Desde la firma de los Acuerdos de Camp David en 1978, los cuales terminaron la confrontación geopolítico-militar entre Israel y Egipto, ambos países pudieron asegurar su frontera y han disfrutado de una alianza estratégica para lidiar con diversos problemas que amenazaban a ambos países. Incluso, Egipto advirtió a Israel 3 días antes del 7 de octubre de que Hamás planeaba una ofensiva terrorista a gran escala. Pero ambos países se han enfrentado a múltiples retos que ponen en duda su alianza.
En primer lugar, está el radicalismo del ultranacionalismo (ultrasionismo) israelí el cual es políticamente antagónico y jingoísta. Este nuevo nacionalismo israelí dificulta las relaciones diplomáticas y negociar con el gobierno israelí respecto a diversos temas, ya que busca alargar la crisis con Palestina para asegurar un dominio político, militar y social total del territorio palestino-israelí. En parte, este primer dilema también fue catalizador de la actual guerra, debido a la crisis sociopolítica que ha creado y el impacto que tuvo en las instituciones de seguridad israelitas, desde sus cuerpos de inteligencia, como la Mossad, hasta el mismo Ejército israelí. En segundo lugar, estaría la actual crisis iniciada por la invasión israelita de la Franja de Gaza, especialmente por cómo ha llevado a cabo la invasión siguiendo una doctrina militar sumamente destructiva que viola el derecho humanitario en el conflicto armado. La actual crisis de la Guerra Israel-Hamás ha empeorado el panorama de seguridad regional y una crisis humanitaria que se agrava dramáticamente conforme continúa el conflicto.
Aunque la primera problemática dificulta la comunicación y la cooperación diplomática y de seguridad, la segunda ha creado múltiples problemas para Egipto. El impacto económico, político y de seguridad de la guerra en Egipto es precisamente lo que ha distanciado gravemente a los dos países en los últimos meses y amenaza con incrementar la brecha. En este artículo explicaremos cómo es que el desarrollo de la Guerra Israel-Hamás y los objetivos israelitas en la guerra – algunos los cuales todavía están por desarrollarse – amenazan con descarrilar las relaciones bilaterales entre Tel Aviv y El Cairo al grado que la cooperación estratégica de la que han gozado podría desmantelarse en 2024.
Captura de pantalla de un video mostrando militantes hutíes tomando un buque en el mar Rojo (Fuente: Ansarullah Media Center)
Egipto como víctima colateral de la guerra
Desde su invasión israelí de la Franja de Gaza a finales de octubre, el gobierno israelita ha implementado dos doctrinas militares conocidas como la ‘doctrina de la victoria’ y la ‘doctrina Dahiya’. La primera doctrina involucra el uso de bombardeos intensos – sin preocuparse por bajas colaterales – lo más rápido e intenso posible antes de que la presión internacional forzará a Israel a retirarse y terminar, eso, en parte, determinó el actuar militar israelí a principios de la guerra. Ahora, tras meses del conflicto, Israel claramente busca implementar en su totalidad la segunda doctrina militar, que involucra la destrucción total del enemigo y toda infraestructura y población que se encuentre en su cercanía, es decir, busca causar tanta destrucción como para traumatizar psicológicamente a sus oponentes y las poblaciones civiles de sus adversarios, con el fin de disuadirlos de atacar nuevamente.
Ambas doctrinas son el resultado de los contextos en los que se ha encontrado Tel Aviv y las capacidades del mismo país. En primer lugar, Israel no cuenta con la capacidad militar de derrotar en su totalidad a las fuerzas enemigas y ocupar los territorios de sus oponentes, específicamente aquellos que operan en territorio enemigo como Hezbolá en el Líbano o aquellos que son adversarios estatales, como Siria. Reconociendo estos límites, Israel siempre optó por dominar a sus adversarios en el campo de batalla, buscando causar demasiadas bajas a sus adversarios o dominar territorio fronterizo para posteriormente negociar desde una posición más favorable, como lo hizo en la península del Sinaí (Ben-Horin & Posen, 1981).
