En términos históricos Brasil se tiende a confundir como una potencia regional significativa y un considerable centro de poder sudamericano. Esto se debe a su tamaño geográfico, las expansiones territoriales que ha logrado y al activismo que ha marcado a su política exterior, por lo menos durante el siglo XX. Esto último se debería a la intervención que realizó con tropas en la Segunda Guerra Mundial, que fue mucho más significativa que la de México. De igual manera, en las últimas décadas la nación sudamericana ha actuado retórica, económica y diplomáticamente como una potencia emergente en el escenario internacional. Este tipo de historial, en especial el más reciente, tiende a generar interpretaciones historiográficas erróneas sobre el país. (Un caso similar sería el de Estados Unidos, nación que es considerada como una potencia imparable en el siglo XIX, aunque supo jugar sus cartas, la nación en realidad era bastante vulnerable.)
Como consecuencia de ello, la mayoría de los trabajos en Latinoamérica e internacionales sobre Brasil se han enfrascado en cómo la nación brasileña ha tenido una importante serie de logros diplomáticos, fruto de una política exterior proactiva en foros internacionales. Diversos trabajos como los de Gratius (2008) apuntalan que:
“Brasil se proyecta al mundo como una potencia diplomática, cuya principal fuerza radica en la negociación y la mediación, tanto dentro como fuera de su propia región. Teniendo en cuenta sus recursos materiales y su posición internacional, Brasil está en un proceso de transición de una potencia media a una gran potencia.”
Esto ejemplifica cómo el actuar diplomático de Brasil, especialmente en cuanto a los foros multilaterales y la creación de algunos mismos en el escenario tanto regional como internacional es en ocasiones confundido con el hecho de que Brasil es una potencia emergente en el sistema internacional. Este optimismo se ilustró más aún con la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva al poder en 2003 y lo que sería su mandato, durante el cual se notó más el protagonismo en el ámbito global. No obstante, aunque Brasil ha tenido indiscutibles logros económicos y diplomáticos importantes, estos logros no se traducen a un éxito en la consolidación del país como una potencia mundial emergente. Es por eso precisamente que es necesario realizar un análisis revisionista de Brasil, enfocado en analizar su política exterior, su historia y su contexto geopolítico, tanto regional como doméstico. Concluyendo que tipo de papel podría asumir el gigante latinoamericano en la región y en el escenario internacional, pero también reconociendo cuál es su potencial y cuáles son sus límites y sus retos.
La historia y la política exterior de Brasil
Brasil surgió como producto del Tratado de Tordesillas, en el cual España y Portugal se dividieron el continente americano, principalmente lo que llegaría a ser Latinoamérica. Durante gran parte de su historia imperial, las capitanías portuguesas en Brasil llegaron a interactuar continuamente y colaboraron estratégicamente para lograr varios objetivos de expansión territorial y de defensa (Boersner, 1996). Por más de un siglo, los portugueses-brasileños tuvieron que combatir las pretensiones de los holandeses, los británicos y los franceses, quienes buscaban adentrarse a su territorio. Pese a que algunos esfuerzos tomaron aproximadamente una década, Brasil siempre pudo mantener bajo su dominio a la costa brasileña, específicamente aquellas partes de interés geoestratégico para Brasil (de lo que sería alrededor de la provincia de Pernambuco al sur). Durante dicho periodo, sin embargo, se dio a notar un aspecto geográfico el cual perjudicó a Brasil a lo largo de su historia: la primacía económica de la Cuenca del Río de la Plata. Aunado a este reto geoeconómico, Brasil también se enfrenta a otros dos problemas geopolíticos: su desfavorable disparidad de poder con Argentina y el regionalismo que se fue fortaleciendo para finales del siglo XVIII y marcó el panorama geopolítico y socioeconómico brasileño durante los siglos XIX y XX. De esta forma, resulta necesario analizar tanto la dinámica geopolítica regional, como a Brasil como Estado-nación para realmente comprender a la nación sudamericana.
