Despedida a S.S. Papa Francisco después de su visita a México en 2016 (crédito Presidencia de la República Mexicana)_CN

Despedida a S.S. el papa Francisco después de su visita a México en 2016, editada por Código Nexus (crédito: Presidencia de la República Mexicana vía Flickr).

La muerte del papa Francisco y los cambios globales

¿Qué pasará con la Iglesia?

Existe una leve posibilidad de que una figura antireformista llegue a ser el siguiente sumo pontífice, pero seguirá el interés por el llamado Sur Global.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

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En 2024, se estrenó en cines una película controversial llamada Cónclave. En ella, el director Edward Berger —así como el resto del equipo de producción— tomó la decisión de presentar una perspectiva peculiar sobre cómo podría desarrollarse el proceso del cónclave —la asamblea de cardenales que elige al siguiente pontífice—, posterior a la muerte del papa, a quien se podía intuir como una representación del propio papa Francisco. A lo largo de la trama, se muestra el surgimiento de una serie de conflictos de interés y una disputa por intentar tomar las riendas de la Santa Sede. Esta lucha se ve dividida entre dos principales bandos: uno liberal reformista y otro conservador. Berger presentó un escenario en el cual el primero logra ganar la contienda, no solo facilitando la continuidad de las reformas, sino también dándoles un impulso dramático.

La obra cinematográfica de Berger buscaba presentar una postura optimista sobre los procesos que siguen las reformas y transformaciones. El problema es que ese optimismo deja de lado la realidad de los cambios dentro de instituciones como la Iglesia católica e incluso la de los países o naciones. Dicho conflicto es resultado de un complejo contexto relacionado con cómo se desenvuelven los procesos de transformación. En muchos casos históricos —siempre y cuando un sistema, un modelo o una institución enfrenten grandes desafíos—, las reformas tienden a vivir un período de continuidad para luego ser interrumpidas; en otras palabras, no son impulsadas indefinidamente. Por el contrario, también hay casos en que las reformas son algo inevitable después de años de crisis continuas.

Ejemplos de esta última posibilidad son el del Imperio español, la Unión Soviética y el presente caso de México. En su momento, las reformas borbónicas en el Imperio español fueron rechazadas después de varias décadas de políticas reformistas; y lo mismo sucedió en la Unión Soviética, con las reformas tecnocráticas-socialistas de Mijaíl Gorbachov —si bien en estas situaciones los contextos geopolíticos apuntaban a la decadencia, en otros casos, el resultado ha sido el mismo—. Las reformas tecnocráticas en México, que bien podrían considerarse de tinte liberal, tuvieron un proceso interrumpido entre 1982 y 2000, serían pospuestas por la crisis del impasse político entre el PAN —Partido de Acción Nacional— y el PRI —Partido Revolucionario Institucional—, pero serían retomadas entre 2012 y 2018, y nuevamente detenidas, incluso revertidas, entre 2019 y 2025 por el regreso de la vieja escuela política al poder. Cabe destacar que en el caso mexicano, dicho proceso no marca una reversión total como en el español o en el soviético, ya que el proceso apunta al inicio de un ciclo geopolítico de centralismo en el país, lo que marca una diferencia con los otros ejemplos. No obstante, en los tres hubo una tendencia en la cual, tras un período de reformas y cambios, se produjo uno de reversión, pero solo en el caso mexicano se podría considerar que esos cambios sí serán retomados.

Estados Unidos, por su parte, es un ejemplo de procesos de cambio donde no existe una interrupción: cada cincuenta años hay una crisis transicional en el país, la cual ocurre cuando transita de un ciclo socioeconómico a otro. Antes de que esto se consolide, existe una década, aproximadamente, durante la que el país se sumerge en una profunda crisis que es, a la par, económica y social. Este largo proceso de crisis es seguido por unos cuatro u ocho años de reformas que derivan en un nuevo ciclo socioeconómico que vuelve a estabilizar e impulsar al país.

