En junio, las elecciones parlamentarias europeas dieron paso al ascenso de la derecha en la Unión Europea (UE), una organización que se jacta de haberse construido en base a valores liberales y democráticos, tras una desastrosa guerra mundial iniciada por fuerzas nacionalistas y fascistas. Este repentino y sorpresivo empoderamiento de la derecha en el continente ha espantado a muchos y ha creado incertidumbre sobre lo que esto significa para el futuro de la Unión y el estado de derecho en Europa.
En Francia, la segunda economía de Europa, la respuesta fue igual de sorprendente e inesperada, en especial por lo que se puso en juego: el futuro político de Emmanuel Macron, de su gobierno, de su partido (el Renaissance Parti) y de Francia. Este fortalecimiento de la derecha ha sido una sorpresa para muchos y se han generado argumentos que alegan que se debe al racismo europeo a partir de las crisis de refugiados que inició en 2015. Pero el problema es mucho más complejo y multidimensional que eso, esto no solo se trata de elementos nacionalistas europeos, sino también de contextos geopolíticos y económicos, tanto nacionales como regionales.
Ciertamente, el empoderamiento de la derecha conllevará a retos significativos para la unión a corto y a largo plazo. Pero estos retos se plantean de dos formas: El primero, es si la Unión Europea como la conocemos hoy en día sobrevivirá hasta terminar la década, en especial sus actuales cláusulas políticas liberales, democráticas y del Estado de derecho. El segundo, es sobre si la Unión Europea está preparada para lidiar con los cambios geopolíticos que todavía faltan por desenvolverse en el continente y el mundo como tal. De igual manera, Francia se encuentra en los inicios de lo que podría ser un parte aguas en su política nacional y también necesita un análisis propio para su comprensión.
Francia: ¿Entre la espada y la pared?
Hasta el momento, Emmanuel Macron ha sido el que ha sido señalado como el culpable de los dilemas sociales, políticos y económicos en el país. Aunque pueda que haya un gramo de realidad en los señalamientos en contra del presidente francés, también es importante reconocer la simple realidad, sin importar lo incómoda que pueda ser para muchos. Los problemas en Francia se centran en tres áreas: economía, social y política. La primera se refleja principalmente en el incremento de la deuda pública y la paulatina decadencia de la economía nacional francesa. El social, se refleja en los problemas socioculturales y socioeconómicos de la migración. El político, se materializa en base a la decadencia de Francia como una potencia.
¿UNA ECONOMÍA EN LA CUERDA FLOJA?
En el ámbito económico, Francia se encuentra con una deuda pública impresionante y es menos confiable financieramente para los inversionistas y empresarios que Alemania, lo que le resta atractividad, algo importante si se toma en consideración que, para impulsar la economía, Macron planeaba convertir a Francia en el principal centro financiero europeo tras la salida del Reino Unido con Brexit en 2016. Aunado a esto, también existe una crisis socioeconómica que se manifiesta con un incremento en el costo de vida en el país y una creciente desigualdad económica regional (Araujo, 2023).
Aunque en términos generales, Francia parece una economía saludable, su crecimiento no es suficiente para sostener los programas sociales de los que goza la población francesa en la actualidad. Sumado a esto, Francia se enfrenta a una tasa demográfica en decrecimiento, lo que significa que no habrá suficientes jóvenes para sostener los gastos gubernamentales actuales, principalmente en subsidios y pensiones. La única solución a esta problemática sería un incremento en la vida laboral, automatización o migración. El problema con la primera opción es que los franceses rechazan dichas medidas y lo hicieron cuando Macron intentó reformar el sistema de pensiones nacional. La segunda opción no serviría de mucho debido a la pequeña industria nacional existente en el país, durante la segunda mitad del siglo XX, Francia experimentó una desindustrialización de la que no se ha recuperado. La tercera opción no es viable debido a que generaría choques culturales, Argelia y Marruecos o África Occidental podrían proveer migrantes jóvenes para la economía, pero sería difícil integrarlos económicamente sin una industria nacional lo suficientemente basta para integrarlos. Precisamente, la poca viabilidad de estas opciones es muestra de la complejidad de la problemática francesa.