Precisamente, la doctrina Dahiya se creó como resultado de la Segunda Guerra del Líbano, en la que Israel, en vez de ocupar el territorio libanes, decidió destruir en su totalidad los centros o las áreas de operaciones de Hezbolá, destruyendo a su vez las áreas de civiles y la infraestructura económica libanesa de sus alrededores, con el propósito de generar una disuasión duradera y traumática para el oponente (Rogers, 2023). Por su parte, la doctrina de la victoria surge como resultado de la presión que recibía Israel y que, en cierta medida, lograba forzar a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a retirarse o a disminuir su intensidad. Es decir, las dos doctrinas militares buscan evitar un segundo ataque, de esta forma, vemos una adaptación de la doctrina estratégica militar israelí de la década de 1980, la cual estaba destinada para conflictos convencionales, adaptada a un panorama conflictivo asimétrico. Por ello, el objetivo de destruir a Hamás y la destrucción masiva de la Franja de Gaza.
Como resultado, esto ha causado una crisis humanitaria con olas de refugiados huyendo al sur de la franja hacia la ciudad de Rafah. El problema para Egipto en este escenario es que Israel ha demostrado la intención de expulsar a los palestinos a su territorio, en la península del Sinaí. Egipto se ha rehusado a aceptar refugiados palestinos o dar cualquier señal de que estaría de acuerdo con el plan de Netanyahu de expulsar a los palestinos de Gaza, debido a que eso solo trasladaría el conflicto de la Franja de Gaza a la península del Sinaí (Abdallah et al., 2023). Esto pondría a Egipto en peligro directo, tanto de islamistas como Hamás o, incluso, del mismo Israel, ya que el FDI podría buscar responder a cualquier ataque a su territorio desde la península.
Foto satelital de la ciudad de Rafah en la frontera con Egipto tomada durante el Expedición 17 del ISS (Fuente: Earth Science and Remote Sensing Unit, Lyndon B. Johnson Space Center vía Wikimedia Commons)
En segundo lugar, es importante contemplar el impacto económico que ha sufrido Egipto como resultado de la guerra. Los ataques en el mar Rojo por parte de los hutíes – quienes se han sumado al conflicto a favor de Hamás – han afectado gravemente los flujos comerciales marítimos a través del mar Rojo y, por ende, del Canal de Suez. Eso ha resultado en que Egipto pierda capital de manera alarmante, algo que se suma a su actual dilema de seguridad alimentaria, causada por la Guerra de Ucrania, y a su crisis económica, la más profunda en más de una década (Cordall, 2024). El cambio en las rutas comerciales, que ahora buscan rodear África para evitar el mar Rojo, ha significado una pérdida del 40% en las ganancias de Egipto del canal de Suez (Raydan, 2023; Reuters, 2024).
Un duro golpe para un país que necesita la mayor cantidad de capital posible, especialmente cuando sufre de una inflación, desde principios del año anterior, que afecta a los bienes subsidiados, lo que a largo plazo podría desencadenar problemas sociopolíticos (El Safty, 2023). Cabe destacar que, aunado a esto, Abdel Fattah el-Sisi continúa en el poder al ganar un tercer mandato. Algunas de las razones por las que los votantes lo eligieron, señalan expertos nacionales – como Gamal Abdel-Gawwad, es por “su experiencia en superar retos de seguridad” (citado por Cordall, 2024). Si sumamos estos retos provenientes de la Guerra de Israel-Hamás al hecho de que Egipto no ha podido frenar la construcción y el inicio de las operaciones de la Gran Presa del Renacimiento de Etiopía y que su vecino Sudán se encuentra en una desastrosa Tercera Guerra Civil, claramente el-Sisi y su régimen podrían encontrarse ante una crisis multifactorial que amenaza la estabilidad socioeconómica egipcia y él y su régimen podrían parecer incapaces de resolverlo.
La situación ha llegado a tal grado, que incluso la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), preocupados por la situación socioeconómica de Egipto y sus posibles repercusiones geopolíticas, han decidido inyectar capital al país. Se ha reportado que el FMI otorgará un rescate financiero de $6 mil millones de dólares, mientras que la Unión Europea* ha dado un fondo de €87 millones de euros para que Egipto pueda lidiar con la situación migratoria (Gibson, 2024; Vasques, 2024). Sin embargo, esto podría conllevar sus riesgos, ya que Egipto tendrá que implementar algunas medidas de austeridad para lidiar con la crisis financiera, algo de esperarse de un rescate financiero del FMI. No obstante, es probable que estas medidas sean insuficientes, según Hassan (2024), de Middle East Monitor, una organización de prensa sin fines de lucro, la cantidad de remesas enviadas por egipcios desde Europa y el golfo Pérsico se han reducido drásticamente, una tendencia que lleva varios años en desarrollo y amenaza con continuar.
