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Italia y su Entrada a la Ruta de la Seda desde la Teoría de la Decisión Racional y la Paradoja de la Racionalidad 

Recurrentes problemas y viejos temores

Desde tiempos inmemoriales, Italia ha sido un puente entre culturas, un crisol de intercambio comercial y una encrucijada de civilizaciones.

Por: Ana Karen Muñoz Mercado

Por: Ana Karen Muñoz Mercado

Tabla de contenidos

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Desde tiempos inmemoriales, Italia ha sido un puente entre culturas, un crisol de intercambio comercial y una encrucijada de civilizaciones. En la era moderna, esta nación históricamente rica y estratégicamente ubicada, ha sido testigo de un hito significativo: su entrada y posible salida de la Nueva Ruta de la Seda. 

En 2019, Italia se convirtió en el primer país del G7 en unirse formalmente a la ambiciosa iniciativa liderada por China, desencadenando una serie de debates, desafíos y oportunidades. Este paso, aunque prometedor para la economía italiana, ha generado ondas expansivas que han reverberado profundamente en el tejido de la región y han generado interrogantes sustanciales sobre los impulsos que motivaron esta resolución estratégica. En el corazón de esta decisión reside la intersección de múltiples factores, que abarcan desde consideraciones económicas hasta cálculos políticos y estratégicos, todos los cuales están intrínsecamente entrelazados en la teoría de la decisión racional en el ámbito de las relaciones internacionales.

La teoría de la decisión racional, como marco conceptual, postula que los actores, ya sean individuos o estados, persiguen sus intereses maximizando los beneficios y minimizando los riesgos ante un conjunto dado de alternativas. Desde esta perspectiva, se busca entender el curso de la acción a partir de un análisis de los incentivos económicos, políticos y estratégicos que impulsaron la decisión de Italia de sumarse a la Nueva Ruta de la Seda, examinando cómo estos factores se integran dentro de los principios fundamentales de esta teoría.

En primer lugar, los incentivos económicos ofrecen un panorama crucial para comprender la participación de Italia en esta iniciativa. La coyuntura económica del país, sus perspectivas de crecimiento y la búsqueda de nuevas oportunidades comerciales juegan un papel central en su integración en una red de comercio y conectividad global impulsada por la ruta propuesta por China.

Sin embargo, más allá de los incentivos económicos, los cálculos políticos también desempeñan un papel determinante. Italia, como miembro de la Unión Europea, enfrenta la necesidad de equilibrar sus intereses nacionales con las políticas y directrices del bloque europeo, lo que agrega una capa adicional de complejidad a su participación en la iniciativa de la Ruta de la Seda.

Además, los factores estratégicos, como la posición geopolítica de Italia en el Mediterráneo y su relación con otras potencias mundiales, incluyendo a Estados Unidos y otras naciones europeas, también tienen un peso significativo en esta decisión. La influencia estratégica, la seguridad y las alianzas regionales se entrelazan con la decisión de integrarse en esta iniciativa liderada por China.

En el presente artículo, se busca responder la pregunta: ¿Cómo puede la teoría de la decisión racional y la paradoja de la racionalidad explicar la participación de Italia en la Nueva Ruta de la Seda, considerando los beneficios económicos, políticos y estratégicos y si estos factores se alinean con los principios de la teoría?

Aunado a lo anterior, se explorará cómo estos incentivos económicos, políticos y estratégicos impactaron la toma de decisiones de Italia y cómo estos elementos se entrelazan con los fundamentos de la teoría de la decisión racional en el complejo escenario de las relaciones internacionales. Analizar el grado de alineación de estos incentivos con los principios de la teoría racional nos permitirá entender más profundamente los motivos detrás de la participación de Italia en la Nueva Ruta de la Seda y su impacto en el panorama geopolítico mundial. 

El Registán en Samarcanda en la antigua ruta de la seda de Asia Central en Uzbekistán (oversnap de Getty Images Signature vía Canva)

La Ruta de la Seda en la antigüedad

Para comenzar, resulta esencial comprender que es la ruta de la seda y porque fue tan importante en la historia. Es así que, según Joshua J. Mark, “La Ruta de la Seda era una red de rutas comerciales de la antigüedad, establecida oficialmente durante la dinastía Han de China en 130 A.C., que comunicaba las diferentes regiones de la antigüedad mediante el comercio entre 130 A.C. y 1453 D.C.” (Mark, 2018). 