Un niño refugiado enciende una fogata en el campo Grande-Synthe cerca de Dunkerque, Francia (Crédito: Federico Scoppa/ACNUR)
EL TRASFONDO DE UN DILEMA SOCIAL
El dilema social se genera a partir de la crisis migratoria, específicamente la de refugiados que tuvo su clímax en 2015. En ocasiones, esto se ha señalado como el resultado del racismo en Europa, el cual existe, pero esto va mucho más allá de un simple racismo contra migrantes.
La Europa de hoy en día es el producto de una inmensa cantidad de olas de migrantes nórdicos y germánicos que conquistaron los territorios de la Roma Occidental durante la decadencia de Roma. La mayoría obtuvo el control político, pero en vez de imponer sus propias costumbres y sistemas políticos, adoptaron la cultura y el sistema político romano para facilitar su dominio de los pueblos que habían conquistado. Galia (el nombre romano de Francia), por ejemplo, fue conquistada por los francos. Pero estos asentamientos sociales se dieron a partir de conquistas político-militares, no a partir de migraciones sociales que buscaban integrarse culturalmente a comunidades más fuertes militar, económica o políticamente.
Sin embargo, pese a estos procesos migratorios y los cambios culturales, sociales y religiosos que se experimentaron, también existió un enorme tribalismo en Europa, ya sea entre los que más tarde serían los diferentes reinos y líderes feudales europeos o entre diferentes religiones o identidades étnicas. Es decir, Europa, la de hoy en día, nació por guerras y conflictos arraigados entre las diferentes comunidades en la península europea (término geopolítico para referirse al continente europeo).
Unos siglos después del caos de la caída de Roma, hubo varias incursiones e invasiones musulmanas importantes en toda la Europa mediterránea, principalmente en las islas o en la península Ibérica. Por un tiempo, un Ejército musulmán, del Califato omeya (o Imperio omeya), intentó expandir el dominio islámico en el noroeste. Este ejército llegaría hasta Tours cerca del río Loire, pero los francos, que en ese momento eran la principal potencia en el noroeste de Europa, los detuvieron tras derrotarlos en la batalla de Poitiers (o batalla de Tours) y los terminaron expulsando de nuevo a la península Ibérica. Este sería uno de los conflictos de gran escala entre los musulmanes y los cristianos en Europa, y el único en el noroeste de Europa.
Con el pasar de los siglos la situación nunca cambió mucho, aunque los tratados de paz de Westfalia de 1648 lograron un mayor grado de convivencia en la península europea, los conflictos continuaron. Siglos más tarde, la situación tampoco había cambiado. Europa fue el epicentro de grandes guerras entre los diversos Estados-nación europeos, como las Guerras Napoleónicas y las Guerra de Reunificación Alemanas en el siglo XIX. Luego, Europa sería el epicentro de dos guerras mundiales en el siglo XX, junto múltiples guerras de menor escala, aunque aún importantes, en todo el siglo, desde las Guerras de los Balcanes hasta las Guerras Yugoslavas, todas con un fuerte componente nacionalista y el resultado de diversos contextos geopolíticos.
En cierta forma, Europa se ha destrozado de manera impresionante y desgarradora. Siempre ha existido un grado de tribalismo entre los mismos europeos. La Unión Europea – cuya creación no es sólo producto de la labor y los esfuerzos europeos, sino de la presión estadounidense para crear un bloque económico que pudiera detener la expansión del comunismo y fortalecer a Europa militarmente frente a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) – tuvo el objetivo geopolítico de formar una barrera económica contra Moscú y su poderío político-militar. Una Europa más integrada no sólo resolvería el dilema geopolítico-militar de la relación entre Alemania y Francia, sino también daría más herramientas para lidiar con el factor ruso (en ese entonces soviético).
Aunque la UE haya nacido en 1992 con el Tratado de Maastricht (o el Tratado de la Unión Europea), sus antecedentes fueron el resultado de dicha presión de Washington, y su sucesivo desarrollo – a lo que es ahora – fue el resultado de la necesidad de crear un bloque que mantuviera la estabilidad regional en medio de inmensos cambios geopolíticos.
