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Diseño por Código Nexus (fuentes: World Economic Forum/Flickr/FDI/Darryl Dyck/The Canadian Press/AFP).

El cambio sistémico regional por venir en Oriente Próximo: Parte 3

¿El fin del conflicto palestino-israelí

Con el fin de Irán como potencia revisionista y su eje de resistencia, el dilema del conflicto palestino-israelí deberá ser resuelto.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Tabla de contenidos

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El conflicto palestino-israelí se ha vuelto uno de los más controversiales a nivel mundial. En respuesta al estallido de la crisis en la Franja de Gaza por la Guerra Israel-Hamás en octubre de 2024 han surgido interpretaciones opuestas que intentan justificar o demonizar en su totalidad a uno de los bandos: Israel o Palestina. En realidad, una respuesta tan exagerada y dividida a una crisis como la que se ha desatado en Oriente Próximo es natural, especialmente debido al papel de las potencias internacionales en el asunto, ya que se ha ignorado a otras crisis de mayor calado como la guerra civil en Sudán.

Una gran variedad de analistas, internacionalistas, politólogos, historiadores y medios internacionales se han sumado a diversos debates sobre el contexto histórico del conflicto con el fin respaldar a uno u otro bando. Algunos por ejemplo argumentan que Palestina es histórica y, por ende, merece existir como Estado, mientras que Israel no lo es. En algunos casos solo se argumenta que Israel debería retroceder territorialmente. Por otro lado, muchos se basan para su análisis en la premisa de que Israel es realmente el Estado histórico en el área, por ende, tiene el derecho de existir como Estado independiente. Para ser realistas y objetivos ninguno de los dos Estados es histórico porque no comparten casi ninguna similitud con los Estados de los que alegan ser herederos. Los judíos ciertamente eran una nación sin Estado, pero sus tierras ancestrales no están necesariamente en la costa del Levante. Palestina tampoco era una nación en el sentido de que los palestinos —filisteos anteriormente— no se concebían como tal: eran un pueblo regido por un sistema socioeconómico y político feudal bajo la tutela otomana, por ende, no existía la nación. La nación nace en la mente, no en las etiquetas que se dan.

En cierta forma, el dilema se puede describir como un conflicto en el que ambos pueblos reclaman tierras prometidas por múltiples dioses a través de la historia, como cualquier otro “territorio prometido” en el mundo. Ningún pueblo merece existir solo por “ancestralidad”. Pero lo más importante es reconocer que una nación sí puede nacer a partir de una guerra. Estados Unidos surgió como país por el choque social y psicológico que provocó la Guerra de los 7 Años en Norteamérica. México nació a partir de la conquista de Tenochtitlan en 1521 y volvió a reinterpretarse con múltiples guerras a través de los últimos 200 años.

Con lo anterior en perspectiva, el presente texto —último de la serie de El cambio sistémico regional por venir en Oriente Próximo— se enfocará en analizar cómo es que el fin de Irán como potencia revisionista, situación que surge a la par del fin del eje de resistencia iraní, impactará al conflicto palestino-israelí. En la primera parte del artículo se explica por qué y cómo emergieron las naciones de Israel y Palestina. Luego, se analiza el papel de Irán y el impacto de su fin como potencia revisionista, explicando cómo la actuación de varios Estados en la región cambiará conforme se modifique el panorama regional. La conclusión versará sobre cómo el conflicto palestino-israelí no se podrá permitir continuar siendo una chispa que encienda la región continuamente, aunque se mantendrá como una falla geopolítica, no estará estallando por su propia cuenta.

Intifada en la Franja de Gaza (crédito: Efi Sharir/Dan Hadani collection/National Library of Israel/The Pritzker Family National Photography Collection/CC BY 4.0).

Entre Guerra y opresión: El nacimiento de las naciones de Israel y Palestina

El nacimiento de las naciones de Israel y de Palestina no se puede entender sin las guerras y las represiones que han experimentado ambos pueblos. Tampoco se pueden explicar desde una perspectiva histórica que busca crear pueblos históricos con justificaciones sociales o religiosas, eso es producto del nacionalismo romantizado. Una vez que se tiene en perspectiva el surgimiento de los nacionalismos israelíes y palestinos, se podrá entender mejor el conflicto.  