Los historiadores suelen referirse a la red de intercambios comerciales históricos como las «Rutas de la Seda», ya que este término refleja con mayor precisión la complejidad y diversidad de estas vías de interconexión, en contraposición a la noción errónea de una única ruta lineal de este a oeste. A pesar de esta variedad, el término más usado sigue siendo «Ruta de la Seda» en singular. (Mark, 2018). 

El término «Ruta de la Seda» o «Seidenstrasse«, junto con su contraparte en plural, “Rutas de la Seda” o ‘Seidenstrassen” fueron acuñados por el geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofe, en 1877. Estos nombres se usaron para describir la red de caminos por los que se transportaban diversos productos en ambas direcciones a lo largo de la ruta, lo que destacó Marco Polo y después Richthofen. (Mark, 2018).

Su denominación se vincula directamente con su mercancía insignia, la seda, cuya elaboración constituía un secreto celosamente guardado conocido únicamente por los chinos. Sin embargo, este exclusivo conocimiento fue compartido con los romanos antes del inicio de la era común, gracias a los contactos con los partos, lo que llevó a los romanos a convertirse en entusiastas consumidores de esta exquisita tela. Los partos, en ese entonces, se convirtieron en intermediarios clave en el comercio de la seda. Estos caminos tanto terrestres como marítimos se extendían desde China a través de Asia Central hasta el Mediterráneo, pasando por regiones como Persia, India y Arabia. (Rutas 10, s.f.). 

A partir del año 130 A.C., la dinastía Han (202 A.C. – 220 D.C.) inauguró oficialmente el intercambio a lo largo de esta red de caminos, marcando el inicio de su uso regular. Este floreciente flujo comercial perduró hasta el año 1453, cuando el Imperio Otomano boicoteó las relaciones comerciales con Occidente, clausurando así las rutas de la Ruta de la Seda. Para ese momento, los europeos ya habían incorporado en su vida cotidiana los productos provenientes de Oriente. Con el cierre de estas vías comerciales, los mercaderes se vieron obligados a buscar nuevas rutas que satisficieran la constante demanda de estos artículos. (Rutas 10, s.f.).

Además del transporte de seda, la ruta fue crucial en el intercambio de productos, desde metales preciosos, como el oro y la plata, hasta piedras preciosas, marfil, cristal, perfumes, tintes y textiles variados. Más allá de su función comercial, la Ruta de la Seda ejerció un impacto significativo en la difusión cultural, facilitando la propagación de arte, religión, filosofía, tecnología, idiomas y arquitectura entre distintas civilizaciones.

Xi Jinping da un discurso en el 2do Foro de la Iniciativa de Ruta de Seda en Pekín, China en 2019 (Oficina Presidencial de Prensa e Información de Azerbaiyán vía Wikimedia Commons)

La Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative)

Con lo establecido, podemos explicar que significa esta ruta en la actualidad. “La One Belt, One Road Initiative, conocida en castellano como Nueva Ruta de la Seda, es un proyecto internacional de infraestructuras que China lanzó en 2013 para conectarse e influir a nivel internacional” (Sebastiá, 2020).

Esta iniciativa china es un proyecto ambicioso que busca fortalecer los lazos de China con Asia y otras regiones del mundo, mientras expande su influencia económica y política a escala global. La iniciativa, lanzada en 2013, también reconocida como Iniciativa One Belt, One Road o Iniciativa Belt and Road, tiene como objetivo principal la creación de dos rutas integradas: una centrada en el desarrollo de infraestructuras terrestres y la otra en el ámbito marítimo. (Sebastiá, 2020).

Para establecer la ruta marítima, el gobierno chino ha realizado inversiones monumentales en naciones del Sudeste Asiático, a lo largo del océano Índico, en el este de África y en puntos estratégicos de Europa. Por otra parte, las vías terrestres conectan a China con puertos ubicados en estas regiones, así como con naciones de Asia Central, formando una red de proyectos económicos con Europa. Entre estas rutas destaca el ferrocarril que une la ciudad china de Yiwu con Madrid, trazando una travesía de más de 13.000 kilómetros, catalogada como la ruta ferroviaria más extensa del mundo (Sebastiá, 2020).