Pero nunca ha existido una verdadera identidad europea. Los Estados europeos continuamente ignoran, violan, menosprecian o perjudican la política exterior europea, en especial Francia, que siempre arruina la posición económica italiana en África y ayuda a fomentar la rivalidad egipcia-etíope a pesar de los esfuerzos de la Unión Europea por pacificar el Cuerno de África al buscar fomentar la creación de una organización trasnacional en la región africana.
De esta manera, si comprendemos cómo incluso existe rivalidad o animosidad entre los mismos europeos, ¿por qué no la habría con los árabes? En parte, este tribalismo europeo también se refleja en sus constituciones, ya que uno no puede obtener la nacionalidad en prácticamente ninguna nación europea por nacer en su territorio, sino uno debe ser descendiente de la misma nacionalidad. Esto significa que Europa, y las naciones y Estados que la integran, son poco abiertos a la migración. No obstante, esto no significa que no exista la migración, solo que es difícil que se desarrolle si no es controlada.
Con esto en mente, es importante reconocer otro hecho fundamental de Francia. Por varios siglos, Francia se enfrentó repetidamente a crisis demográficas, en donde su pirámide poblacional se veía en malas condiciones para sostener una vasta población. Sin embargo, Francia siempre logró resolver esto por medio de la migración europea, principalmente de países vecinos. Esta migración fue, en cierta medida, selectiva y se facilitaba por el simple hecho de que estos inmigrantes provenían de países vecinos, en la mayoría de los casos el contexto religioso y lingüístico de estos inmigrantes facilitaba la coexistencia y su integración. Para la segunda mitad del siglo XIX, esto se volvió inexistente y mucho más para después de las guerras mundiales. Como consecuencia, Francia ya no podía atraer migrantes y comenzó atraer migrantes de sus excolonias. Por un tiempo estas comunidades inmigrantes vivían bien en los banlieues, ya que, gracias al Plan Marshall, una creciente tasa demográfica nacional y la reactivación económica europea, Francia contaba con una vasta industria nacional y una industria de carbón con la que podía mantener satisfechas a las comunidades inmigrantes, que también hablaban francés (Araujo, 2023). Este crecimiento económico dio paso a la posibilidad de que la inmigración fuera tolerada y no existieran importantes conflictos sociales.
Pero con la desindustrialización y el fin del sector del carbón nacional, las comunidades inmigrantes sufrieron gravemente en el sentido socioeconómico. Sumado a esto, las olas de refugiados no sólo provienen de países francófonos, sino de países principalmente de habla árabe y predominantemente musulmana. Esto, aunado a un contexto económico que no se presta para mantener a las comunidades inmigrantes en buenas condiciones socioeconómicas, sentaron las bases para un conflicto.
Inmuebles de viviendas de Clichy–sous-Bois, en la banlieue noreste de París, en el departamento de Sena-San Denis (Maryanna vía Wikimedia Commons)
En parte, el conflicto se debe al fuerte tribalismo europeo como al hecho de que no existe un contexto económico nacional que evite la generación de una confrontación. Los refugiados actuales no son europeos, no son francófonos y no son, en su mayoría, cristianos o laicos, lo que asegura choques culturales que pueden resultar en un conflicto sociocultural. Aunado a esto, el sistema político y la economía no ayudan a las relaciones entre las comunidades de los banlieues, los inmigrantes y los franceses.
Aunque puedan existir programas de inserción laboral y social, estos no han sido suficientes para la gran cantidad de refugiados. Por si solos, los banlieues se enfrentan a graves problemáticas sociales, económicas, de seguridad y políticas, lo que genera enfrentamientos entre el gobierno y las comunidades marginadas, sumar más migrantes sólo incrementa la presión económica y social.
Precisamente, las manifestaciones violentas – que se dieron por problemas de racismo estructural en las instituciones policiacas y las dificultades para que el gobierno pueda reformar las instituciones de seguridad pública – tuvieron un gran impacto en la psicología social francesa, la cual ya enfrenta algunas dificultades económicas.
