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¿Qué tanto ha cambiado la guerra realmente?

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¿Qué tanto ha cambiado la guerra realmente?

La Guerra de Ucrania ha demostrado la fusión entre las nuevas tecnologías del siglo XXI con las viejas estrategias militares del siglo XX.

Por: Andrés Alejandro Araujo Bermúdez

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Las intervenciones armadas de Washington en Irak y Afganistán, junto con la idea de que los conflictos de gran escala eran algo del pasado, llevó a muchos a pensar y promover la ilusión de que las guerras habían cambiado de manera trascendental. El énfasis en combate contra las insurgencias iraquíes y del Talibán, junto con otras organizaciones terroristas, tales como Dáesh (o ISIL), creó el paradigma de que no veríamos enfrentamientos convencionales entre dos ejércitos estatales. Pero la invasión rusa de Ucrania en febrero del 2022 rompió con dicho paradigma, más no ha terminado con muchas concepciones e hipótesis erróneas de la guerra que algunos intentan establecer como nuevas realidades en el combate convencional. Basándose en diversos acontecimientos del conflicto rusoucraniano actual durante sus diferentes fases. Una de las hipótesis que ha destacado es que los tanques ya son obsoletos en el campo de batalla moderno, debido a la ineficacia de las tropas rusas, su armamento y los errores cometidos en la planeación militar rusa. 

No obstante, este reporte buscará desmantelar dichas hipótesis y paradigmas, ya que en la Guerra rusoucraniana hemos visto una conglomeración de diversas estrategias, tácticas y técnicas militares, desde la implementación de la doctrina militar de dominio rápido o ‘shock y pavor’ (shock and awe en inglés) hasta tácticas y estrategias de las guerras mundiales, como la guerra de trincheras, cada una con sus implicaciones militares. Mientras tanto, también cabe analizar el papel del tanque en las actuales guerras, reconociendo las nuevas amenazas que enfrenta y los nuevos parámetros respecto a su uso en el campo de batalla. Consecuentemente, este reporte, tiene el objetivo de aclarar, que tanto ha cambiado la guerra, cómo cambiará y de qué depende el uso de diferentes estrategias o tácticas en la actualidad. Usando de referencia los conflictos regionales más recientes a partir de la caída de la Unión Soviética (URSS) y otras históricas como la Guerra de los Bóeres o la Segunda Intervención Francesa en México.

Línea de defensa británica en la batalla de la Colina de Majuba contra los bóeres en Sudáfrica (Fuente: Fidodog14 vía Wikimedia Commons)

Los intereses geopolíticos a través de los años 

Los países tienen un conjunto de intereses, algunos importantes, pero otros de carácter imperativo, en base a su contexto geopolítico. A lo largo de la historia, específicamente a partir del siglo XIX, empezaron a surgir distintas teorías cuyo objetivo era explicar las dinámicas mundiales de competencia interestatal, como la ‘teoría del corazón continental’ del geógrafo británico Halford John Mackinder o la ‘teoría del poder naval’ del almirante estadounidense Alfred Thayer Mahan (González, 2018). Sin embargo, la más actualizada y mejor estructurada para comprender el mundo sería la ‘teoría del corazón global’ del politólogo estadounidense George Friedman*. En base a estos parámetros teórico-geopolíticos, la competencia de poder es clara, y por ende, el objetivo de cualquier potencia, o incluso de un grupo de potencias, es evitar la creación o el ascenso de otras que puedan atentar contra su status quo internacional o regional, el cual puede constituirse de diversas formas en trono a los panoramas geopolíticos en el mundo.  


*La teoría de Mackinder sostiene que la potencia continental que domine el pivote o corazón continental dominará el mundo por controlar la isla mundial que vendría siendo Asia y Europa (específicamente el territorio del Imperio ruso o la Unión Soviética); la teoría de Mahan, por el contrario, señala que las potencias marítimas tienen una supremacía natural frente a las terrestres por controlar las principales vías de la economía y el comercio global, los mares y océanos (González, 2018). Por su parte, la teoría de Friedman (2010) acumula los supuestos de ambas teorías anteriores y establece que existe un pivote geográfico mundial, pero no es la masa continental eurasiática como sostiene Halford, sino que es América del Norte, y cualquier potencia marítima (en la actualidad Estados Unidos) necesita evitar que una potencia continental pueda controlar Europa y/o Asia (específicamente Asia Pacífico o el sur de Asia), lo que ayudaría a la potencia continental adentrarse al océano y volverse una potencia marítima.