Dentro del marco de la Nueva Ruta de la Seda, China ha financiado la edificación de importantes infraestructuras, incluyendo gasoductos y oleoductos en países como Rusia y Kazajistán. No obstante, el proyecto – aún en fase de expansión – no se detiene ahí, ya que aspira a extender sus conexiones hacia otras regiones del globo, apuntando hacia un posible desarrollo en América Latina, donde la presencia y la influencia de China están en constante crecimiento.

Sin duda, esta nueva iniciativa trasciende su mera connotación comercial, abarcando esferas significativas de la política exterior. Un caso emblemático es la instalación por parte de China de una base militar en Yibuti, en el cuerno de África, una ubicación geoestratégica para supervisar el vital estrecho de Bab al Mandeb, por el que cruzan una variedad de rutas comerciales marítimas internacionales.

De igual forma, la dimensión financiera de esta iniciativa desempeña un papel crucial, ya que las considerables inversiones de Pekín han generado una deuda sustancial en varios países participantes con China. Al mismo tiempo, naciones latinoamericanas han vislumbrado en la Nueva Ruta de la Seda una oportunidad para distanciarse de la influencia estadounidense y revitalizar sus economías (Sebastiá, 2020).

Hecho que China ha aprovechado y, con ayuda de sus relaciones con países como Argentina o Brasil, buscó fortalecer los lazos comerciales y desafiar el liderazgo de Estados Unidos en el ámbito del poder global. Estos movimientos reflejan la compleja intersección entre lo político, lo económico y lo estratégico dentro del extenso alcance de la Nueva Ruta de la Seda (Sebastiá, 2020).

Sin embargo, es de suma importancia resaltar que, como había sido mencionado previamente, se trata de un proyecto de alto costo, llegándose a erigir como el desafío económico más significativo para el Gobierno de Pekín: una transformación que, de cristalizarse, reconfiguraría radicalmente las infraestructuras de transporte de pasajeros, bienes y recursos energéticos, así como la tecnología avanzada en el continente asiático. Bajo la denominación de OBOR (One Belt, One Road – Un Cinturón, Una Ruta), este plan ambiciona ser la pieza maestra que impulse el ascenso de China como potencia líder en la región (Universidad de Navarra, s.f.).

Comité electoral de la Liga frente a la Basílica de Montecatini Terme para las elecciones municipales y europeas de mayo de 2019, con la participación de Matteo Salvini, Susanna Ceccardi (candidata en la circunscripción de Italia Central) y el candidato a alcalde local Luca Baroncini (Alexmar983 vía Wikimedia Commons)

Contexto Italiano previo a la entrada a la Nueva Ruta de la Seda

En 2019, Italia experimentó un contexto político, social y económico complejo. En el aspecto político, atravesó diversos procesos fundamentales para la sociedad italiana, como la victoria en las elecciones regionales de Umbría de la coalición de centroderecha, compuesta por la Liga de Matteo Salvini, los Hermanos de Italia y Forza Italia y una serie de protestas de los ultraconservadores en relación con el Congreso Mundial de las Familias, que se llevó a cabo en Italia, entre otros sucesos.

De igual forma, es importante resaltar que, en 2018, el gobierno populista de Italia, compuesto por el Movimiento de Cinco Estrellas y la Liga, llegó al poder con planes de alto gasto y una necesidad apremiante de inversión y financiación. En términos económicos, Italia se encontraba en una posición económica desafiante. La economía italiana había experimentado un crecimiento lento y con altos niveles de deuda pública y desempleo, lo que generaba preocupaciones sobre su estabilidad financiera y limitaba su capacidad para realizar inversiones significativas en infraestructura y otros sectores.

