President Donald Trump signs an Executive Order on the Administration’s tariff plans at a “Make America Wealthy Again” event, Wednesday, April 2, 2025, in the White House Rose Garden. (Official White House Photo by Daniel Torok)

El presidente estadounidense Donald J. Trump durante el evento Liberation Day, anunciando los aranceles en la Casa Blanca en abril del 2025 (crédito: Casa Blanca vía Flickr).

¿Qué busca realmente Trump con la guerra económica?

¿Una nueva táctica ante el cambio de un orden global?

Los objetivos de la guerra económica son dar paso a un nuevo orden global y modificar las relaciones tanto con aliados como con oponentes geopolíticos.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Tabla de contenidos

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En los medios se ha enfatizado el impacto negativo de la guerra económica de la administración de Donald Trump para la economía estadounidense. De acuerdo con CLA LLP (2025), una firma estadounidense de consultoría y contabilidad, “el aumento en los precios podría reducir el gasto de los consumidores y ralentizar el crecimiento económico. Además, los aranceles pueden interrumpir las cadenas de suministro y aumentar los costos de producción para las empresas”. Por su parte, Grantham-Philips y Lewis (2025), de Associated Press, escriben que “más allá de las inmediatas presiones sobre los precios, expertos también advierten que los aranceles podrían contribuir al desempleo y salarios más bajos a futuro”, advirtiendo que, pese a que “Trump ha argumentado que los aranceles traerán los empleos manufactureros de vuelta”, si las “empresas sufren pérdidas o cambian sus fuentes de suministro, podría haber despidos en todo el mundo”. Mason et al. (2025) incluso menciona que el “banco de inversiones [estadounidense] JP Morgan dijo que ahora ve un 60 % de probabilidad de que la economía global entre en una recesión para finales de año, frente al 40 % anterior”.

Todo lo anterior crea incertidumbre y confusión respecto a qué es lo que busca Donald Trump. Después de todo, ¿qué motivo habría para tomar una decisión que podría perjudicarlo? Por ende, el presente artículo buscará explicar cuál es el objetivo en términos estratégicos y geopolíticos para que el Gobierno estadounidense se arriesgue de la forma en que lo ha hecho en su guerra económica con prácticamente todo el mundo, tanto con aliados como con oponentes.

Cambios mundiales y la guerra económica

En un artículo anterior titulado “La imagen completa de la estrategia económica estadounidense” se concluyó que el objetivo de la confrontación comercial de Estados Unidos con Pekín era trasladar la fábrica mundial de China a México, para que así pudiera continuar el desarrollo y el crecimiento económico de la economía mundial (Araujo, 2025a). En esencia, la guerra económica está siendo utilizada por Washington como una táctica para remodelar el sistema internacional a su gusto. Dado que no existe amenaza militar —Rusia ha sido derrotada en Ucrania, mientras que China es incapaz de retar a la armada estadounidense—, este reacomodo no requiere de iniciativas militares, sino que bastará con medidas económicas, financieras o comerciales propias de la guerra económica.

El problema actual es que se han interseccionado una multitud de cambios cíclicos tanto nacionales y regionales como internacionales. Principalmente, el fin de la era bipolar de la Guerra Fría marca el término de Europa como centro de la toma de decisiones mundiales. Una vez sea realidad la caída del Imperio ruso —en su última configuración, la Federación Rusa—, no habrá potencia europea de calibre mundial por primera vez en quinientos años. Por sí mismo, el fin de dicha era implica un enorme impacto en la política y economía globales, lo que al mismo tiempo ya ha generado efectos secundarios.

El primero de estos fue el colapso del régimen de Bashar al-Ásad, un régimen que databa de la Guerra Fría y que en su momento dio paso al resurgimiento del islam como fuerza política en el mundo árabe. Este fin podría derivar en el colapso de los regímenes autoritarios nacionalistas de tinte socialista que durante las últimas décadas dominaron gran parte de la zona —lo anterior, por sí solo no implicaría el regreso total del islam, ya que lo que se observa es una lucha interna entre dos versiones del mismo: una pragmática y otra dogmática—. Además, posiblemente también se esté presenciando el fin del islam en su forma más pura o dogmática como fuerza política, ya que está cediendo ante fuerzas prágmaticas tanto en Irán y Afganistán como en Siria y Turquía. Estos cambios per se ya suman a la incertidumbre internacional.