Entre el Haskalá y el Sionismo

Por siglos, el pueblo judío tuvo la imagen de una protonación. No tenía una nación tal cual porque no existía una verdadera convivencia entre las diferentes diásporas judías, no había intervenciones en conflictos o esfuerzos masivos para ayudar a los judíos oprimidos en otras partes del mundo. Existía comunicación y en ocasiones se enviaba dinero a algunas comunidades como los “HaYshuv HaYashan —hebreo: el Antiguo Asentamiento Comunitario (urbano) — [que] se mantenía con donaciones que provenían de la diáspora judía” como escribe Sznajder (2017/2019), pero no existía una nación interconectada.

La respuesta a los retos durante el siglo XVIII muestra precisamente la ausencia de nación como tal, más bien había un prototipo de una nación en donde existían vínculos culturales y religiosos, pero no nacionales. Dicha respuesta surgió con el movimiento de Haskalá —ilustración judía— que “instaba a los judíos a integrarse a la cultura secular occidental”, mientras que el deseo de que regresaran a tierras santas solo era promovido por cristianos milenarios, no los por los judíos (The Editors of Encyclopaedia Britannica (TEEB), 2025). Dicha propuesta fue presentada por el teólogo e historiador alemán, Bruno Bauer (1809-1882), en la obra Die Judenfrage (La cuestión judía) y, aunque, fue criticada por otras figuras judías como Karl Marx, nunca se propuso una alternativa, sino hasta la segunda mitad del siglo XIX (Sznajder, 2017/2019).

De hecho, como resultado del Haskalá, muchos judíos “adoptaron con entusiasmo las ideologías modernas de socialismo y nacionalismo y, al hacerlo, comenzaron a criticar la cultura judía como causa de su propia desventaja social” (Pluralism Project, 2025). Durante varias décadas buscaron la integración en las naciones de residencia, no la creación de una propia. Se podría decir que el “pueblo judío mostraba vitalidad [durante los siglos de grandes dificultades sociales, económicas y religiosas] y a la vez el fraccionamiento” (Sznajder, 2017/2019).

No sería sino hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando surgiría un verdadero movimiento con la aspiración de comenzar a proteger las comunidades judías y buscar crear un Estado. Ese movimiento nació principalmente en Europa Oriental en donde enfrentaban la opresión zarista mediante los pogroms: proyectos sociales con el objetivo de forzar la rusificación de la población en aspectos principalmente lingüísticos y religiosos, y en el que toda resistencia era duramente reprimida (Sznajder, 2017/2019). Por ende, las ansias militaristas de proteger al pueblo judío de estas comunidades judías en el este de Europa dieron paso a la promoción de la creación de un asentamiento de agricultores y artesanos en Palestina (TEEB, 2025). Por lo tanto, las corrientes ideológicas de socialismo y nacionalismo que anteriormente fomentaban la integración hacia los países de residencia fueron adecuadas para la creación de un Estado-nación judía laico, de ahí el fuerte secularismo del sionismo. 

Pero la represión zarista en el Imperio ruso no se compararía con la masacre perpetrada por los nacionalsocialistas alemanes en el siglo XX. La matanza de escala industrial que produjo el Holocausto ―el primero de los genocidios reconocidos jurídicamente― fue la gota que derramo el vaso para el pueblo judío, en especial los de la Península Europea. El inmenso trauma represivo y violento que experimentaron los llevó a realmente compartir el deseo de fundar un Estado-nación. El sionismo no habría surgido sin las represiones zaristas, el genocidio nazi en Europa y las cuantiosas guerras desastrosas que los azotaron en los siglos XIX y XX. Solo por estos acontecimientos realmente surgió la consciencia sionista judía: la nación judía. El genocidio fue un duro golpe al Haskalá, pero sirvió como impulso al Sionismo. De esta forma, la creación de un Estado de Israel pasó de ser el sueño de un pueblo fraccionado al objetivo de una nación unida.  

