El presidente venezolano, Nicolás Maduro, durante una reunión con el presidente ruso, Vladimir Putin (Servicio de prensa del Presidente de la Federación de Rusia vía Wiki)_CodNexus

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Venezuela amenaza con anexar el Esequibo de Guyana

¿Una amenaza militar o un espectáculo político?

La disputa fronteriza entre Venezuela y Guyana por el Esequibo se ha vuelto viral últimamente tras un alza en las tensiones militares.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

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En 2018, Guyana decidió presentar la disputa fronteriza con Venezuela, relacionada con el estatus político del territorio conocido como el Esequibo, ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Esta decisión implicaba el rechazo a su “compromiso bilateral pautado en el Acuerdo de Ginebra de 1966”, de acuerdo con Romero (2021). Posteriormente, en diciembre de 2020, la CIJ se declaró competente* para conocer el caso y para 2021, las tensiones entre Caracas (capital de Venezuela) y Georgetown (capital de Guyana) comenzaron a intensificarse. Una de las razones identificadas para este aumento en las tensiones ha sido el descubrimiento de petróleo en Guyana, particularmente en el Esequibo (que también es rico en oro) y en las aguas territoriales que Guyana adquiere como resultado de su soberanía sobre el Esequibo (Paredes, 2023). Los yacimientos petrolíferos encontrados son tan significativos que Guyana planea aprovecharlos para impulsar su crecimiento y desarrollo económico.



*Esta proclamación por parte de la CIJ se dio mediante su rechazo de la “excepción preliminar presentada por el gobierno de Nicolás Maduro sobre el diferendo limítrofe con Guyana por el territorio [de] Esequibo” (Alcalde, 2023).


 

Sin embargo, la controversia no aumentó de gravedad sino hasta hace poco. Hace unas semanas, en parte como respuesta al desarrollo jurídico de la disputa fronteriza y el papel que la CIJ ha ido asumiendo en el caso, Caracas llevó a cabo un referendo consultivo sobre la soberanía del Esequibo un territorio reconocido internacionalmente como parte de Guyana (Deutsche Welle (DW), 2023). La pregunta más crucial de dicho referendo era si Venezuela debería anexar el territorio guyanés. Aunque el resultado fue un rotundo sí, este referendo no posee vinculación jurídica-política. Su propósito, más bien, parece ser demostrar un supuesto apoyo popular a los planes de una hipotética anexión del territorio guyanés y el rechazo venezolano a reconocer la jurisdicción de la CIJ sobre la disputa, institución internacional que parece respaldar principalmente a la postura guyanesa.  

Por el momento, solamente se ha reconocido el petróleo como una de las razones del aumento de las tensiones. No obstante, cabe reconocer que las tensiones han escalado últimamente debido a un factor crucial: la posibilidad de una transición política gradual en Venezuela que a largo plazo llevaría a un cambio de régimen. Considerar este punto resulta fundamental para comprender el trasfondo de la problemática fronteriza venezolana-guyanesa, ofreciendo una perspectiva diferente sobre Venezuela, su disputa con Guyana y el aumento en las tensiones militares y geopolíticas en la región.

Transiciones políticas 

Aunque pueda parecer un hipotético escenario irreal, una transición política que pudiera llevar a un cambio de régimen en Venezuela no es ilógica. El panorama político global y la historia han demostrado lo fácil que pueden ocurrir estos cambios. Esto no implica que los cambios de régimen sean tan comunes que suceden constantemente a nivel internacional o que estos transforman completamente sus contextos políticos. Sin embargo, pensar que los órdenes políticos perdurarán a pesar de diversas crisis también sería irracional. Por ello, es importante analizar los contextos geopolíticos, históricos, económicos y políticos en los que se desarrollan. No todas las crisis conducen a un cambio de régimen y estos no son rápidos, usualmente son graduales y cuando ocurren, solo al final suelen percibirse como cambios repentinos y bruscos. No en todos los países se desarrollan estas transiciones de similar manera, en el caso estadounidense o británico no observamos crisis como la que podría desarrollarse en Venezuela. No obstante, existen casos que pueden ser utilizados de ejemplo para analizar la transición en el sistema político venezolano. Tomemos el caso mexicano y el ruso como ejemplos.

