Fotografía de la bandera mexicana ondeando en el aire (Crédito Pawiis09 de pixabay vía Canva Pro) (1)

Fotografía de la bandera mexicana ondeando en el aire (Crédito: Pawiis09 de pixabay vía Canva Pro)

La evolución geopolítica de México

Pese a todo, por bueno camino

La historia mexicana deja poca esperanza respecto al futuro del país, por ello es necesaria una revisión y una mejor comprensión de la misma.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Tabla de contenidos

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En la última mitad del siglo XVIII, se intentaron pasar una serie de reformas – influenciadas por la Ilustración en Europa – en el Imperio español, estas reformas eran un intento por modernizar al imperio y traerlo a la nueva época de desarrollo económico. Pero en vez de ser aceptadas, las reformas fueron rechazadas rotundamente por su impacto en el status quo social, político y económico en los territorios imperiales españoles en las Américas. Poco después, Napoleón Bonaparte invadió la península Ibérica, en un principio con solo Portugal en su mira, pero pronto buscó apoderarse de España como tal. Es a partir de este contexto que, en 1810, tres años después de la ocupación de España y varios otros cambios políticos, se inició una lucha armada que en un principio no buscaría nada más que la restauración de la monarquía de Fernando VII, pero al poco tiempo se fue transformando en un proceso de inmensa autodestrucción.  

Ejércitos de campesinos y algunos indígenas desorganizados arrasaban con las ciudades y los pueblos. Todos los pilares y las instituciones de poder en la Nueva España se fragmentaron, con clérigos y militares convirtiéndose en insurgentes y financiándolos varios oligarcas. Es así como se destruyó a una potencia que había sorprendido y dado grandes esperanzas sobre su potencial al geógrafo alemán, Alexander von Humboldt, durante su visita a las Américas. Tras una década de una cruenta guerra civil, con una creciente tendencia independentista entre las altas esferas militares, políticas y económicas en la Nueva España es que nacería una nueva nación: México.  

En un principio, México fue una nación que se creó para retener los privilegios de las élites en la Nueva España ante los cambios políticos que España estaba promulgando continuamente. Algunos analistas e historiadores han criticado este proceso por los factores que lo propiciaron y permitieron la independencia. Pero hay razones geopolíticas que apuntan a que el país no podía tomar otro camino, posiblemente pudiera podido haber elegir uno mejor, pero habría terminado igual de trágico, o incluso peor.  

Con el tiempo, difícilmente se podría decir que México mejoró a pesar de haber obtenido la paz y se haya podido recuperar económicamente a finales del siglo XIX. Luego, nuevamente veríamos al país sumergirse en otra sangrienta guerra civil que retrasaría muchos de los logros obtenidos previamente. Esta guerra civil, luego nombrada la Revolución Mexicana, sólo daría paso a un nuevo régimen autoritario, solo más complejo y multidimensional. Nuevamente existiría represión política por otro siglo y se generaría un nacionalismo a base de mentiras y de interpretaciones con el propósito de justificar a los ganadores. Durante este periodo, México también se enfrentó a retos de seguridad nacional.   

Viendo este contexto histórico, uno fácilmente podría alegar, en especial dadas las circunstancias políticas y de seguridad actuales, que México es un país de pocas esperanzas, con una élite que se ha podido mantener a través de 200 años, inclusive se podría alegar que mucho más tiempo que eso. Pero al analizar en retrospectiva la historia mexicana desde la teoría de los ciclos, uno puede notar algo interesante y eso es que México ha mejorado considerablemente, a pesar de los regímenes autoritarios, la preponderancia de caudillos, caciques y oligarcas regionalistas o centralistas (nacionalistas) y de los actuales retos sociales, económicos y militares. Esto a su vez debería dar grandes esperanzas de lo que le espera a México en el futuro próximo.  

Por eso, este artículo se concentrará en dos objetivos. Uno será aclarar algunas malas interpretaciones de nuestra historia y sobre los conflictos y las razones detrás de los regímenes autoritarios. El segundo será enfatizar cómo es que México, a pesar de todo, ha mejorado y evolucionado geopolíticamente. Reconociendo los desafíos que todavía se tienen que enfrentar, pero también lo bueno que se puede esperar para México.  

