En 2015 el régimen de Bashar al-Ásad se encontraba en apuros con los rebeldes fortaleciendo su posición en varias ciudades, como Alepo, la segunda ciudad más grande de Siria y entonces el principal bastión rebelde. Sin embargo, ese mismo año Rusia e Irán intervinieron militarmente para respaldar al gobierno de al-Ásad. Mientras Rusia dio apoyo con algunas fuerzas especiales, armamento y apoyo aéreo mediante intensos bombardeos, los iraníes apoyaron al enviar organizaciones paramilitares iraquíes, palestinas y libanesas para que estas lucharan codo a codo con las fuerzas militares de al-Ásad, oficialmente el Ejército Árabe Sirio (EAS). Esto cambió rápidamente la dinámica de la Guerra Civil y los rebeldes comenzaron a perder terreno frente a un adversario fortalecido por poderosos aliados.
Esta ayuda culminaría con la recuperación de Alepo en 2016, operación militar en la que fuerzas rusas, iraníes, proxys iraníes y fuerzas estatales sirias entraron juntas a la ciudad, el principal bastión rebelde durante la guerra. A partir de ese año, el régimen de Bashar al-Ásad comenzó a recuperar su base política-militar para poder empezar a ganar más terreno y definitivamente salir victorioso en la guerra o por lo menos así parecía.
A partir de su victoria proclamada en 2018 y confirmada por varios otros gobiernos e instituciones internacionales, se dejaron de lado dos graves problemas estructurales del régimen de al-Ásad. El primero sería que en 2017 fuerzas turcas invadieron el norte de Siria, con el objetivo no solo de combatir a fuerzas paramilitares y terroristas kurdas en el noreste del país, sino también para formar una zona segura para las fuerzas rebeldes que sobrevivieron a las ofensivas del gobierno sirio. Esto dejó al gobierno sirio con el dilema de que las fuerzas rebeldes sobrevivieron. El segundo problema fue que al-Ásad nunca reconstruyó sus fuerzas armadas. Su victoria se debía a la intervención rusa e iraní, no a su ejército. No obstante, entre 2018 y 2024 esto no parecía representar ningún peligro o amenaza para el régimen de Bashar al-Ásad. El mandatario sirio pudo depender de la protección iraní y rusa.
Miembros de las fuerzas armadas marchando durante una ceremonia de bienvenida al presidente ruso, Vladimir Putin, quien estaba visitando la base aérea de Khmeimim en Siria (Departamento de Información y Comunicaciones Masivas del Ministerio de Defensa de la Federación de Rusia/Vadim Savitsky vía Wikimedia Commons)
Todo eso comenzó a cambiar cuando Rusia invadió Ucrania en 2022 y se atrincheró en una guerra de desgaste, lo que ha inhabilitado al país para responder o respaldar a aliados en otras regiones, como fue el caso de Armenia en la última ofensiva azerbaiyana en la Guerra de Nagorno-Karabaj en 2023, pero esto todavía no cambiaba el panorama lo suficiente para favorecer a los rebeldes. Ese cambio sustancial se dio cuando Israel comenzó a intensificar sus operaciones contra Hezbolá y cuando inició su invasión del sur de Líbano para destruir a la organización político-militar chiita libanesa. Durante las operaciones israelíes quedó claro que Irán no iba a responder o intervenir por su más preciado aliado en Oriente Próximo.
El fin de Hezbolá significó un golpe de mayor calibre, debido a que Hezbolá era la piedra angular de la influencia y capacidad operativa regional iraní. Su grave debilitamiento a manos de Israel abrió un vacío de poder en Siria, ya que las fuerzas de Hezbolá perdieron la mayor parte de su capacidad operativa con las operaciones de inteligencia y militares israelíes en el Líbano (Araujo, 2024). Así mismo, ahora Irán se encuentra en retirada hacia el este, primero del Líbano y ahora de Siria, el último bastión de las fuerzas proxys iraníes son Yemen e Irak, siendo el segundo el más importante para la estrategia regional y de seguridad nacional de Irán. El debilitamiento de Hezbolá en el Líbano significó que la última protección con la que contaba al-Ásad se había desvanecido.