La primacía económica fluvial
Para entender el panorama geopolítico regional de Brasil y entender al país como potencia, es importante analizar el contexto geoeconómico del río de la Plata. Dicha región, por mucho tiempo controlaba el acceso de varias ciudades del interior de Sudamérica al Atlántico. La incapacidad portuguesa-brasileña de poder crear infraestructura – la cual requería de una intensa inyección de capital – para conectar su interior con sus enclaves en las costas, ciudades las cuales tampoco podían crear una economía de escala, es decir, convertirse en centros económicos dinámicos, sólo contribuyó a consolidar la primacía del río de la Plata (Stratfor, 2011). Esta dependencia geoeconómica convirtió a Buenos Aires en un centro de gravedad económico y social natural, el cual incluso llegó a incomodar a las élites portuguesas-brasileñas por las implicaciones para la integridad económica y política de Brasil durante su época imperial. Durante décadas los brasileños intentaron adentrarse con fuerza a Paraguay, Uruguay y al sistema fluvial del río de la Plata en general pero, pese a algunos logros territoriales, estos nunca se concretaron ni a mediano ni a largo plazo (Boersner, 1996).
Siempre que Brasil intentaba adentrarse a Uruguay, necesitaba de la intervención diplomática británica para poder terminar los conflictos de manera benéfica y detener los avances argentinos (Boersner, 1996; Fausto, 2022). Su mayor éxito, y probablemente el único, fue la invasión de Uruguay en 1818-1819 y su posterior anexión, pero esto solo lo logró con el respaldo diplomático del Reino Unido. Este respaldo de Londres a Brasil se daba porque Brasil, junto con Portugal, era un satélite económico, o como lo pone Boersner (1996) “Gran Bretaña apoyó a Portugal y Brasil, protegidos y vasallos suyos en el ámbito económico”. Por su parte, Brasil buscaba el respaldo de Londres debido a que durante el siglo XIX era incapaz de proteger sus enclaves ribereños en el Atlántico y de mantener a raya a Argentina. No obstante, la victoria fue cortoplacista, ya que Uruguay obtendría su independencia más tarde en 1928 con ayuda de Buenos Aires.
Ante dicha alianza, resalta algo fundamental sobre Brasil como potencia. Pese a los logros geopolíticos que obtuvo Brasil en el ámbito militar y político en su alianza vertical con el Reino Unido, el costo sería el empoderamiento de la oligarquía terrateniente (la cual también se daba por cuestiones geográficas) y la desindustrialización del país (Boersner, 1996; Stratfor, 2011). Ambos factores, los cuales históricamente perjudicaron a Brasil, serán relevantes más adelante.
Pintura de La batalla de Avaí de Pedro Américo, 1877 (Crédito: Museu Nacional de Belas Artes)
Bajo este panorama, la única solución geopolítica realista que tenía Brasil, ya que no podía adentrarse al sistema fluvial rioplatense, ni siquiera con el respaldo de Francia o el Reino Unido, era adentrarse más a su interior al oeste de lo que sería la sierra del Mar, una gran escarpadura en la costa brasileña. Después de más de siglo y medio de invertir en este proyecto geoeconómico, a costa del medio ambiente de las Amazonas, Brasil logró crear dos elementos a su favor: Uno sería que, para mediados del siglo XX, logró crear un centro económico importante en la región, disminuyendo la fuerza gravitacional económica de la región del río de la Plata (Stratfor, 2011). El segundo sería que, para la década de 1970, pese a los estragos de desigualdad socioeconómica que permanecieron, Brasil logró conformar una clase media, por lo menos los indicios de una, la cual serviría para alimentar la transición política a la democracia (Stratfor, 2011; Fausto, 2022). En el primero se logró crear un polo económico brasileño y el segundo ayudó a sentar las bases de lo que sería una nueva base sociopolítica, la que con el tiempo iría poco a poco desplazando a la oligarquía terrateniente dominante. El predominio de la élite oligárquica en Brasil se debía a las dificultades geográficas que impidieron que una clase media pudiera florecer, al menos sin intervención del Estado (Stratfor, 2011).
