y por una institución armada que pudiera lograr lo que las instituciones religiosas o iniciativas sociales no pudieron. Debido a las cuestiones culturales y sociales que separaban a los punyabíes (y primero a los mojayires antes de 1971) de las otras etnias. Estos decidieron usar la religión y el odio anti-hindú como los principales factores rectores en su contrato social. Aunado a eso, el Ejército se volvió una institución política cuyo propósito era asegurar la cohesión nacional y la defensa de la soberanía nacional.
Sin embargo, el problema para Pakistán recae en su decisión de usar como principales componentes al islam y al odio anti-hindú. Por un lado, el islam no es cohesivo en la región y existen varias versiones o alteraciones, dependiendo de la región (Bajoria, 2009). Lo que dificulta la capacidad de poder usar al islam como componente social de unidad. Pese al dominio religioso del islam, son precisamente las diferencias étnicas las que florecieron durante las elecciones en febrero y continúan dominando el panorama sociopolítico pakistaní (Amini, 2024). El problema étnico sigue siendo una fuerza divisoria, generando múltiples conflictos entre diferentes comunidades. Incluso, en algunos casos se alega que se ha impuesto un estado de marginalización a algunas comunidades por no haber podido integrarlas sociopolíticamente o amortiguar las diferencias para evitar conflictos (Saeed, 2007).
Por otra parte, el odio puede ser un factor crucial en la identidad nacional, más no puede ser el único, ya que primero debe haber algo que amar. La realidad es que debe haber algo que se quiera proteger, algo en común, siendo esto el nacionalismo, aunque el nacionalismo, siempre es igualado con el odio, principalmente por los casos del socialnacionalismo (nazismo), el fascismo y el nacionalismo étnico japonés de la primera mitad del siglo XX. Sin la existencia de algo en común que uno puede amar, el odio simplemente no podrá mantener la unidad por mucho tiempo. El nacionalismo puede ser tanto el producto del odio como del amor propio, aunque se puede tener un odio común contra la India, dominada demográfica y políticamente por los hindúes, el odio es el mismo entre las diferentes etnias en Pakistán. Así mismo, la manera de odiar puede diferir mucho de un grupo a otro. Por ejemplo, en cuanto a la cuestión de la lucha por la independencia de Cachemira, algunos pudieran usar el terrorismo para lograr dicho objetivo, mientras que otros pudieran tratar de hacerlo mediante una resistencia armada insurgente, que no necesariamente involucra el uso de actos terroristas, o por vías políticas pacificas. El odio puede servir como fuente para un nacionalismo, pero el grupo que lo manifiesta debe quererse entre sí para que exista una verdadera identidad nacionalista.
Estas discrepancias en la forma que se manifiesta el odio, es el resultado a su vez de las diferencias ideológicas y religiosas entre los diversos grupos que respalda Pakistán. Por ende, aunque Pakistán intenta expandir su influencia o crear proxys contra sus rivales, estas diferencias han convertido a varios de estos grupos en un serio problema para la propia seguridad nacional pakistaní. Algo que ha estado presente desde principios del 2,000, ya que algunos buscan imponer un Estado islámico en Pakistán, que sea más parecido al del Talibán en Afganistán, para reemplazar al régimen político pakistaní actual (Stern, 2000). El islam simplemente es una fuerza demasiado diversa política e ideológicamente, lo que abre la puerta a que puedan existir diferentes polos de poder dentro de la religión, la cual ha estado activa geopolíticamente desde finales del último siglo y aumenta el grado de dificultad para su uso como elemento unificador nacionalista.
Aunado a esto, el problema con elegir una religión como un componente unificador es definir qué papel tendrán las instituciones y los líderes religiosos en el ámbito político doméstico. En México, Lucas Alamán advertía que, aunque el catolicismo debería ser aprovechado como el denominador común entre los mexicanos para generar unidad nacional, las instituciones católicas no deberían fungir como instituciones políticas y mucho menos elevarse al mismo grado de poder o influencia que el Estado, sino que deberían servir como herramientas del mismo para crear cohesión social, más que desviarse de cualquier acto que pudiera generar división o fricciones sociales en el país. En otros casos de países donde el islam es la religión del Estado, como el de Irán o Egipto, el nacionalismo es étnico y su mayoría étnica es abrumadora junto con la fuerza de su Estado, su control sobre las instituciones religiosas y el respaldo que reciben de otros países contribuyen a una mayor estabilidad social. Por su parte, el Estado pakistaní es débil y varios líderes religiosos se han desviado de los objetivos políticos de Pakistán, algo evidente desde hace décadas. Aunado a esto, aunque los punyabíes sean una mayoría étnica, no son una mayoría abrumadora.
Geográficamente, Pakistán se encuentra en una posición incómoda y geopolíticamente las diferentes comunidades étnicas presentan un reto significativo. En especial los pastunes, quienes son una mayoría en Afganistán e incluso existe una fuerte milicia pastún, el Tehrik-e-Talibán, que ya ha tenido confrontaciones con el gobierno pakistaní en la frontera afgano-pakistaní, son una fuerza importante en el país. Aunado a estos problemas, Afganistán está inestable y la posibilidad de que el Estado Islámico de Jorasán o cualquier otro grupo paramilitar del Talibán busque desprenderse del Talibán y buscar lograr sus propios objetivos, como lo ha hecho el Tehrik-e-Talibán, debido a los problemas económicos del gobierno talibán, aumenta los riesgos para Pakistán a largo plazo (Maizland, 2023).