De esta forma, al-Ásad ya no contó con el respaldo ruso — debido a que los rusos se encuentran atascados en Ucrania — y tampoco con el apoyo de Irán, país cuya influencia regional se ha desmoronado en un año a manos de los israelitas (tampoco hay que olvidar la posibilidad de que el Ejército Regular Iraní — institución que ha ganado fuerza en los últimos meses por los fracasos del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní [IRGC por sus siglas en inglés] — podría estar dispuesto a dejar morir las ambiciones regionalistas de la IRGC y las facciones dogmáticas del régimen Islámico de Irán.)
El gobierno de al-Ásad simplemente perdió los elementos que hacían su existencia una realidad política. Es así como, ante todo esto, cabe destacar el papel que ha jugado Turquía, ya que el país no solo creó un bastión de seguridad para los rebeldes.
Piezas de artillería del Ejército turco bombardeando posiciones de fuerzas paramilitares kurdas en territorio kurdo en el noreste de Siria en 2019 (Crédito: Ministerio de Defensa de la República de Turquía)
Turquía como potencia en ascenso
Con más de una década sumergida en una crisis económico-financiera estructural, un fallido golpe de Estado y algunos retrasos en Siria (y en otros países como Libia), Ankara (la capital turca) parecía haber perdido su apuesta por intentar volverse una potencia emergente. No obstante, estos problemas no son representativos de algún reto geopolítico que evite el ascenso de Turquía, en todo caso la retrasaron y plantaron al gobierno turco en la realidad, pero no han evitado el ascenso de la nación. La oportunidad presentada por Israel y el debilitamiento de Irán fueron simplemente incidentes demasiado buenos como para dejarlos pasar. Pese a los problemas económicos en casa, los cuales antes se pensaba que limitarían a Turquía, Ankara solo tuvo que esperar una mejor oportunidad para intervenir en la situación en Siria y poder determinar el desarrollo de la crisis siria.
Después de que terminara la primera etapa de la guerra civil, el régimen de Ásad buscó normalizar relaciones con los países árabes, buscando limitar su dependencia de Irán y Rusia. Durante este proceso, Ankara también buscó un acercamiento diplomático, aunque no porque los objetivos geopolíticos turcos hubiesen cambiado, sino porque las circunstancias forzaron a Turquía a adoptar una postura más diplomática, aunque se podría decir que Turquía nunca confió en que los esfuerzos diplomáticos y de reacercamiento tendrían algún logro significativo. En 2011, cuando comenzaba a empeorar la situación sociopolítica en Siria, el gobierno turco le ofreció apoyo económico y diplomático para apaciguar la situación en el país y poder realizar una transición política pacífica, pero al-Ásad los rechazó.
Cuatro años más tarde, los turcos se encontraron con un país vecino inestable, con una creciente fuerza político-militar kurda y con diversas potencias con considerables fuerzas militares al sur de su frontera, siendo dos de estas enemigos históricos de Turquía: Irán y Rusia. Por ende, cuando los rusos y los iraníes parecían estar ganando terreno fue cuando Turquía intervino militarmente para crear un “impasse” militar en la guerra, evitando que el régimen de al-Ásad se pudiera consolidar completamente y que sus competidores geopolíticos no pudieran asegurar su presencia en el país.
Por años, la realidad geopolítica no favorecía a Turquía. Rusia seguía con una fuerte presencia en Siria y los iraníes contaban con una sólida red de proxys en la región que mantenían el status quo, que a su vez mantenía a Turquía en jaque. Sin embargo, todo cambió cuando Rusia se atascó en Ucrania y cuando Israel le apostó a aprovechar el impacto psicológico del ataque terrorista del 7 de octubre de Hamás y las crecientes tensiones regionales para intentar destruir a sus oponentes: Hamás y Hezbolá.