Es importante recapitular que, durante gran parte de su historia, Brasil fue una potencia de contrapeso, pero no necesariamente una potencia regional en concreto. Brasil nunca tuvo el poder militar, político o económico para desplazar al control argentino del río de la Plata durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Siempre tuvo que recurrir al respaldo de los británicos o franceses (y más tarde el de los estadounidenses) para poder frenar cualquier pretensión argentina (Boersner, 1996; Fausto, 2022). Argentina siempre pudo mantener por mucho tiempo la ventaja sobre Brasil, la única ocasión en la que se podría considerar que Argentina ‘dejó’ su protagonismo regional fue durante la Guerra de la Triple Alianza, pero durante dicho acontecimiento histórico Argentina no necesitaba dominar la dinámica bélica. Al final, el Estado más beneficiado fue Buenos Aires, a costa de que los brasileños se hayan encargado de los esfuerzos militares (Fausto, 2022).
El polo económico que se mencionó anteriormente sólo había servido para que Brasil pudiera consolidar un polo económico propio que pudiera disuadir a sus propias regiones de gravitar hacia el polo económico rioplatense. Desde 1800 a 1930, Brasil nunca pudo en sí afianzar un centro económico que desplazara el predominio geoeconómico argentino. Por mucho tiempo, especialmente después de la Guerra de la Triple Alianza, Paraguay y Uruguay se convirtieron en satélites económicos de Buenos Aires, incluso Bolivia. No sería sino hasta que Argentina entró en una crisis interna que inició en la década de 1930 y se afianzó en la década de 1970 con la llegada de Juan Domingo Perón al poder en Buenos Aires que todo esto acabo. Por más de un siglo, y durante el periodo virreinal, Argentina estuvo dominada por la oligarquía agrícola conocida como estancieros, de esta forma sus terrenos económicamente explotados eran las estancias. Durante el siglo XX surgió un movimiento sociopolítico que comenzó a retar la primacía de este orden socioeconómico nacional, pero la respuesta solamente sumergió a Argentina en continuas crisis económico-financieras. Más importante aún, sería la Guerra de las Malvinas de 1982. Aunque el proceso sociopolítico peronista pudo haber debilitado al Estado argentino en el sentido económico, la derrota militar en las Malvinas consolidó el fin de la supremacía político-militar argentina en la región.
Cambio de rumbo económico regional
Es así como, a partir de la década de 1990, comenzaron a suceder una serie de cambios en la región y en Brasil que ayudarían a trasladar el centro de gravedad de Argentina a Brasil. Mientras que los brasileños continuaron fortaleciéndose y cambió su panorama socioeconómico para mejor, los argentinos solamente continuaron en picada. Por eso, no sería coincidencia, que casi una década después de la Guerra de las Malvinas, Brasilia logró algo que en los últimos 200 años no se había podido en Sudamérica.
El cambio más notorio en un sentido regional sería la creación de un bloque económico-comercial. Este éxito se manifestó cuando Brasil logró la fundación del Mercado Común del Sur o MERCOSUR (un mecanismo de integración económica y comercial regional en Sudamérica) creado con la suscripción del Tratado de Asunción en 1991. Con MERCOSUR y los cambios en su doctrina macroeconómica, Brasil logró con el tiempo transformar el panorama geoeconómico regional por completo al convertir a Bolivia, Paraguay y Uruguay en sus satélites económicos. Hay quienes afirman, como Gratius (2008), que el “… MERCOSUR eliminó las barreras políticas, culturales y comerciales entre sus cuatro Estados miembros”, sin embargo, eso no sucedio. El MERCOSUR solamente consolidó un bloque económico – que ya existía en términos culturales, económicos y comerciales – en un sentido jurídico-comercial. MERCOSUR refleja una realidad geoeconómica que ha existido por siglos, pero lo que cambia en esencia es que el MERCOSUR representa la cuasi consolidación económico-hegemónica de Brasil, similar a como la Unión Europea es una manifestación jurídico-comercial del predominio económico y político alemán y francés.
El otro cambio, igual de crucial pero cuyas implicaciones son nacionales, sería, como señala Stratfor (2011), la introducción del ‘Plan real’ cuyos objetivos eran: disminuir la inflación a niveles controlables, limitar los abonos y disminuir los gastos del gobierno. Este cambio volteo de cabeza la doctrina macroeconómica brasileña ya que el “… ‘Plan real’ [aborda] la cuestión desde el otro lado, en el que el fuerte crecimiento es el enemigo porque provoca una inflación galopante que destruye la estabilidad económica, política y social” (Stratfor, 2011). Esto mejoró aún más la situación macroeconómica y socioeconómica de Brasil, sentando las bases económicas de lo que sería la conformación de un auténtico Estado-nación.
