Hace unos días, empezaron a circular noticias advirtiendo sobre la posibilidad de que se reinicie la guerra entre Azerbaiyán y Armenia por la provincia de Nagorno-Karabaj, debido a una gran movilización militar por parte del estado azerbaiyano cerca de la frontera con Armenia y dicha provincia, pero los temores no se limitaron en advertir sobre un conflicto por Nagorno-Karabaj, durante la movilización algunos vehículos militares azerbaiyanos fueron marcados con una A invertida (∀), haciendo alusión a la forma en la que Rusia había marcado diversos grupos de vehículos militares con diferentes símbolos (principalmente con letras como la Z o la O) antes de invadir Ucrania en febrero del 2022, lo que había despertado temores de que una invasión de Armenia era inminente.
Pronto, las advertencias acertarían en que una conflagración militar por Nagorno-Karabaj se materializaría. Sin embargo, no ha ocurrido una invasión de Armenia, por lo menos al momento de realizar este reportaje analítico, no han habido indicios de una invasión del territorio armenio. Las probabilidades de una invasión a gran escala de Armenia no son necesariamente altas, más no significa que la probabilidad de que enfrentamientos militares de gran intensidad entre las fuerzas armadas de ambos países sean completamente nulas.

Camión militar de Azerbaiyán con el símbolo A de cabeza, usado para representar las tropas movilizadas en la frontera (Fuente: Twitter)
Vehículos de transporte militares de Azerbaiyán en una zona fronteriza con Armenia (Fuente: Ministerio de Defensa de Azerbaiyán)
Tomando esto en cuenta, el reportaje buscará completar tres objetivos. Primero explicará el trasfondo y el desenlace que ha tenido el actual dilema de seguridad que atenta contra la estabilidad regional del Cáucaso. Segundo, determinará los escenarios más probables, como la probabilidad de que estalle un enfrentamiento de alta intensidad convencional entre ambos gobiernos, analizando el panorama internacional y regional en el que se esta dando la actual crisis de seguridad. Para así concluir con las repercusiones que podría ocasionar el desarrollo y finalización de la actual problemática armenia-azerbaiyana.
Nagorno-Karabaj y la pugna armenia-azerbaiyana
Cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Unión Soviética o URSS) se apropió del territorio del Sur del Cáucaso después de 1920, dividió el territorio regional en tres repúblicas soviéticas: Georgia, Armenia y Azerbaiyán. El territorio conocido como Nagorno-Karabaj fue puesto bajo la administración del gobierno soviético azerbaiyano y se establecería como una provincia autónoma. Por cuestiones históricas, los armenios siempre han alegado que el territorio de Nagorno-Karabaj (conocido por los armenios como Artsaj) es parte de Armenia y debería estar bajo administración-política armenia. Durante el dominio de la Unión Soviética las tensiones por el control del territorio se mantuvieron bajo control, debido a la injerencia soviética en el asunto. Sin embargo, tras la disolución de la URSS, ambas repúblicas obtuvieron su independencia (al igual que Georgia) y nuevamente estallo un conflicto armado en la década de 1990, la cual terminaría con una rotunda victoria armenia.
Los rusos volverían a intervenir exitosamente para imponer un cierto grado de estabilidad regional entre ambas naciones, beneficiando Armenia. Aunque la Federación Rusa resultaba ser mucho más débil que su predecesora, la Unión Soviética, todavía retenía la capacidad de influenciar los eventos en su esfera de influencia tradicional. La presencia y el peso del dominio ruso seguía imponiendo la paz en la región, algo que pudo reforzar con la creación de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO por sus siglas en inglés), en la cual Armenia es un estado miembro y ha aprovechado durante mucho tiempo para mantener el status quo que había creado tras su abrumador triunfo en la Primera Guerra de Nagorno-Karabaj.