Históricamente, cuando México se fragmenta o regionaliza, el país ha transitado entre ordenes geopolíticos y sistemas políticos a la par de las transiciones entre siglos. A principios del siglo XIX, experimento una guerra civil que se desembocó en su independencia, marcando el final de una transición que se llevaba desarrollando desde las últimas décadas del siglo XVIII. Un proceso similar ocurrió con la Revolución Mexicana, en la que distintas fuerzas impulsaron transformaciones macropolíticas y geopolíticas. Este fenómeno también explica la disolución del régimen político priista a finales del siglo XX. Sin embargo, la transición no se ha completado, y consecuentemente, nos encontramos – al igual que en las otras transiciones – en medio de una cruenta Guerra de las Drogas que se asemeja más a una pseudoguerra civil que a una crisis socioeconómica y sociopolítica que hayan resultado a su vez de una guerra contra el tráfico de estupefacientes en Estados Unidos (aunque haya contribuido, no lo desencadeno). De cierta forma, estas transiciones o crisis, que se han facilitado por fuerzas y problemáticas de seguridad (internas y/o externas), siempre se han visto impulsadas porque los sistemas – tanto políticos como económicos – preexistentes ya no satisfacían a las nuevas élites (incluso las del estatus quo). 

Los diputados Alexander Yakovlevich Sukharev y Telman Khorenovich Gdlyan en el Congreso de los Diputados del Pueblo de la URSS en el Palacio de Congresos del Kremlin, con Mikhail Gorbachov en el fondo, en Moscú en 1989 (Fuente: Sergey Subbotin de RIAN Archives vía Wikimedia Commons).

En Rusia, sucedió un suceso transformativo similar. Mientras que en México las nuevas élites fueron marcadas por las crisis sociopolíticas de la represión del sistema unipartidista priista (ejemplificada en la masacre de estudiantes en 1968) y sus numerosas crisis económicas, además de una historia de regionalismo autodestructivo; en Rusia, para finales del siglo XX las nuevas élites fueron marcadas por cuantiosos dilemas. Por un lado, tenían un sistema económico insostenible e ineficaz, y por otro, se encontraban con un sistema político soviético represivo cuyo discurso y política estaban bajo el yugo del partido comunista, lo que limitaba en gran escala el progreso. Consecuentemente, el sistema político era también visto como ineficaz y autodestructivo para Rusia, y la Unión Soviética en general. El desastre nuclear de Chernóbil y la Guerra afgano-soviética fueron considerados los errores de las viejas élites, es decir de los socialistas-fundamentalistas, quienes buscaban mantener el sistema político y económico viejo. 

Al revisar la historia rusa, se pueden identificar – similar a como ha sucedido en México – diferentes etapas en las que surgen élites insatisfechas con los sistemas políticos y económicos establecidos, buscando reformarlos o destruirlos, creando así guerras civiles o transiciones repletas de retos y desafíos políticos, económicos y sociales. 

Durante las primeras décadas del siglo XIX, múltiples oficiales rusos que habían combatido en Europa pudieron contrastar el progreso sociopolítico y socioeconómico de Europa Central y Occidental con el panorama ruso. Al regresar a su nación, descontentos con la corrupción aristocrática y de los limites en todos los sectores y las instituciones rusas, intentaron un golpe de Estado, pero fracasaron debido al poder del emperador y el sistema político ruso aristocrático, respaldados por un fuerte nacionalismo antieuropeísta y de todas las corrientes ideológicas de Europa Occidental. A principios del siglo XX, varias élites políticas y militares – motivados por el comunismo y respaldados por el Imperio Alemán – iniciaron una revolución y desencadenaron una guerra civil en el Imperio Ruso. Su objetivo era eliminar las barreras y los limites sociopolíticos y socioeconómicos del sistema aristocrático y semi-feudal de Rusia, que los oficiales rusos – conocidos como decembristas – habían intentado deshacer en 1825. Sin embargo, Rusia se enfrentaría nuevamente a un dilema sistemático: la Guerra afgano-soviética generó el ambiente perfecto para que los tecnócratas como Gorbachov llegarán al poder para intentar reformar el sistema político y económico soviético. Aunque sus esfuerzos por transformar la Unión Soviética se dieron en los momentos más inoportunos y solo desataron el colapso del Imperio Soviético.  

