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Israel, Irán y el futuro de Oriente Próximo

Los límites de Israel

Israel se encuentra en una encrucijada geopolítica autodestructiva, empeorando las tensiones regionales y sentando bases peligrosas para su seguridad a largo plazo.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

Tabla de contenidos

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Estas últimas semanas estuvieron marcadas por los intercambios de ataques con misiles entre Israel e Irán, lo que implicó un alza en las tensiones regionales y el temor de que se pudiera crear una guerra regional entre ambas potencias, en la que Estados Unidos se vería involucrado directamente. A su vez, esto hubiera significado un duro golpe a la economía mundial, el cual se sumaría a los problemas económicos en Europa y China, ambos centros económicos internacionales importantes.  

A raíz de las reacciones de diversas potencias a nivel internacional y la escalada en tensiones, es importante aclarar por qué se desarrollaron de tal manera los eventos bélicos de estas últimas semanas y que podría suceder realmente, así como explicar que representa para Israel haber tomado dichas acciones y cuál es el límite de dicha nación, ya que, aún cuando potencias patrocinadoras como los Estados Unidos no han puesto un firme alto al Estado de Israel por sus acciones y amenazas, el país aún opera dentro de ciertos parámetros que no puede o no debería cruzar. Al final del día, cabe destacar las razones detrás de las acciones de Irán, Estados Unidos y de Israel para tener una mejor imagen de lo que sucede en dicha región.  

Imágenes de la respuesta de los sistemas de defensa aéreos israelitas al ataque de misiles y drones de Irán sobre una ciudad en Israel (J. Awad de Xinhua)

El mensaje desde Washington 

Cuando Irán lanzó un ataque con cerca de 300 misiles de crucero, misiles balísticos y drones kamikaze el 13 de abril del 2024, los Estados Unidos junto con Francia, el Reino Unido y otros países, como Jordania, intervinieron para destruir la gran mayoría de los misiles y los drones iraníes. Muchos interpretaron esto como una señal de respaldo militar claro por parte de Washington y sus aliados a Israel. Como era de esperarse, esto suscitó críticas por el respaldo a un Estado que, bajo el mando del primer ministro Benjamín Netanyahu, ha actuado en contra del derecho internacional, del derecho humanitario y que ha iniciado y empeorado una crisis por su propia cuenta, poniendo en peligro la seguridad regional de Oriente Próximo y la estabilidad internacional.  

Esto también generó la hipótesis de que Estados Unidos está enviando un mensaje a Israel de que puede continuar escalando las tensiones a expensas del resto de los otros países y de que Estados Unidos intervendría en un hipotético conflicto entre Israel e Irán a favor de Benjamín Netanyahu. Sin embargo, la Casa Blanca no tomó la decisión de interceptar los misiles y los drones iraníes dirigidos a Israel en respaldo a Netanyahu, aunque, de cierta manera, pueda parecer así, sino por el contrario, Estados Unidos simplemente envió un mensaje a Irán, no a Israel. El propósito de dicho mensaje era dar a entender de que Estados Unidos no permitiría que la situación escalará por cuenta propia de Tel Aviv o de Teherán (Freidman, 2024).  

Este mensaje es tanto el resultado de que Estados Unidos y sus aliados se encuentran en un grave predicamento geopolítico en cuanto a Oriente Próximo, como de los errores que han cometido, aunque también se encuentran con las manos atadas en cuanto a ciertas soluciones. Entender estas razones detrás del mensaje estadounidense a Irán, nos ayudará a entender mejor las circunstancias en las que se encuentra Tel Aviv.  

Primero, el predicamento geopolítico es que Estados Unidos y sus aliados en Europa (el Reino Unido y Francia) por el momento necesitan a Israel, dado que es la única potencia militar en la región capaz de intervenir y mantener a raya las aspiraciones regionalistas de Irán. Aunque Turquía también es un candidato para mantener bajo control a los iraníes, su situación económica, la Guerra en Ucrania, las tensiones internas en Rusia y los objetivos turcos en África y Asia Central, mantienen a Turquía ocupada en otros asuntos, así mismo, Ankara (capital de Turquía) no cuenta con una situación económica favorable, algo que podría limitar mucho su actuar ante el conflicto. Por otro lado, Turquía no tiene las mismas necesidades geopolíticas de Estados Unidos, el país necesita contrarrestar a Irán y a Israel, ya que ambos países representan retos a su seguridad y a sus intereses nacionales en Oriente Próximo.  