Durante aproximadamente 2 décadas, la superioridad militar de Armenia, una cierta paridad demográfica y la influencia rusa aseguraron los logros militares armenios y evitaron que volviera a estallar un conflicto convencional entre ambas naciones. Sin embargo, tras 2 décadas de continua modernización, un incremento en su tasa de natalidad y empoderamiento económico y militar, Bakú (capital de Azerbaiyán) cerro la brecha con Ereván (capital de Armenia), lo que culminaría con una intensa conflagración militar en 2020 con la Segunda Guerra de Nagorno-Karabaj. En esta ocasión, Azerbaiyán lograría revertir los logros geopolíticos de los armenios*, pero la influencia rusa seguía presente. Pronto Moscú lograría nuevamente apaciguar la situación y usaría sus fuerzas de mantenimiento de la paz en el territorio disputado para evitar un enfrentamiento significativo.
*La victoria militar de Azerbaiyán se debió principalmente a dos hechos: su superioridad armamentística y su superior flota de drones (proporcionados por Turquía) los cuales usaría para destruir fuerzas armenias, especialmente sus tanques.
A pesar de que haya sido considerada como una victoria rusa por algunos en 2020, las primeras fisuras del poder ruso comenzarían a resaltarse. A pesar de formar parte del CSTO, Rusia no intervino ni envió algún tipo de apoyo militar significativo a través de la organización de seguridad “colectiva”, a diferencia de como lo había hecho durante la crisis política en Kazajistán, en la cual desplego tropas rusas y de otros estados miembros para respaldar al nuevo régimen kazajo. Peor aún, durante 2021 fuerzas azerbaiyanas atacarían directamente territorio armenio, por lo que el conflicto ya no estaba limitado a Nagorno-Karabaj. Moscú se abstuvo de intervenir militarmente, a pesar de que el tratado del CSTO establece en el artículo 4° que “[s]i uno de los Estados miembros sufre una agresión (ataque armado que amenaza la seguridad, la estabilidad, la integridad territorial y la soberanía), será considerado por los Estados miembros como una agresión (ataque armado que amenaza la seguridad, la estabilidad, la integridad territorial y la soberanía) hacia todos los Estados miembros del presente Tratado”, la contraparte del artículo 5° de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Luego, Rusia invadiría Ucrania en febrero del 2022 y sus capacidades militares, económicas y políticas se verían consumidas o desgastadas en el conflicto convencional en Europa Oriental, limitando en gran medida su capacidad de continuar actuando en sus zonas de influencia tradicionales, perdiendo terreno ante otras potencias* o simplemente perdiendo peso en la toma de decisiones regionales, lo que culmino en la actual confrontación geopolítica entre Azerbaiyán y Armenia. Por ende, el gobierno de İlham Aliyev (presidente de Azerbaiyán) ha apostado a que Rusia ya no puede intervenir decisivamente en asuntos en su periferia al ser consumida en Ucrania y al parecer su apuesta parece estar dando frutos geopolíticos.
*Recientemente el gobierno armenio realizo un ejercicio militar con fuerzas estadounidenses, intentando buscar otro estado patrocinador que proteja diplomática y militarmente al país de Azerbaiyán y Turquía.

Imagen del momento en que un dron azerbaiyano destruye armamento y equipo militar de las fuerzas separatistas armenias en Nagorno-Karabaj (Fuente: Ministerio de Defensa de Azerbaiyán)
Misión cumplida
Tras el despliegue militar ya mencionado, las fuerzas de Bakú iniciaron una serie de operaciones militares, las cuales catalogaron como una campaña antiterrorista en la región de Nagorno-Karabaj. Las operaciones involucraron bombardeos por artillería y drones artillados (principalmente drones turcos) y se realizaron algunos enfrentamientos armados entre las fuerzas separatistas y miembros del ejército de Azerbaiyán, el ejército armenio no se involucró en los enfrentamientos. Estas confrontaciones no durarían mucho y las fuerzas azerbaiyanas pudieron lograr distintos objetivos militares en la región, tomando varias posiciones de combate separatistas abandonadas y destruyendo instalaciones y equipo militar separatista.
Las autoridades de Nagorno-Karabaj pronto aceptarían un cese al fuego en el cual acordaron entregar todas sus armas (desmantelando efectivamente a las fuerzas separatistas en la región) y a retirarse de la provincia (junto con las fuerzas armenias que se encontraban en dicha provincia). Muy probablemente los factores que contribuyeron a que las autoridades separatistas aceptaran rendirse serían: la superioridad militar de Azerbaiyán, el éxito de las operaciones antiterroristas del ejército de Bakú y la imposibilidad de que Rusia o Armenia pudieran intervenir a su favor.