Debido a la caída de Rusia como gran potencia, también habrá cambios sistémicos en Latinoamérica con la debacle de varios regímenes que habían logrado sobrevivir al colapso soviético en 1991 o seguían una dinámica geopolítica del viejo orden bipolar global. Ya en su momento, la disolución de la Unión Soviética había llevado a cambios sistémicos, como afirma Friedman (2022): “el Tratado de Maastricht fue firmado, la Guerra del Golfo inició y el milagro económico japonés terminó, abriendo la puerta al ascenso de China” como una potencia económica mundial.

La segunda —y última— crisis del orden mundial bipolar ruso-americano está terminando con el desenlace de la guerra de Ucrania, el inicio del fin del milagro económico chino, el final de la pseudoguerra árabe-israelí, de Irán como potencia regional y de una serie de cambios sistémicos en regímenes a nivel global.

El hecho de que estén desapareciendo tantos statu quo en el mundo implica que deberán emerger otros para crear la nueva realidad de un orden mundial insólito, uno de carácter multipolar (González, 2025). El caos —en especial el que nadie ve— es suficiente para forzar a Estados Unidos a reaccionar y buscar qué puede hacer con los cambios sistémicos globales. En este punto entra en escena la guerra económica. Las nuevas potencias que están surgiendo apenas se encuentran en etapas iniciales de su ascenso, por lo que Estados Unidos no puede reaccionar directamente: no se puede responder a algo que no existe.

El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, se reúne con el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudita, Faisal bin Farhan, en el Ministerio de Asuntos Exteriores en Riad, Arabia Saudita, en febrero de 2025 (crédito: Freddie Everett/Departamento de Estado de Estados Unidos vía Flickr).

Estados Unidos y el nuevo orden mundial

Desde una perspectiva que aún tendrá que desarrollarse más a fondo, pueden observarse dos hechos. El primero, cabe destacar, cuenta con un sustento más evidente: Estados Unidos está usando la guerra económica para modificar el modelo económico internacional y, como señala George Friedman, para ver qué puede lograr mediante la presión o coerción económica (Geopolitical Futures, 2025). Existen preocupaciones justificadas que han llevado a contrarrespuestas intensas, y aunque el carácter de estas puede variar y estar sujeto a críticas, la realidad es que fueron y siguen siendo necesarias.

El segundo hecho alude a una mezcla de dos situaciones que son paradójicas entre sí y que no dejan de reflejar parte de la realidad geopolítica global. Actualmente, Estados Unidos está buscando delegar responsabilidades a otras potencias regionales, pero en su momento, cuando colapsó la Unión Soviética, Washington se convirtió en la ‘policía mundial’ e intervino en diversas partes del globo, como en las guerras yugoslavas y en el mundo musulmán, para combatir fuerzas geopolíticas que respondían a crisis que estaban sacudiendo el orden bipolar.

Ante esto, tras experimentar el impacto económico del fin de la Guerra Fría, como era de esperarse, los serbios intentaron defender su hegemonía. Mientras tanto, los yihadistas como al-Qaeda buscaban retar a Estados Unidos para incentivar una revolución panislámica en el mundo árabe con la cual crear un imperio islámico, aprovechando que los regímenes árabes se encontraban en un punto vulnerable a causa del colapso de su patrocinador extranjero, la Unión Soviética. Pero ninguna de estas intervenciones fue una que Washington realmente quisiera llevar a cabo, sino que se vio obligado a hacerlo para intentar establecer el orden dentro del caos de la ‘entreguerra fría’. Cuando Rusia fue capaz de volver al escenario mundial, logró estabilizar al mundo árabe y a África, lo que coincidió con el surgimiento de China como potencia económica. Sin embargo, el fin de ambas potencias, en especial el de Rusia, volvió a poner al mundo de cabeza.

Por tanto, la realidad a día de hoy está cambiando de forma acelerada. Alemania se encuentra saliendo de su período de ‘pacifismo’ o ‘trauma’ posguerra mundial y comenzará a resurgir como un actor geopolítico con capacidades militares en Europa. Esto irá acompañado del ascenso de Polonia como potencia militar y de una nueva órbita política y económica en Europa. Turquía, por su parte, está atravesando una crisis, pero también se perfila para ascender al estatus de potencia mundial en la próxima década. Todos estos cambios generan intensos conflictos culturales o crisis políticas que, aunque sean de carácter nacional tienen repercusiones regionales. En especial por la fusión de todos los eventos cíclicos.