Esto explicaría el interés de Ankara de movilizarse diplomáticamente en la región para empezar a crear las bases para contener a ambos Estados (Israel-Irán) y sus aspiraciones a convertirse en un garante de cualquier cese al fuego entre Israel y Hamás en Gaza (Al-Jazeera, 2023; Akin, 2024; Bryza, 2024). Aunado a los intereses geopolíticos turcos, también es importante reconocer el componente sociopolítico detrás de los objetivos de Ankara y su actuar en cuanto al conflicto, el país es una nación musulmana y, socialmente, el gobierno debe complacer a su población musulmana, un importante bloque político y electoral en el país. Tomando esto en consideración, junto con el objetivo estratégico mundial de Estados Unidos que, de acuerdo con Friedman (2012) es: evitar que cualquier Estado en cualquier región se convierta en un Estado hegemónico-regional – lo que ayudaría a que dicho Estado invirtiera en una armada naval y expandiera sus objetivos geopolíticos, lo que podría suceder en el dado caso de que Israel e Irán quedaran devastados y Turquía fuera a aprovechar las circunstancias geopolíticas. Dejar que Irán ganara una confrontación o que dejará a Israel devastado por un conflicto armado de gran escala, tampoco ayudaría con dicho objetivo, ya que eso disminuiría aún más la cantidad de actores geopolíticos en Oriente Próximo, facilitando más el ascenso del que se encuentre más favorecido, que en dado caso y a largo plazo sería Turquía, aunque Irán podría obtener una ganancia de corto-plazo, lo que cambiaría totalmente el panorama regional y mundial.  

Es por eso que el predicamento geopolítico, también se manifiesta por las aspiraciones regionalistas de Irán, que, de atacar y devastar seriamente a Israel, podría cambiar el panorama a su favor. Irán ya cuenta con una presencia militar y política en Siria e Irak, y busca adentrarse en Jordania, país actualmente inestable por la Guerra de Israel-Hamás y teme las intenciones iraníes y de Hamás en su territorio ante la crisis doméstica (Harel & Varulkar, 2024; Pacchiani, 2024; Mackinnon, 2024). (Lo que explicaría la intervención por parte de Jordania contra los misiles y drones iraníes ( Agencies & The Times of Israel, 2024).) Un ataque exitoso contra Israel dejaría vulnerables a Jordania, Siria e Irak, países en los que se encuentran fuerzas estadounidenses. Indiscutiblemente, una guerra regional entre los aliados proxys de Irán, como Hezbolá, las mismas fuerzas estatales iraníes e Israel involucraría a toda la región, ya sea porque sería daño colateral o Irán intentaría conseguir la mayor cantidad de ganancias geopolíticas posibles. Dicha hipotética victoria iraní significaría que Estados Unidos tendría que intervenir directamente para evitarlo, lo que a su vez fortalecería a Turquía a corto plazo tras una posible derrota de Irán y el desgaste militar estadounidense.  

Príncipe Heredero Al Hussein de Jordania asiste a un ejercicio militar táctico realizado por el Cuerpo Real de Artillería y el Cuerpo de Fuego y Maniobras en 2023 (Fuente: Oficina de Su Alteza Real el Príncipe Heredero vía Flickr) 

El predicamento geopolítico significa que Estados Unidos, sus aliados y otros Estados en la región se encontraban sin opción alguna, más que intervenir a favor de Israel con el mensaje dirigido a Irán de que no se permitiría que este actuará por su propia cuenta. Mensaje el cual incluso fue aceptado por Irán para evitar una escalada en las tensiones, dado que el país advirtió a Estados Unidos del ataque a Israel según Mason et al. (2024), aunque el gobierno estadounidense niegue dicha advertencia, la realidad es que Irán le ha dado advertencias anteriormente y el país ha demostrado ser capaz de maniobrar diplomática y militarmente con cuidado para satisfacer las demandas sociopolíticas internas y necesidades geopolítico-militares externas, pero priorizando evitar una escalada descontrolada en las tensiones regionales.  

