Cuando Xi Jinping fue nominado a un tercer mandato al frente del Partido Comunista de China (PCC) en octubre de 2022, se pensaba que estaba asegurando su dominio sobre el país, ya que es el segundo líder chino en asegurar tantos años en el poder después de Mao Zedong. Luego, Xi presento su nuevo gabinete de gobierno en marzo de 2023 y se volvió a hablar sobre como estaba consolidando su poder en China, debido a que había conformado un gabinete de fieles seguidores suyos, también conocidos como yes-men (concepto en inglés que alude a hombres que simplemente dicen que sí y obedecen al líder sin objeciones). Ahora, con el despido, desaparición o arrestos de múltiples oficiales de alto rango del Ejército Popular de Liberación y varios militares en otros sectores, se ha vuelto a hablar de que Xi Jinping esta “reforzando su control sobre las fuerzas armadas de China” (White, 2023).
Pero en realidad, Xi Jinping no se encuentra en una posición de confianza en la que este consolidando su poder y su actuar – similar al de Mao Zedong – no da señales de que el líder de la segunda economía más grande del mundo espera un futuro prospero o en el que su poder no sea cuestionado. La respuesta de Xi Jinping es un síntoma natural de la historia china y muestra temor a un fuerte desafío del interior, no del exterior. Mientras muchos han visto poder, Xi Jinping en realidad ha demostrado vulnerabilidad y preocupación.
Los paralelismos históricos de China
Cuando China se abrió al mundo para comercializar (sea por voluntad propia o no), la riqueza generada creó un enorme grado de progreso, pero a su vez fue creando fuertes tensiones entre las élites económicas en la costa china y las élites políticas del gobierno central. Pronto, los intereses de las élites ribereñas se entrelazaron mejor con las potencias extranjeras, más que con los objetivos sociopolíticos y geopolíticos del gobierno central. Cuando China fue forzada a abrirse al mundo con las Guerras del Opio, eso termino sumergiendo a China en una época de inestabilidad y caos, marcado por una fuerte fragmentación regionalista, de ahí surgió la Guerra Civil entre las fuerzas comunistas y nacionalistas. Como respuesta al caos, Mao Zedong tuvo que consolidar su poder sobre el PCC y su control sobre el país. Para lograrlo, expulsó a los nacionalistas (del Kuomintang) a Taiwán, realizó purgas en el PCC, forjó un culto de identidad hacia el mismo y emprendió la brutal Revolución Cultural en China continental para reforzar su dominio sobre la población, pero también tuvo que aislar a China de la economía internacional para sofocar a los diferentes centros de poder y limitar el poder a él mismo y, en segunda mano, en el PCC. Con esto, Mao se cercioró de que China se unificará y se volviera más estable políticamente, lo que ayudo a que pudiera asegurar sus fronteras. No obstante, esto también conllevo sus riesgos, como el empobrecimiento económico, industrial y tecnológico de China, eso sin cuantificar el daño que ocasionaron sus políticas agrarias autodestructivas.
Tras su muerte, el nuevo líder de China, Deng Xiaoping, al notar las vulnerabilidades geopolíticas que esta fuerte unidad había creado, sumada a la amenaza que presentaba la Unión Soviética en el norte, decidió – en contra de lo que había intentado Mao – abrir China a la economía y comercio internacionales. Su objetivo era lograr empoderar a China económica, industrial y tecnológicamente para evitar que se replicarán las derrotas del siglo XIX, en los que China era superada por potencias tanto europeas, como aquellas que habían utilizado el modelo europeo para su empoderamiento, como Estados Unidos y Japón. Desde un aspecto económico y tecnológico, para finales del siglo, claramente lo había logrado. China estaba creciendo económicamente a un ritmo acelerado y estaba pasando por un rápido proceso de modernización e industrialización. En términos geopolíticos, mediante su acercamiento con Estados Unidos y su empoderamiento, también logró disuadir cualquier reto militar por parte de la Unión Soviética en el norte.
Aunque, para la segunda década del siglo XXI, los desafíos políticos que había generado la apertura de China al mundo en el siglo XIX comenzaron a materializarse, la única solución era recrear un líder al estilo maoísta. Claro, la situación que vivió China en el siglo XIX (guerras, caos y una aguda fragmentación) o que sufrió durante el reinado de Mao Zedong (represión totalitaria y brutal así como políticas extremadamente autodestructivas) no volverán a repetirse de manera exacta, pero las dinámicas seguirán una misma línea y los objetivos estratégicos de China sí se volverán a repetir.
