La relación actual entre Tailandia y Camboya es un reflejo de una historia trazada bajo tensiones, rivalidades y cercanías, donde las hoy disputadas fronteras y los resentimientos se perciben distantes de las raíces que una vez los unían; un espacio que entrelazaba el Reino de Siam (Tailandia) y el Imperio jemer (Camboya). Lo que antes daba solidez a sus identidades, incluso tras la llegada del colonialismo europeo, se ha transformado en fragmentaciones territoriales hasta el punto de la guerra regional.
Desde la disputa del Templo Preah Vihear en 1962 hasta las noticias más recientes de julio de 2025 sobre los choques entre los países, cada momento evidencia cómo las tensiones históricas han sido arrastradas y escasamente solucionadas, muy probablemente debido al contexto de regionalismo geopolítico que vive el Sudeste Asiático. No obstante, pese a los persistentes enfrentamientos, ambos países mantienen vínculos que resultan difíciles de romper: un intercambio cultural continuo, la migración e incluso un sustrato religioso común.
El presente artículo se centrará en analizar el conflicto entre Camboya y Tailandia desde el pasado hasta el presente, identificando cómo la fragmentación de los territorios fue producto tanto de un ciclo de regionalismo geopolítico en la zona como de las dinámicas más amplias del Sudeste Asiático. Asimismo, será relevante comprender que, pese a la existencia de estas tensiones, los lazos que unen a ambas naciones han pasado a ser formas de interdependencia en una relación más compleja que la que se dio a conocer en las noticias en julio.
Contexto geopolítico camboyano-tailandés
Para comprender los conflictos actuales, es necesario conocer tres momentos clave en la historia de estos territorios: 1) la evolución de Angkor, 2) la expansión del Reino de Siam y 3) la intervención colonial europea. Comenzando con Angkor, este complejo político y religioso fue el núcleo del Imperio jemer en los siglos IX y XV (en el actual territorio de Camboya). Su poderío se basó en la gestión hidráulica, la innovación cultural y el control político de otros territorios, llegando hasta Tailandia, Laos y Vietnam (Vickery, 2004). Es innegable la influencia que Angkor tuvo en la historia de Tailandia, al brindarle a esta última un reconocimiento de elementos de su cultura derivados de la expansión del Imperio jemer.
No obstante, tras la caída paulatina de Angkor y el vacío político que ello generaba, otros actores entraron a escena, entre ellos el Reino de Siam, proveniente de Tailandia. La estructura política y de control de este reino se basaba en relaciones de vasallaje, anexiones directas, remesas e incluso en la apropiación de las élites locales (Rungswasdisab, 1995). El Reino de Siam comenzó a ejercer influencia en el noroeste camboyano, no solo mediante el uso de armas, sino también mediante el control del comercio, lo que generaba una dependencia político-económica de la sociedad camboyana hacia Tailandia y modificaba los papeles previos entre ambos territorios.
Además de los elementos comerciales y militares, no podemos olvidar que, como sucedió con Angkor, el Reino de Siam dejó una huella cultural perceptible tanto en Camboya como en Tailandia, a través de elementos artísticos y lingüísticos. Esta apropiación cultural y, sobre todo, el hecho de que ambos territorios la compartieran, dan cuenta de cómo a símbolos patrimoniales (como el Templo Preah Vihear) se les atribuyó una carga política por parte de cada sociedad.
Finalmente llegamos al momento de la intervención europea, que transformó las relaciones fronterizas mediante el trazado de mapas siguiendo criterios administrativos, pero, sobre todo, de conveniencias imperialistas. Con la llegada de Francia y el establecimiento de un protectorado sobre Camboya, se buscó frenar la expansión del Reino de Siam, que en ese momento parecía haber controlado provincias camboyanas como Battambang. Los intereses inamovibles de Francia en recuperar dichos espacios ejercieron presión sobre Siam para que, en 1907, se firmara el Tratado Franco-Siamés, en el que Francia recuperaba sus provincias y, a cambio, el Reino de Siam recuperaba territorios en Lao (Briggs, 1946).
Aunque el proceso de negociación culminó con éxito, las ambigüedades cartográficas persistieron. Francia elaboró mapas de manera unilateral y las descripciones del tratado no se ajustaban a los trazados fronterizos. Fue quizás la disputa por el templo de Preah Vihear uno de los ejemplos más claros a los que tendió esta falta de claridad en los mapas; localizado en la frontera entre Camboya y Tailandia, este templo fue cartografiado por Francia como parte del protectorado que habían fundado en Camboya, sin embargo, la perspectiva tailandesa argumenta que de manera natural este templo yace en su territorio (International Court of Justice, 2013).