En el caso de la Iglesia católica, la situación es un poco diferente. No obstante, todo apunta a que el escenario más probable es que gane el ala conservadora, como estima The Economist (2025), si bien no se descarta la posibilidad de que el siguiente sea un papa moderado. Aún así, la elección no solo estará determinada por los retos institucionales y sociales que enfrenta la Iglesia, sino también por el contexto geopolítico global bajo el cual se encuentra la misma.

La necesidad de superesse

The Economist escribe:

“a menudo se dice que si los cardenales se hubieran puesto de acuerdo en 2005 sobre que el mayor reto para el catolicismo sería la expansión del Islam, hubieran optado por Francis Arinze, un cardenal nigeriano. Sin embargo, decidieron que [ese reto] era la secularización de Europa y, por ende, le dieron el cargo a un alemán, quien se convirtió en el papa Benedicto XVI.” (2025)

La decisión que se tomó en 2005 surgió de una realidad geopolítica, similar a la forma en que el ascenso y desenvolvimiento de la Iglesia en la política internacional había sido dictado por los contextos geopolíticos del pasado.

Cuando el Imperio romano estaba en decadencia, necesitó de una nueva identidad con la que pudiera adaptarse a los desafíos que enfrentaba, en especial durante sus últimos siglos como gran potencia europea y mediterránea. Más tarde, posterior a la caída del Imperio Romano de Occidente, los pueblos germanos que emigraron a las provincias romanas adoptaron el cristianismo y el sistema legal romano, por lo menos para administrar a la población local (Ríos, 2023), pues fue la única forma en la que lograron adquirir legitimidad para poder controlar los territorios conquistados y obtener beneficios tanto políticos, como burocráticos, militares y económicos. Esto fue un proceso político-cultural inherente al ascenso de un pueblo tribal —a veces nómada— al papel de una potencia imperial —que en ocasiones se convierte en una sociedad urbana—, al igual que sucedió cuando los persas conquistaron Babilonia y adoptaron gran parte de la estructura burocrática babilónica.

Por lo que el cristianismo adquirió un papel similar al permitir una ruta para la incorporación de elementos políticos, sociales y administrativos de la civilización romana. Esto, en turno, influyó en cómo la Iglesia —específicamente la romana-occidental— se comportaría en Europa y el Mediterráneo. La institución católica asumió el papel de un organismo inmiscuido en la política y sociedad europeas, y tuvo la encomienda de coordinar los esfuerzos para evitar la expansión del islam y los árabes al norte, o sea, hacia Europa. Esto derivaría en las Cruzadas, una larga guerra entre Oriente y Occidente en el Mediterráneo que se concentró en la península Ibérica y Francia —por un tiempo—, y con mayor intensidad en el Levante y Asia Menor. Un proceso similar se daría en el norte y el este de Europa contra otros pueblos —i.e. los vikingos— o imperios —i.e. el mongol—.

Por su parte, la conquista de Constantinopla fue otro suceso que implicó un cambio en la Iglesia católica. El fin del Imperio bizantino —un imperio cristiano— a manos del otomano —un imperio musulmán— implicó un cambio drástico en el equilibrio de poder, pues lo que una vez se había logrado —mantener a los musulmanes fuera de Europa— estaba volteado de cabeza en 1453 (Black, 2020/2024). A pesar de eso, las preocupaciones de Europa en el Mediterráneo no eran las mismas que en el norte, específicamente las de Francia, Holanda, los pueblos alemanes del debilitado Sacro Imperio Romano o Gran Bretaña. Estos países comenzaron a establecer relaciones económicas benéficas con los otomanos. Por ello, las bulas papales de la Iglesia católica durante dicho siglo estuvieron dirigidas a los países en la Europa mediterránea (Bulut, 2020). Hecho que llevó a que España fuera la principal fuerza político-militar que llegó a representar a la institución católica en Europa—aunque fuera más bien de manera simbólica—. Así, de este contexto geopolítico surgió la ruptura en el mundo cristiano.

Con el tiempo, debido al debilitamiento tanto de la misma Iglesia como del sur de Europa frente al norte del continente, la institución centraría sus esfuerzos en mantenerse como un actor diplomático relevante, papel que conservó hasta el siglo XIX. Posteriormente, durante todo el siglo XX, la Iglesia tuvo que adaptarse de forma continua a diversos panoramas geopolíticos para asegurar su relevancia y hasta su propia existencia, pero dicho comportamiento o modelo de supervivencia —que en el presente artículo se denomina como superesse en latín— duró hasta 2013, cuando Francisco se convirtió en sumo pontífice.