*Desde el año anterior, la UE ha buscado evitar una crisis macroeconómica en Egipto que pueda tener fuertes repercusiones políticas en la región y para Europa. En noviembre, Von der Leyen visito El Cairo para negociar una inversión de €9 mil millones de euros para Egipto (Valero, 2023).
Aunque, de acuerdo con The Economist (2024), la economía egipcia ha estado empeorando desde hace una década, la guerra en Gaza ha causado mayores problemas, creando mayor desconfianza en la economía nacional, tanto por parte de inversionistas extranjeros como por parte de los ciudadanos egipcios viviendo en el extranjero (Hassan, 2024). Esto fue lo que incentivó al gobierno a implementar diversas reformas para impulsar la economía nacional, que según el gobierno han logrado mejorar el sector privado (Kumar, 2024). Sin embargo, al observar la tendencia económica del país, es probable que las reformas hayan llegado demasiado tarde.
En esencia, con el inicio de su tercer mandato, el presidente egipcio ha prometido algo que no ha podido cumplir en múltiples ocasiones desde hace varios años. Además, Egipto no ha podido disuadir diplomáticamente a Israel de no continuar creando mayores problemas en Oriente Próximo, en especial tras continuas amenazas por parte de Tel Aviv de expandir la guerra. En consecuencia, el-Sisi y su régimen se encuentran frente a panoramas geopolíticos y socioeconómicos muy desafiantes. La Guerra de Israel-Hamás solo ha exacerbado estos retos anteriores, empeorando su gravedad y el impacto para la nación árabe-africana, la cual no se ha enfrentado a una crisis de tal magnitud desde el 2011, es decir desde la Primavera Árabe.
Al sufrir un duro golpe económico como resultado de la guerra entre Israel y Hamás, especialmente por las doctrinas implementadas por las FDI, el gobierno egipcio se ha encontrado arrinconado diplomática y militarmente. Es por lo que Egipto ha amenazado con suspender los Acuerdos del Campo David, el acuerdo de paz que no solo significó el inicio de una época de paz entre Tel Aviv y El Cairo, sino también una de cooperación en temas de seguridad (Frankel, 2024). Cabe destacar que la advertencia, según Frankel (2024), se dio por dos funcionarios acompañados por un diplomático occidental en una entrevista con la Associated Press, una agencia de noticias de Estados Unidos, lo cual tiene implicaciones significativas.
El presidente egipcio Anwar Sadat (izquierda), el presidente estadounidense Jimmy Carter (centro) y el primer ministro israelí Menahem Begin (derecho) concluyen la ceremonia de firma de los Acuerdos de Paz de Camp David en la Casa Blanca (Fuente: National Archives and Records Administration vía Wikimedia Commons)
Por un lado, algunos expertos apuntan que, de suspender el acuerdo de paz con Israel y movilizar tropas en la península del Sinaí, podría no sólo agravar más la situación económica mundial, sino que también arriesgaría la ayuda financiera militar que recibe el gobierno egipcio de Estados Unidos (Ebrahim et al., 2024). Sin embargo, el gobierno de Netanyahu ha violado el derecho humanitario en su guerra con Hamás en Gaza y ha tenido diversos choques diplomáticos con Washington y Bruselas (sede del parlamento de la UE) al igual que con otros Estados en la región. Es decir, el gobierno israelí, debido a su carácter ultrasionista y jingoísta ha dificultado cualquier cooperación significativa. Estados Unidos ha dado un respaldo financiero y militar a Israel en su guerra contra Hamás, sin embargo, causar el inicio de una crisis con Egipto tras múltiples advertencias sería cruzar una línea roja para los estadounidenses. Al actuar como un Estado paria que viola el derecho internacional en un conflicto al crear una crisis humanitaria y otra geopolítica, arriesga aislarse demasiado.