Es crucial reconocer que estos dilemas sociales resultan de una inmensa ola de refugiados y a que los medios de comunicación (los cuales han tenido impresionantes impactos geopolíticos en el mundo) exageran los problemas que puede enfrentar una sociedad y radicalizan fácilmente a una población. En sí, Francia ha sido de los pocos países europeos en poder interactuar con inmigrantes o comunidades de sus colonias (o excolonias). Durante la Segunda Guerra Mundial, los soldados africanos de las Legiones Extranjeras francesas tuvieron una gran acogida en la Metrópoli francesa y, aunque existieron algunas confrontaciones entre estos y los locales, nunca escaló a nivel social. Inclusive, la acogida fue tan impactante que, al regresar, los soldados africanos exigían un trato igual en sus colonias de los franceses que vivían en estas. Pero Francia ahora se enfrenta a un reto que no ha enfrentado en el pasado y sin las herramientas necesarias para poder resolverlo.
En cierta forma, Macron se encuentra con las manos atadas, enfrentando una multitud de crisis con las que no puede lidiar. En especial, porque estos problemas también resultan de la decadencia de Francia como potencia.
LA DECADENCIA DE UNA POTENCIA TRADICIONAL
En 2011, Francia tomó la decisión de eliminar al dictador Muamar el-Gadafi, no por cuestiones republicanas ni democráticas, sino geopolíticas. Con su abundante sector petrolero, Libia se estaba posicionando como una importante potencia financiera en África, incluso, el gobierno libio de el-Gadafi había intervenido en numerosos conflictos africanos de gran escala e importancia geopolítica, como la Segunda Guerra del Congo. Esto no podía ser tolerado por París, que observaba con inquietud los planes del gobierno de el-Gadafi de adentrarse en África Occidental para derrocar el dominio financiero-económico francés. De esta forma, con la aprobación y respaldo de Estados Unidos y el Reino Unido, Francia derrocó al gobierno del dictador libio.
No obstante, esta victoria táctica nunca se convirtió en una estratégica, el derrocamiento de Muamar el-Gadafi terminó con el orden político que mantenía bajo control a docenas de milicias y grupos paramilitares, que, sin su líder o sus fuentes de ingresos, pero sí con un vasto arsenal (del régimen de el-Gadafi) y un cierto grado de buen entrenamiento paramilitar, decidieron lanzarse para intentar tomar diversos países. Consecuentemente, el Sahel se volvería inestable tanto económica como militarmente con olas de terroristas y milicias invadiendo diversos países, como Mali o Chad. Ante un panorama tan preocupante para los intereses nacionales franceses, París se vio obligada a enviar fuerzas militares a la región para detener las ofensivas y forzar a estos grupos armados a retroceder, intentando salvaguardar su influencia, pero también para evitar una serie de crisis que generarían olas de refugiados, pero los esfuerzos franceses no fueron suficiente.
Más de una década más tarde, no solo el Sahel sigue inestable, sino que Francia ha visto un retroceso significativo en su presencia militar en la región. Una serie de golpes de Estado han cambiado el status político regional, dando preferencia al Grupo Wagner de Rusia. Por ende, Francia ya no tiene la presencia en el Sahel que necesita para poder tener algún grado de control sobre la situación en la región.
Ahora, Francia se encuentra en un retroceso paulatino en el ámbito económico en la región y uno más pronunciado en las áreas de seguridad y defensa. El no poder ayudar a los países africanos a alcanzar sus imperativos geopolíticos frente a un problema que París empezó, miembros de las cúpulas africanas tomaron la decisión de cambiar de patrocinador político-militar. Peor aún, Francia contribuyó a la ola de refugiados que terminó generando una severa crisis en toda Europa, la cual incluso contribuyó al Brexit.