Durante el período colonial, esto no provocó un conflicto de grandes proporciones. Siam carecía del poder para expandirse al este y Francia no tenía interés en expandirse al oeste y entrar en conflicto con el Reino Unido; el Reino de Siam actuaba como un Estado tapón que favorecía el statu quo geopolítico colonial. De esta forma, se mantuvo congelada la región, convirtiendo las interacciones fluidas en líneas políticas rígidas, pero aun así, sentó las bases para futuras confrontaciones políticas. El fin del orden imperial europeo multipolar dio lugar al surgimiento de conflictos entre fuerzas dispersas a lo largo de las fronteras de las excolonias.
Aun así, la falla geopolítica camboyano-tailandesa se mantuvo estática, tanto por cuestiones locales como por las presiones del orden bipolar de la Guerra Fría. Durante la Guerra Fría la mayoría de las guerras se concentraron en el este de la región, ambos países eran aliados de Estados Unidos y cuando el régimen proamericano colapso en Camboya, el país se sumergió en una crisis que evitó que pudiera concentrar esfuerzo alguno en la frontera con Tailandia. Ninguno de los países estaba en condiciones de movilizarse.
El fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya en 1962 fue a favor de Camboya, pero su resolución, aunque resolvió el conflicto en términos jurídicos, no sano las fracturas entre las naciones que seguían latentes, más aún cuando a ojos de los tailandeses la cesión de territorios a través del Tratado de 1907 había sido injusta (Ngoun, 2017). Cuando sufrió una crisis el orden bipolar global con el colapso soviético en 1991, con el tiempo, la imprecisión en la que se trazaron las fronteras llevó a que, de 2008 a 2011, se produjeran enfrentamientos armados que ocasionaron bajas y personas desplazadas, dando pie al inicio de estas disputas fronterizas entre ambos países.
La genealogía del problema, iniciada con la separación política de los reinos —cuya causa fue la decadencia del poder del Imperio jemer— y las decisiones de agentes externos, derivó en dos consecuencias que hoy en día han formado parte de la narrativa de ambos países en la defensa de sus territorios. Por un lado, las pérdidas territoriales de Tailandia (el entonces Reino de Siam) alimentaron un discurso nacionalista de reivindicación de tierras, mientras que la recuperación de espacios que ha tenido Camboya ha sido el sostén de su legitimidad (Chachavalpongpun, 2013). Esto se suma a la forma en que el fin de los dos últimos órdenes geopolíticos globales —el multipolar imperial europeo y el bipolar soviético-americano— que mantenían estática la región afectó la dinámica política local. Sin las presiones extranjeras, los factores geopolíticos del contexto histórico y las diversas interpretaciones de los gobiernos —a partir de las necesidades domésticas— abrieron la puerta a disputas continuas.

El F-16 de la Real Fuerza Aérea Tailandesa desciende tras ser reabastecido por un KC-135 estadounidense durante Cope Tiger 2011 (crédito: MSgt. Cohen Young del Departamento de Defensa de Estados Unidos, vía Wikimedia Commons).
Un conflicto local y repercusiones regionales
Aunque las raíces del conflicto entre Tailandia y Camboya pueden analizarse como un asunto bilateral producto de un contexto geopolítico fragmentado entre dos naciones históricamente entrelazadas, las consecuencias deben leerse bajo una lógica más amplia. En específico, por la forma en que ha puesto en tela de juicio la capacidad de las instituciones regionales, revelando las limitaciones de la integración y de la cooperación interinstitucional en el Sudeste Asiático.
Desde la instauración de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático —ASEAN, por sus siglas en inglés— en 1967, se puso sobre la mesa la idea de la cooperación multilateral como medio para mitigar las disputas históricas entre las naciones que la conforman. No obstante, la rivalidad entre Camboya y Tailandia constituye un dilema para ASEAN, ya que, por un lado, promueve la integración económica, pero, por otro, su principio de no interferencia la torna incapaz de mediar de manera eficaz los conflictos entre sus miembros (Iannone, 2025).
Recordando el conflicto del Templo de Preah Vihear, aunque ASEAN intentó mediar, el peso de los intereses particulares de Tailandia impidió alcanzar una mediación sustantiva. El resultado de ello fue la intervención de La Haya y la escalada fuera del marco regional, lo que quizás denota la debilidad de ASEAN para fungir en ese papel (Turcsányi y Kříž, 2016). Iannone (2025) llama a este conflicto una especie de “soberanía performativa”, en la que los países miembros usan la retórica de la integración sólo en momentos en que les resulta conveniente, pero recurren al nacionalismo cuando la legitimidad interna se ve amenazada.