De continuar la crisis, Egipto se vería forzado a responder al enviar tropas al Sinaí, para evitar el derrame de la violencia a su territorio y una ola de refugiados con los cuales indiscutiblemente entrarían militantes y miembros políticos de Hamás que buscarían escapar de las fuerzas de seguridad de Israel. De esta forma, el conflicto se expandiría o se trasladaría a la península egipcia, afectando a un país que batalla con una crisis socioeconómica propia y varios retos a su seguridad nacional. Es por eso que los objetivos de los israelitas, que todavía falta que se materialicen, significarían un punto de no retorno en la relación bilateral Egipto-Israel.
Los objetivos israelitas
Israel se ha planteado el objetivo militar de intentar eliminar en su totalidad a la organización político-militar radical palestina Hamás. Para lograr esto deberá asumir el control total de la Franja de Gaza. Aunque Israel todavía enfrenta graves retos debido a que varios analistas apuntan a que no ha podido debilitar seriamente a Hamás, inclusive se ha mostrado incapaz de ejercer un control total de áreas supuestamente dominadas al perder a varios soldados en un ataque por combatientes de Hamás, el gobierno israelita se ha fijado el objetivo de expandir su control territorial hasta Rafah, una ciudad palestina en la frontera egipcia.
Paso fronterizo entre Egipto e Israel por donde supuestamente un grupo de terroristas cruzaron para cometer un ataque en territorio israelita en 2011 (Fuente: Idobi vía Wikimedia Commons)
El problema aquí, yace en que la población civil en Rafah se ha multiplicado a cantidades exageradas por la guerra. Israel ha propuesto que regresen al norte, pero ha destruido demasiada infraestructura y viviendas como para que la población civil pueda regresar a refugiarse (Ebrahim et al., 2024). Sumamos estos problemas en el norte con el hecho de que Israel ha bombardeado campamentos de refugiados y se ha rehusado en diversas ocasiones a prohibir la entrada de ayuda humanitaria a la franja, los palestinos tienen pocas opciones de a donde huir y con temores de que se aproxima una masacre con la amenaza inminente de un asalto a la ciudad por parte de las fuerzas israelitas (Michaelson, 2024). Israel fácilmente podría destruir vías de suministro necesarias para los refugiados y forzar a la población palestina a huir hacia la península (Frankel, 2024).
Desde una perspectiva logística y militar, sería un gran reto evacuar a una población civil y combatir a un oponente armado en un área tan reducida, por lo que las promesas israelitas de evacuar a la población civil son poco creíbles. Así mismo, las doctrinas militares israelitas no priorizan evitar bajas de civiles, sino por el contrario priorizan generar la mayor cantidad de destrucción y bajas colaterales posibles y causar un fuerte impacto psicológico sobre el oponente y la población civil. Aunado a estos dilemas, Israel ya ha mencionado que planea invadir Rafah, lo que amenaza las negociaciones de paz entre Israel y Hamás que han estado mediando Qatar, Egipto y Estados Unidos.
Si Israel realmente invade Rafah – lo que parece inminente y sería algo que tendría que emprender con una cantidad de tropas significativa – para eliminar lo que considera como el último bastión de Hamás, estaría violando el acuerdo de paz con Egipto, el cual estipula que ninguna parte puede militarizar la frontera. Mientras que, simultáneamente, estaría generando una crisis humanitaria que afectaría la seguridad egipcia en la península del Sinaí. Tomando en cuenta la multitud de factores que han contribuido a la guerra y que han determinado su desarrollo, resulta difícil vislumbrar un escenario en el cual la situación no se deteriore. Por un lado, el objetivo del gobierno israelí, es tanto militar como político.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, necesita alargar la guerra, debido a que se enfrenta a una lucha interna por la caótica crisis social y política que ha originado en Israel. Es por esto que existen temores de que expanda la guerra al atacar a gran escala a Hezbolá y forzar una fuerte respuesta por parte del proxy iraní. Por otra parte, la doctrina estratégica israelí depende de eliminar las amenazas definitivamente al asegurarse de evitar que vuelvan a atacar al país. Pareciera que Israel lo ha logrado debido a la destrucción y muerte que ha infligido sobre la población palestina en Gaza. Pero el actuar del gobierno israelí parece amenazar con continuar, es aquí donde entra el factor doméstico de Israel.