Getulio Vargas y otros líderes de la revolución de 1930, en Itararé, poco después del derrocamiento de Washington Luís (Crédito: Claro Jansson)
Regionalismo y la nación brasileña
A diferencia de la mayoría de los demás países latinoamericanos, Brasil obtuvo su independencia por la vía diplomática. Lo que a primera instancia parecería ser una buena señal para el futuro del Estado brasileño, ya que no fue desgarrado por una guerra interna. Sin embargo, la realidad es que el Estado brasileño se debilitó gravemente tras su independencia en términos geopolíticos. Mientras que las capitanías portuguesas llegaron a comercializar e interactuar estratégicamente por gran parte de la historia imperial de Brasil, posterior a su independencia el Estado brasileño nunca dejaría de ser un pseudo-imperio en el sentido de que su dinámica política, económica y militar se basaba en el poder del que ostentaba una determinada región sobre las otras. Porque en esencia no existía una nación brasileña como tal, pese a las obras y los movimientos políticos que podrían ser interpretados como nacionales o nacionalistas, la nación brasileña difícilmente existió durante el siglo XIX.
Después de su independencia el Imperio brasileño no pudo resistir ante las presiones regionalistas de varios oligarcas o grupos de poder sociopolíticos. Ambos reinos en Brasil terminaron por estas presiones regionalistas. Esto se debe a que las diversas regiones buscaban mayor autonomía política y económica de un centro político centralizado (Boersner, 1996). Por ejemplo, un factor importante para el fin del segundo reino sería que el mismo Pedro II fue inhabilitado por la diabetes, lo que eliminó del ambiente político nacional a una figura mediadora fundamental para mantener la estabilidad y permanencia del régimen monárquico centralista (Fausto, 2022). Es por eso que Stratfor (2011) resalta que:
“Entre la atracción económica de Argentina y sus ríos y la naturaleza desconectada de la costa enclavada, el regionalismo se convirtió en una característica importante de la política brasileña. El contacto entre las distintas partes de Brasil era difícil, mientras que el contacto con el mundo exterior era relativamente fácil, lo que hacía que la integración de todo tipo — política, económica y cultural — a menudo fuera difícil de alcanzar”.
Anteriormente, la fuerza naval y nacional que mantenía a Brasil unida era Portugal. Cuando dicha fuerza dejó de existir o fungir como el corazón político de Brasil, la unión se complicó aún más.
Incluso el régimen dictatorial del Nuevo Estado (Estado Novo en portugues) de 1937 a 1945, buscó abanderar la causa nacionalista al declarar que estaba terminando con los intereses regionalistas y promoviendo los intereses nacionales al frente y buscaba crear una élite burocrática nacionalista (es decir, con los intereses de la nación en mente, no los de sus respectivas regiones), pero dicho régimen fue cortoplacista (Fausto, 2022). Durante el siglo XIX y el siglo XX, Brasil difícilmente ha estado unida como Estado. Por lo que resulta útil volver a citar a Stratfor (2011) cuando señala que:
La preponderancia del poder a principios del siglo XX estaba en manos de los estados más ricos, Minas Gerais y Sao Paulo. Durante muchos años, el control del gobierno central se alternaba entre estos dos estados. Esto dejó a los estados restantes de Brasil aislados políticamente, impulsándolos a buscar oportunidades económicas globalmente mientras definían sus identidades localmente. Durante la mayor parte de un siglo, «Brasil» fue menos un concepto nacional que un concepto geográfico. Los estados de Río de Janeiro y Rio Grande do Sul, por ejemplo, comenzaron a actuar [por un tiempo] en muchos sentidos como países independientes. Esta situación duró hasta hace muy poco.