En cierta forma, Israel es necesario para los Estados Unidos – por ahora – para mantener bajo control a la región y evitar que, a corto o largo plazo, una potencia obtenga la hegemonía regional, lo que forzaría a Estados Unidos a reaccionar e invertir más recursos en ese mismo momento, tal y como lo hizo durante la Guerra del Golfo (1991), o en el caso de que Washington no fuera a intervenir, arriesgarse y permitir que aumente el riesgo geopolítico para el país a nivel internacional, en vez dejarlo en un nivel regional. Todos los posibles desenlaces forzaron la reacción estadounidense, la de sus aliados y la de otros países en la región, como Jordania.  

En segundo lugar, Estados Unidos ha cometido varios errores que han creado esta dependencia de Israel. Cuando Estados Unidos invadió Irak, su propósito era eliminar un posible aliado de al-Qaeda, el régimen de Sadam Hussein, y reiterar a los demás Estados musulmanes, como Arabia Saudita y Pakistán, su compromiso con la lucha contra las organizaciones terroristas, al igual que dejar en claro su compromiso de tomar las medidas militares necesarias para combatir dicha amenaza (Friedman, 2012). Pero el error estratégico estadounidense, como señala Friedman (2012), recae en la destrucción del Ejército iraquí, ya que su fin no era destruirlo, sino convertir a Irak en una democracia con una fuerza militar que pudiera poner en jaque a Irán y mantener un balance de poder que mantuviera el status quo en Oriente Próximo. Sin embargo, la destrucción del Ejército de Irak creó el panorama de inestabilidad al que actualmente se enfrentan los Estados en la región y lo que ha propiciado posturas más agresivas para cumplir con sus diversos imperativos geopolíticos.  

La inestabilidad de Irak y posteriormente de Siria, ha creado el ambiente propicio para que surgieran las amenazas islamistas y para que Irán y Rusia pudieran adentrarse en la región, al respaldar a regímenes como el de Bashar al-Asad. Si sumamos la falta de apoyo a Turquía en combatir lo que considera amenazas a su seguridad nacional – los grupos paramilitares kurdos – y la falta de apoyo económico a países en el Norte de África o incluso a Turquía, entonces las presiones se aumentan y la necesidad de tener a Israel como un Estado capaz de mantener a raya diferentes aspiraciones, se incrementa. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea cometieron múltiples errores desde el 2003 hasta la actualidad que han creado esta dependencia de Israel para la estabilidad regional, aunque el problema, tanto para Europa y Estados Unidos, como para Israel es que ahora el país se ha convertido en un riesgo para dicho fin geopolítico.  

Aunque el mensaje estadounidense de a entender que mantiene firme su apoyo hacia Israel desde la perspectiva del público, la realidad es que el contexto geopolítico de Oriente Próximo, así como los errores del pasado y los posibles desenlaces de cualquier guerra regional o de las acciones aspiracionistas de cualquier potencia en la región, forzaron dicha respuesta en apoyo a Israel. Con esto en mente, es importante considerar la posición en la que se encuentra Israel, las razones detrás de sus acciones y los retos que enfrenta a largo plazo.  

El actual estado de Israel  

A pesar de contar con varias victorias tácticas en su guerra contra Hamás en Gaza, Israel se encuentra ante una severa crisis interna y la posibilidad de enfrentarse a múltiples frentes al mismo tiempo. Una historia de victorias militares continuas y el respaldo estadounidense han dotado a la nación judía de un cierto grado de ego estratégico. El país no ha sufrido derrota militar alguna, lo cual, de haber sufrido, habría significado el fin del Estado de Israel. Pero esto se ha convertido en una carga para la nación, ya que ha enaltecido su ego de manera autodestructiva, al crearse la ilusión de que no podría perder conflicto armado alguno.  