Xi Jinping llegó al poder en el momento menos optimo para un líder chino. El rápido crecimiento económico que había experimentado el país en las últimas décadas estaba generando enormes riquezas tanto dentro del partido como por fuera de este. Nuevos centros de poder se estaban creando y sus intereses comenzaron a encuadrar más con los objetivos económicos de potencias extranjeras que con los objetivos políticos del gobierno central en Pekín, algo que se volvió especialmente real con la dependencia económica china de las exportaciones, debido a que esa dependencia implicaba que sus mercados y fuentes de capital estaba en países extranjeros, no al interior del país.
Este es el panorama en el que Xi llegó al poder en 2013. Por eso llevo a cabo una purga a nivel nacional dentro de Partido Comunista, el sector empresarial y el Ejército durante los primeros años de su mandato, con el plan de consolidar su poder e intentar debilitar a los diferentes centros de poder que pudiesen existir.
Cuando Trump llegó al poder e inicio una Guerra Comercial con China, buscando nivelar la competencia en el mercado chino, en el que las empresas chinas ostentan privilegios, Xi Jinping comenzó una purga en los sectores económicos y empezó a consolidar el poder del gobierno central sobre estos mismos con el anuncio en el 2018 de una nueva campaña anticorrupción. Esto ha llevado a las políticas restrictivas y represivas, incluso a la purga mediante arrestos o detenciones dentro de diversos sectores, como el tecnológico, el financiero, el educativo y el inmobiliario, el sector minero y la industria militar (Xiao, 2023; Blakemore, 2023; Cai, 2023). Hasta ahora, Xi Jinping ha estado en una constante lucha por desmantelar los múltiples centros de poder que se han creado tanto al interior del PCC como por fuera del partido (Feng, 2021). Intentando prepararse para el peor escenario posible, no obstante, existe un mayor dilema para Xi, el cual fue producto de este rápido crecimiento y lo que podría ser su fin, desencadenado por la Guerra Comercial con Estados Unidos.
China, desde su apertura a la economía global en 1980, experimentó un rápido crecimiento acelerado similar al de otros países, como Japón, cuyo rápido crecimiento se había dado entre 1950 y 1980. Este rápido crecimiento económico y la apertura generaron el ambiente propicio para que China pudiera empoderarse económica, industrial y tecnológicamente, pero sucesivamente también creo los nuevos centros de poder anteriormente mencionados. Este rápido crecimiento económico de China creo un panorama económico-político en el que la riqueza generada era suficiente para redistribuir y mejorar la calidad de vida de la población civil y para también mantener a la élite económica ribereña satisfecha en su relación con Pekín. Pero el fin del rápido crecimiento económico chino, que comenzaba a acechar a la nación entre 2018 y 2020, empezaba a mostrar fricciones sociopolíticas en el país. La disminución en la cantidad de capital pronto significó el fin de un status quo económico-político, que favorecía una relación estable entre la élite costera y la élite de Pekín. Como consecuencia, Xi se encontraba ante la posibilidad de que las fricciones sociopolíticas empezarán a crear tensiones y protestas.
En 2020, se desató la pandemia del COVID-19, lo que propicio un cierre de la economía mundial, especialmente en China, donde los cierres durarían más tiempo. Las políticas de cero-COVID de Pekín durante el 2020 y 2021, no eran por un temor a que la pandemia se desatará, sino el temor de que se iniciarán protestas, aunque los esfuerzos de Xi no fueron suficientes, y se desarrollaron diversas protestas entre 2021 y 2022. El COVID-19 simplemente llegó en el peor momento para China y sus consecuencias solo empeoraron el panorama económico y sociopolítico para el país. Ahora, el gigante asiático enfrenta la posibilidad de una grave crisis financiera y económica, no necesariamente a causa de la pandemia, sino por problemas estructurales dentro de la economía y el sistema político chinos.
Por ende, Xi Jinping no solo entró al poder con un escenario poco prometedor por delante, dado que, durante sus primeros años, la transición entre la dinámica económica-política de apertura y la de fragmentación y tensión estaban en sus etapas iniciales. Ahora, tendrá que preocuparse por una grave crisis económica que podría dar un peligroso inicio a la nueva dinámica. En parte, estas son las razones por las que Xi Jinping se ha desempeñado – sin ignorar sus diferencias significativas – como un Mao del siglo XXI: buscando adquirir poder absoluto; creando un culto de personalidad (aunque no necesariamente similar al de Mao y no haya querido el mismo); desmantelando diversos centros de poder en el país y volviendo a restringir o limitar la interacción con el mundo exterior (debido a las vulnerabilidades y los dilemas que se desarrollan de los mismos).
Cuando China experimentó un fuerte grado de fragmentación regionalista, las únicas soluciones fueron aquellas impuestas por Mao Zedong, de igual manera, Xi Jinping planea evitar que la próxima dinámica se vea marcada por un fuerte regionalismo que vulnere a China frente a adversarios locales o extranjeros. Eso explicaría su respaldo de aliados que apoyan “su visión de un mayor control sobre la sociedad y la economía en dificultades” (McDonald, 2022). Es probable que China se enfrente a un escenario problemático para su economía, estabilidad política y seguridad nacional, de ahí las respuestas excesivas del gobierno, que no demuestran fuerza, sino preocupación.