Razón por la cual los procesos geopolíticos como los intentos por expandirse al interior, los esfuerzos para defenderse del poder de Argentina, las guerras y los diversos procesos políticos como el Estado Novo fueron cruciales en la construcción paulatina de una identidad brasileña. En primera instancia, la expansión al interior creó la oportunidad para que una clase media surgiera y deshiciera el dominio socioeconómico oligárquico agrícola. En segundo lugar, las olas migratorias del siglo XX continuaron alimentando a esa clase media en las costas (Fausto, 2022). Mientras que, más recientemente, el ‘Plan real’ puso en evidencia para los brasileños “que su país podía ser económicamente estable y que su gobierno podía actuar en base a los intereses de Brasil en su totalidad, en vez de simplemente [servir] el estado que por casualidad estuviera en poder de la presidencia en un dicho momento” (Stratfor, 2011).
En concreto
Lo que comprueba todo lo anterior es que Brasil, como un Estado-nación, es algo joven. La creación de la nación brasileña ha sido un proceso largo y paulatino, el cual no ha estado exento de desafíos y obstáculos significativos, pero también nos ayuda a comprender cómo es que el centralismo está regresando a Brasil, no solo en un sentido social, sino también político y económico, lo que tiene implicaciones geopolíticas importantes. Por otro lado, también comprueba que la idea de Brasil como potencia mundial, a la altura de naciones como Japón, que comenzó con las olas de campañas propagandistas, de las que escribe Fausto (2022), durante la segunda mitad del siglo XX, tampoco es acertada.
Captura de pantalla de NASA World Wind, Blue Marble Next-Generation layer (Crédito: NASA)
El lugar de Brasil en la región y el mundo
La idea de Brasil como líder de Sudamérica o de toda Latinoamérica, como varios analistas suelen afirmar como Grabendorff (2010), se da por una serie de interpretaciones erróneas sobre sus capacidades, las cuales se dan a partir de la propaganda, el activismo diplomático brasileño y la sobreestimación del significado de su economía, armamento militar, tamaño geográfico y numerosa población. Para esto, resulta importante recurrir resumidamente a su historia. Durante la época imperial portuguesa, Brasil tuvo que enfrentarse militarmente a varias potencias marítimas para proteger sus costas en el Atlántico. Pero todas estas luchas se concentraron principalmente al sur de la provincia de Pernambuco. Cuando los franceses comenzaron a colonizar lo que hoy en día es Guyana, los portugueses-brasileños nunca respondieron y los dejaron en paz (Boersner, 1996).
Esto se debe a que, en cuestiones geográficas, Brasil y lo que sería el resto del Cono Sur de Sudamérica, el cual está conformado por Paraguay, Uruguay y Argentina (excluyendo a Chile por razones geográficas y geopolíticas) está dividido del resto de Sudamérica por características naturales: los Andes y el Amazonas. Esto crea un mar impenetrable, difícilmente podría un ejército atravesar sin problemas este territorio y penetrar el otro lado del mar terrestre. Aunque los avances tecnológicos han transformado profundamente la geopolítica y facilitado la confrontación al recortar la distancia con cierto armamento como misiles o vehículos de combate aéreos como los aviones cazas, estos avances siguen sin facilitar el movimiento de ejércitos con los que se podría conquistar territorio. El único Estado al alcance de Brasil de manera significativa sería Bolivia, pero incluso esto presenta sus retos logísticos.
Geopolíticamente esto nos da a entender por qué Brasil nunca ha sido una fuerza económica o político-militar en la costa del Pacífico o en los Estados ribereños del otro lado del mar terrestre. El sistema fluvial del Río de la Plata o la región del Cono Sur (Paraguay, Uruguay y Argentina) de Sudamérica importa más para los brasileños porque fomenta la economía y da acceso al centro de Brasil al océano. (También es la única región de donde podría provenir un ejército que podría invadir Brasil.) Eso también explica por qué Brasil siempre intentó apoderarse de dicha región, teniendo éxito en adentrarse solo cuando se aliaba con Argentina. Entre el siglo XVI y más durante el siglo XVII y XVIII, los portugueses-brasileños se pelearon con los rioplatenses-españoles por el dominio del Cono Sur, las luchas las continuaron los brasileños y los argentinos. Con los paraguayos también hubo conflicto, hasta que dicha nación fue casi aniquilada.