Ante la actual crisis regional, el dilema para Israel se divide en múltiples elementos: división interna, límite del apoyo internacional, carácter de la doctrina estratégica israelí, la balanza de poder regional y la amenaza a largo plazo de potencias regionales. En cierta forma, estos múltiples riesgos han mantenido a Israel bajo control, ya que el gobierno de Netanyahu sabe que no puede probar su suerte en demasiadas ocasiones o ir demasiado lejos para sus aliados estratégicos.   

En cuanto al dilema interno, por primera vez en toda su existencia de 75 años, Israel se enfrenta a un panorama interno fuertemente dividido, con las fuerzas armadas y los cuerpos de inteligencia israelíes (la Mosad) enfrentando al poder ejecutivo en múltiples ocasiones por sus atentados contra la democracia israelita y su mal manejo de la política de defensa nacional (Araujo, 2023). Históricamente, Israel siempre ha podido lidiar con amenazas fronterizas, ya sea por medio de la diplomacia o por la fuerza militar. no obstante, siempre ha sido sometida por potencias regionales o suprarregionales, en especial cuando la nación israelita se encuentra dividida (Friedman, 2012). El hecho de que haya experimentado la crisis política que llegó a presenciar la nación a principios del 2023, vulnero al país ante cualquier ataque, en octubre dicho ataque provino de Hamás. Ahora, por primera vez, el país no solo se encuentra dividido, sino que está en crisis en medio de una guerra y continuas alzas en las tensiones militares regionales. Esta división es crucial para su seguridad ya que el país depende de la cohesión social y política para que sus fuerzas armadas puedan responder eficazmente y actuar como un ejército disciplinado y organizado. En un país donde la conscripción militar es obligatoria y es crucial para la seguridad nacional, dicha división social llega a afectar a la defensa del país.      

Por otra parte, Israel ha estado recibiendo apoyo financiero, diplomático y militar de Washington, pero también reconoce que dicho apoyo tiene sus límites, aunque no se han demostrado públicamente, la falta de respaldo para responder militarmente contra Irán es prueba de ello, algo que influyó en la toma de decisiones de Israel (Bergman & Kingsley, 2024). Netanyahu reconoce que el apoyo militar que recibió de Jordania, el Reino Unido, Francia y, en especial de Estados Unidos, no tenía el propósito real de salvaguardar a Israel, sino de asegurar sus propios intereses. De esta forma, si sus aliados actúan en base a sus propios intereses nacionales, no por solidaridad política o ideológica, entonces el Estado de Israel deberá tener cuidado de no convertirse en una carga, o un obstáculo o amenaza para los intereses de sus aliados. De perder el apoyo internacional, no significaría mucho en cuestión de capacidades militares o económicas, el apoyo representa una fracción mínima de las capacidades israelíes, pero si daría señal a otros actores a intervenir. Esto nos lleva al siguiente punto. El cual servirá de puente para el resto: el carácter de la doctrina estratégica israelí.  

La doctrina estratégica de Israel, dada su vecindad geopolítica, ha necesitado estructurarse para asegurarse de eliminar cualquier amenaza a largo plazo, esto incluye cerciorarse de que cualquier actor no pueda recuperarse y atentar nuevamente contra su seguridad (Araujo, 2024; Ben-Horin & Posen, 1981). Esta doctrina fue la que implementó en el siglo XX contra Egipto, Jordania y Siria, al infringirles graves derrotas militares, pero también estuvo dispuesto a usar la diplomacia para asegurar victorias a largo plazo al regresarles territorio. Sin embargo, el dilema con dicha doctrina se vuelve contraproducente cuando se trata de un oponente asimétrico como el movimiento nacionalista palestino o de Hamás, es decir, cuando no se trata de un actor estatal tradicional. Israel ha perseguido políticas que han puesto a la nación en una encrucijada con la nación palestina.  