Como ya se mencionó, el país atravesaba inestabilidad política con conflictos en el gobierno. Movimientos políticos como el ascenso de la Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas habían generado tensiones en la coalición gobernante. El país también es uno de los puntos principales de entrada para migrantes y refugiados que cruzan el Mediterráneo desde África y Oriente Próximo. Esto generaba tensiones sociales, políticas y desafíos logísticos para el país. En este contexto, Italia enfrentaba presiones económicas y políticas internas para impulsar su crecimiento y buscar nuevas oportunidades comerciales. La Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI por sus siglas en inglés) de China, era una oportunidad atractiva para Italia para posibles inversiones y colaboración en infraestructura. Es por eso que, en “plena recesión técnica y con una necesidad apremiante de inversión y financiación, [… Italia percibió] el acuerdo como un respiro y China, [… por su parte, vio] en los puertos italianos un lugar ideal desde el cual difundir sus productos e inversiones, es consciente del valor simbólico y político del acercamiento para afianzar su papel a nivel global” (Pacho, 2019).

El entonces primer ministro italiano, Giuseppe Conte, le da la bienvenida al presidente chino, Xi Jinping, antes de firmar el memorándum de entendimiento sobre el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda en 2019 (Fuente: Xinhuanet)

Ingreso a la Nueva Ruta de la Seda desde la teoría de la decisión racional

“En una reunión celebrada en Roma, con el presidente chino Xi Jinping, el [entonces] primer ministro italiano Giuseppe Conte firmó un memorándum de entendimiento sobre el proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda” (Sebastiá, 2020). Esta decisión de formalmente unirse en 2019 a la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI) liderada por China, fue el resultado de una serie de negociaciones y acuerdos entre ambos países. Primero, comenzó como un acercamiento gradual, en el cual Italia había estado explorando activamente la posibilidad de colaborar con China en el desarrollo de infraestructura y comercio. Se establecieron vínculos y conversaciones informales sobre posibles oportunidades de inversión china en proyectos italianos, para posteriormente, llevar a cabo la firma del memorándum de entendimiento (MoU por sus siglas en inglés) en marzo de 2019.

Sin embargo, antes de continuar, es pertinente entender qué es la teoría de la decisión racional. Esta surge “durante la primera mitad del siglo pasado en la academia estadounidense como una crítica al modelo de la economía de bienestar que se intentaba construir en Europa por académicos de orientación socialdemócrata y socialista” (Vidal, 2008). A pesar de tener en un inicio un enfoque en el análisis de la política económica, también introdujo una revolución teórica y metodológica en todas las demás ciencias sociales (Vidal, 2008). “Esta teoría supone al individuo como un ente racional. Cada persona, según expone la teoría, tiene la suficiente capacidad para elegir la mejor alternativa si está frente a un conglomerado de ellas” según Fortún (2019). Incluso “asume que la acción de todo individuo está radicalmente influenciada por su propio interés” (Fortún, 2019).

Es así que, para analizar cualquier situación, tema, contexto etcétera, a través de esta teoría, deben tomarse en cuenta algunos principios clave. En primer lugar, destaca el predominio del interés personal en el individuo. Además, postula que cada persona es totalmente racional en sus decisiones. Este enfoque sostiene que, gracias a esa racionalidad, las personas tienen la capacidad de alcanzar la mejor elección disponible en una situación dada (Fortún, 2019).

De acuerdo con esto, podemos deducir que la decisión de Italia de unirse a la BRI, se basó en una evaluación racional de sus beneficios económicos y políticos potenciales. Desde esta perspectiva, el país habría considerado varios factores. Previo a su adhesión al BRI, Italia enfrentaba desafíos económicos internos, incluyendo una baja tasa de crecimiento y una deuda considerable. La participación en la Ruta de la Seda habría sido vista como una oportunidad para expandir sus exportaciones, acceder a nuevos mercados y mejorar su posición económica global. Desde esta perspectiva, la maximización de los beneficios económicos pudo haber sido un factor determinante en la decisión. Esencialmente, este desarrollo se vería reflejado en sus puertos, en los cuales Italia podría expandir la capacidad, el movimiento de mercancías y la cantidad de empleos. “China, que ve en los puertos italianos un lugar ideal desde el que difundir sus productos e inversiones, es consciente del valor simbólico y político del acercamiento [con Italia] para afianzar su papel a nivel global” (Pacho, 2019).