Siendo realistas 

México parece ser tierra de caudillos, patriarcas, caciques, oligarcas, emperadores o huey tlatoanis. La guerra civil y la posterior independencia a partir de la segunda década del siglo XIX, que surgió en respuesta a las reformas borbónicas, ha sido catalogada por muchos como un error, o por lo menos como las peores razones para buscar la independencia debido a que era un rechazó al progreso que experimentaba el resto del mundo en desarrollo económico y social. Por ende, se habla sobre como Latinoamérica ha sido dominada por élites y que la desigualdad histórica ha sido una lucha eterna. De esta forma, el surgimiento de México no se dio bajo una base progresista, sino una base regresiva. Más tarde, el liderazgo del régimen unipartidista del PRI durante el siglo XX, de carácter patrimonialista y nuevamente considerado una regresión de incluso los regímenes liberales autoritarios de Benito Juárez y Porfirio Díaz (y de los imperios mexicanos) serían otro acontecimiento desalentador sobre el país.  

Pero si vemos el contexto geopolítico del país, no había otro camino y, pese a algunos retrasos sociales, económicos y políticos, estos diversos procesos o eran inevitables o, incluso, fue lo mejor que nos pudo haber sucedido. Paralelamente, estas interpretaciones también ignoran los diversos logros geopolíticos que se han tenido, concentrándose en los errores o las derrotas. Esto no implica que se deban defender en su totalidad a los personajes históricos que participaron en estos eventos nacionales y en la construcción de dichos regímenes, pero hay que saber cómo criticar y cómo reconocer verdaderamente los logros, ya que eso nos ayudará a entender mejor a nuestro país y comprender mejor el camino que tomará. 

Pintura de la ‘Entrada del Ejército Trigarante, Iturbide y los generales del Ejército mexicano’ a la Ciudad de México en 1821, realizada en 1842 por Ferdinand Bastin, Julio Michauld y Thomas (Fuente: INAH vía Wikimedia Commons) 

REGIONALISMO Y CENTRALISMO GEOPOLÍTICO 

México, al igual que cualquier otro país o región, pasa por dos ciclos, el regionalismo y el centralismo, el de regionalismo dura aproximadamente 200 años y el de centralismo dura más o menos 300 años. Durante un ciclo de centralismo, surge un Estado central o gobierno central, que se fortalece y se expande, sin necesidad de crear pactos o alianzas de largo plazo. En vez de ello, depende de sus propias instituciones para asegurar su empoderamiento. Es en estos ciclos de centralismo es cuando se crean los grandes imperios, como el olmeca, el tolteca o el español. Períodos durante los cuales el territorio no sufre de grandes guerras internas y las invasiones difícilmente presentan una amenaza. Son considerados períodos de gran apogeo y enriquecimiento. Aquí, sin embargo, es necesario hacer una aclaración: durante el periodo virreinal, existía un cierto grado de desigualdad, pero ese no fue el caso durante todo el periodo histórico del virreinato y solo se acentuó a largo plazo debido a los problemas administrativos y políticos que presentaban las limitaciones de la tecnología de comunicación y de transporte. Aunado a esto, el Imperio español concentró la mayor parte de su desarrollo en la península y sus gastos se dirigieron a sus guerras de conquista en Europa, lo que implicaba que la Nueva España no pudiera usar la mayoría de sus recursos para su propio territorio.  

Por su parte, el regionalismo es totalmente contrario al centralismo. Durante el regionalismo el Estado central se debilita y depende de pactos, acuerdos y alianzas para poder gobernar. En el mejor de los casos, el Estado central continúa existiendo, en el peor se desaparece y es reemplazado por otro Estado central mejor posicionado para crear pactos. Debido al retroceso geopolítico que significa el regionalismo, esto genera conflictos de gran intensidad al interior. Estos conflictos son guerras civiles, continuas pugnas políticas internas o guerras separatistas. Entre las pérdidas territoriales más recordadas por los mexicanos está la de la Guerra México-Estados Unidos, ignorando a su vez otras guerras y pérdidas territoriales, las razones detrás de las derrotas, al igual que muchas victorias.    