Miembros de las fuerzas armadas de defensa israelitas durante una operación de combate urbano en Gaza en 2024 (Fuerzas de Defensa de Israel vía Wikimedia Commons)

Es aquí donde Netanyahu y los círculos políticos de los que proviene cometieron un grave error al crear Hamás y ayudarlos a llegar al poder en Gaza (Schneider, 2023; Raz, 2023). El fin de dicho objetivo era crear una guerra civil en Palestina que dividiera los esfuerzos políticos y sociales del movimiento palestino. Esto tuvo sus frutos por un tiempo, pero el ataque el 7 de octubre ha comprobado el error de largo plazo de dicha decisión. Consecuentemente, la doctrina estratégica israelí ha entrado en conflicto directo con el movimiento político israelita ultrasionista. Dicho movimiento político extremista busca la imposición total de un Estado, pero sin otorgar derecho alguno a la población palestina al mantenerlos bajo un Estado policiaco. Tampoco contempla la posibilidad de la solución de dos Estados, debido a su carácter ultranacionalista. Esto, de cierta manera, ha afectado los esfuerzos israelíes desde el siglo pasado, cuando con la aceptación del acercamiento diplomático por parte de la Autoridad Palestina no fue aprovechada por el gobierno israelí para asegurar la paz. La misma voluntad de negociar con Jordania, Egipto y Siria no fue implementada para el caso palestino.  

Esto nos lleva al segundo dilema israelí, que encaja con el problema anterior. Las acciones del gobierno israelí amenazan la balanza de poder regional y la arquitectura de seguridad que había logrado construir con el Acuerdo de Camp David y la relación que había construido con Jordania. Por un lado, la posible invasión de Rafah, la última ciudad palestina en la frontera con Egipto, amenaza con violar el acuerdo de paz con el gobierno egipcio y desencadenar una crisis, tanto humanitaria como política, que afectaría gravemente a Egipto, país el cual ya se encuentra bajo estrés socioeconómico y político. A través de los años, desde la firma del acuerdo con El Cairo, ambos gobiernos han cooperado en diversos temas de seguridad y defensa, eso explicaría la advertencia egipcia a Israel sobre el inminente ataque de Hamás unos días previos a que sucediera. La relación entre Israel y Jordania, de acuerdo con un reportaje de Pacchiani (2024), se encuentra bajo las mismas circunstancias con demandas populares por terminar con el tratado de paz de 1994 con Israel. No obstante, la amenaza israelita de invadir Rafah para destruir el último refugio de Hamás ha puesto en la cuerda floja la relación bilateral con sus socios estratégicos. Violar el tratado e imponer una crisis sociopolítica y de seguridad a Egipto, que resultaría del traslado del conflicto palestino-israelí a la península del Sinaí, forzaría a El Cairo a reaccionar, lo que implicaría el regreso de una de las amenazas estatales más grandes para Israel.  

Por otra parte, de enfrentarse a Hezbolá y destruir a la organización político-militar libanesa, no solo implicaría un cambio en el panorama político libanes, sino también en Irak y Siria, lo que abriría la puerta a que otros actores, ya sean estatales, como Rusia o Turquía, o bien una organización terrorista, aprovechen el vacío de poder que dejarían los proxys iraníes. Eso también provocaría una respuesta por parte de Irán, debido a que tendría que asegurar la supervivencia de sus proxys en la región para mantener su poder.  Cualquier resultado, ya sea una victoria iraní o israelita (con respaldo de Washington y sus aliados), conllevaría graves resultados para Oriente Próximo y la economía mundial.  

Cualquier de los escenarios anteriores dispararía los precios del petróleo a nivel mundial, lo que generaría una grave crisis económica internacional. Afectando de manera prolongada al comercio internacional, el cual ya ha sido impactado por las acciones militares de los hutíes en el mar Rojo. Dichos cambios en la balanza de poder tendrían afectaciones, tanto inmediatas para la seguridad de Israel como a largo plazo, lo que nos lleva a la siguiente problemática israelí.  