En consecuencia, debido al ascenso de un orden multipolar, volverán a surgir ‘anclas’ —como las describe Friedman (2025a)— con la capacidad de estabilizar diversas regiones en el mundo. No obstante, el alivio que representa dicho orden multipolar para Estados Unidos —al cual apoya abiertamente— también conlleva que un mayor reto se encuentra en el horizonte. Por ende, Washington podría estar anticipando que esa realidad multipolar, con el tiempo, representará un desafío a su predominio internacional. En este punto es donde se hace evidente la paradoja antes mencionada: por una parte, Estados Unidos busca que nuevas y diversas potencias asuman el papel de regentes regionales, pero también pretende evitar que, a largo plazo, desafíen su predominio.

Para muchos, esta contradicción podría insinuar una falta de comprensión del mundo por parte de Estados Unidos, pero la realidad es que se trata de un proceso inevitable. Por un lado, la potencia americana no quiere dominar al mundo directamente, mucho menos administrarlo; por otro, no desea que surjan potencias capaces de retar su dominio de los océanos internacionales. Sin embargo, Washington no puede evitarlo, solo le es posible responder —por lo menos con fuerza— cuando la amenaza haya surgido, no antes.

De este modo, el acercamiento con Arabia Saudita —que, de acuerdo con Friedman (2025b), tiene como objetivo que esta asuma el rol de regente en Oriente Próximo— podría estar persiguiendo la creación de un contrapeso frente a Turquía, el país mejor posicionado para dominar la región. Khatib (2025) concuerda con esta hipótesis, pues apunta que con el estatus de Irán “drásticamente reducido (…), Arabia Saudita y Estados Unidos pueden fortalecer su alianza para neutralizar la amenaza de desestabilización por parte de Irán y alterar el equilibrio de poder regional por una generación”. Al neutralizar a Irán, Riad podría crear relaciones estratégicas económicas con países que anteriormente habían estado bajo la influencia iraní (Khatib, 2025). Lo que explicaría los ataques a los hutíes —un grupo proxy de Irán— en Yemen por parte de Estados Unidos. Al sepultar de manera definitiva el poder regional de Irán, Washington posiciona a Riad en una mejor posición para contener a Turquía.

El presidente estadounidense Donald J. Trump en el evento Make America Wealthy Again del Día de Liberación, en la Casa Blanca el 2 de abril de 2025 (crédito: Casa Blanca vía Flickr).

El regreso a la gran estrategia estadounidense y cambio de las relaciones bilaterales

Estados Unidos no solo busca retornar a un escenario en el cual existan potencias encargadas de sus respectivas regiones, sino que también pretende regresar a su gran estrategia de equilibrios regionales. Para evitar que cualquier nación amenace su predominio naval, Washington necesita que las distintas potencias regionales compitan entre sí en el ámbito terrestre o que enfrenten distintos retos políticos en sus alrededores. Si Arabia Saudita establece nuevas relaciones con países árabes como Siria o Irak, podrá crear contrapesos económicos y políticos contra Turquía y evitar que los turcos aprovechen por completo el vacío de poder dejado por Irán.

Al reconfigurar sus relaciones económicas de la manera en la que lo ha estado haciendo, Donald Trump ha generado escenarios que fomentan un distanciamiento entre Washington y diversos países, lo cual contribuye a que estos asuman diferentes posturas respecto a una variedad de retos.

Estados Unidos todavía se encuentra en negociaciones y está utilizando todas las herramientas que tiene a su disposición para imponer su voluntad. Lo mismo hacen Rusia y China al intentar responder con diversas medidas para evitar el peor escenario posible. En noviembre de 2023, el presidente Xi Jinping mencionó lo siguiente:

“China está dispuesta a ser una socia y amiga de Estados Unidos (…) China nunca apuesta en contra de los Estados Unidos y nunca interfiere con sus asuntos internos. China no tiene ninguna intención de desafiar a los Estados Unidos o de derrocarlos. Al contrario, nos alegraría ver a unos Estados Unidos seguros, abiertos, siempre creciendo y prósperos. Asimismo, Estados Unidos no debería apostar en contra de China o interferir en sus asuntos internos (…) Sin importar el estado de desarrollo que pudiera alcanzar, China nunca buscará la hegemonía o la expansión y nunca impondrá su voluntad sobre otros. China no busca esferas de influencia y no luchará una guerra fría o una guerra caliente con nadie” (Bloomberg Quicktake, 2023).