En primer lugar, el Ejército mexicano perdió contra el Ejército estadounidense, no por una inferioridad militar en entrenamiento o cantidad de tropas, sino por las diferencias políticas que habían fragmentado al ejército de la misma forma de como sucedió con todo el país. Por ende, cuando Estados Unidos invadió a México en 1846, no estaba luchando contra México, sino contra un Ejército de la Ciudad de México. Aunado a esto, México no sólo perdió los estados del norte en 1848, unas décadas antes habíamos perdido Centroamérica, y el nivel de destrucción que sufrimos durante la Guerra de Independencia nos dejó inhabilitados para recuperar nuestro dominio financiero y político sobre la isla cubana. Aunado a eso, el papel que teníamos en cuanto a los territorios españoles insulares en el Pacífico, entre los cuales se incluía a las Filipinas – territorio que los novohispanos (es decir, los mexicanos) habían conquistado (no los españoles) – también fue perdido, a pesar de los deseos de conquistarlos para el México independiente.  

Por otro lado, en una nota más positiva, posterior a la guerra con Estados Unidos en la década de 1850, un grupo de filibusteros estadounidenses intentó independizar a la península Californiana buscando crear la República de Baja California, y más tarde Tamaulipas, Coahuila y parte de Nuevo León intentaron también separarse del territorio mexicano buscando crear la República del Río Grande, ambos movimientos separatistas fueron derrotados. Más al sur, para principios del siglo XX, México derrotó los movimientos separatistas de los mayas.   

Es con este contexto de fragmentación y degradación geopolítica, que México sufrió en un retraso en los ámbitos social, económico y político, mientras que tuvo que invertir la mayoría de sus recursos para fines geopolíticos y de seguridad nacional. En parte, el creciente regionalismo en la Nueva España fue un detonante importante de la Guerra de Independencia. Y sería la misma razón por la que, cuando los liberales llegaron al poder, nunca instauraron una verdadera democracia, sino regímenes autoritarios cuyo objetivo era asegurar que México no continuará degradándose territorialmente, su enfoque no era el desarrollo social o democrático, cualquier intento se enfrentaría a graves retos geopolíticos que crearían la necesidad de invertir recursos para debilitar o mantener bajo control a los diversos grupos de poder regionalistas. Esto, a su vez, sería la misma razón por la que durante su visita a finales del siglo XIX, el geógrafo y politólogo alemán, Friedrich Ratzel, no vería las maravillas culturales y políticas en México que había visto Alexander von Humboldt a principios del mismo siglo. Un contexto geopolítico con instituciones deterioradas y un panorama nacional conflictivo y vulnerable, simplemente degradan a una nación cultural, política, social y económicamente.  

Un ejemplo que sirve para resaltar perfectamente el contraste de cómo la realidad geopolítica afectó el progreso de México sería el caso de Japón. Por cientos de años Japón estuvo sumergido en cuantiosas guerras internas entre diversos caudillos (en Japón a estos jefes militares se les llamaba daimyō o daimios). Cuando lograban estabilizarse temporalmente, su liderazgo central buscaba o manipular a los diferentes grupos de poder u ocupar a los diferentes jefes militares feudales, los daimyō, en guerras externas, pero el regionalismo evitaba que se concretará cualquier invasión exitosa de tierras ajenas a sus islas. Durante esta época, en Japón existía un sistema sociopolítico y socioeconómico feudalista, donde las clases más altas tendían a ser militares, siendo los sámurai la clase inferior de la nobleza feudal. Sería hasta la ‘Restauración Meiji’ a finales de la década de 1860, que estas clases militares feudalistas perderían su poder y las estructuras sociales, económicas y políticas del Japón feudal terminarían y serían reemplazadas por un sistema socioeconómico y político más occidentalista. La época del dominio de los daimyō y sus sámurai sería el ciclo de regionalismo para Japón, mientras que la Restauración Meiji sería la transición geopolítica hacia el centralismo, con un gobierno central fuerte. Pero a su vez, se destaca también el mejoramiento de la calidad de vida de los japoneses durante dicha restauración, lo que iría a la par del empoderamiento geopolítico-militar japonés. Por su parte, durante el mismo siglo, México se encontraba de lleno en su ciclo de regionalismo y, por ende, los caudillos y los caciques dominaban el panorama nacional. El contexto geopolítico en ambos casos determinó en gran medida los desafíos que enfrenta cada nación. 