Políticamente, la entrada en la Ruta de la Seda también se podría considerar estratégica para Italia. La búsqueda de influencia en un entorno geopolítico cambiante y la consolidación de lazos con una potencia emergente como China podrían haber sido objetivos políticos relevantes. En el año 2019, China alcanzó un momento crucial en su trayectoria como potencia ascendente. En ese periodo, el país trascendió su mera condición de potencia emergente para convertirse en un contendiente directo por el liderazgo global, desencadenando dinámicas de cooperación y enfrentamiento económico y diplomático con los Estados Unidos (Wimer & Hellmund, 2019).

Mientras que, en el ámbito económico, China mantenía su posición como una de las principales economías a nivel mundial, con perspectivas de continuar su crecimiento, por otro lado, su clasificación ya no se limitaba estrictamente a la de un mercado emergente (IG España, 2019). Además, alinearse con un proyecto internacional como la Ruta de la Seda podría haber sido percibido por el gobierno italiano como una decisión para fortalecer las relaciones bilaterales con China y ampliar su presencia en el escenario global.

Desde un punto de vista estratégico, Italia pudo haber evaluado los riesgos y beneficios a largo plazo de esta asociación. Considerando su posición en la Unión Europea y las posibles implicaciones para las relaciones transatlánticas, la decisión podría haber sido tomada teniendo en cuenta la maximización de la posición estratégica y el equilibrio de poder en un contexto internacional dinámico. Para respaldar esto, Italia ha firmado otros acuerdos que buscan el equilibrio de la balanza entre China e Italia. “Junto al memorándum Italia y China han refrendado 19 acuerdos institucionales y otros 10 comerciales, que abren la puerta a colaboraciones en ámbitos como la tecnología, la agricultura, la cultura, la energía o el turismo”, escribe Pacho (2019). El propósito de estos acuerdos es incrementar progresivamente las exportaciones provenientes de Italia y “comenzar a reequilibrar una desproporción en la balanza comercial, que hasta el momento beneficia a China” señala Di Maio (2019). “Hay demasiado Made in China en Italia y poco Made in Italy en China. El acuerdo quiere invertir esta tendencia” (Di Maio, 2019).

Sin embargo, es importante considerar que la teoría de la decisión racional no siempre explica todas las dimensiones de la toma de decisiones en relaciones internacionales. Otros factores, como influencias culturales, percepciones públicas, presiones internas y dinámicas geopolíticas más complejas, también pueden haber desempeñado un papel importante en la decisión de Italia de unirse a la Ruta de la Seda.

En resumen, Italia entró en esta ambiciosa iniciativa, como una evaluación estratégica donde el país buscó maximizar beneficios económicos potenciales, acceso a mercados y fortalecimiento de relaciones diplomáticas, decisión basada en un análisis racional de sus intereses a largo plazo.

Foto del entonces primer ministro italiano Giuseppe Conte en 2019 (Fuente: Presidencia de la República de Italia)

La paradoja de la racionalidad

Para comprender el siguiente apartado, es fundamental explicar que es la paradoja de la racionalidad: Es la idea de que, si bien nos esforzamos por tomar decisiones racionales basadas en la lógica y la razón, nuestras emociones a menudo desempeñan un papel importante en la configuración de nuestras elecciones (FasterCapital, 2023).

Es así que, la decisión de Italia de unirse a la Ruta de la Seda, podría también analizarse desde la perspectiva de la paradoja de la racionalidad, que plantea que, en ocasiones, la racionalidad puede llevar a decisiones que no maximizan los beneficios esperados. En este caso, la paradoja podría ser que, aunque la decisión de unirse a la Ruta de la Seda podría haber sido racional en términos de posibles beneficios económicos y de relaciones diplomáticas a corto plazo, existían riesgos y preocupaciones a largo plazo que podrían no haber sido totalmente evaluados. 

Por ejemplo, la dependencia excesiva de inversiones chinas o una alineación demasiado estrecha con los intereses de China, podrían haber creado vulnerabilidades económicas o políticas para Italia a largo plazo. La preocupación por aspectos como la seguridad cibernética o las implicaciones geopolíticas de alinearse con China podrían haber sido factores que, a pesar de su racionalidad inmediata, pudieran haber generado desafíos futuros difíciles de prever o gestionar. En especial si tomamos en consideración la membresía de Italia en la Organización Atlántica del Norte (OTAN) y las implicaciones de seguridad y de materia política que dicha pertenencia conlleva. 