Entre el Colonialismo, la Integración y el Intifada

La nación que hoy se considera como palestina no tiene antecedentes históricos. Reclaman vínculos que en realidad solo son geográficos y en ocasiones religiosos, como en el caso judío. El pueblo palestino se encuentra en un territorio que pertenecía a una multitud de territorios otomanos: Vilayet de Beirut, Vilayet de Damasco y el Mutasarrifato de Jerusalén (zona urbana autónoma). Su organización social, económica y política era semifeudal, por lo que, cuando llegaron los judíos, compraban las tierras a los señores semifeudales (Friedman, 2012). El problema fue que los judíos que compraban las tierras nunca crearon un marco para manejar la situación de la población árabe presente en las tierras. El estatus sociopolítico del pueblo filisteo, por ende, era mucho más complejo.

Por ello, la promesa de los británicos de ayudar a los filisteos a crear su propia nación no era una empresa presentada al pueblo, sino a algunos líderes semifeudales. Existen pocos en Oriente Próximo que realmente pueden reclamar una nación histórica, como los sirios, pero la mayoría de los Estados fueron fundados por señoríos semifeudales o tribus como los Saud o los Hachemitas. Estos proyectos estatales no eran nacionales sino —en cierta medida— eran empresas privadas. Para puntualizar la falta de organización palestina, Sznajder (2017/2019) escribe que en contraste a la parte judía —que también sufría de fraccionamiento político mas no nacional—, en “la parte árabe palestina el fraccionamiento derivado del fracaso de la rebelión de 1936-1939 y la falta de desarrollo político fueron decisivos. En cada lugar existían milicias armadas que obedecían al liderazgo de las necesidades locales.”

Los problemas comenzaron cuando los europeos, específicamente los británicos y los franceses, comenzaron a retirarse de la región. Tan pronto estos salieron de Israel-Palestina, la guerra entre los judíos y los árabes fue inevitable. No obstante, el problema para el caso palestino era que la división en su bando no solo reflejaba la realidad semifeudal y señorial palestina, sino como menciona Friedman (2012), también mostraba las aspiraciones imperiales y coloniales de los diversos centros políticos estatales árabes. Egipto, Jordania y Siria buscaban consolidar su dominio político-militar en el Levante. De haber sido auténtico —en un sentido nacional— el panarabismo, Siria no se habría independizado rápidamente de El Cairo, que administraba Siria no como un territorio igualitario, sino como una colonia (Friedman, 2012).

Palestina era un pueblo con una identidad solo en papel, que en un principio estaba dividido entre diferentes potencias árabes ajenas y luego subdividido entre diversos bandos locales, no nacionales. Precisamente esta intromisión de los centros políticos árabes como Damasco y El Cairo explica, en cierta forma, la continuidad del conflicto palestino-israelí. Cuando los israelíes buscaron negociar el retorno de territorio con poblaciones palestinas a Siria, Jordania y Egipto, después de la Guerra de los Seis Días (1967), los israelíes fueron recibidos con tres negativas: no a la paz, no a las negociaciones y no al reconocimiento.

En este contexto, era evidente que el territorio que se conocería como Palestina llegaría a estar bajo control israelí. Pero, conforme pasaron los años, fue incapaz de resolver el dilema palestino. Consecuentemente, tanto la represión israelí como la propaganda e intervención de Estados extranjeros llevaron a la Primera Intifada en la década de 1980. Conforme Israel cambió de un ciclo sociopolítico en donde se priorizaban las negociaciones y se aceptaba ceder terreno a uno más rígido enaltecido por las victorias militares israelíes, la confrontación palestina-israelí solo empeoró. Sería durante estos procesos que la nación palestina surgiría.