Con los rusos distraídos en Ucrania, el fin de Hezbolá en el Líbano más que asegurado y con la retirada regional iraní, Turquía comenzó a planear su jugada. De hecho, Bokhari (2024a) escribe que la “velocidad con la que los proxys turcos se desplegaron sugiere que Ankara se había preparado para la oportunidad con mucha antelación”. (Israel, a diferencia de Turquía, no cuenta con la capacidad militar, económica o demográfica para poder aprovechar el debilitamiento de sus adversarios, por lo que simplemente le abrió las puertas a Turquía para poder dominar el escenario regional.) Tan pronto como pudieron, la red de fuerzas rebeldes de Turquía lanzó su ofensiva desde Idlib, más específicamente desde la zona segura que las fuerzas turcas habían creado. El resultado ha sido devastador.
Convoy de rebeldes sirios entran a la ciudad de Homs, Siria el 6 de diciembre en 2024 durante la ofensiva nacional rebelde (Crédito: CFP/CGTN)
¿Una nueva fase de la guerra civil?
El Ejército Árabe Sirio se colapsó, no pudo resistir a las fuerzas rebeldes que contaban con el respaldo turco y estadounidense. Sin embargo, esta nueva fase de la Guerra Civil Siria, después de una “entente” desde el 2018 con el cese de hostilidades, parece ser muy diferente. Las fuerzas rebeldes ya no realizan ejecuciones en masa de las fuerzas estatales, sino, por el contrario, prometen un trato digno y amnistía a las fuerzas de seguridad que se rindan (Cookman(024). Al mismo tiempo, las fuerzas rebeldes, de manera individual, muestran mayor disciplina, moral y mejor organización que las fuerzas de al-Ásad, las cuales se han deteriorado por una corrupción sistémica, baja moral y continuas deserciones (Burke, 2024).
La velocidad con la que cayó el régimen de al-Ásad demuestra la vulnerabilidad en la que se encontraba en 2015 y resalta la importancia de la intervención rusa e iraní en el conflicto, pero al mismo tiempo es indicativo de cómo es que Irán y Rusia han sufrido grandes reveses geopolíticos. El régimen de Bashar al-Ásad duró poco más de una semana sin la ayuda de sus aliados. No obstante, la caída del régimen deja una pregunta abierta, mucho más preocupante que la estancia de al-Ásad en el poder. ¿Qué depara el futuro para Siria?
Según Preston Stewart (2024), exmilitar experto en temas de seguridad internacional, Abu Mohamad al-Golani, el líder de la principal facción rebelde Hayat Tahrir al-Sham, ha prometido desmantelar a la rama paramilitar de su organización e integrarla a una nueva fuerza nacional conjunta con tal de poder crear un gobierno de coalición entre las fuerzas rebeldes. El problema será si al final realmente estará dispuesto a cumplir con esas promesas. Por sí sola, la idea de que una organización con un pasado cuestionable — con reportes de haber desaparecido a reporteros — pueda cambiar no es irreal. Las organizaciones pueden adaptarse a las circunstancias políticas y militares en las que se encuentran, como fue el caso del Talibán, organización que pasó de liderar los esfuerzos por crear un Imperio islámico con al-Qaeda a abandonar esas aspiraciones y enfrentarse con las organizaciones que buscan ese objetivo geopolítico.
Ahora mismo, Siria se encuentra en una situación precaria, las organizaciones rebeldes habían perdido anteriormente por su falta de cohesión, cooperación y coordinación. Sin embargo, durante la reciente ofensiva, que resultó ser una operación relámpago, las fuerzas rebeldes mostraron más coordinación y cooperación. No obstante, lo que ha sucedido en Siria podría asemejarse a lo que sucedió en México en 1914. Durante el mandato del general Victoriano Huerta, las facciones que no estaban dispuestas a aceptar su liderazgo formaron una coalición para derrocarlo. Durante ese periodo estas cooperaron y enfocaron sus esfuerzos contra Huerta, pero después de su autoexilio y el de su gabinete, la guerra civil mexicana (mejor conocida como la Revolución Mexicana) se convirtió en un “battle royal” de todos contra todos, marcando el inicio de la peor etapa en la guerra civil mexicana.