La transición política en Venezuela 

Venezuela – al igual que México y Rusia – no será la excepción en cuanto a cambios sistémicos políticos. Nicolas Maduro no ha instaurado una etapa sistémica política propia en Venezuela, simplemente ha asumido el poder en una etapa iniciada anteriormente por Hugo Chávez, la cual ya lleva desarrollándose varias décadas (extendiéndose más allá de su periodo presidencial). Sumado a eso, Hugo Chávez creó un sistema económico extremadamente dependiente del petróleo, lo que desencadenó la actual crisis humanitaria bajo el mandato de Nicolas Maduro, agudizada por la caída en los precios del petróleo. El sistema económico chavista no resultó insostenible por ser de tinte socialista y autoritario per se, sino por su dependencia de la exportación de una materia prima cuyos precios e ingresos han sido históricamente volátiles. Peor aún, al crear un sistema socioeconómico clientelar y entrelazar el panorama económico petrolero con el político, las instituciones venezolanas, incluyendo el ejército y su lealtad, se han sostenido en base a este sistema económico. En resumen, Venezuela estableció una economía extractivista,* que inclusive es vulnerable dado el carácter político del régimen venezolano, el cual tenía ambiciones geopolíticas que entraban en conflicto con Colombia y con Estados Unidos en su momento. 


* Según Acosta (2012), una economía extractivista se caracteriza por su enfoque en la extracción y exportación de recursos naturales, como el petróleo y los minerales. Por ende, un país extractivista estructura su sistema político en base al sector de extracción predominante, por lo que el Estado busca monopolizar su extracción en el territorio nacional. Volviéndose represivo para asegurar dicha monopolización. Una característica distintiva de estas economías es el estancamiento en el desarrollo económico, como lo destaca Acosta (2012).


Hugo Chávez en la Reunión de Chequeo y Evaluación del Proceso de Evaluación comando Bolívar 200 en 2010 (Fuente: Hugo Chávez / Prensa Presidencial de Venezuela vía Wikimedia Commons)

Como era de esperarse, el sistema económico venezolano entro en crisis tan pronto los precios del petróleo dejaron de ser favorables para sostenerlo y cuando Estados Unidos comenzó a imponer sanciones al sector petrolero venezolano. Sin embargo, ningún sistema se derrumba inmediatamente, el sistema político y económico chavista todavía perduraría por varios años desde la década de 2010 hasta la actualidad. Como resultado, Maduro ha asumido el mando de un sistema económico y político insostenible y en decadencia. El régimen de Maduro se enfrenta a una crisis que limita su capacidad de generar el capital necesario para sostener el sistema político, lo que implica que se está convirtiendo en un sistema económico-político desfavorable para las élites políticas, económicas y militares del país. Además, los dilemas que afectan las relaciones exteriores del país sudamericano también son motivo de preocupación para Maduro.

Otro elemento característico del sistema económico-político venezolano es su corrupción sistémica y autodestructiva, dado el panorama en el que se desarrolla. Esta corrupción es especialmente importante ya que afecta en gran medida a las relaciones económicas y financieras entre Venezuela y otros Estados. Es por esta corrupción que el gobierno chino, considerado uno de los principales patrocinadores del régimen de Maduro, dado su respaldo diplomático y apoyo financiero, tecnológico y militar, no está dispuesto a respaldar a capa y espada al régimen de Maduro. Se puede argumentar que su patrocino del régimen de Maduro ha sido fundamental en mantenerlo en el poder, como lo hacen López and Yang (2023), sin embargo, China ha demostrado tener un mayor interés en la eficacia de los regímenes que gobiernan los países que de sus sistemas políticos o sus orientaciones ideológicas. Es por ello por lo que Lu and Jiménez (2019) han destacado que el gobierno chino cambia su política exterior dependiendo de la capacidad del régimen de un país en gobernar. Lo que demuestra que:

“Las preferencias de China [respecto al respaldo político y económico que ofrece] no siguen un patrón consistente basado en si un gobierno es autoritario o socialista, sino, más bien, está enfocado en el principio de pragmatismo. El gobierno chino, en otras palabras, está interesado en trabajar con un gobierno eficaz y atento para continuar su comercio e inversiones.” (Lu and Jiménez, 2019)

La corrupción venezolana no solo ha perjudicado al propio país, sino que también ha impactado significativamente a las inversiones chinas (Lu and Jiménez, 2019). Aunque Hugo Chávez intento diversificar los lazos económicos y estratégicos de Venezuela con China y otros regímenes desde el 2000, la profundidad de la crisis venezolana y el hecho de que el gobierno de Nicolas Maduro este buscado negociar un acuerdo con el gobierno estadounidense para lograr la eliminación de sanciones y la recuperación de su capital, ejemplifica la importancia económica de la que ostentan Estados Unidos y sus aliados. China, Rusia e Irán no han podido deshacer la crisis económica y humanitaria en Venezuela. Lo más que han logrado es ayudar a Caracas en mejorar sus capacidades operativas para reprimir a sus oponentes y a mantener en pie a su fuerza militar, pero no han podido crear milagros y revitalizar la economía chavista y, ahora, madurista. 