Es importante resaltar que como sucedió con el sionismo, la nación palestina surgió hasta que se dio una guerra sumada a una serie de crisis que realmente penetraron las barreras geográficas, políticas y sociales para consolidarse. Pero, desde entonces, Palestina, similar a Israel, ha estado sumamente fragmentada entre diversas soluciones. La solución colonialista de pertenecer a otro Estado puede que haya sido debilitada frente a los movimientos nacionalistas palestinos como Hamás y al-Fatah, que entran en conflicto con varios Estados árabes vecinos. Pero las soluciones restantes de integración (la solución de un solo Estado) o la del nacionalismo (la solución de dos Estados), mejor reflejada en el Intifada, siguen vigentes y han resquebrajado a Palestina.

Por ahora, dos temas han aplazado el conflicto: uno interno y otro externo. En cuanto al primero se encuentra el tema de Hamás, que ejemplifica la versión extremista del Intifada. En el plano externo, el problema surge a partir de que todavía existía una potencia extranjera inmiscuida en el conflicto. Pese al surgimiento de una identidad palestina que se ha reforzado por el conflicto con Israel y también por las crisis humanitarias y las represiones políticas en ambos territorios palestinos, todavía existía una fuerza externa que intervenía en el conflicto: Irán. A través de Hezbolá y su retórica islamista, el régimen islámico iraní buscaba ponerse en la ofensiva —explotando el conflicto palestino-israelí— y forzar a Israel y Estados Unidos a reconocer su estatus como potencia regional dominante legitima. 

Un contexto regional paralizante

Una de las razones del interés en el presente análisis es que recientemente han estado sucediendo otras graves reversiones en la situación en Oriente Próximo. Israel reinició sus operaciones en la Franja de Gaza y eso nuevamente ha llevado a especulaciones sobre lo que implican sus acciones. En primer lugar, se ha creado la idea de que Israel será imparable en sus objetivos sociopolíticos respecto a Palestina. También de que Israel se ha rebelado exitosamente a la administración de Donald Trump y sus aliados sunitas en la región. Suceso que sirve de contraste con la respuesta de Donald Trump cuando aseveró había logrado que Israel terminara con la guerra en 2024. No obstante, para tener una mejor imagen de la situación se debe considerar el tema iraní en el panorama de seguridad regional.

Cuando Hamás sorprendió a Israel con el ataque terrorista del 7 de octubre, el gobierno decidió que no podría arriesgarse a un ataque sorpresa similar por parte de Hezbolá y otros grupos paramilitares chiítas pro-iraníes en Siria, que contaban con mejores recursos y capacidades que Hamás. Su decisión entonces fue atacar e identificar oportunidades para destruir el eje de resistencia iraní.1  


1En un principio, no se había podido identificar las razones de las acciones de Israel porque se preveía que podría estar arriesgando demasiado en destruir Hezbolá y dejar la puerta abierta a otros grupos y potencias para actuar, como fue el caso en Siria. Sin embargo, de acuerdo con la doctrina israelí, el actuar de Israel puede comprenderse más, por lo menos en cuanto a Hezbolá (aunque no en el caso de Hamás). Una vez el país sufre un ataque devastador, sea convencional o terrorista, necesita atacar y destruir toda capacidad del enemigo para evitar otro ataque en el futuro que pudiera tener consecuencias sociales, psicológicas o políticas más graves que el anterior.

Una vez que empezó la contraofensiva no solo contra Hamás, sino contra el eje de resistencia iraní, se volvió difícil atender el tema palestino-israelí satisfactoriamente. Irán seguía desarrollando su tecnología nuclear y armamento balístico mientras los hutíes —miembros del eje de resistencia— estaban atacando el comercio marítimo en el mar Rojo, afectando el comercio internacional. Estados Unidos intentó responder a la crisis, pero se enfrentó a varios límites operativos y armamentistas, principalmente financieros: los hutíes utilizaban misiles baratos para atacar la flota estadounidense, la cual usaba misiles más costosos (Bohl, 2025; Davidson, 2025). Al final, después de “más de 16 meses de operaciones reaccionarias y campañas de bombardeos inconclusas, los límites del poder aéreo para enfrentar amenazas asimétricas en corredores marítimos vitales eran claros” (Davidson, 2025).