Inclusive, algunas de las fuerzas de mantenimiento de la paz rusas habían sido desplegadas a Ucrania, por lo que se disminuyó la capacidad operativa de las tropas rusas en la región, aunque aún con el personal que fue movilizado, las fuerzas de mantenimiento de la paz rusas no hubieran sido capaces de intervenir efectivamente. Varios miembros de las fuerzas rusas murieron en un ataque de las fuerzas azerbaiyanas durante las operaciones militares en Nagorno-Karabaj y el Kremlin se ha mostrado incapaz de responder al ataque. Como resultado, las fuerzas de mantenimiento de la paz tuvieron que retirarse a diferentes posiciones, en las cuales ahora se albergan civiles armenios. Por el momento, el cese al fuego sigue siendo respetado por ambos bandos. Las fuerzas separatistas y la población civil armenia se están retirando de Nagorno-Karabaj. El éxodo actual de civiles armenios se debe principalmente a que el gobierno de Ereván ha advertido y asegurado que el ejército azerbaiyano planea cometer un genocidio en la provincia, aunque, por el momento, no hay reportes que comprueben que la acusación sea real.

Foto de la bandera azerbaiyana en un campamento de combate armenio capturado por fuerzas azerbaiyanas (Fuente: Ministerio de Defensa de Azerbaiyán)
¿El fin del Cáucaso como lo conocemos?
El éxito de las operaciones militares azerbaiyanas ha cambiado determinantemente el panorama regional del Sur del Cáucaso. Azerbaiyán pronto reintegrará completamente a la provincia de Nagorno-Karabaj bajo su administración-política. Por ahora, falta que se tenga algún logro en las negociaciones entre el estado armenio y el azerbaiyano, por el momento no se han tenido avances. Sin embargo, la victoria azerbaiyana no es definitiva y la crisis aún no ha terminado.
Ahora, Armenia se enfrenta a una fuerte crisis política interna, con protestas violentas en contra del primer ministro Nikol Pashinián exigiendo su renuncia. En 2021, varios oficiales militares y el estado mayor armenio exigieron la renuncia del primer ministro, aunque no tuvieron ningún impacto político y el descontento del mando castrense no se materializó en un golpe de estado. Pero ahora el panorama es mucho peor para Ereván. La abrumadora derrota militar en Nagorno-Karabaj aseguro la reintegración de la provincia a Azerbaiyán, un resultado humillante para el mandatario y los estadistas armenios. Si sumamos esto a la incapacidad de obtener algún avance en las negociaciones, las tensiones entre ambos países se alargan considerablemente.
Sin duda alguna, Azerbaiyán se ha establecido como el ganador y la potencia en el Sur del Cáucaso. Armenia, derrotada y humillada como lo fue Azerbaiyán décadas antes, se verá revuelta en una problemática política en la que fuerzas nacionalistas podrían empoderarse. El mayor problema es que, tras una abrumadora derrota a principios de la década de 1990, Azerbaiyán se enfoco en mejorar sus capacidades económicas y militares para revertir la balanza de poder, algo que le tomo aproximadamente 2 décadas. Lo que crea la duda sobre si Armenia buscará revertir nuevamente la balanza de poder en las próximas décadas.
Tres escenarios son probables como resultado del presente triunfo militar de Bakú, cabe resaltar que, en todos los escenarios, Bakú asienta su control político de Nagorno-Karabaj, lo que cambia entre los escenarios probables son los medios para resolver los problemas largoplacistas entre ambos países. En el primer escenario, el más optimista, Bakú simplemente refuerza sus posiciones militares en la frontera con Armenia y busca, mediante negociaciones, asegurar su acceso a su enclave Najicheván mediante la creación de un corredor, cuyo proyecto es conocido como Corredor de Zangezur, siempre ejerciendo una presión militar, pero sin actuar directamente en contra de Armenia. Bajo este escenario, las tensiones continuarían, pero de manera controlada, debido a que Azerbaiyán ya habría asegurado el control de Nagorno-Karabaj, su principal imperativo geopolítico-militar. En el segundo escenario, uno menos optimista, Azerbaiyán presionaría más fuerte a Ereván mediante fuertes enfrentamientos fronterizos y bombardeos con drones artillados en la frontera, pero nunca tomaría una medida definitiva en contra de Armenia debido a que posiblemente no exista la necesidad. Pero en el tercer escenario, el más pesimista, Azerbaiyán continua con las operaciones militares contra Armenia y bombardea territorio armenio, adentrándose a territorio nacional de Ereván, lo que no limitaría los enfrentamientos en la frontera. En este caso, Azerbaiyán tendría dos objetivos: asegurar el control de lo que sería el Corredor de Zangezur y destruir las capacidades militares armenias.