Turquía obtuvo una impresionante victoria, pero todavía tendrá que lidiar con los retos geopolíticos y militares de una Siria post al-Ásad. Rusia sigue en el país con una considerable fuerza militar (aérea y naval); Irán podría regresar de Irak, si busca revertir sus pérdidas; Estados Unidos sigue apoyando a los kurdos (aunque eso está en duda con Donald Trump) y los Estados árabes no estarán dispuestos a que Turquía simplemente reemplace a Irán como la fuerza político-militar dominante en el Levante (nombre de la región que incorpora a Siria, el Líbano e Israel) como señala Bhokari (2024b).
Turquía y sus proxys (las fuerzas rebeldes del norte) todavía tendrán otra fase de la guerra con la que lidiar. Ankara no cuenta con la capacidad económica para reconstruir a la nación por sí sola, pero si cuenta con el poder militar para hacer valer sus logros y consolidar su posición, caso contrario a los Estados del golfo que cuentan con vastos recursos financieros, pero nada de poder militar. Sin duda alguna, Ankara se enfrentará a un mayor reto en domar a una Siria post al-Ásad, pero estamos viendo cómo los turcos siguen consolidándose como una potencia emergente en un ambiente en el que sus adversarios continúan en retirada. La duda será sobre cómo Turquía lidiará con Rusia, Irán, los Estados árabes y las demás facciones rebeldes en Siria, lo que no es duda es que es el único actor con la capacidad o el interés, a diferencia de Moscú o Washington respectivamente, de dominar el Oriente Próximo posterior a la caída de las aspiraciones regionalistas de Irán y el retroceso ruso por la Guerra de Ucrania.
Así mismo, las facciones revolucionarias tendrán que realizar su transición de fuerzas rebeldes a un gobierno interino. Pese a algunas promesas que dan a entender que varias de las principales facciones cuentan con liderazgos pragmáticos dispuestos a crear un gobierno de coalición, la realidad es que habrán quienes se opongan. Será el labor negociador el cual tendrá que prevalecer. Posiblemente veamos una coalición entre las principales facciones pragmáticas como Hayat Tahrir al-Sham y el Ejército Nacional Sirio y la siguiente fase se estará marcada por un esfuerzo por consolidar un nuevo régimen político que reconozca la realidad geopolítica siria. Siria todavía tendrá años difíciles por delante, pero esta más cerca de volver a consolidar un nuevo régimen nacional y una nación nuevamente en paz.
Referencias
Araujo, A.-A. (2024, septiembre 26). Netanyahu, Israel, Hezbolá y la escalada en las tensiones regionales: Las acciones autodestructivas de un hombre. Código Nexus. https://codigonexus.com/netanyahu-israel-hezbola-y-la-escalada-en-las-tensiones-regionales/
Bokhari, K. (2024a, diciembre 2). In Syria, Turkey Makes Its Move. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/in-syria-turkey-makes-its-move/
Bokhari, K. (2024b, diciembre 5). The Stakes in Syria’s Renewed Rebellion. Geopolitical Futures. https://geopoliticalfutures.com/the-stakes-in-syrias-renewed-rebellion/
Burke, J. (2024, diciembre 6). Can Syrian rebels maintain momentum and take Damascus? The Guadrian. https://www.theguardian.com/world/2024/dec/06/can-syrian-rebels-maintain-momentum-and-take-damascus
Cookman, L. (2024, diciembre 7). Why Syria’s army collapsed so suddenly. Yahoo News. https://www.yahoo.com/news/why-syria-army-collapsed-suddenly-201808438.html
Preston Stewart (2024, diciembre 5). SHOCKING Progress in Syria – The Opposition Isn’t Stopping [Video]. YouTube. Recuperado el 5 de diciembre de 2024, de https://www.youtube.com/watch?v=xw_1xNWm8gM