Normalmente, las potencias enfrentan diversas crisis y problemáticas, pero normalmente una potencia establecida o en ascenso puede lidiar con estos retos o desafíos. Más aún, son más capaces de maniobrar y alcanzar ciertos objetivos que pueden aliviar o solucionar algunos de los problemas que enfrentan. En contraste, Francia no solo terminó empeorando su influencia en África, sino que también ha generado crisis para las que no está preparada. Simplemente no cuenta con las herramientas necesarias para lidiar con la crisis de refugiados o el poder militar, político, financiero o económico para intentar revertir la situación en el Sahel o en África Occidental.
Un soldado francés se relaja dentro de un C-17 Globemaster III de la Fuerza Aérea de EE. UU. mientras se dirige a Mali el 20 de diciembre de 2013 mientras Francia aumenta su presencia en la nación africana para luchar contra los extremistas que han tomado el control de gran parte del norte del país. Estados Unidos acordó apoyar a Francia mediante el transporte aéreo de tropas y equipos a Mali. (Crédito: sargento Nathanael Callon/Fuerza Aérea de EE. UU.)
Por ende, Macron, simplemente, llegó en el peor momento al poder en Francia. Sus intentos por manejar la situación económica nacional, aunque han podido dar algunos resultados, han enfrentado graves rechazos por parte de la sociedad y diversos grupos de poder nacionales. Emmanuel Macron se quedó sin el poder para solucionar o combatir desafíos que lo anteceden, ya sea por algunos años, varias décadas o incluso por siglos. Ahora, el presidente francés se encuentra entre la espada y la pared, al igual que Francia. Lo que, en parte, explica su reacción a las elecciones parlamentarias europeas de junio. Con una popularidad en picada, un dilema sociopolítico nacional, serios problemas socioeconómicos y un grave problema de deuda pública, y planes para buscar pasar más reformas por decreto presidencial con tal de intentar lidiar con estas mismas dificultades, el gobierno se enfrentaba a la posibilidad de que tarde o temprano hubiera un voto de confianza en lo que restaba del año, por lo que Macron apostó al iniciar una elección sorpresa de manera anticipada, arriesgando incluso a la economía nacional (Edwards & CNN, 2024a; Bloomberg Original, 2024).
Ahora, Francia se enfrenta a una grave situación nacional. Por un lado, los bandos extremistas, tanto izquierdistas como derechistas, están al alza. Por otro lado, la deuda pública amenaza la estabilidad financiera-económica nacional, similar a como la deuda acumulada durante las administraciones de Luis Echeverría y López Portillo habían generado una crisis financiera-económica de varios años en los ochenta en México. Francia, tarde o temprano estallará y lamentablemente, pese a la victoria izquierda-centrista, la ultraderecha está encaminada a ganar más fuerza para las elecciones del 2027.
Declaración de la candidata, Ursula von der Leyen, a la presidencia de la Comisión Europea (2024-2029) durante la sesión plenaria del PE (Crédito: Parlamento de la UE vía Wikimedia Commons)
La Unión Europea frente a un horizonte incierto
Toda Europa se encuentra en medio de múltiples crisis y transiciones. Cada país cuenta con un ciclo socioeconómico y político que dura varias décadas. Estos ciclos están marcados por una etapa inicial en la que se da el ascenso de una nueva dinámica y sistema económico y político nacional, seguidos por una etapa de clímax donde la dinámica y el sistema tienen su mayor apogeo, pero para finales del ciclo, esta dinámica y el sistema económico y político van en decadencia, lo que genera crisis políticas, sociales, económicas y, en algunos casos, incluso de seguridad. Esta última etapa no solo funge como el final de un sistema y una dinámica nacional, sino como la etapa de transición a una nueva dinámica y sistema nacionales. En algunos casos, estas crisis incluso llevan a que se cuestione qué significa ser parte de la nación (es decir, se cuestiona la identidad nacional) en la que se desarrolla la transición.
Ambas, las elecciones en Europa, como la situación en Francia, reflejan cómo se están desarrollando estas crisis transicionales sistémicas. Lo que causa mayor impacto es que estas crisis se están desarrollando en varios países al mismo tiempo, lo que causa un efecto trascendental a nivel regional y mundial (Friedman, 2024).