Sumado a estos problemas, los principales ‘aliados’ de Venezuela, que actúan más como socios que como aliados, se encuentran en serios problemas. Rusia ha podido mantener en pie sus operaciones políticas y militares en el mundo, aunque de manera limitada, especialmente por su concentración, y el desgaste de sus recursos, en Ucrania. Pero los problemas que Rusia enfrenta internamente son graves y, como ha demostrado la historia rusa, ciertas fricciones surgen al inicio de cada ciclo, a menudo propulsadas por guerras. Irán, por su parte, se enfrenta a una posible transición con la muerte del actual ayatolá Alí Jamenei, posiblemente en los próximos años, quien no cuenta con un posible sucesor para liderar a la élite clerical iraní. Dicha transición podría causar problemas significativos dentro de Irán y limitar sus iniciativas de política exterior. Por otro lado, China se encuentra ante la posibilidad de una crisis económica que podría afectar negativamente su estabilidad política. En consecuencia, China necesita dinero y si el régimen de Maduro representa una pérdida de capital, esto podría incentivar a China a apoyar un cambio de régimen paulatino en Venezuela. 

Todo esto significa que Maduro se enfrenta simultáneamente a dilemas internos y externos. A pesar de que ha logrado reprimir los procesos electorales en Venezuela, su comportamiento actual no sugiere que el régimen esté seguro de su futuro. Caracas se ha acercado a Washington buscando, en esencia, capital. Además, la oposición ha logrado avances significativos en las precampañas electorales, específicamente María Corina Machado. El referendo consultivo, cuyas tasas de participación han sido cuestionadas, no es una jugada que un régimen realizaría si se encontrara en una posición política y económica cómodas. La disputa con Guyana solamente se volvió viral y se agudizo cuando se comenzaron las precampañas presidenciales. Con esto en mente, el referendo consultivo, que busca instigar tensiones geopolítico-militares – con un país con el cual se tiene una historia polémica – parece ser más una herramienta que busca energizar el nacionalismo y aumentar el respaldo popular del gobierno, que simplemente buscar el respaldo de una operación militar. (Esto no resta importancia a las razones geopolíticas y estratégicas por las que Caracas podría buscar un conflicto armado con Georgetown.) 

Toma de juramento de Nicolas Maduro como presidente de Venezuela ante la Asamblea Nacional en 2013 (Fuente: Prensa Miraflores / Hugo Chávez vía Flickr)

El gobierno de Maduro muy posiblemente este reaccionando a panoramas desfavorables en el ámbito nacional e internacional. Si las élites militares, políticas y económicas nacionales se vuelven insatisfechas con el acuerdo que tienen con el régimen de Maduro respecto al mantenimiento de su régimen político, dado las dificultades económicas y financieras, pronto podrían inclinarse pr un cambio de régimen que pudiera mejorar la situación económica venezolana. Asimismo, Venezuela está experimentando un regreso de migrantes venezolanos que habían dejado el país por razones económicas o políticas, según varias fuentes como Mixed Migration Centre (2022) y Herrero y Hernández (2023). Por ahora han regresado aproximadamente 300,000 (Herrero & Hernández, 2023). Esto con el tiempo podría poner más presión sobre el sistema económico nacional. 

La economía venezolana ya no está en una posición para continuar sosteniendo el régimen político de Nicolas Maduro y eso pronto tendrá repercusiones sociopolíticas. Si existe un sentido generalizado entre las élites de que la economía ya no podrá sostenerse, la población civil, inclusive aquella clientelar, también desarrollará dicho sentimiento. En cualquier crisis económica o financiera, la población civil es la primera en resentir los impactos. Una recesión económica en Estados Unidos y China solo empeoraría el deteriorado panorama de la economía extractivista de Venezuela. De esta forma se crean dos fuerzas que podrían causar una transición: una insatisfacción popular y entre las mismas élites. Cabe recordar que Gorbachov y varias de las élites que respaldaron las reformas o simplemente se beneficiaron de los cambios, incluyendo a personajes como Vladimir Putin, provenían del Partido Comunista Soviético o la misma KGB. La posibilidad de que se esté gestando una fuerza sociopolítica – más fuerte que en los primeros años del ascenso de Maduro al poder – pudo haber incentivado al presidente venezolano a realizar este referendo consultivo, para poder energizar el nacionalismo en su favor o intentar demostrar que cuenta con algún grado de apoyo popular. 

Sin embargo, también es importante considerar otra perspectiva para analizar la actual disputa venezolano-guyanesa: la política exterior venezolana. Dada la situación actual, Caracas podría estar intentando crear fichas a su favor para las negociaciones con Estados Unidos. Sus acciones hasta ahora han parecido más un espectáculo político que una amenaza real.