Como The Economist (2025) establece correctamente, la llegada a la Santa Sede de Francisco tenía el propósito de “reestructurar la administración del Vaticano y hacerla más receptiva a la Iglesia en general” y eso marcó un cambio drástico en la política y visión de la autoridad vaticana.

Ceremonia de bienvenida en Palacio Nacional para el papa Francisco durante su visita a México en 2016 (crédito: Presidencia de la República Mexicana vía Flickr).

El cambio geopolítico mundial y la Santa Sede

La elección de Benedicto XVI como el papa en 2005, cuyo objetivo era enfocar los esfuerzos del Vaticano para lidiar con la secularización en Europa, formaba parte de una concepción general que todavía no se acoplaba a la realidad geopolítica en ascenso. Europa, en especial tras la formación de la Unión Europea, seguía siendo considerada una sede para la toma de decisiones internacionales. Es decir, a la Península Europea todavía se le otorgaba un papel definitivo en la política mundial. Hay que hacer evidente que esta percepción todavía persiste, ya que se critica el trato a Europa por parte de la administración de Donald Trump que, aunque pueda ser criticable en un sentido diplomático, debe ser reconocido como la manifestación de un nuevo panorama geopolítico.

Además de marcar el fin de Rusia como potencia mundial o por lo menos como una potencia con la capacidad de tener aspiraciones mundiales, la guerra de Ucrania también ha hecho evidente el fin de la Península Europea como un centro de toma de decisiones (Araujo 2025). Con el tiempo, esto creará una realidad tanto social como económica determinante. La Europa mediterránea y aquellos territorios a los que suele llamarse el Sur Global —Asia, África y América Latina— se volverán más relevantes paulatinamente. En especial, el ascenso de potencias como Turquía, Japón, Polonia y México contribuirán a dicho cambio, lo cual provocará que el Mediterráneo, por ejemplo, vuelva a ser una región económicamente más activa que Europa occidental, en especial Francia, el Reino Unido y los países del Benelux.

Al centrarse en Europa, en particular en la Península Europea, la Iglesia seguía la tendencia de no reconocer el orden geopolítico mundial emergente. Es así que la llegada a la Santa Sede del pontífice Francisco marcó un punto de inflexión, pues evidenció el reconocimiento de que existe un nuevo orden geopolítico mundial, por lo menos, en sus indicios.

En términos más apegados a la propia Iglesia, la realidad es que, actualmente, la mayor parte de la población católica se concentra en el llamado Sur Global, es decir, fuera de Europa. Pero dejando de lado cuestiones demográficas, si la Iglesia busca ser un actor relevante en la política internacional, aunque sea de forma secundaria, deberá adaptarse al nuevo contexto geopolítico. Algo que ya logró en varias ocasiones en el pasado. Por ello, en términos económicos y políticos, será más beneficioso reconocer esta nueva realidad y aliarse o buscar ser clave en las iniciativas de las próximas nuevas potencias con mayor población católica que la existente en Europa occidental o central. El cambio de enfoque del pontífice Francisco hacia el Sur Global podría considerarse como un indicativo de que la Iglesia ya estaba empezando a reconocer dicho contexto (Cortés, 2024).

El nuevo papa: ¿conservador, moderado o liberal?

Ante todo, el nuevo pontífice será una figura que buscará dos cosas. En primer lugar, la supervivencia del catolicismo y de la Iglesia serán objetivos centrales, ya que la religión enfrenta grandes retos, no solo por parte de la secularización, sino también de otras religiones o cultos en varios países en el Sur Global. Por ello, la Iglesia deberá seguir adaptando su estructura institucional para los nuevos retos. En segundo lugar, tendrá que continuar con su adecuación al nuevo panorama geopolítico.

