Centroamérica es la única región en toda Iberoamérica completamente fragmentada en distintos países, producto de los intereses de diversos caciques y caudillos locales. Durante el siglo XIX, México intentó evitar su secesión, pero carecía de los recursos y la capacidad para reconquistar el territorio. Su estrategia preferida desde entonces, dadas las limitaciones del poder mexicano, fue optar por mantener a Centroamérica dividida, a menos que pudiera aprovechar una fuerza sociopolítica con la cual asegurar su influencia sobre la región. Sin embargo, la intervención mexicana siempre ha sido cortoplacista y sin fuerza suficiente para concretar tal influencia. Entretanto, los esfuerzos diplomáticos mexicanos se han centrado en evitar un despliegue militar considerable por parte de Estados Unidos en el istmo, estrategia que se remonta al Porfiriato.
A lo largo del siglo XIX y principios del XX, México alternó entre el conservadurismo y el liberalismo para recuperar su influencia en Centroamérica. Más adelante, durante el siglo XX, adoptó el comunismo. Con todo, siempre existieron factores económicos o políticos, así como actores extranjeros y locales, que impidieron cualquier éxito mexicano. A ello hay que sumar la continua desconfianza de Centroamérica hacia el país: cuando el entonces presidente mexicano, Gustavo Díaz Ordaz, visitó la región en 1966, se vio en la necesidad de enfatizar que México no buscaba imponer su voluntad en la región o consolidarse como un líder regional (Sierra, 2020). No obstante, el discurso fracasó debido a la innata desconfianza del istmo centroamericano hacia cualquier pretensión mexicana, pues se creía que ocultaba intenciones imperialistas (Herrera & Ojeda, 1983).
En parte, dicha desconfianza provenía de la creencia de que México intentaría invadir y conquistar Centroamérica, lo que explica la escasa iniciativa para impulsar obras de infraestructura, como los sistemas ferroviarios. Este temor no era del todo infundado: tras la secesión de Texas, México no permitió la independencia de ningún otro territorio, reprimiendo los intentos separatistas en regiones como Yucatán o el noreste del país, ya fuera mediante una brutal fuerza militar o astutas maniobras políticas. De forma que, como consecuencia del contexto geoeconómico y geopolítico regional, a lo largo de gran parte de su historia común, Centroamérica ha optado por mantener distancia respecto a México.
En el plano geoeconómico, ambos actores son competidores entre sí, y México ha carecido del capital necesario para invertir de forma significativa en la región (Herrera & Ojeda, 1983). En el ámbito geopolítico, el regionalismo en el país mexicano ha limitado su capacidad de acción en lo económico, político y militar. Al mismo tiempo, el regionalismo, aún más intenso en Centroamérica, ha impedido la consolidación de una fuerza unificadora o centralizadora, ya fuera por vías económicas o políticas.
Sin embargo, en la actualidad existen indicios de una profunda transformación en la región. En primer lugar, destaca el cambio en México, que avanza hacia un modelo más centralista. Esta transición le permitirá reconectarse económica y políticamente con el mundo, en un contexto en el que se perfila como la próxima fábrica mundial, con base en los ciclos económicos internacionales. Este proceso brindará a la Ciudad de México mayor margen de maniobra y más oportunidades para proyectar poder hacia el exterior, sin tener que enfrentar dinámicas políticas internas que amenacen la unidad nacional.
En lo que respecta a Centroamérica, también hay señales de transformación. Los países ya no enfrentan los grandes desafíos del siglo XX, pues las organizaciones criminales representan una amenaza menor en comparación con los caudillos y oligarcas que dominaron los últimos 200 años. Asimismo, existe la posibilidad de que la región se beneficie de los cambios en la economía global a través del nearshoring, especialmente con la intervención de México en cualquier proceso económico.
A propósito de ese porvenir, durante el VIII Foro Regional Esquipulas, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, señaló que, aunque la posibilidad de unir Centroamérica pueda ser difícil para las generaciones del siglo XX, para la generación Z podría ser una realidad más tangible (Fundación Esquipulas, 2018). Esta afirmación se basa en su percepción de que “las divisiones que [se] crearon hace 200 años ya no significan nada. Los pleitos que hicieron las oligarquías de Guatemala con El Salvador, con la de Honduras y que se pelearon y se dividieron… ya no significan nada [para la generación Z]” (Fundación Esquipulas, 2018).