Por su actuar, Tel Aviv ha comenzado a poner presión sobre la paciencia de varias potencias, no solo la estadounidense, sino la de otros Estados en Oriente Próximo. Esto sienta las bases para que Israel se enfrente a una grave amenaza a largo plazo por parte de potencias regionales. Sus crímenes de guerra y políticas discriminatorias en contra del pueblo palestino han generado presiones sociales en Estados Unidos y otros países, como Jordania, Qatar y Turquía. La existencia de Israel, como ya se mencionó, se ha visto amenazada históricamente por potencias regionales o suprarregionales, de esta manera, potencias como el Imperio romano hasta el Imperio otomano han borrado del mapa a Israel (o los reinos y estados israelitas).  

Actualmente, la principal potencia que ha demostrado su interés por jugar un mayor papel en la seguridad regional ha sido Turquía, país el cual ha realizado campañas para expulsar a los agentes de la Mosad de su territorio y ha demostrado su interés por tener una huella militar en Israel-Palestina (Al-Jazeera, 2023; Toksabay & Gumrukcu, 2024; Akin, 2024; Bryza, 2024). Turquía también invadió territorio en el norte de Siria y, prácticamente, se lo ha anexado de manera de facto desde dicha incursión. Claramente, Turquía tiene interés en expandir su influencia y presencia militar en Oriente Próximo, especialmente por la inseguridad e inestabilidad que se ha generado en la región. De continuar con la guerra en Gaza y los crímenes de guerra, Israel se arriesga a sentar las bases para un continuo deterioro en las relaciones con Turquía y dejar la puerta abierta para confrontaciones políticas más tensas.  

La respuesta limitada de Israel a Irán parece apuntar a que reconoce su propio predicamento, aunque existen razones para preocuparse por su futuro. Por una parte, Israel tuvo que responder al ataque de Hamás por razones sociopolíticas (reasegurar su población de su seguridad) y geopolíticas (la necesidad de responder ante un ataque que atenta contra la defensa y estabilidad nacional). Sin embargo, el carácter de la respuesta y el uso de doctrinas militares devastadoras se da por una cuestión política y personal, la del primer ministro, Benjamín Netanyahu. Al enfrentar cargos en su contra y un conflicto interinstitucional contra sus cuerpos de seguridad e inteligencia, se creó el incentivo para que Netanyahu tuviera, por razones personales, que invadir Gaza y alargar la crisis lo más posible, en especial porque ahora hay exigencias en cuanto a su renuncia (Al-Jazeera, 2024). Consiguientemente, los dilemas que enfrenta Israel son múltiples, desde el carácter ideológico de su liderazgo hasta las implicaciones geopolíticas de las decisiones de su actual gobierno.  

El mayor problema en sí, es que Israel decidiera emprender una campaña militar contra Hezbolá o Irán – por su propia cuenta – por lo que se arriesgaría a enfrentarse a un panorama geopolítico-militar desalentador. Sus continuas victorias en el pasado han dado a la nación una ilusión peligrosa. Sin embargo, la nación ahora no se enfrenta a ejércitos con una cadena de mando rígida y centralizada, Irán cuenta con una de las fuerzas armadas mejor disciplinadas, organizadas y entrenadas de la región. Desde 1987, Schahgaldian y Barkhordarian publicaron un reporte que detalla cómo la cadena de mando de las fuerzas armadas iraníes está descentralizada, algo que se ha mantenido y que permite una mayor adaptabilidad a los cambios en el campo de batalla, algo que los ejércitos árabes no tenían cuando se enfrentaron con el ejército israelí el siglo pasado debido a que seguían la doctrina militar soviética. A pesar de no contar con una fuerza aérea apta para una guerra de gran escala, el país iraní cuenta con el arsenal de misiles más grande, sofisticado y costoso de la región (Hamzavi, 2024; Fassihi, 2024). De igual manera, Irán cuenta con una red de proxys que podrían movilizarse para atacar a Israel y sobresaturar sus sistemas de defensa aéreos (incluso los de sus aliados) y al Ejército israelita como tal. El ataque iraní a Israel el 13 de abril se vio como éxito para Israel y sus sistemas de defensa, pero las defensas israelitas tuvieron dicho éxito gracias a la intervención estadounidense y a la de diversos otros actores que ayudaron a que el sistema israelí no fuera saturado. El ataque de los cohetes de Hamás a Israel tuvo el efecto devastador que pudo infringir, debido a que saturó los sistemas de defensa aéreos israelitas, algo que Irán fácilmente podría lograr junto con Hezbolá.   