Brasil nunca podrá ser un hegemón regional en Sudamérica porque geográficamente es imposible para Brasil. Eso solo deja al Cono Sur – excluyendo a Chile – y al sur del Atlántico como vías realistas para que Brasil busque proyectar poder a nivel regional o internacional. Es por eso que Friedman (2011/2012) escribe sobre como Brasil podrá ser una potencia formidable en el sur del Atlántico, debido a que está mejor posicionado para proyectar más fuerza hacia el Atlántico que al resto de Sudamérica. Un ejemplo de que este proceso se encuentra en sus indicios es que el país ya cuenta con lazos económicos con África, incluso ha vendido armamento a Estados africanos. Otro ejemplo sería que también ha mostrado interés por mejorar su armada naval, con la intención de adquirir submarinos de propulsión nuclear (Infobae, 2024).
Todos estos elementos geopolíticos históricos y actuales, en esencia, están remarcados en los 4 imperativos geopolíticos de Brasil: (1) proteger sus costas; (2) expandirse al interior; (3) expandirse al río de la Plata; y (4) expandirse al Atlántico (Stratfor, 2011). La primera la ha logrado históricamente al aliarse con potencias navales, haya sido el Reino Unido o Francia en el siglo XIX o Estados Unidos en el siglo XX. (Aunque ahora buscará asegurarlas por su propia cuenta.) El segundo fue un arduo proceso que duró ambos siglos, pero lo ha logrado. El tercero parece estar buscando lograrlo con MERCOSUR. Sin embargo, aquí es donde nos encontramos con 2 problemas para Brasil: uno económico y otro geopolítico.
El presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva, durante el evento de lanzamiento del Programa Creer, en el Parque Mirante de Allianz Parque, en el barrio de Água Branca. São Paulo (Crédito: Palácio do Planalto vía Flickr)
Economía: Proteccionismo vs. Apertura
Una de las bases fundamentales para ser una potencia, aunque no es necesariamente un requisito, es tener poder económico, en el pasado esto era fuertemente asociado con la capacidad industrial de una nación, ahora en día este poder también debe ser tecnológico. Pero Brasil, pese a su crecimiento impresionante en las últimas dos décadas y su rendimiento económico-financiero el cual también ha sido positivo, todavía sufre de varias limitaciones económicas.
Al igual que el resto de América Latina, durante el siglo XX Brasil siguió la política económico-comercial proteccionista y ‘aislacionista’ conocida como sustitución de importaciones, la cual, como señala Schettino (2016/2023), realmente es otro nombre para una política-económica mercantilista debido al papel que asume el Estado y la forma en la que busca proteger a la industria y a otros sectores económicos nacionales de la competencia. Otra forma de llamar a este tipo de políticas tiende a ser la política industrial, aunque dependiendo de ciertos componentes sustanciales de dicha política industrial, puede o no ser lo mismo, aunque para el caso de Brasil parece ser lo mismo, solo ligeramente modificado.
En 2011 Stratfor (2011) advirtió que Brasil tenía 3 graves problemas que debía resolver si buscaba volverse una potencia mundial en el futuro: una moneda sobrevalorada, MERCOSUR y China. Desde que fue publicado el artículo de Stratfor, hace más de 10 años, no han habido cambios sustanciales en ninguna de las tres áreas.
En cuanto a la cuestión monetaria sobre Brasil, el real brasileño sigue estando exageradamente sobrevalorado, lo que limita la competitividad de la industria nacional brasileña frente a otras industrias más competitivas en términos no sólo monetarios, sino también tecnológicos y laborales.
Mientras tanto, el argumento respecto a MERCOSUR es que, en vez de promover la competencia, sólo favorecía un grado de libre comercio, mientras que mantuvo una serie de políticas proteccionistas, las cuales limitaban la competencia y la apertura económica. Más de tres décadas después, en vez de revisar MERCOSUR, Brasil se ha atrincherado en el mercado común sudamericano, incluso han presentado la idea de crear una moneda común con Argentina, para des-dolarizar las transacciones. Esta primacía del MERCOSUR y su carácter proteccionista, especialmente a favor de Brasil, es lo que ha limitado los avances en las negociaciones comerciales con la Unión Europea, aunque se reporte que hay avances la realidad es que MERCOSUR seguirá presentando los mimos problemas y desafíos que ha manifestado durante las últimas décadas (Reuters, 2024b).