Por ahora, las movilizaciones militares podrían ser puramente un intento de crear presión. Venezuela ya ha movilizado tropas a la frontera con Guyana, como ocurrió con el envío de tropas a una región altamente disputada en 2015 (Voz de América (VOA), 2015). Maduro podría considerar su situación tan precaria que ve viable crear tensiones geopolítico-militares con Guyana para intentar obtener alguna ventaja diplomática frente a los Estados Unidos y la oposición venezolana. 

Tanques de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela en desfile por la conmemoración de la muerte de Hugo Chávez (Fuente: Cancillería del Ecuador vía Wikimedia Commons)

La amenaza militar 

A pesar de que existen argumentos válidos que alegan en contra de una posible guerra y que podrían explicar el actuar de Nicolas Maduro, no se puede descartar completamente la posibilidad de que realmente suceda una invasión venezolana de Guyana. Incluso a pesar de que existan múltiples elementos que apuntan a que Venezuela se encontraría sumamente limitada y el régimen madurista podría sentenciar su fin con una guerra. 

Por un lado, si Maduro teme que la élite se podría estar volviendo insatisfecha con el acuerdo económico-político que tienen con su régimen, esto podría crear un incentivo para alejar o mantener ocupadas a las fuerzas armadas en una fuerte crisis, ya que, en dado caso de una grave insatisfacción, representarían la principal amenaza. Por el momento, las fuerzas armadas venezolanas han sido compradas y subordinadas por el régimen madurista, similar a como sucedió durante el gobierno de Chávez. Sin embargo, si el sistema económico no logra proveer el capital necesario para dicha subordinación al régimen, entonces surgiría la amenaza de que el ejército ya no respalde a Maduro como lo ha hecho en los últimos años desde su llegada al poder. (Cabe reconocer que los precios del petróleo favorecían enormemente a Chávez, pero no a Maduro.) Crear una crisis que mantenga a las fuerzas lejos de Caracas podría ser una jugada de supervivencia política por parte del gobierno de Nicolas Maduro.  

De lo contrario, sí existen argumentos geopolíticos para que Venezuela busque invadir o crear una crisis con Guyana. Si Guyana, un país de aproximadamente 800,000 habitantes, logrará explotar los yacimientos petroleros para enriquecerse, eso aumentaría su peso económico y su importancia geoestratégica, creando un Catar al este de Venezuela. Esta nueva importancia geoestratégica de Guyana podría crear un punto de presión geopolítico para Venezuela, al tener que tomar a consideración a un vecino que podría usar ese nuevo peso para aliarse con un adversario del país venezolano, sea regional o internacional. Catar ha utilizado su peso como un importante centro financiero y exportador de gas para subvertir cualquier intento de Arabia Saudita por subyugar a la nación del Golfo Pérsico. La estrategia catarí ha consistido en crear alianzas estratégicas con diversas potencias como Estados Unidos (una potencia internacional) y Turquía (una potencia regional). Durante la crisis con Arabia Saudita y sus aliados, Catar tenía a 5,000 tropas turcas en su territorio (Al-Jazeera, 2019). En un escenario similar, Venezuela podría buscar evitar que Guyana aproveche dichos recursos naturales para obtener peso geopolítico a largo plazo, al igual que Catar en la península Arábiga. 

Ese peso geoestratégico ya se puede notar con los actuales ejercicios militares estadounidenses, realizados para demostrar un respaldo norteamericano de Guyana. Desde la perspectiva venezolana, cualquier país podría utilizar a Guyana para ejercer presión geopolítica a Venezuela en el futuro. Caracas, como cualquier otor país, debe anticiparse a la posibilidad de que surjan diversas crisis, basadas en los contextos geopolíticos actuales y sus posibles desenlaces. Su acceso al Atlántico y su flanco al este podrían volverse puntos de presión geoestratégica, cualquier oponente geopolítico de Venezuela podría simplemente bloquear al país y perjudicar su seguridad nacional y prosperidad económica.    

Asimismo, en un escenario improbable pero no imposible, sería que Nicolas Maduro podría buscar crear una crisis para mantenerse en poder. Si es que el apoyo popular podría estar a la baja para el régimen madurista, éste podría intentar aprovechar un conflicto armado con un adversario (todavía) débil militar y políticamente como Guyana, que no cuenta con una fuerza aérea o equipo militar sofisticado (a diferencia de Ucrania cuando Rusia invadió el país en 2022), para asegurar una supuesta ‘victoria rápida’. El régimen de Maduro podría estar dispuesto a arriesgar sus negociaciones con Estados Unidos con tal de poder asegurar un apoyo popular para intentar consolidar la continuidad de su régimen en medio de múltiples cambios y desafíos económicos, políticos y diplomáticos. El Esequibo es un territorio rico en minerales y petróleo, de asegurar un territorio de tal riqueza, podría, en el mejor de los casos, asegurar un respaldo popular de su régimen. 