Existía una amenaza de mayor importancia: Irán. En la nueva estrategia estadounidense, se busca un equilibrio en la región entre diferentes potencias, pero eso no podía suceder si Irán continuaba actuando como potencia revisionista y con su eje de resistencia manteniendo el panorama geopolítico paralizado en varios lugares como Siria y Líbano. Si se buscaba imponer cambios significativos en la región estas fuerzas debían ser eliminadas o se tenía que negociar el fin de sus aspiraciones geopolíticas. Una vez que se hubiera trabajado en el tema iraní habría oportunidad de prestar atención a otras áreas.

Aviones caza israelíes F-35i y estadounidenses F-15 participan en un ejercicio militar conjunto sobre Israel, el 29 de noviembre de 2022 (crédito: Fuerzas de Defensa de Israel).

La pérdida de autonomía de una falla geopolítica

Una falla geopolítica —similar a una falla geológica— es una zona en donde históricamente se han desarrollado conflictos, que en algunos casos afectan a otros países o al mundo entero, y siempre coinciden con las áreas fronterizas o regiones que han tenido un gran impacto en el mundo por sí solas, como los Balcanes o Asia Central. Durante diferentes periodos las fallas geopolíticas pueden estar inactivas por muchos años sino es que siglos, mientras que durante otros años o siglos las fallas geopolíticas pueden activarse continuamente sin cesar. Dependiendo del involucramiento externo y el papel de dichas fallas geopolíticas en el sistema internacional será su impacto. 

Otro aspecto característico de las fallas geopolíticas es que en el sistema internacional no todas tienen libertad propia: muchas están bajo el predominio de potencias extranjeras, foráneas a las culturas prevalecientes en la zona. Estallan o se mantienen estables dependiendo de lo que están dispuestas a aguantar o causar las potencias extranjeras dominantes. Un ejemplo sería la falla geopolítica en el río Nilo entre Egipto y Etiopía, al igual que muchas más fallas geopolíticas en África. Durante la Guerra Fría, varias fallas geopolíticas estaban a merced de los objetivos o las intenciones de las dos superpotencias: Estados Unidos y la Unión Soviética.

En el caso de Oriente Próximo, una de las fallas geopolíticas era precisamente el conflicto palestino-israelí. El estallido de la crisis en octubre de 2023 con el ataque de Hamás resaltó una preocupación importante en cuanto a la estabilidad y seguridad internacional. Si la falla geopolítica se activa surgen conflictos regionales y se dan afectaciones al sistema internacional. El caso de los ataques por parte de los hutíes y cómo eso afectó al transporte marítimo global y las manifestaciones y problemas sociopolíticos en países como Estados Unidos son solo dos ejemplos de cómo la falla geopolítica palestina-israelí afecta de diferentes formas al mundo. Era claro que esto no podía continuar de esta forma. Esto se suma a otro grave dilema: la doctrina estratégica israelí —por lo menos en su concepción convencional— no está creada para lidiar con un problema como el palestino.

Victoria absoluta vs. victoria pírrica

Durante décadas Israel intentó negociar con los países árabes para lograr la paz, pero su inhabilidad en lograrlo resultó en el surgimiento de una facción que dominaría el segundo ciclo sociopolítico israelí. Esta facción —la ultranacionalista o ultrasionista— se enfrascó en la confrontación y destrucción de sus oponentes. Intentó aplicar la misma solución, con algunas variaciones importantes, que había usado en contra de los Estados árabes para resolver el problema palestino. Esto no implica que la doctrina estratégica no funcione con actores asimétricos, ciertamente funcionó contra Hezbolá. Pero Hezbolá y el pueblo palestino funcionan bajo diferentes dinámicas geopolíticas. Uno es un pueblo fragmentado entre la búsqueda por la independencia o la integración, mientras que el otro es una organización político-militar perteneciente a una red de proxys pro-iraníes. 