El temor de que esta amenaza proveniente del gabinete de Netanyahu se materialice, surge a partir del hecho de que Israel, como lo han señalado Saab y Vakil (2024), ha estado sistemáticamente eliminando figuras clave de las Fuerzas del Quds iraníes, una fuerza militar iraní encargada de organizar y entrenar a los proxys de Irán en Oriente Próximo, a través de la región. Es a partir de estos sucesos que notamos como Irán se ha restringido de actuar en contra de Israel a mayor escala de lo que podría, dadas las circunstancias. Pero esto solo apunta a que el mayor riesgo a la seguridad regional y estabilidad internacional proviene no de Teherán, sino de Tel Aviv por los objetivos políticos y geopolíticos de la administración de Netanyahu.

Imagen satelital del río Nilo, la península del Sinaí y  la parte suroccidental de Oriente Próximo (Fuente: NASA vía Wikimedia Commons)

Israel, Irán y lo que depara a Oriente Próximo  

Aunque pueda existir una gran variedad de retórica en Estados Unidos por parte de varios funcionarios o figuras influyentes en la política exterior norteamericana que dejan entrever la idea de iniciar un conflicto con Irán, la verdad es que el gobierno estadounidense es mucho más complejo de lo que se tiende a pensar. El país es manejado no por un solo presidente o administración, sino por los intereses de un aparato político que incluye al congreso, al poder judicial y a las instituciones de seguridad. De esta forma, podemos deducir que, pese a las ideas que pueda tener varios en el liderazgo estadounidense, el país no buscará activamente la guerra, podría hostigar a Irán, pero no buscar un conflicto directo. El gobierno estadounidense reconoce la importancia geopolítica de Irán y las implicaciones de una invasión y posible derrota del mismo. Actualmente, Irán sirve de contrapeso contra los riesgos a la seguridad internacional que emanan de Asia Central, Pakistán e incluso al interior de su territorio. Tan solo su desestabilización podría causar una crisis regional e impactar a la economía internacional.  

Cabe destacar que los Estados Unidos y sus aliados, al igual que otros Estados en la región, aunque demuestran un supuesto apoyo a Israel y sus acciones, existen diversos intereses y errores geoestratégicos en el pasado que los fuerzan a actuar de diferentes formas que, para el público, pudieran tener conclusiones o propósitos fáciles de identificar. Pero la crisis en Oriente Próximo con la Guerra de Israel-Hamás y, tanto su impacto como sus posibles repercusiones, son más complejas de lo que parecen.  

Actualmente, la mayor amenaza para Israel no proviene de afuera, aunque ese sea el caso de continuar en el camino en el que está, sino que se origina desde adentro de la misma nación israelita. En términos históricos, es claro lo que ha representado una mayor amenaza para la existencia de Israel, pero similar al pasado, el país parece estar cometiendo los mismos errores estratégicos. El Estado de Israel tendrá que lidiar con la amenaza interna a su seguridad nacional y a su propia existencia si desea continuar maniobrando el panorama geopolítico de Oriente Próximo para asegurar su supervivencia como identidad política nacional. Dadas las circunstancias, eso parece difícil, pero se deberá tener fe en el sistema democrático israelí y la capacidad de su sistema político nacional para lidiar con dichas amenazas, las cuales volverán a manifestarse, solo que de diferente forma.  

Antes de terminar, cabe reconocer que Estados Unidos también ha cometido errores estratégicos en la actualidad al continuar respaldando a Israel y no dar claros mensajes sobre cómo debería detener sus operaciones, las cuales ponen bajo riesgo la seguridad regional y la estabilidad de la economía internacional. Washington ha tenido múltiples ocasiones para lograr disuadir o forzar a Israel a detenerse y el no hacerlo ha permitido que la situación escale al grado que lo ha hecho. Aunque su última decisión en no respaldar a Tel Aviv en su represalia apunta a que parece estar reconsiderando su postura.  

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