El último escenario sería el más ambicioso y probablemente sea el menos posible, pero Azerbaiyán se encuentra en un panorama geopolítico favorable. La Unión Europea necesita del gas natural de Azerbaiyán, Irán se encuentra internamente frágil (como se demostró por la magnitud de las protestas feministas a principios del año) y Turquía se ha convertido en su patrocinador y es la potencia militar y geopolítica más dominante en la región y se encuentra en ascenso, lo que solo aumentaría su poder a largo plazo. Una invasión azerbaiyana no es necesariamente probable, pero no podemos eliminar la posibilidad de que estalle una, especialmente con una Armenia en medio de una crisis política con el fortalecimiento de alas nacionalistas y un Azerbaiyán más poderoso en un ambiente geopolítico propicio para asegurar sus objetivos. Será labor de los diplomáticos y de las potencias extranjeras garantizar que Azerbaiyán asegure un acceso a su enclave mediante negociaciones y refuerce su control de Nagorno-Karabaj, al igual que evitar que el gobierno de Armenia reaccione agresivamente o perjudique los esfuerzos diplomáticos al ser presionado o tomado por fuerzas nacionalistas.
Sumado a lo anterior, los países deberán asegurarse de que los azerbaiyanos no se sientan presionados por intentar cerciorarse de que Armenia no busque revertir el contexto regional en el futuro, tal y como ellos lo hicieron. Por ahora, es improbable que Armenia logre revertir la situación, al menos que logrará mejorar su tasa de natalidad y su capacidad económica. Pero aún empoderada, necesitaría un estado patrocinador para lograr recuperar Nagorno-Karabaj, aunque, los estadistas no siempre se guían por el sentido común del presente sino por los temores del futuro.

Primer Cuerpo del Ejército de Azerbaiyán en un desfile militar celebrando la victoria de Azerbaiyán contra Armenia en la Segunda Guerra de Nagorno-Karabaj (Fuente: Ministerio de Defensa de Azerbaiyán)
Repercusiones regionales y continentales
Definitivamente, Azerbaiyán cuenta con la superioridad militar, económica y demográfica para estructurar el paisaje geopolítico sur-caucásico, el deterioró de Rusia como una potencia regional capaz de imponer su voluntad o, por lo menos, controlar sus esferas tradicionales de influencia, también refuerza su capacidad política de moldear el panorama regional. Especialmente si tomamos en cuenta el respaldo de Turquía que, a diferencia de Rusia, se encuentra en los inicios de su ascenso geopolítico, Bakú se encuentra en una posición privilegiada frente a Ereván. El país azerbaiyano buscará asegurar sus objetivos geopolíticos y reforzar sus logros militares, como lo busque lograr estará abierto a debate.
Más importante aún, serán las repercusiones de la crisis en el Sur del Cáucaso, las cuales no se mantendrán limitadas a la región. Rusia ya se recalcó como una potencia sumamente debilitada, su incapacidad de actuar a favor de Armenia forzará a otras naciones, como Kazajistán, a buscar otros estados patrocinadores, como China o incluso Turquía. Rusia se enfrenta a una guerra en la que un triunfo militar solo resultaría en una victoria pírrica, con más costos que beneficios, lo que significa que sus zonas de influencia podrán convertirse en premios geopolíticos para otras potencias regionales en ascenso. Algo que aumenta las probabilidades de enfrentamientos entre una Rusia en decadencia y otros centros de poder en la masa continental eurasiática. Esto también refuerza el hecho de que el Cáucaso no ha terminado de modificarse y la configuración geopolítica regional continuará cambiando por algunas décadas más.