El siguiente dilema respecto a la estrategia israelí es que el país buscó obtener la victoria absoluta a través del poder aéreo, pero el poder aéreo tiene sus límites. En cualquier guerra que comparta las características del conflicto palestino-israelí es crucial el uso de una fuerza terrestre. No obstante, los israelíes, específicamente los ultrasionistas, han buscado aplastar a todas las facciones palestinas, sin intentar moldear la situación a su favor. En vez de usar su inteligencia —la Mosad— para aprovechar la compleja dinámica política palestina para identificar aliados y fortalecerlos ayudando a desarrollar la economía y la seguridad palestina, se concentró en combatirlos a todos.

El resultado fue que el poder aéreo y la inhabilidad de colaborar o negociar llevaron a una victoria pírrica. El ataque terrorista del 7 de octubre es prueba de que no importa la superioridad tecnológica, militar o económico ni el estado policiaco al que sea sometido el territorio palestino, siempre surgirá una amenaza y un ataque. Por ende, cuando terminó la guerra en 2024, Israel solo había conseguido una victoria cortoplacista, pero no una victoria absoluta y estratégica. Por lo tanto, Israel invadió la Franja de Gaza nuevamente. Solo que ahora con la intención de tomar control de territorio en la Franja de Gaza.

Como se había planteado anteriormente, el error de Israel es que su teoría, como escribe Friedman (2024), recae en pensar “que un inmenso golpe destruirá a Hamás y eliminará la amenaza del islamismo radical. [Pero eso] es una idea disparatada. Al menos que se trabaje políticamente, esta amenaza será una realidad permanente”. Incluso la derrota de Hamás solo sentaría las bases para la próxima guerra, e Israel tendrá que lidiar con la posibilidad de su próximo fracaso de inteligencia”. Por ello, esto no resolverá el problema y la falla geopolítica puede estar sumergiendo a la región en crisis rutinariamente.

La intervención estadounidense y la hipótesis de un cambio cíclico israelí

Durante la administración de Joe Biden, la política exterior de Estados Unidos todavía fungía bajo la lógica del ciclo socioeconómico anterior con una política exterior asertiva. A partir del impacto social de la Guerra de Vietnam y luego el golpe económico de la Guerra de Yom Kippur por el embargo petrolero árabe en la década de 1970, Washington comenzó a asumir una política exterior menos asertiva, prefiriendo la ambigüedad (Friedman, 2025; Araujo, 2025). Para la década de 1980 Estados Unidos ya estaba implementando su nueva política exterior. Eso se reflejó en la respuesta al colapso de la Unión Soviética y a las Guerras Yugoslavas.  

Sin embargo, nuevamente, conforme el ciclo se agota, su política exterior comienza a cuestionarse. En especial por el impacto social y psicológico de la guerra en Oriente Próximo entre Israel y Hamás con Irán incluida. Debido a que Donald Trump se encuentra en la última década del ciclo socioeconómico previo, comenzó a implementar una política exterior nuevamente asertiva, aunque esto no refleja un cambio cíclico en Estados Unidos por la falta de cambios sustanciales en la economía, la política fiscal y el conflicto cultural estadounidense. 

La intervención estadounidense que en un principio forzó a Israel a terminar la guerra y aceptar un cese al fuego con Hamás fue parte de esta nueva política exterior. El problema real surgió cuando las negociaciones con Irán comenzaron a fraguarse sin llegar a ningún acuerdo. No obstante, aún se pudo observar el predominio de Washington en la toma de decisiones, debido a que Tel Aviv solamente realizó el bombardeo con la luz verde de los estadounidenses y se detuvo de destruir en su totalidad a Irán militarmente. La imposición estadounidense manifestó el control que ejerce sobre Israel y su proyección de poder aéreo en la región, por lo que el país no tiene autonomía en materia de política exterior o seguridad nacional.