Una fotografía del presidente mexicano Porfirio Diaz con su gabinete en 1910 (Crédito: Bain News Service/Library of Congress vía Wikimedia Commons) 

CRECIMIENTO ECONÓMICO Y PRESENCIA EXTRANJERA 

Pero tampoco no todo en los últimos 200 años fue un retroceso total o negativo para el país. Por un tiempo, durante el Porfiriato, México creció económicamente por encima de España y Japón, esta segunda nación estaba forjando un imperio en esos momentos y podría considerarse entre las principales economías en el mundo (Schettino, 2007/2023). Incluso los economistas Kehoe y Meza (2011) encontraron que, durante el Porfiriato, México estaba creciendo al ritmo de 2.1% en PIB per cápita por año entre 1877 y 1910. Contrastando este crecimiento con el hecho de que Kehoe y Meza (2011) también resaltan que entre 1875 y 1910 el Reino Unido estaba creciendo al 0.9% por año y Estados Unidos – la potencia que estaba reemplazando al Reino Unido como el líder industrial global – estaba creciendo a un ritmo del 2.0% por año, el crecimiento mexicano es impresionante. La velocidad con la que México estaba alcanzando a los Estados Unidos en materia económica resalta el potencial que tiene México.   

Al mismo tiempo, las intervenciones y la gravedad de las amenazas externas se habían reducido considerablemente. Cuando los alemanes amenazaron a México con tomar Veracruz por el rompimiento de una cláusula secreta en un acuerdo financiero entre ambos países, México simplemente le respondió que sí amenazaba a México, se metería con Estados Unidos y un cuerpo de marines estadounidenses estarían listos para recibir a los marinos alemanes (Katz, 1982/1986). En ningún momento, entre las últimas décadas del siglo XIX y la última década del Porfiriato la inversión extranjera o la presencia económico-financiera europea o extranjera figuraron como una amenaza a los intereses o a la integridad de la soberanía mexicana (Garner, 2011/2013).  

Así mismo, a partir de la segunda mitad de la década de 1980, México volvería a crecer a un ritmo impresionante. Macario Schettino, en una conferencia de la Fundación Friedrich Naumann México ([FFNM], 2020), utilizando datos del Project Maddison, afirma que durante el periodo entre 1980 y principios de los 2000, México crecía a un ritmo promedio del 2.4% anual, mientras que potencias económicas de gran calibre como Estados Unidos y Alemania Occidental (i.e., la República Federal de Alemania) crecían aproximadamente a un ritmo anual del 1.7% y la segunda potencia mundial, la Unión Soviética, crecía a un ritmo promedio del 0.8% anual. Esto demuestra cómo resulta interesante que cuando México se abre a la economía mundial, este crece a un ritmo impresionante, pero cuando se encierra o es incapaz de interactuar con la economía global, éste sufre de un crecimiento decepcionante, como afirman Kehoe y Meza (2011) y Schettino (2007/2023). 

Foto de un soldado mexicano en la Ciudad de México, el fotógrafo agrega un poema de Seamus Heaney (Crédit:o Eneas De Troya vía Wikimedia Commons) 

La evolución geopolítica 

Al analizar la historia geopolítica mexicana, algo importante que debe reconocerse es que México ha mejorado considerablemente. La Guerra de Independencia destruyó en su totalidad a la nación, económica, política y demográficamente. Después de 1810, sería hasta 67 años después que México comenzó a estabilizarse, para poder gozar de un periodo de paz y estabilidad que tan solo comenzó en 1884, es decir, 74 años más tarde. Durante esos 67 años, el país experimentó un largo deterioró económico, una quiebra financiera nacional, cuantiosas guerras separatistas, intervenciones, invasiones y guerras civiles.  

La independencia no logró apaciguar la rivalidad entre los dos principales bandos de poder en el territorio mexicano, sino que sólo transformó la lucha. La incapacidad de compartir el poder entre los centralistas y los federalistas (liberales o conservadores) llevó a una lucha encarnizada que no terminó sino hasta que uno de los bandos quedará completamente destruido (que en este caso sería el conservador). Una vez el país logró tranquilizarse, necesitó de un patriarca, como catalogaba Garner (2001/2017) a Porfirio Díaz, que pudiera manipular y fungir como el árbitro negociador supremo de los diferentes grupos de poder del país. Pero a pesar del impresionante crecimiento económico y la industrialización del país, tan pronto se fue el patriarca, México se sumergió aún más en otra guerra civil, irónicamente llamada la Revolución Mexicana.  