Esta estrategia es la misma jugada política que había intentado conseguir la junta en Argentina con su invasión de las islas Malvinas en 1982, un esfuerzo que terminó en derrota y precipitó el fin del régimen militar argentino. La posibilidad de que se desarrollará un contexto político, económico y diplomático desfavorable también fue lo que impulsó a Hamás a actuar contra Israel. El acercamiento diplomático entre Israel y Arabia Saudita, y la normalización que implicaría entre ambos, pudo haber repercutido en el escenario político palestino al fortalecer económica y diplomáticamente a la Autoridad Palestina – el principal rival político e ideológico de Hamás – en Cisjordania. 

De la misma manera, Nicolas Maduro podría buscar aprovechar las crisis generadas por la Guerra de Ucrania y la Guerra de Israel-Hamás, las cuales han sido de gran trascendencia. Pero el régimen madurista podría fácilmente hacer un error de cálculo – similar al que cometió Rusia en Ucrania – al pensar que la Casa Blanca no podría ser capaz de reunir la fuerza y el apoyo político (popular y del congreso estadounidense) suficiente para responder a dicha guerra. Maduro también podría pensar que la necesidad estadounidense del petróleo venezolano agudizada por las crisis en Europa Oriental y Oriente Próximo, jugaría a su favor en su relación con Washington. 

La dificultad de una opción militar 

Claramente existen múltiples razones por las que Venezuela considerar viable una invasión del Esequibo y Guyana en general, aunque una opción militar sigue siendo precaria y peligrosa. El régimen militarista argentino cometió el error de subestimar al Reino Unido al invadir las Malvinas, pensando que no sería capaz de responder debido a sus problemas económicos, sociales y políticos domésticos. Además, subestimo sus propias capacidades y cometió múltiples errores militares en el transcurso de la guerra con el Reino Unido. El resultado fue una derrota militar en las Malvinas y el fin de la junta en Argentina. 

El régimen de Maduro en Venezuela se podría encontrar en un predicamento similar o peor que la junta argentina. Esto debido a que el ejército en Venezuela se ha conformado – al igual que en otros países con sistemas políticos autoritarios cuyo propósito sea lidiar con dilemas geopolíticos internos y asegurar una estabilidad política interna – como un ejército de carácter político, más no necesariamente profesional. Esto no alude a que las fuerzas armadas venezolanas no sean capaces de realizar operaciones militares complejas o algunos de sus oficiales no sean militares de carrera, pero sí significa que el régimen depende de la fuerza, estabilidad y capacidad operativa del ejército.

Vehículos de combate BMP-3 del 411 batallón de infantería mecanizada de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas en un desfile para la conmemoración de la muerte de Hugo Chávez en 2014 (Fuente: Xavier Granja Cedeño/Cancillería de Ecuador vía Wikimedia Commons)

Durante la época del sistema unipartidista mexicano, el ejército funcionaba más como una institución política al servicio del presidente y del gobierno central que como una entidad profesional. Eso se debía a la historia mexicana y el contexto geopolítico regionalizado que caracterizaba al país. Una institución militar profesional no respondería a crisis políticas que amenazarían al sistema político, solamente intervendrían en casos de una verdadera amenaza nacional interna. Pero el gobierno mexicano necesitaba poder desplegar al ejército a su voluntad para lidiar con amenazas políticas, ya que, en un ambiente geopolítico regionalizado, no poder responder a dichas crisis arriesgaría que se desarrollen verdaderas amenazas a la seguridad nacional, específicamente de diferentes centros de poder regionales. El cambio que ha experimentado México en las últimas décadas y que ha tenido grandes repercusiones en el papel de las Fuerzas Armadas en el país y como consecuencia la Guerra de las Drogas han sido algunas de las formas en las que las fricciones y problemáticas ocasionadas por dicha transición se han manifestado. Otro ejemplo sería la Unión Soviética, la cual tras intervenir en Afganistán y presenciar la humillación y derrota de sus fuerzas militares, no fue capaz de continuar utilizándolas para contener las aspiraciones independentistas en Europa Oriental y Central, lo que contribuyó a su colapso. 