La idea de la UE fue creada bajo un contexto geopolítico específico, el de la Guerra Fría, en la que existía una clara amenaza por parte de la Unión Soviética y varios de los países europeos seguían siendo potencias internacionales de gran calibre. Pero la UE nació a partir de la caída de la URSS como entidad política y como potencia.
El caos de semejante transformación geopolítica continental y mundial propició la creación de la UE, la cual había tomado décadas para poder lograrse. De esta forma, la Unión Europea no fue creada bajo un contexto mundial con una grave inestabilidad en Oriente Próximo o África (principalmente el Sahel y el Norte de África) que propiciarán olas de refugiados. Las principales crisis que afectaban a la Unión Europea eran las Guerras Yugoslavas y las repercusiones geopolíticas de la disolución de la URSS. Es por eso que la UE también se originó como un mecanismo para lidiar con el caos por el que pasaba Europa Oriental. Por ende, la organización fue creada para lidiar con un contexto geopolítico específico. Pero ahora se enfrenta a crisis para las que la Unión no fue creada ni preparada. La distribución de la riqueza, el manejo político, financiero y económico de la UE, las crisis sociales y migratorias, junto con la amenaza de Rusia, han tenido un grave impacto en la Unión Europea.
Nuevamente los nacionalismos se encuentran ascendiendo en el poder en Europa y retan el status quo de la UE y sus respectivos países. Estas dificultades políticas, junto con el impacto geopolítico-militar de la Guerra de Ucrania y la situación en Rusia, terminarán por reconfigurar el panorama geopolítico europeo. Por una parte, cambiarán la balanza de poder regional, con el resurgimiento de Alemania como potencia militar y el surgimiento de Polonia como un poder militar europeo, pero con Francia y el Reino Unido en decadencia política, económica y militar (Araujo, 2024).
En sí, los movimientos derechistas no van a actuar en base a cuestiones ideológicas, Marine Le Pen, por ejemplo, ha buscado transformar al partido de su padre para hacerlo más receptivo electoralmente, mientras que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha seguido una política exterior pragmática hacia la Unión Europea. Los cambios políticos y sociales, pese a que sean importantes por manifestar cruciales dinámicas nacionales, lo importante será observar los cambios geopolíticos. Todos los países, sin importar la ideología o religión, siguen imperativos geopolíticos específicos, es decir tienen ciertos objetivos geopolíticos que necesitan cumplir para asegurar su supervivencia y sus intereses nacionales.
La UE, aunque no haya nacido en un panorama geopolítico perfecto, si se creó en uno extremadamente favorable para su funcionamiento. La duda es, ¿qué pasará cuando el panorama geopolítico se vuelva más agresivo hacia la Unión Europea y su actual estructura? Sus intentos por formar una identidad europea han fracasado porque, en esencia, no existe una federación o una identidad europea tal cual. Europa no es una nación, por lo que no puede realmente ser una entidad coexistente, tarde o temprano los dilemas y las necesidades de sus diversos miembros se interpondrán ante sus objetivos y sus cláusulas o estatutos.
La llegada del presidente francés Emmanuel Macron al Castello Svevo de Brindisi el 13 de junio de 2024. (Crédito: Paolo Giandotti/Oficina de Prensa y Comunicación de la Presidencia de la República de Italia)
Francia, Alemania y Europa
Dadas las últimas crisis de los últimos 16 años, desde la Crisis Financiera del 2008 y la Crisis de Refugiados del 2015 hasta la Guerra de Ucrania, Europa está experimentando una serie de reestructuraciones sistémicas. Cada país se encuentra en medio de crisis sociales, políticas y económicas, y la relación de estos con la UE afecta a la organización supranacional (una entidad cuyas políticas y mandatos sobrepasan la soberanía de múltiples Estados que son miembros de la misma). De igual manera, Francia se encuentra enfrentando la acumulación de una serie de factores que se han fusionado y cuyos impactos han aumentado considerablemente en los últimos años dadas las crisis.