Ciertamente, los discursos de los mandatarios no son una fuente de completa fiabilidad, pues son alocuciones pensadas para el público; no obstante, es importante comparar y conectar el discurso con el contexto geopolítico. En el caso del presidente Xi Jinping resulta aún más necesario hacerlo, ya que los medios occidentales siguen creyendo que China busca la hegemonía o desafiar a Estados Unidos. Un ejemplo que refuerza esta idea y menoscaba el mensaje del discurso es que dos años después de haberlo enunciado, China realizó ejercicios militares imprevistos alrededor de Taiwán. Aún así, es necesario aclarar que estas maniobras tienen el propósito de reforzar la posición del Gobierno chino frente a negociaciones en las cuales reconoce que se encuentra en desventaja. La entente ruso-americana y la situación económica china han empeorado la posición de Pekín frente a Estados Unidos considerablemente (Bokhari, 2025).

Durante una visita a Moscú, Bokhari (2025) escribió que el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, “rechazó la noción de que lazos más cercanos entre Rusia y Estados Unidos pondrían bajo tensión la relación de Pekín con Moscú, afirmando que China y Rusia son ‘amigos para siempre, nunca enemigos’. (…) Es curioso [que haya] sentido la necesidad de mencionar eso”. Por lo que el hecho de que Pekín haya tenido “el menester de afirmarlo, solo resalta sus preocupaciones respecto a las intenciones rusas. China recuerda cómo se alineó con EE. UU. [en la década de] 1970, una jugada que debilitó a la Unión Soviética” (Bokhari, 2025).

Bajo este contexto resulta relevante recordar el discurso de Xi Jinping habiendo transcurrido tanto tiempo. En 2023, sus palabras subrayaron que Pekín reconoce que no puede desafiar el predominio estadounidense ni buscar una confrontación costosa con Estados Unidos, sino que, por el contrario, necesita enmendar sus relaciones con Washington. La rivalidad comercial sino-americana era inevitable, porque China necesitaba lidiar con el desaceleramiento en su crecimiento económico y el impacto sociopolítico que eso generaría en su estabilidad nacional. Pero ahora, China nunca desafiaría a Estados Unidos, pues necesita negociar con ellos. Este es un hecho que la potencia americana reconoce y eso explica las agresivas tácticas económicas, tanto hacia sus aliados como hacia sus oponentes.

Sin embargo, la razón por la que las tácticas de Donald Trump parecen tan hostiles es porque contrastan con la política exterior de las últimas décadas, una basada en la ambigüedad y que generó fricciones con el mundo, así como incertidumbre en el ámbito doméstico. En los últimos años se observó el declive de esta política exterior, impulsado tanto por el desarrollo de la relación de México y Estados Unidos en el contexto de la guerra de las drogas, así como por la relación entre Washington y Europa durante la guerra de Ucrania, aunque su deterioro fue aún más notorio con la guerra de Israel-Hamás.

Estados Unidos está empleando una táctica agresiva en materia económica para conseguir concesiones, debido a los problemas que ha enfrentado a lo largo de los últimos años y que actualmente continúan respecto a sus aliados, desde Alemania y Francia hasta Canadá y México. Desde principios de la administración de Joe Biden, el Gobierno buscó lidiar con las dificultades que empezaban a desarrollarse en su relación con México; de igual modo, incentivó que Europa se involucrara más en la guerra de Ucrania, pero en ninguno de los dos casos tuvo éxito. Por sí mismas, la guerra económica y las demás tácticas de subversión política o militar tienen el objetivo de dar solución a los problemas surgidos en sus relaciones con aliados clave. Algo crucial debido a los cambios en la economía y geopolítica mundiales.

Ante todo, cabe destacar que México y Canadá se vieron exentos de la guerra comercial, ya que fueron los únicos países en no recibir aranceles recíprocos. Si bien sí existen aranceles, solo se aplican para los bienes que sean exportados a Estados Unidos que no sigan los lineamientos del T-MEC (Suárez, 2025). El haber esquivado esta bala es gracias a dos razones: la primera es que ambos países norteamericanos son los principales socios comerciales estadounidenses. La segunda es que el impacto de una guerra comercial dentro del T-MEC habría sido abrumadora, como ya se desarrolló en el artículo “El contexto de las amenazas arancelarias de Trump: Un limbo geopolítico y económico” (Araujo, 2025b). No obstante, eso no implica que las amenazas arancelarias o las presiones hayan terminado, por el contrario, significa que Washington tendrá que ser más calculador en su disputa y sus negociaciones con México y Canadá.