En el caso de México, el gobierno central y el país en general han demostrado ser capaces de sostenerse en medio de una fuerte crisis de seguridad pública y nacional. En cuanto al caso de Venezuela, el país no se encuentra en una situación comparable, debido a los graves problemas en su economía extractivista y el hecho de que su sistema político se encuentra bajo mayor peligro. Una intervención en Guyana, seguida de un desenlace desfavorable para las fuerzas venezolanas, podría precipitar el fin del régimen de Maduro. A este dilema militar para Venezuela se suman dos elementos clave que dificultan su operación militar: la geografía y la geopolítica regional. 

Diseño de Código Nexus de una imagen de un mapa mostrando el relieve en Venezuela y Guyana, con la zona de difícil acceso en el noroeste del Esequibo marcado en rojo (Fuente: Google Maps)

Foto de una jungla amazónica en Guyana (Fuente: Edyta Bartkiewicz de Getty Images vía Wikimedia Commons)

Desde el punto de vista geográfico, el Esequibo es una región de montañas y sabanas (de pastizales tropicales y subtropicales) con ningún tipo de infraestructura de transporte, lo cual dificultaría el movimiento de tropas y armamento militar. A raíz de esto, múltiples analistas han planteado tres avenidas de intervención en Guyana: una marítima mediante una operación anfibia y naval por la costa guyanesa; o una opción terrestre y aérea a través del Esequibo o Brasil. El problema para Venezuela, en cuanto a una opción marítima, es que sus fuerzas navales correrían el riesgo de tener que navegar por una cadena de islas controladas por la armada estadounidense y países con los cuales Caracas sostiene alguna disputa territorial. Por otro lado, pasar por Brasil implicaría iniciar una guerra con un país mejor preparado económica y militarmente que Venezuela y que podría frenar la invasión venezolana. Brasil ya ha movilizado más tropas y equipo militar a las fronteras con Guyana y Venezuela, lo que aumenta la preocupación de que si existan planes de Venezuela para invadir (EFE, 2023). Aunque esta movilización brasileña también podría ser una maniobra militar técnica,* con el objetivo de simplemente demostrar su fuerza y disuadir cualquier posibilidad de una invasión, sea real o no. Cabe mencionar, que la movilización estaba prevista desde septiembre, por lo que es probable que Brasilia (capital de Brasil) ya estaba al tanto de la posibilidad de un aumento en las tensiones en su frontera norte con Venezuela y Guyana.


*Una opción militar técnica es una maniobra militar que busca aparentar o simplemente disuadir para forzar una reacción de la contraparte, pero su fin no es concretar alguna acción militar que inicie un enfrentamiento de mayor escala. 


La tercera opción sería una invasión terrestre por el Esequibo, territorio que no cuenta con carreteras que conecten a Guyana y Venezuela. Dadas estas características geográficas y de infraestructura, desde una perspectiva extranjera, esta opción no parece viable. No obstante, la región ha experimenta conflagraciones convencionales entre diversos Estados sobre áreas geográficas de difícil acceso o traslado, especialmente para ejércitos grandes. Algunos ejemplos de estos enfrentamientos convencionales serían la Guerra de Chile contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), la Guerra del Pacífico (1879-1884), la Guerra colombo-peruana (1932-1934) o la Guerra del Chaco (1932-1935). Por lo que, la geografía por sí sola, no sería un verdadero impedimento para un enfrentamiento militar, o una invasión.

Ceremonia diplomática de Luiz Inácio Lula da Silva y Geraldo Alckmin como presidente y vicepresidente de la República de Brasil en 2022 (Fuente: Tribunal Superior Electoral de Brasil vía Wikimedia Commons)

Venezuela podría usar su fuerza área para aerotransportar tropas, fuerzas especiales y otro equipo militar a áreas clave en Guyana. Pero un dilema estratégico para Venezuela – más importante que la geografía – sería una posible intervención de Estados Unidos o Brasil. Ambos Estados – con Estados Unidos como una potencia mundial y Brasil como la principal potencia regional en Sudamérica – cuentan con la capacidad militar para intervenir en un hipotético conflicto en el norte de Sudamérica. Eso anularía cualquier intento por Venezuela de adentrarse con fuerza a Guyana. Ninguno de los dos países podría permitir una invasión venezolana del país sudamericano. Estados Unidos no puede arriesgarse a permitir una guerra en Sudamérica que podría afectar más el suministro y los precios del petróleo, especialmente con una crisis económica en 2024. Brasil, por su parte, tampoco podría darse el lujo de permitir una invasión exitosa de Guyana, ya que, eso abriría las puertas a que se incrementen las tensiones en otras partes de sus fronteras, específicamente al norte del cono sur en Bolivia. 