Sin embargo, cabe destacar que esta guerra civil, que sería transicional para el país, tal y como lo fue en su momento la Guerra de Independencia a principios del siglo anterior, resultó menos desastrosa. La economía nacional y la industria no fueron desgarradas. Una vez murieron la mayoría de los caudillos y caciques en pugna, los que quedaron pudieron apaciguar la situación y la próxima transición o reconfiguración nacional (con el exilio de Plutarco Elías Calles, el último patriarca liberal), pese a la existencia de una crisis, fue “pacífica” en comparación con las anteriores. Posterior a ello, pese a lo decepcionante que pudo haber sido, como lo señala Schettino (2007/2023), el país logró industrializarse aún más a fondo y urbanizarse, creando una importante clase media. En lugar de que el siglo XX estuviera marcado por guerras, inestabilidad política y crisis económico-financieras desastrosas, el país mantuvo un curso “positivo” (dentro de lo que cabe) o estable en el sentido macro político.  

Más tarde, la siguiente transición (la actual) que inició con las reformas tecnocráticas, no llevarían a una guerra civil tradicional como las dos anteriores, sino a una pseudo-Guerra Civil, más controlada y limitada en su impacto al país. Pese a la pugna política nacional y la crisis de inseguridad nacional, México se ha mantenido como una de las principales economías del mundo, manteniéndose entre la posición número 11 y 15 de las economías más grandes.   

Esto implica una mejora fundamental en términos geopolíticos, ya que los conflictos, tanto políticos como armados, van disminuyendo en intensidad y en impacto. El siglo XIX fue desastroso, pero el siglo XX fue estable. Eso implica una evolución, no un estancamiento o la continuidad de un contexto geopolítico desfavorable innato de la geografía mexicana. En otras palabras, el siglo XXI, está posicionado para ser mucho mejor que el anterior, en especial porque será el primer siglo en el cual México, como nación independiente, se encontrará en un ciclo de centralismo.   

Una fotografía del monumento al Ángel de la Independencia en México (Crédito: izanbar/Getty Images vía Canva Pro) 

Buenas y no tan malas noticias 

México se encuentra en la víspera de un cambio geopolítico trascendental e histórico. El país se encuentra actualmente transicionando del regionalismo geopolítico al centralismo. Esto implica una gran variedad de hechos, desde que el país comenzará a experimentar un desarrollo económico nacional y no regionalizado, a contar con un Estado fuerte con control del territorio nacional. A su vez, algunas de las demás naciones que han realizado recientemente dichas conversiones, es decir en los últimos 300 o 400 años, como el Reino Unido o Alemania, han creado instituciones democráticas y republicanas fuertes. A pesar de que Alemania era un imperio con un káiser (emperador alemán) y un Estado militarista, una vez realizado el cambio al centralismo, comenzó a gozar de una prensa libre y de contrapesos contra el Estado, con un parlamento independiente y fuerte. Esto no necesariamente ocurre en todos los países, como fueron los casos de Portugal, España y Rusia, pero la tendencia política en México de los últimos 40 años apunta a la continua conformación de un régimen tecnocrático y democrático. (Sumando lo anterior a que el régimen democrático mexicano ha priorizado la tecnocracia (es decir, el profesionalismo) entonces, el Estado mexicano está posicionado para volverse un régimen democrático con instituciones fuertes.) 

De cierta forma, se ha podido observar cómo el centralismo (en algunos países), al ya no requerir de la necesidad de un Estado y un liderazgo político todopoderoso, como una presidencia sin contrapesos y omnipresente en todos los asuntos del país para tener a raya a los poderes regionalistas, las instituciones se vuelven más diversas y complejas y el Estado de derecho y los pilares democráticos se fortalecen. Contrario a lo que esto implicaría durante el regionalismo, durante el centralismo este cambio político no implica retos para el Estado central una vez se finaliza la transición al centralismo.  