Lo que plantea Bukele podría ser el reflejo de un cambio generacional geopolítico. Cada ciclo en esta materia cuenta con sus respectivas generaciones. Así, durante una etapa de regionalismo, predomina una generación geopolítica regionalista, que valora las identidades locales o regionales por encima de la nacional o imperial, y posee una visión particular sobre cómo debe comportarse el Estado y cuál debería ser su relación con los centros de poder, tanto regionales como extranjeros. En contraste, una generación geopolítica centralista prioriza la nación o el imperio, considera que los poderes regionales deben estar subordinados al poder —gobierno— central y apoya la proyección de poder hacia el exterior.
Las señales en cuanto a la transformación de las relaciones norte-sur son más recientes. El acercamiento diplomático y económico entre México, bajo la administración de Claudia Sheinbaum Pardo, y el gobierno guatemalteco de Bernardo Arévalo marca una tendencia tradicional en la política exterior mexicana. Dado que México carece del poder económico, político o militar necesario para imponer su voluntad, suele recurrir a la vía diplomática y a una limitada presencia económica para no quedar excluido de cualquier proceso de integración en el istmo. Sin embargo, tanto Centroamérica como México enfrentan un problema: el país no puede permitir que la región se una sin su participación o presencia.
Por ahora, no parece haber una posibilidad real de que Centroamérica se unifique; mucho menos sin la inclusión de México en el proceso. Aún podrían transcurrir una o dos décadas para que ese proceso comience de forma significativa. Pero el acercamiento entre México y Guatemala, que contempla la extensión ferroviaria del Tren Maya, marca un cambio trascendental en las relaciones bilaterales y sugiere que México podrá integrarse con mayor facilidad al proceso de unificación centroamericana. No obstante, este esfuerzo deberá mantenerse de forma constante.
Una Centroamérica unificada sin la participación de México podría representar un motivo de preocupación para la Ciudad de México, ya que ello alteraría de manera significativa el contexto geopolítico. Dado que la generación Z centroamericana pertenece al siglo XXI, encarna una orientación geopolítica que contrasta con la de los últimos 200 años. Cabe la posibilidad de que la división histórica entre México y Centroamérica no se mantenga a lo largo del presente siglo, particularmente considerando el modo en que la economía regional podría reconfigurarse ante el cambio cíclico de la economía mundial. A pesar de todo, resulta imprudente emitir juicios definitivos sobre un proceso que aún se encuentra en sus etapas iniciales. Será crucial observar la evolución de los esfuerzos de cooperación e integración en la región; si la participación mexicana persiste —como lo evidencia el reciente acercamiento con Guatemala—, es probable que se logre evitar un escenario de conflicto.
Es importante señalar que lo acordado hasta ahora se limita a un memorándum, que si bien representa un giro significativo en las relaciones México-Guatemala, carece de fuerza jurídica vinculante. Si el proceso no se mantiene en la trayectoria actual, el periodo idealizado de cooperación y diplomacia podría, con el tiempo, tener un desenlace desfavorable. Se trata de un escenario que, aunque hoy resulta impensable para muchos, estaría en consonancia con las tendencias geohistóricas de la región.
Referencias
Fundación Esquipulas (2018, 26 octubre). Discurso Nayib Bukele, VIII Foro Regional Esquipulas [Vídeo]. YouTube. Recuperado 24 de agosto de 2025, de https://www.youtube.com/watch?v=7LlsBLPHcJQ
Herrera, R. & Ojeda, M. (1983, 1 abril). La política de México en la región de Centroamérica. Foro Internacional, 103(4). 423-440. https://forointernacional.colmex.mx/index.php/fi/article/download/962/952
Sierra, R. (2020). El replanteamiento de la política exterior mexicana hacia Centroamérica: el viaje del presidente Gustavo Díaz Ordaz a la región en 1966. En México frente a Centroamérica: voces sobre la dimensión geopolítica regional, 1959-2019 (pp. 51-82). Colección Región Transfronteriza México-Guatemala.