Es probable, sin embargo, debido a las tensiones internas por las reformas del Papa Francisco, que una figura antireformista asuma como siguiente pontífice. También cabe la posibilidad de que el nuevo Papa busque centrarse en Europa, por una última ocasión, o concentrarse en Estados Unidos. Pero, objetivamente, será difícil que el nuevo sumo pontífice deje de lado el Sur Global, puesto que, como ya se mencionó, ahí se concentra la fuerza demográfica católica, lo que otorga varias oportunidades en caso de que la institución logre entremezclarse con los proyectos de construcción nacional de varios países, hecho que podría lograr en el caso de África o Asia.

Por sí solo, el enfoque en el Sur Global también podría contribuir a la llegada de un papa conservador o moderado, debido a que los obispos y arzobispos en estas zonas tienden a ser menos liberales. Pero será inevitable debido a que a la Iglesia le convendría sobremanera una cooperación y alineamiento como socio o simple aliado de las futuras nuevas potencias del escenario internacional.

No obstante, también hay que considerar que la iglesia se encuentra en una etapa altamente volátil en el sentido sociopolítico. Schettino (2025), por ejemplo, menciona que el Papa Francisco era un reflejo del populismo que experimentaba el mundo, por lo que, al estar inmiscuida en la política internacional, la iglesia podría ser afectada por las tendencias revisionistas o antireformistas en el exterior. En un momento de un alto grado de incertidumbre, normalmente se busca regresar a liderazgos tradicionales para buscar algún grado de estabilidad.

En resumen, dadas las circunstancias, existen dos opciones en términos políticos, sociales e institucionales. La primera es que quien asuma el puesto sea un Papa moderado que intente reconciliar o eliminar las tensiones en la Iglesia, pero que no atente gravemente contra las reformas. La segunda es la llegada de un papa antireformista que busque volver a estabilizar a la Iglesia ante un panorama internacional lleno de incertidumbre. Ciertamente, cabe la posibilidad de que el Papa Francisco no solo haya representado un punto de inflexión en el entendimiento geopolítico de la Santa Sede, sino en términos sociales e institucionales, por lo que lo que podría seguir sería un Papa que busque continuar las reformas (Schettino, 2025). Pero eso iría en contra de la tendencia de como los conclaves han elegido a papas en el pasado (Schettino, 2025). Eso ciertamente iría en contra de la tendencia social en varios países del Sur Global, lo que dificulta dicho escenario. Sin embargo, en términos geopolíticos, el nuevo sumo pontífice, sin importar su ideología, tendrá el objetivo de adaptar a la Iglesia al nuevo panorama geopolítico mundial.

Con el tiempo, la institución católica deberá reformarse estructuralmente para poder lidiar con los retos que plantea este siglo, al igual que el islam, que ya lo ha estado haciendo en los últimos años. Esta necesidad de adaptación podría prolongar durante algunas décadas las tensiones dentro de la propia Iglesia.

Araujo, A. A. (2025, abril). La posición geopolítica de Europa en la posguerra de Ucrania: Del centro del mundo al margen. Código Nexus, 2(8), 30-36. https://codigonexus.com/wp-content/uploads/2025/04/ED-trimestral-ABRIL2025.pdf#page=16

Black, J. (2020). Breve Historia del Mediterráneo. España: Rialp (Obra original publicada en 2024).

Bulut, M. (2020). The Ottomans and Western Europeans during the mercantilist times: Neutrality, Competition and Conflict. Journal of Al-Tamaddun, 15(1), 2020, 13-30. Recuperado de https://www.levantineheritage.com/pdf/the-ottomans-and-western-europeans-during-the-mercantilist-times.pdf 

Cortés, D. (2024, octubre). Los intereses geopolíticos del papa Francisco en el ámbito internacional: Los intereses internacionales de la Santa Sede. Código Nexus, 1(6), 52-61. https://codigonexus.com/sexta-edicion/

Ríos, M. F. (2023). Breve Historia de la Edad Media occidental. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Schettino, M. (2025, 28 abril). Habebimus papam. El Financiero. https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/macario-schettino/2025/04/28/habebimus-papam/

The Economist (2025, 21 abril). The coming struggle to choose the next pope. The Economist. https://www.economist.com/international/2025/04/21/the-coming-struggle-to-choose-the-next-pope

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