El trono bajo peligro
Tomando en cuenta los elementos cíclico-históricos de China, entre las dinámicas que se dan durante sus aperturas y lo que sería su fragmentación y lo que sería su posterior aislacionismo, es que nos creamos una mejor imagen de la situación que enfrenta Xi Jinping. Es por eso que ha continuado, en los últimos meses, su misión por eliminar cualquier amenaza y de consolidar su poder. No obstante, como ya se había mencionado, esto se ha asociado a un éxito político de Xi, pero en realidad Xi Jinping se encuentra ante un escenario mucho más precario y sus acciones apuntan a una inmensa vulnerabilidad económica y política de su régimen. En los primeros años de su mandato, Xi Jinping realizó una colosal purga dentro del sistema político y el sector militar mediante una campaña de anticorrupción (Jiang & CNN, 2014). ¿Si Xi Jinping se encuentra nuevamente teniendo que eliminar altos funcionarios de la política y economía china, entonces no basto con la anterior?
La primera purga del sistema político chino entre 2012 y 2021 – es decir, las campañas anticorrupción – seguramente fue una empresa política cuyo objetivo era ayudar a Xi a consolidar el poder, encarcelando a los grupos o personajes políticos que representaban el mayor reto, tanto élites de la costa (i.e. Chen Liangyu) como prominentes neomaoístas (i.e. Bo Xilai) (Wang & CNN, 2013; The Economist, 2019). Pero esta segunda purga, se ha dado en contra de funcionarios que hasta hace poco eran considerados leales a Xi Jinping, incluso se desapareció y arrestó a miembros del mismo gabinete de Xi, como el exministro de relaciones exteriores, Qin Gang, el exministro de industria, Xiao Yaqing, y el exministro de defensa, Li Shangfu, todos considerados como figuras políticas leales a Xi Jinping. Precisamente, durante los primeros meses del 2023, era generalmente aceptado como Li y Prytherch (2023) comentaron que “Xi se ha rodeado de personas que considera profundamente confiables”.
Más aún, White (2023) señalo que, en diciembre, Xi removió a “tres altos miembros de empresas militares estatales de un máximo órgano político asesor”. Eso fue seguido por múltiples destituciones de varios militares de alto rango del Ejército – específicamente de áreas política y militarmente importantes, como la unidad de misiles estratégicos – y del parlamento nacional (Bloomberg News, 2024). Las fechas en las que se están dando estas purgas en el ejército y la política china coinciden más con un deterioró de la situación económica y política nacionales, que con una consolidación de poder, la cual sucedió durante su llegada al poder.
Xi Jinping se enfrenta a un ambiente político en el que existen puntos de vista divergentes sobre cuál debería ser el rumbo del país y se están desarrollando en medio de crisis que atentan contra la estabilidad político nacional. Es por estas amenazas que el gobierno de Xi se ha centrado en la seguridad estatal, la estabilidad social y en promover las empresas paraestatales por encima de problemas económicos (Li & Prytherch, 2023). Lo que también explicaría su negativa a reestructurar la economía, lo que conllevaría una recesión económica. (La priorización de estas medidas y objetivos no sería por el temor a los dilemas económicos de una recesión, sino por temor a los posibles problemas sociales y políticos que pudiesen producirse como consecuencia de una).
Estas purgas en realidad apuntan a que Xi Jinping esta intentando defender, no consolidar, su posición en el poder. Existen tres corrientes políticas en China, los nacionalistas ‘jingoístas’, los neomaoístas y la élite económica de la costa. Para lidiar con las crisis por venir, Xi Jinping necesita maniobrar entre las tres corrientes políticas que existen en el país y que buscan imponer su voluntad. Si Xi Jinping y su gobierno han estado deshaciéndose de militares de alto rango y figuras políticas, que anteriormente eran consideradas leales, eso significa que posiblemente los riesgos a Xi están incrementando, incluso entre sus propias filas. La última ocasión que existió una disyuntiva significativa en China, la cual involucro a militares, se desencadeno la masacre de la Plaza de Tiananmén. Pero esta disyuntiva política-económica en China se estará dando en medio de una fuerte crisis económica que podría conllevar a una fuerte crisis política en el país.
A diferencia de lo que muchos piensan, Xi Jinping no se siente seguro sobre su posición en el poder, sino que se siente amenazado y vulnerable. Al final, Xi nunca ha podido eliminar por completo a los múltiples centros de poder que se han ido creando con los años en el país, por ello, esto no debería ser considerado como la consolidación del poder de Xi, sino como su continuo esfuerzo por mantenerse en el mismo.
Referencias
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