Como respuesta, tanto Francia como Europa ahora se encuentran entre una creciente ola de fuerzas políticas izquierdistas y derechistas, en muchos casos extremistas. Existen fuerzas políticas contrarias, como el movimiento liderado por Péter Magyar, que se caracterizan por ser centristas y pragmáticas, cuyo nacionalismo busca lograr objetivos de los intereses nacionales, pero sin la necesidad de generar conflicto con la UE o la OTAN, a diferencia del movimiento político nacionalista de derecha de Víktor Orban.
Francia se enfrenta a una problemática diferente, ambas fuerzas políticas tanto el Nuevo Frente Popular de izquierda (Nouveau Front Populaire en francés) y el de Agrupación Nacional de derecha (Rassemblement National en francés) son problemáticas. La primera es un conjunto con grupos izquierdistas que podrían no durar unidos, pero más importante es que están dominados por políticas extremistas en términos políticos y presupuestarios (Edwards & CNN, 2024b); la segunda es una fuerza de derecha extrema que podría generar fuertes choques políticos internos y externos. Estas fuerzas extremistas han estado ganando terreno al partido centrista de Macron, el Renaissance Parti.
El actual problema recae en el hecho de que Macron busca debilitar a la derecha, y se ha aliado con la izquierda, la cual muy probablemente busque incrementar el gasto público, algo que no será bien recibido en Bruselas (sede del poder parlamentario de la UE) y generará conflicto entre París y la Unión Europea (Edwards & CNN, 2024b). Sentando las bases para otra confrontación, dando a conocer nuevamente la clara problemática de la Unión Europea, ¿quién la controla? o ¿en base a qué intereses se maneja la Unión?
En respuesta a la Crisis Financiera del 2008, la política monetaria impuesta en la Zona del Euro fue estructurada en base a los intereses bancarios y financieros de Berlín, no de Grecia o España (Friedman, 2012). Si los intereses económico-financieros de Francia chocan con los intereses de Alemania, que tiene un mayor control sobre la Unión Europea y el euro, ¿que se podría esperar de la cohesión europea? En la crisis del 2008 los intereses de países de menor peso político y económico se vieron afectados negativamente, pero ahora podríamos ver el choque entre las principales economías europeas: Alemania y Francia.
Es así como ahora se generarán las circunstancias bajo las cuales Francia y Alemania se volverán a enfrentar, no militarmente, pero sí en el ámbito financiero-económico y político, que es igual de importante. Pese a que el choque entre Bruselas y los gobiernos en Hungría y en su momento Polonia, son importantes, en especial porque Polonia es una potencia en ascenso. La rivalidad ahora se dará entre París y Berlín y, de nuevo, el campo de batalla estará enfocado en Bélgica. Esto será un verdadero reto de gran calibre para la Unión Europea.
Referencias
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Araujo, A.-A. (2024, julio). La OTAN a sus 75 años: El trayecto y futuro de la alianza trasatlántica. Código Nexus Revista Digital Especializada, 1(2), 30-43. https://codigonexus.com/wp-content/uploads/2024/07/5-ED-CN-Julio-2024.pdf#page=16
Bloomberg Original. (2024, 12 julio). How France Plunged Into Political Uncertainty [Vídeo]. YouTube. Recuperado 13 de julio de 2024, de https://www.youtube.com/watch?v=sCGhesLqAuY
Edwards, C. & CNN. (2024a, 27 junio). France is set for its most consequential election in decades. Here’s what you need to know. CNN. https://edition.cnn.com/2024/06/27/europe/france-parliament-election-explainer-intl-cmd/index.html
Edwards, C. & CNN. (2024b, 8 julio). What happened in France’s shock election, and what comes next? CNN. https://edition.cnn.com/2024/07/08/europe/france-election-what-next-explainer-intl/index.html
Friedman, G. (2012). The next decade: Empire and Republic in a Changing World. United States: Anchor.
Friedman, G. (2024b, julio 8). The Euro-American Shift. Geopolitical Futures. Recuperado 13 de julio de 2024, de https://geopoliticalfutures.com/the-euro-american-shift/