Asimismo, a Israel se le impuso la premisa de no derrocar al régimen bajo sus términos y se le forzó a aceptar las negociaciones entre Teherán y Estados Unidos. De esta forma, la capitulación política y diplomática israelí podría indicar, que similar a Estados Unidos, el país podría contar con una política exterior determinada para cada ciclo sociopolítico. Esto implica que Israel podría estar encaminado a un cambio sustancial en cómo lidia con los problemas del país. De acuerdo con el modelo de los ciclos sociopolíticos israelíes, Código Nexus estimaba que el país experimentaría un cambio, aunque no drástico, sí importante entre 2025 y 2026. En parte, debido a la posibilidad de elecciones tempranas que la oposición intentó forzar, pero fracasó a mediados de junio (Al-Jazeera, 2025). De cualquier manera, el cambio no parece venir necesariamente del interior del país. Más bien llegó desde Washington.

El fin del conflicto palestino-israelí en el horizonte

Sin Irán como potencia revisionista y sin los proxys de su eje de resistencia que paralicen la región, será posible que potencias como Arabia Saudita y Turquía comiencen a resolver el problema del conflicto palestino-israelí. Washington no estará interesado en inmiscuirse en la solución, pero sí a forzar a Israel a aceptar alguna de las propuestas de Riad o Ankara. El conflicto no podrá seguir estando fuera del control de las potencias en la región. Conforme se integre a Irán al equilibrio de poder regional, específicamente tras alguna transición en su sistema político, será más fácil la colaboración y la imposición de soluciones.

En cuanto a las respuestas concretas para el conflicto, siempre han existido dos alternativas. Una, la solución de un solo Estado, que será difícil de concretar debido al impacto psicológico-social del ataque terrorista y la guerra en Gaza. Dicha propuesta sí prometería una solución más largoplacista si se logra integrar a ambas sociedades, pero la dificultad de implementarla proviene de las circunstancias políticas y sociales actuales. En cambio, la solución de dos Estados, que respondería a las circunstancias actuales, sería más fácil de digerir para ambas sociedades: la israelí y la palestina. Especialmente después de una guerra tan desgastante y divisoria entre ambas naciones. Pero sí dejará más fácilmente la puerta abierta a un reinicio de la falla geopolítica, al menos que ambos Estados fueran a consolidar una estrecha y profunda colaboración en materia económica, política, social y de defensa.

Al final, no serán asuntos sociales o morales por las que la falla geopolítica termine apagándose, sino temas del orden geopolítico por las que el conflicto palestino-israelí sí terminé o comience a disminuirse en intensidad. Esto ciertamente tardará una década o dos en concretarse, pero la solución estará en desarrollo.

Araujo, A. A. (2025, 3 abril). El contexto de las amenazas arancelarias de Trump: Un limbo geopolítico y económico. Código Nexus. https://codigonexus.com/el-contexto-de-las-amenazas-arancelarias-de-trump/#elementor-toc__heading-anchor-0

Al-Jazeera. (2025, 12 junio). Israel’s Netanyahu survives opposition bid to dissolve parliament. Al-Jazeera. https://www.aljazeera.com/news/2025/6/12/israels-netanyahu-survives-opposition-bid-to-dissolve-parliament

Bohl, R. (2025, 9 mayo). Washington Bumps up Against the Limits of Airpower in the Middle East. RANE Stratfor. https://worldview.stratfor.com/article/washington-bumps-against-limits-airpower-middle-east

Davidson, A. (2025, 19 mayo). The US Shifts Course in the Red Sea Standoff. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/the-us-shifts-course-in-the-red-sea-standoff/

Friedman, G. (2012). La próxima década: Imperio, República y un Mundo Cambiando. Nueva York, Estados Unidos: Anchor Books. 

Friedman, G. (2024, 26 abril). For the US, 2024 Isn’t 1973. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/for-the-us-2024-isnt-1973/

Friedman, G. (2025, 15 enero). American Cycles and Uncertainty. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/american-cycles-and-uncertainty/

Sznajder, M. (2019). Historia Mínima de Israel. Ciudad de México: Colegio de México. (Obra original publicada 2017)

The Editors of Encyclopaedia Britannica [TEEB] (2025, 18 junio). Zionism. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/topic/Zionism

Pluralism Project. (2020). Zionism and Israel. The Pluralism Project | Harvard University. Recuperado 19 de junio de 2025, de https://pluralism.org/zionism-and-israel

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