Camión militar que transporta misiles balísticos intercontinentales del ejército paquistaní (Crédito: SyedNaqvi90 vía Wikimedia Commons)
La pesadilla nuclear y suprarregional
Pakistán está prácticamente en quiebra con múltiples problemas económicos estructurales y una desastrosa salida de empresas de textilerías que anteriormente proveían de empleo a miles y representaban un importante porcentaje de las exportaciones, lo que aumento el desempleo por encima de los 5 millones (ILO News, 2023; Arab News, 2023; Baloch, 2024). La inflación también se encuentra al alza y las lluvias que el país experimentó en 2022 y que causaron inundaciones que destruyeron gran parte de las cosechas del país, generaron una crisis alimentaria. Ahora, el gobierno está en necesidad de implementar políticas fiscales y económicas poco populares para intentar conseguir suficientes fondos del Fondo Monetario Internacional (FMI) para mantener al país a flote financieramente (Gul, 2024).
El mayor problema recae en que la crisis económica, sumada a las tensiones sociales y políticas en el país no van a disminuir con el tiempo. Por ahora, Pakistán no se encuentra en un grave peligro de que otros países busquen reclamar su territorio, como en las décadas posteriores a su independencia. Pero la posibilidad de que las dificultades económicas y la continua intervención del ejército en la política nacional continúen, algo visto como necesario para mantener el orden geopolítico del país, seguramente aumentaran la presión.
Como consecuencia de la crisis política, existen presiones internas y externas para una reestructuración del sistema político nacional, para dar paso a una democracia ‘auténtica’. Sin embargo, eso será imposible viendo el panorama que se sigue desarrollando en el país en donde los regionalismos van a la alza contra la mayoría étnica nacional, los punyabíes. Difícilmente el ejército dejará de ser un actor político dominante y omnipresente en la vida política pakistaní, la cúpula militar punyabí no estará dispuesta a ceder poder y debilitar al gobierno central a lo que podrían ser mayores demostraciones de autonomía y regionalismo. Sumado a este dilema político, cabe destacar que para que la democracia pueda funcionar y prosperar, debe existir un contrato social aceptado por la gran mayoría de la población para que exista tolerancia, debe haber mecanismos para resolver controversias y deben existir instituciones capaces de imponer y respaldar el orden democrático. Dada la fuerte división, que perjudica a los punyabíes, el ejército no verá viable salir de la política. Ningún país en etapas geopolíticas de regionalismo cuenta con instituciones militares neutrales y profesionales que no intervengan en la política doméstica, y Pakistán no es la excepción.
A su vez, esta problemática nacional pakistaní genera preocupación por el hecho de que el país cuenta con un arsenal nuclear. Dicho arsenal fue adquirido debido a la disparidad de poder entre la India y Pakistán, ya que económica y demográficamente la India sobrepasa a Pakistán por más del doble. La adquisición de este arsenal nuclear fue un elemento que ayudó a nivelar la situación militarmente, aunque desde un principio era dudable que la India se arriesgará a conquistar a Pakistán, debido a los problemas económicos, políticos y militares que eso conllevaría a largo plazo. Sin embargo, el problema es que, aunque el armamento nuclear pueda servir para lidiar con el dilema de seguridad contra la India, no ayuda en cuestiones internas. El país no podrá utilizar sus armas nucleares en contra de su propia población, dentro de su propio territorio. No obstante, de caer en caos, el país podría perder el control de sus arsenales nucleares, repitiendo el temor posterior a la caída de la Unión Soviética, que continúa siendo una realidad, tomando en cuenta la fragilidad política y militar de Rusia en la actualidad.
De igual manera, Pakistán ha servido como un Estado tapón entre los problemas en Asia Central y la India. Su desestabilización, aunque libraría a la India de un dilema militar estatal en su frontera occidental, sólo crearía otro de carácter asimétrico. Sumado a estas preocupaciones, también existe el hecho de que el actual régimen pakistaní es mucho más moderado que los posibles gobiernos que buscarían instaurar fuerzas políticas extremistas, que estén en su contra y lo vean como débil o traidor a la causa yihadista islámica.
Aunado a estos dilemas – como la proliferación de armas nucleares – que resultarían de una grave crisis de gobernabilidad y seguridad en Pakistán, también tendría que considerarse la posibilidad de que la crisis se fuera a manifestar en diversas guerras separatistas o revolucionarias con el surgimiento de múltiples movimientos separatistas en regiones como Pastún, lo que solo facilitaría la operatividad de organizaciones terroristas, debido a los problemas de gobernanza que conllevaría dicha crisis. Lo que a su vez tendría repercusiones desestabilizadoras en las regiones fronterizas y aumentaría la presión en la seguridad y estabilidad política en países como Irán y Afganistán, por lo que Pakistán se volvería una fuente de inestabilidad suprarregional.
Referencias
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