En cuanto a China, la única potencia industrial a la que Brasil le permitió entrar a su mercado, ha continuado afectando negativamente a la industria nacional brasileña, cuyos productos son más caros que los de China (Stratfor, 2011). Brasil ha tomado nota del impacto de su relación económica con China, pero sus medidas siguen siendo insuficientes, protegiendo solo al sector siderúrgico brasileño (Reuters, 2024a).
En cuanto a los rubros respecto a China y MERCOSUR, no han mejorado. Solo la nueva política industrial de Brasil llamada ‘Nueva Industria Brasil’ (Nova Indústria Brasil en portugués) muestra señales de que Brasil está buscando adentrarse al mercado internacional, al incorporar elementos dentro de la política que “enfatizan el monitoreo del desempeño de los actores subsidiados – una característica esencial de las políticas industriales históricamente exitosas de los países del este de Asia” (Labrunie, 2024). Pero no ha habido cambios en la dependencia del sector primario o en cuanto al valor del real brasileño, lo que podría limitar el éxito de la política.
Aunado al reto en materia de política industrial, el economista Bonomo (2024), apunta correctamente a que Brasil se encuentra enviando señales mixtas, las cuales generan incertidumbre en los mercados internacionales debido a sus políticas. Por un lado, Lula presentó una serie de reformas fiscales, tanto en estructura fiscal como en materia de impuestos que insinuaba una profundización de las políticas de libre mercado que habían comenzado durante administraciones pasadas, pero al mismo tiempo ha intentado realizar cambios en Petrobras, revertir la reforma energética que buscaba privatizar Eletrobras y “retiró a Brasil de las negociaciones de adhesión al Acuerdo sobre Contratación Pública (GPA) de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y ralentizó su adhesión a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)” (Bonomo, 2024). Lula da Silva no ha realizado un regreso total a las políticas-económicas de sus primeros mandatos, pero está dando señales mixtas sobre lo qué quiere que sea la economía brasileña, si una de mercado libre o una de capitalismo de Estado.
Si Brasil busca aprovechar las cambiantes dinámicas económicas internacionales y volverse una potencia industrial y tecnológica, deberá hacer profundos cambios a su economía. Sus decisiones, al igual que el comportamiento de todas las administraciones pasadas, desde la década de 1990, muestran que una transición todavía sigue en juego en Brasil. No se pueden esperar cambios definitivos y continuos por varias décadas, son de esperarse algunos intentos por mantener al viejo régimen macroeconómico y microeconómico, pero, aun así, Brasil se enfrenta a grandes retos.
Desfile Cívico-Militar del Día de la Independencia de Brasil en 2024 (Crédito: Ejército brasileño vía Flickr)
Argentina como potencia de contrapeso
El otro grave problema para Brasil será determinar qué tipo de política exterior va a adoptar y que tanto buscará imponer su voluntad. Ninguna potencia se consolida con el poder suave (soft power en inglés), una serie de políticas culturales, diplomáticas y económicas destinadas a intentar influir eventos o políticas en otros países o regiones. Brasil solo ha logrado consolidarse como el principal jugador económico en el Cono Sur, convirtiendo a Paraguay, Bolivia y Uruguay en sus satélites económicos, debido a que su proyecto geoeconómico de expansión al interior funcionó y de que Argentina entrara en una crisis económica y política durante la segunda mitad del siglo XX. Pero existen retos sociopolíticos a su predominio económico – y energético – en estos países y la única forma en la que Brasil podría asegurar su primacía económica, sería si Brasilia estuviese dispuesta a ejercer influencia o intervenir políticamente en los asuntos de estos países, de lo contrario, podrían esperarse rechazos de la misma magnitud que los de Javier Milei en Argentina.