Helicópteros egipcios Mi-8 Hip despegan después de desembarcar soldados del ejército egipcio en la ciudad militar de Mubarak, durante un ejercicio militar con fuerzas armadas estadounidenses y españolas llamado BRIGHT STAR en 2001 (Fuente: Fuerza Aérea de EEUU vía Wikimedia Commons)
El futuro de las relaciones Egipto-Israel
Es en base a este contexto que las relaciones entre Israel y Egipto podrían deteriorarse rápidamente. Por un lado, Israel se enfrenta a una crisis política doméstica como ninguna otra desde su fundación en 1948. Esta problemática dentro de Israel amenaza gravemente a la nación. Por una parte, las instituciones y la sociedad israelí se han polarizado y fragmentado. Por otro lado, los logros que había realizado Israel hasta ahora para cerciorarse de su supervivencia están en peligro, desde el acuerdo de paz con Egipto hasta su acercamiento con el resto del mundo árabe y las relaciones que ha podido crear con sus vecinos.
Egipto por su parte se encuentra ante circunstancias las cuales no ha visto desde la Primavera Árabe. El país también se enfrenta a un ambiente geopolítico desfavorable, sino es que desafiante para su seguridad. En Libia y Sudán se enfrenta a escenarios en los cuales múltiples fuerzas paramilitares y terroristas comiencen a operar con mayor frecuencia, debido a los conflictos o problemas políticos en estos países. Mientras que, en la frontera con Israel, el país nuevamente se encuentra ante la necesidad de enviar tropas al Sinaí. Todas sus fronteras parecen precarias e inseguras y exigen una atención militar significativa. Esto, de acuerdo con Kordy (2024), pone demasiada presión sobre Egipto, que además enfrenta una multitud de problemas más, como el cambio climático.
Ante un posible desastre social, político y militar en su frontera con Israel, es importante recordar que, en 2011, lo que terminó con el reinado de Mubarak, fue el ejército y la presión sociopolítica y económica ocasionada por la inhabilidad o la nula disposición del dictador egipcio en resolver los problemas estructurales de Egipto por 3 décadas (Ottaway, 2020). Poco más de 10 años después de la Primavera Árabe, el actual presidente (dictador) de Egipto, el-Sisi, ha asumido la misma actitud que su predecesor, de acuerdo con Ottaway, enfocándose en solo lidiar con dilemas de seguridad internos (2020). En efecto, el-Sisi no ha resuelto o amortiguado la gravedad de los problemas en Egipto, como lo han comprobado distintos analistas como Harb (2023) o Kordy (2024) al enlistar la multitud de problemas que acechan a la nación árabe-africana, desde problemas socioeconómicos y geopolíticos hasta climáticos y diplomáticos.
Israel y Egipto se encuentran en puntos de inflexión cruciales en su historia. El deterioró en sus relaciones bilaterales solamente empeoraría el panorama para ambos países. Los dos se encuentran con fronteras inestables y ante cambios internacionales que están sentando las bases para futuros retos, mucho más graves de los que han enfrentado en las últimas décadas desde la firma de los Acuerdos del Campo David. Netanyahu y el-Sisi se encuentran presionados por diversos factores que solo los fuerzan a responder. Si Israel invade Rafah y ocasiona una crisis humanitaria en su frontera, Egipto tendrá que responder de una forma u otra. Hasta ahora, el gobierno egipcio se ha visto limitado por cuestiones internas, pero demasiados problemas fronterizos podrían ser exorbitante para el país, que ya se encuentra bajo asedio por varias crisis.
Las múltiples pláticas entre los gobiernos de Estados Unidos, Israel, Qatar, Arabia Saudita y Egipto dan señales positivas, pero al final del día, existen demasiados factores externos que están causando una presión excesiva sobre Egipto. Además, todo dependerá de lo que suceda políticamente en Tel Aviv. Si las instituciones, la sociedad y el sistema político de Israel logran frenar a Netanyahu y la presión interna resulta ser demasiado como para disuadir al primer ministro israelí de empeorar la crisis, entonces podremos esperar que el problema disminuya en gravedad. Pero incluso si la relación estratégica entre El Cairo y Tel Aviv fuera a sobrevivir, esto no significaría el fin de los retos para ambos países en el Mediterráneo, pero sí tendrían un problema menos que resolver.
Referencias
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