En resumen, los objetivos estadounidenses no son los establecidos en la retórica del famoso Liberation Day. En cambio, dichos propósitos tienen una base estructural y geopolítica que va más allá de revertir los déficits comerciales. Ningún Estado —sin importar el líder— se comprometería a tanto por una cuestión comercial tan simple, sino que, como en este caso, tendrían que existir cuestiones más estratégicas y cruciales de fondo. Por lo visto, la prioridad de Washington es negociar el inicio de un nuevo orden global y redefinir su relación con distintos países, tanto con aliados como con adversarios.

Araujo, A. A. (2025a, 29 enero). La imagen completa de la estrategia económica estadounidense: Trasladando la fábrica mundial. Código Nexus. https://codigonexus.com/la-imagen-completa-de-la-estrategia-economica-estadounidense/

Araujo, A. A. (2025b, 3 abril). El contexto de las amenazas arancelarias de Trump: Un limbo geopolítico y económico. Código Nexus. https://codigonexus.com/el-contexto-de-las-amenazas-arancelarias-de-trump/

Bloomberg Quicktake (2023, 16 noviembre). Xi Says China Won’t Fight ‘Cold or Hot War’ With US [Vídeo]. Youtube. Recuperado 1 de abril de 2025, de https://youtube.com/shorts/0UCNgTkVTq8?si=o9KwwuBqYGlcI2sQ

Bokhari, K. (2025, 3 abril). China’s Strategic Desperation and Taiwan Drills. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/chinas-strategic-desperation-and-taiwan-drills/

CLA LLP. (2025, 11 marzo). The Impact of Trump’s Tariffs: A Comprehensive Analysis. CLA. Recuperado 2 de abril de 2025, de https://www.claconnect.com/en/resources/articles/25/the-impact-of-trumps-tariffs-a-comprehensive-analysis

Friedman, G. (2022, 3 mayo). The Beginning of a New Era. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/the-beginning-of-a-new-era/

Friedman, G. (2025a, 30 enero). 2025 Forecast: A World Without an Anchor. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/2025-forecast-a-world-without-an-anchor/

Friedman, G. (2025b, 17 febrero). Speculating on the Summit in Saudi Arabia. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/speculating-on-the-summit-in-saudi-arabia/

Geopolitical Futures (2025, 1 abril). America’s Tariffs and Today’s Global System | ClubGPF Preview with George Friedman [Vídeo]. YouTube. Recuperado 2 de abril de 2025 de https://www.youtube.com/watch?v=l_Fg2Z4j9wc

González, P. M. (2025). El inicio de un nuevo orden global: Instituciones, Poder y Multipolaridad. Código Nexus, 2(8), 22-29. https://codigonexus.com/wp-content/uploads/2025/04/ED-trimestral-ABRIL2025.pdf

Grantham-Philips, W. & Lewis, C. (2025, 4 abril). How Trump’s latest tariffs could affect your wallet. Associated Press News. https://apnews.com/article/tariffs-consumer-impact-workers-prices-ba862da51b51ae1afdfae08bf02c2449

Khatib, L. (2025, 10 marzo). How Saudi Arabia and the US might reset the Middle East. Chatham House. https://www.chathamhouse.org/publications/the-world-today/2025-03/how-saudi-arabia-and-us-might-reset-middle-east

Mason, J., Ljunggren, D. & Sugiyama, S. (2025, 4 abril). Trump tariffs sow fears of trade wars, recession and a $2,300 iPhone. Reuters. https://www.reuters.com/world/trump-stokes-trade-war-world-reels-tariff-shock-2025-04-03/

Suárez, K. (2025, 2 abril). México esquiva los aranceles recíprocos de Trump, pero sufrirá tarifas del 25% en más del 50% de sus exportaciones. El País. https://elpais.com/mexico/economia/2025-04-02/mexico-esquiva-los-aranceles-reciprocos-de-trump-pero-sufrira-tarifas-del-25-en-mas-del-50-de-sus-exportaciones.html

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