Esto nos lleva al siguiente dilema para Brasil, Argentina no estará en crisis por siempre, posiblemente no logre recuperar su protagonismo anterior y difícilmente pueda retar al poderío económico de Brasil por si misma, pero eso no significa que el país no pueda recurrir a la misma estrategia que uso Brasil durante los siglos XIX y XX. Precisamente, Friedman (2011/2012) recomienda a los estadounidenses usar a Argentina como contrapeso y así mantener a Brasil ocupado en el Cono Sur, en vez de que se pueda adentrar al sur del Atlántico. Pensar que la fraternidad latinoamericana será infinita debido a algunos cambios políticos en el siglo XXI, no responde a la realidad. Brasilia deberá decidir qué hará para consolidar definitivamente su supremacía económica en la región del MERCOSUR y asegurarse de que Argentina no pueda convertirse en un contrapeso potencial que pudiese evitar su ascenso como potencia mundial, estrategia la cual otras potencias extranjeras buscarían usar, no solo Estados Unidos. De igual manera, queda claro que el país puede volverse una potencia regional en el Cono Sur (no Sudamérica) y podría adentrarse al sur del Atlántico, ya que, su futuro como potencia internacional se encuentra ahí, no en Latinoamérica. No obstante, la nación deberá apostar por ambiciosos cambios los cuales en un principio podrían generar una crisis interna, pero que últimamente podrían brindar beneficios a largo plazo para Brasil.
Referencias
Referencias:
Boersner, D. (1996). Relaciones Internacionales de América Latina: Breve Historia (5.a ed.). Venezuela: Nueva Sociedad.
Bonomo, D. (2024b, mayo 16). Brazil’s State Capitalism Revisited: Mixed Signals to Businesses and Investors. Covington. Recuperado 12 de octubre de 2024, de https://www.cov.com/en/news-and-insights/insights/2024/05/brazils-state-capitalism-revisited-mixed-signals-to-businesses-and-investors#layout=card&numberOfResults=12
Fausto, B. (2022). Brasil (S. Fausto, Trad.; Vol. 11). Ciudad de México: El Colegio de México.
Friedman, G. (2012). The next decade: Empire and Republic in a Changing World. United States: Anchor. (Obra original publicada 2011)
Grabendorff, W. (2010). Brasil: de coloso regional a potencia global. Nueva Sociedad, 226, 158-171. https://nuso.org/articulo/brasil-de-coloso-regional-a-potencia-global/
Gratius, S. (2008). Brasil emerge como potencia regional y global. Quórum: Revista de Pensamiento Iberoamericano, 22, 135-146, Editorial Universidad de Alcalá. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4123089
Infobae. (2024, marzo 27). Brasil y Francia celebraron la botadura del tercer submarino de su acuerdo de cooperación militar. Infobae. https://www.infobae.com/america/america-latina/2024/03/27/brasil-y-francia-celebraron-la-botadura-del-tercer-submarino-de-su-acuerdo-de-cooperacion-militar/
Labrunie, M. (2024, 4 marzo). Brazil’s new industrial policy plan: three sources of optimism and three words of caution. Cambridge Industrial Innovation Policy – Reports and articles. Recuperado 21 de octubre de 2024, de https://www.ciip.group.cam.ac.uk/reports-and-articles/brazil-new-industrial-policy-plan/
Reuters. (2024a, abril 23). Brasil fija cuotas de importación e impuestos para 11 productos de acero. El Economista. https://www.eleconomista.com.mx/economia/Brasil-fija-cuotas-de-importacion-e-impuestos-para-11-productos-de-acero-20240423-0061.html
Reuters. (2024b, septiembre 25). Brazil’s Lula says he is ready to sign EU-Mercosur trade deal. Reuters. https://www.reuters.com/world/brazils-lula-says-he-is-ready-sign-eu-mercosur-trade-deal-2024-09-25/
Schettino, M. (2023). Cien años de confusión: La construcción de la narrativa que legitimó al régimen autoritario del siglo XX. Ciudad de México: Paidós. (Obra original publicada 2016)
Stratfor. (2011). The Geopolitics of Brazil: An Emergent Power’s Struggle with Geography. RANE Worldview. https://worldview.ranenetwork.com/content/article/geopolitics-brazil-emergent-powers-struggle-geography