Ahora bien, pese a las rivalidades existentes, también dentro de las dinámicas de interacción entre estas dos naciones yace una relación, o mejor dicho, prácticas de interdependencia. Mientras Tailandia continúa siendo uno de los principales destinos de trabajo de inmigrantes camboyanos, Camboya reconoce que depende en gran medida del comercio transfronterizo con su vecino. La paradoja que se deriva de esto es que, pese al mantenimiento de un discurso político que promueve la defensa de las fronteras, en términos prácticos ambos países se necesitan mutuamente para sostenerse (Chhay & Long, 2024), algo característico de una zona fronteriza y de dos países con una historia mutua compleja.
No podemos olvidar el papel que desempeñan actores externos y su influencia en la relación entre estos países. China, por ejemplo, ha realizado grandes inversiones en Camboya, lo que le ha permitido disponer de un mayor margen de maniobra frente a Tailandia e incluso dentro de la propia ASEAN. Estados Unidos, por su parte, ha mantenido su influencia en la esfera tailandesa como uno de sus aliados tradicionales. En este involucramiento de terceros, el juego geopolítico se extiende a un espectro más amplio, donde el conflicto entre ambas naciones asiáticas se entiende como un microcosmos que refleja las tensiones entre las potencias y las dinámicas regionales (Global South Forum, 2025).
En cierto modo, el conflicto es producto de que ambos países han fungido como centros hegemónicos locales. Primero, el Imperio jemer y, posteriormente, el Reino de Siam. Por ahora, el equilibrio de poder se ha inclinado definitivamente a favor de Tailandia, tras haber estado históricamente a favor de Camboya, sede del Imperio jemer. En distintos momentos históricos, estos países han podido expandirse y desempeñar el papel de principal núcleo político, cultural y económico de la zona. Por ahora, aunque Tailandia mantiene una ventaja significativa, políticamente es vulnerable dados los lazos con Camboya. Estos lazos históricos y los movimientos nacionalistas de ambos países han contribuido a las tensiones político-militares fuera del alcance del ASEAN, siendo la ambigüedad legal de las fronteras poscoloniales un punto que se ha usado para reabrir la falla geopolítica camboyano-tailandesa, algo que habría ocurrido sin la intervención europea, solo que bajo otra dinámica.
En conclusión: la falla geopolítica camboyano-tailandesa y el Sudeste Asiático
Lo que antes unía a dos territorios, hoy se ha convertido en la causa de la fragmentación de las relaciones entre naciones, mas no con ello marca el inicio de un ciclo de confrontación o cooperación regional de manera estática. Los conflictos territoriales y las narrativas nacionalistas hablan más de la expresión de un pasado que sigue vigente hoy en día, que, a su vez, no se limita a meras disputas, sino que se traduce en una relación de interdependencia con la cual han aprendido a vivir. Aunque los Estados se enfrenten en el terreno diplomático, la sociedad que constituye a estas naciones continúa con prácticas que no necesariamente se amoldan a la visión de los gobiernos.
La limitada efectividad de ASEAN como mediador, justificada por el principio de no interferencia, solo ha provocado que este conflicto sea relegado a la gestión bilateral o bien a la intervención extranjera. Esto ha llevado a cuestionar la capacidad de la integración económica y diplomática regional del Sudeste Asiático para consolidar la integración institucional entre naciones, además de abrir la puerta a que actores externos, como Estados Unidos y China, se involucren, lo que complejiza aún más el escenario.
Más allá de ser una herencia del pasado traída a la actualidad, estas tensiones se han renovado y han ido adquiriendo nuevos significados en cada uno de los nuevos contextos internos y externos en los que se insertan. Asimismo, la posibilidad de transformar una rivalidad histórica en una integración pacífica entre naciones sigue en duda, no solo por la presencia de argumentos históricos, sino también porque nuevos intereses nacionales y extranjeros se integran al escenario con mayor presencia. Algo que seguirá siendo el caso, se haya impuesto otro orden global geopolítico o no.
Dada la inestable situación política doméstica de ambos gobiernos y la certeza de que ambos sistemas seguirán enfrentando retos, permanece latente la posibilidad de que se reinicien las tensiones. A esto se le debe sumar el empeoramiento de las confrontaciones en términos militares, con incursiones aéreas y anfibias tailandesas que marcaron un escalón significativo a las disputas entre 2008 y 2011.
Camboya ha usado las tensiones como una ficha política doméstica, calculando que Tailandia está limitada en sus respuestas militares, aunque pueda haber ataques aéreos. La duda permanece sobre si Camboya o Tailandia volverán a usar las tensiones como fichas en el ámbito doméstico y si se podrán mantener bajo control las confrontaciones militares. Como toda zona fronteriza, el caso de Camboya y Tailandia es sumamente complejo, lo que dejará abierta la puerta tanto a la cooperación económica como a la confrontación militar.
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