Aunado a esto, ha existido una importante correlación entre la transición al centralismo y el ascenso de una potencia como la principal fábrica del mundo. Cuando Estados Unidos y Alemania entraron a sus ciclos de centralismo, se convirtieron en los principales centros industriales que reemplazaron al Reino Unido, siendo Estados Unidos la principal fábrica del mundo (Araujo, 2024). Tomando en cuenta el nearshoring (la ‘deslocalización’ en español) y las necesidades de reestructurar las cadenas de suministro y crear un nuevo centro de crecimiento económico que impulse y ayude a la economía internacional a recuperarse tras años de crisis (los cuales no han terminado), claramente México está bien posicionado.     

Así mismo, cuando México entra en su ciclo de centralismo, el mismo se expande. Cuando esto sucedió durante el virreinato de la Nueva España, la Ciudad de México se volvió un actor internacional de gran calibre. Si consideramos los cambios considerables que ha realizado México en materia de política exterior, como la preparación para el envió de 200 miembros de las Fuerzas Armadas a una Misión de Paz de las Naciones Unidas a África y los cuantiosos acuerdos de libre comercio que ha firmado y sigue intentando impulsar (este segundo siendo un objetivo que ambas candidatas, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, compartieron durante la campaña electoral presidencial de 2024). Podemos ver como el país está tomando pasos, aunque pequeños, sí significativos, para cambiar drásticamente su política exterior.  

Estos tres hechos apuntan a que México está encaminado a convertirse en un Estado fuerte, con un régimen democrático, tecnocrático y estructuralmente institucionalista, mientras también se volverá en una de las principales potencias económicas más importantes del mundo en las siguientes décadas y una potencia políticamente más activa en el escenario global.  

No obstante, esta transición no estará exenta de retos. México todavía tiene una crisis de seguridad nacional doméstica y un fuerte conflicto político que, precisamente, busca evitar esta transición debido a las implicaciones geopolíticas y político-económicas nacionales. En las últimas 4 décadas, el desarrollo de México ha dejado a muchos decepcionados y preguntándose si realmente mejorará el país. Por lo que, cabe señalar algo que George Friedman afirmó en una conversación conmigo y es que todas las naciones que están a punto de dar el siguiente paso para convertirse en potencias geopolíticamente emergentes, primero se ven como si estuvieran a punto de colapsar.  

Antes de que veamos la calma, la tormenta empeorará, pero esta tormenta, o mejor dicho, para el caso mexicano, éste terremoto servirá más como una crisis que nos permitirá transformarnos que como una crisis que nos destruirá. En los próximos años, veremos una inmensa lucha por cambiar a la nación mexicana en su totalidad. Cuestiones como su identidad y su lugar en el mundo cambiarán por completo. Tomando todo esto en cuenta, podemos concluir que, en efecto, a final de cuentas, la evolución geopolítica se ha dado en beneficio del país.  

Araujo, A.-A. (2024). Septiembre, el poder judicial, el congreso y un nuevo México: La tormenta antes de la calma a la mexicana. Código Nexus. Recuperado 8 de septiembre de 2024, de https://codigonexus.com/septiembre-el-poder-judicial-el-congreso-y-un-nuevo-mexico/  

Fundación Friedrich Naumann México. (2020, 3 marzo). «Repensar el liberalismo» Macario Schettino [Vídeo]. YouTube. Recuperado 8 de septiembre de 2024, de https://www.youtube.com/watch?v=CquaHzHyOuU&t=2131s  

Garner, P. (2017). Porfirio Díaz: Entre el mito y la historia (L. Peréz, Trad.). México: Ediciones Culturales Paidós. (Obra original publicada 2001)   

Garner, P. (2013). Leones británicos y águilas mexicanas: Negocios, política e imperio en la carrera de Weetman Pearson en México, 1889-1919 (M.-A. Zamudio, Trad.). México: Colegio de San Luis. (Obra original publicada 2011)  

Katz, F. (1986). La guerra secreta en México: 1 Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana (I. Fraire & J.-I. Hoyo, Trads.; 6.a ed.). México: Ediciones Era. (Obra original publicada 1982)  

Kehoe, T.-J., & Meza, F. (2011). Catch-up growth followed by stagnation: Mexico, 1950-2010. Latin American Journal Of Economics, 48(2), 227-268. https://www.researchgate.net/figure/latin-american-and-the-united-States-during-the-Great-recession_tbl1_304552751  

Schettino, M. (2023). Cien Años De Confusión: La construcción de la narrativa que legitimó al régimen autoritario del siglo XX. Ciudad de México: Paidós. (Obra original publicada 2007) 

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