De esta forma, la entrada de Italia a la Ruta de la Seda, desde la perspectiva de la paradoja de la racionalidad, podría haber sido una decisión racional a corto plazo hecha por el entonces primer ministro Giuseppe Conte, en un contexto de desesperación por mejorar la situación del país, sin considerar las posibles implicaciones imprevistas o riesgos a largo plazo que podrían no haber sido considerados en el análisis inicial. 

Esto también podría explicar porque, en 2023, la nueva primera ministra, Giorgia Meloni, “durante la campaña para las últimas elecciones italianas en el verano de 2022, tildó de error la adhesión del país a esta Nueva Ruta de la Seda” escribieron García y Amighini (2023). “El 21 de abril de 2023, Meloni, ya en su calidad de nueva primera ministra italiana, confirmó que Italia abandonaría la Iniciativa BRI, pero el proceso se ha prolongado durante muchos meses hasta la reciente Cumbre del G20”. (García & Amighini, 2023).

La interconexión económica entre ambos países no ha experimentado avances significativos, tanto en términos de comercio como en inversiones. Las exportaciones italianas hacia China apenas han registrado un leve incremento, pasando de €14,500 millones a €18,500 millones de euros para finales de 2022. En contraste, las importaciones italianas desde China han aumentado de €33,500 millones a €50,900 millones de euros durante el mismo periodo. En resumen, actualmente Italia presenta un déficit comercial bilateral más pronunciado con China (García & Amighini, 2023). “Uno de los objetivos del memorándum era reequilibrar la relación comercial desigual, pero después de cuatro años no ha cambiado nada. En cuanto a las inversiones, la inversión extranjera directa (IED) de China en Italia ha caído de $650 millones de dólares de 2019 a $20 millones en 2020 señalan García y Amighini (2023).

En resumen, la entrada de Italia a la Ruta de la Seda desde la perspectiva de la racionalidad podría resumirse como una decisión que, aunque racional en beneficios inmediatos económicos y de relaciones, podría contener riesgos y desafíos a largo plazo que quizás no se evaluaron al momento de la toma de decisión. 

Conclusión

La participación de Italia en la Nueva Ruta de la Seda representa un caso complejo que se puede comprender mediante la intersección entre la teoría de la decisión racional y la paradoja de la racionalidad. Considerando el legado histórico de la Ruta de la Seda, el contexto económico, político y estratégico italiano en 2019, así como los incentivos que llevaron a la decisión de unirse a esta iniciativa, se evidencia una interacción entre la lógica racional de maximización de beneficios y la falta de evaluación de los posibles riesgos a largo plazo.

La histórica Ruta de la Seda en la antigüedad impulsó intercambios comerciales y culturales entre Oriente y Occidente, estableciendo vínculos cruciales para el desarrollo económico y político de las civilizaciones. Mientras que, la actual Ruta de la Seda de China busca revitalizar antiguas rutas comerciales, promoviendo la conectividad y la cooperación internacional a través de inversiones en infraestructura y comercio, pero con claros objetivos políticos mundiales.

Italia, enfrentando desafíos económicos y buscando oportunidades de crecimiento, consideró que la participación en la Ruta de la Seda era una clara vía para obtener inversiones, ampliar su influencia y fortalecer lazos comerciales con China. La teoría de la decisión racional explica la entrada de Italia a esta iniciativa como una acción estratégica que buscaba maximizar beneficios económicos y diplomáticos a corto plazo, alineándose con los principios de la teoría al tomar decisiones basadas en la evaluación de intereses nacionales.

Sin embargo, coincidentemente, esta decisión también expone la misma paradoja de la racionalidad, ya que, pese a una evaluación racional inicial, se ignoraron diversos riesgos y consecuencias de largo plazo, tales como posibles dependencias excesivas o vulnerabilidades económicas, políticas y de seguridad.

Por último, la participación de Italia en la BRI representa un caso complejo, donde se entrelazan aspectos de la teoría de la decisión racional y la paradoja de la racionalidad, reflejando la tensión entre beneficios inmediatos y posibles desafíos a largo plazo en la toma de decisiones a nivel nacional en medio de un entorno global cambiante.

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