En los últimos meses, Bolivia firmó un pacto de defensa con Irán, lo que encendió alertas en Argentina. La Paz también ha sido acusada de intervenir políticamente en diversas crisis sociopolíticas en Perú y Argentina. Si bien, por ahora las relaciones se han mantenido estables, el empoderamiento de las fuerzas armadas o de ciertos grupos políticos en múltiples países, afecta la seguridad regional a largo plazo. Es decir, ya existen las bases para que un conflicto pudiera desarrollarse en el futuro. Una invasión exitosa de Guyana por Venezuela solamente empeoraría el panorama e incrementaría los riesgos a mediano plazo.   

Conclusión

La situación para el régimen madurista en Venezuela es extremadamente precaria. Con el paso de los años y el agravamiento de la crisis económica, la posibilidad de una transición política se ha vuelto más real. El gobierno venezolano claramente se siente bajo algún riesgo político, de ahí sus acciones en cuanto al Esequibo. Debido a la cantidad de elementos geopolíticos, económicos y políticos, no se puede descartar por completo la posibilidad de una guerra en el noreste de Sudamérica, la cual podría desarrollarse entre enero o marzo. De tomar la decisión de invadir Guyana, los riesgos a los que se enfrentaría Maduro son demasiados y podrían solo precipitar el fin de su régimen. Si bien, la posibilidad de un conflicto convencional en Sudamérica es baja, una crisis política en Venezuela como resultado de una transición en desarrollo es alta. 

Para México, su transición significó el inicio de la Guerra de las Drogas y las actuales polarizaciones políticas. En el caso de Rusia, la nación euroasiática experimentó una década de inestabilidad política, decadencia económica y una cruenta guerra contra grupos separatistas por dos décadas. Venezuela, similar a Rusia y México, también experimentará su propia crisis. Aunque el madurismo (o chavismo) como ideologías rectoras del sistema político y económico venezolano llegarán a su fin, todavía quedarán remanentes del sistema chavista/madurista. El ejército continuará estando plagado de chavistas o maduristas por décadas. La creación de grupos paramilitares y de choque para reprimir a la oposición se podrían volver amenazas antiestatales a corto, mediano o largo plazo. Lo que podría, eventualmente, llevar al desarrollo de una pseudoguerra civil en Venezuela o una fuerte crisis política y de seguridad. Esto es especialmente relevante por la presencia de grupos paramilitares como el Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con quienes incluso el gobierno de Maduro ha tenido sus confrontaciones.   

Demasiados actores internacionales – y ahora nacionales – favorecen una transición política en Venezuela para terminar con la crisis económica y humanitaria en el país. Esto solo aumenta la presión sobre el ámbito político nacional venezolano y sobre el régimen de Maduro. El actuar de China y Rusia, tanto histórico como actual, han demostrado que sus alianzas pueden cambiar y modificarse con el tiempo según los panoramas nacionales e internacionales a los que se enfrentan. Maduro, al depender de un bando de regímenes que carecen de una verdadera coordinación o cohesión geopolítica junto con la capacidad económica para realmente reemplazar a los Estados Unidos y sus aliados, no ha podido crear una serie de alianzas o asociaciones tácticas que le aseguren un apoyo extranjero sostenible.

Finalmente, es importante reconocer que Sudamérica, al igual que otras regiones del mundo, no se exentará – tarde o temprano – de conflictos geopolítico-militares. Independientemente de si Maduro continúa en el poder o no, la relación confrontativa entre Venezuela y Guyana continuará, podrá cambiar en ciertas ocasiones y volverse cooperativa o simplemente no experimentar las tensiones actuales, pero los continuos cambios en la geopolítica mundial dificultarán la posibilidad de alcanzar una paz y seguridad duradera en la región. Conforme las dinámicas económicas y geopolíticas internacionales cambien dentro de esta década o las siguientes, Sudamérica, dado sus recursos naturales, mercados, y posiciones geoestratégicas – dependiendo del contexto o evento político – experimentará crisis geopolíticas similares a la actual entre Venezuela y Guyana.


NOTA: Agradezco a Janet César de Pozarnik y Allison Fedirka por sus aportaciones y comentarios que contribuyeron a la realización de este artículo.


Acosta, A. (2012, 1 agosto). Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma maldición. Biodiversidad en América Latina. Recuperado 10 de diciembre de 2023, de https://www.biodiversidadla.org/Documentos/Extractivismo_y_neoextractivismo_dos_caras_de_la_misma_maldicion 

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