 

Si examinamos el contexto geopolítico del Imperio Británico, éste contaba con dos objetivos geopolíticos primordiales, evitar que surja una potencia continental que pudiera adentrarse al océano y lidiar con cualquier fuerza que amenace su imperio oceánico, incluyendo sus pertenencias territoriales como sus colonias. Partiendo de estos dos objetivos, entendemos porque los británicos tenían un interés en manipular la política continental europea para mantener a los europeos ocupados entre ellos mismos y no enfocarse en construir imperios marítimos a la altura de Londres. Lo que explica su papel en la Guerra de los 7 Años y en las Guerras Napoleónicas. Pero también ayuda a explicar su enfrentamiento armado con los bóeres en Sudáfrica, quienes amenazaban sus posesiones imperiales en el sur del continente africano en la década de 1890 (Australian War Memorial & Bakker, 2022). En la Guerra de los Bóeres entre 1899 y 1902 los británicos llegaron a enfrentarse a un oponente bien armado y entrenado, que, pese a que luchó en una guerra convencional en un principio, los bóeres comenzaron a depender de tácticas de guerrilla (emboscada, hostigamiento, ataques esporádicos) para combatir y evitar enfrentamientos directos, es decir no se enfrentaron a un ejército convencional durante toda la duración del conflicto (Beyer, 2022). 

Francia también es otro caso en el cual podemos encontrar diversos conflictos tanto simétricos como asimétricos. París tiene dos principales objetivos geopolíticos: dominar el continente europeo y forjar un imperio marítimo – ambos se han ido modificando y la nación francófona ha buscado cumplirlos de diferentes formas (Yepremyan, 2021; Shawcross, 2016). De ahí sus alianzas o intentos de crear contrapesos contra otras potencias marítimas y sus constantes guerras europeas cuyo objetivo es obtener la supremacía en el continente. Es por estos intereses que, al igual que Gran Bretaña, Francia también se encontraría en una gran variedad de conflictos asimétricos o simétricos. Su segunda intervención en México tenía el objetivo de crear un aliado que funcionará como un contrapeso para Estados Unidos y así evitar que Washington se apoderará de Norteamérica, limitando su capacidad de adentrarse mucho en el Pacífico o Atlántico, es decir evitar la creación de otra potencia marítima (Shawcross, 2016). En la Segunda Intervención Francesa en México, el ejército francés se enfrentó a un enemigo (los liberales liderados por Benito Juárez) que no solía enfrentarse en el campo de batalla abierto al ejército europeo, obtuvieron solo una victoria de esta forma: la Batalla de Puebla el 5 de mayo. Pero generalmente, los liberales recurrieron a usar la estrategia de combate de guerrilla para sobrevivir y seguir luchando, tarde o temprano por el cambiante contexto europeo, Napoleón III tuvo que replegarse y enfocar sus esfuerzos en el viejo continente. Es aquí donde se enfrentaría con un oponente convencional, el Ejército prusiano, el cual saldría triunfador en 1871 tras la Guerra franco-prusiana. 

Basándonos en estos dos casos, al momento de pasar a analizar a Estados Unidos, podemos ver los mismos cambios en los diferentes tipos de conflictos en los que ha participado. Washington, por ahora, tiene un imperativo geopolítico (tiene más al igual que Francia y el Reino Unido, pero en este artículo solo nos enfocaremos en los que se han presentado) que está constantemente intentando cumplir: evitar que surja una potencia regional en la masa continental eurasiática con la capacidad de dominar su región en su totalidad para posteriormente poder crear una potente armada naval. Esto según Friedman (2010), lo cumplió al intervenir en las guerras mundiales para detener las aspiraciones alemanas, junto con las otomanas y austrohúngaras (aunque la principal fue la primera). Al evitar que Berlín controlara Europa, el Mediterráneo y el Oriente Medio (mediante su alianza con el Imperio Otomano y Austrohúngaro) pudiera entrar al Atlántico y amenazar su seguridad regional norteamericana y su seguridad nacional. En la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses se enfrentarían nuevamente a Berlín, solo que ahora tendrían que lidiar con Japón en Asia Pacífico, el otro extremo de la masa continental de Eurasia. 

Ese también fue el propósito de la Guerra Fría. La intervención estadounidense en Afganistán a favor de los Muyahidín tuvo el objetivo de evitar que la Unión Soviética se pudiera acercar más a cumplir con su objetivo histórico geopolítico de llegar a las costas del Golfo Pérsico o el Océano Índico (Cossa, 1990; Mehra, 2014). Si la Unión Soviética hubiera sido victoriosa en Afganistán, no solo habría salido más fuerte con un ejército veterano sino seguramente hubiera surgido un serio debate en Moscú sobre lanzarse por dominar Pakistán o Irán para llegar al Océano Indicio o el Golfo Pérsico, para posteriormente lanzarse a retar a los estadounidenses en el Pacífico y el Atlántico (Cossa, 1990). La Guerra Fría seguramente habría continuado en el siglo XXI y la URSS no se hubiera desintegrado. De esta forma, durante gran parte del siglo XX, hasta 1991, Washington se enfrentó a oponentes estatales que buscaban volverse potencias marítimas mundiales, pero algo cambiaría en 2001, con la llegada de un oponente asimétrico.

Marinos de la 15a Unidad Expedicionaria de Marina marchan a un punto de seguridad tras capturar Campo Rhino del Talibán,noviembre 25, 2001 (Fuente: US Marine Corps vía Wikimedia Commons)

 

Cuando Al-Qaeda ataco los Estados Unidos el 9 de septiembre del 2001, la organización islamista no buscaba necesariamente impactar al pueblo estadounidense, sino buscaba impactar al mundo musulmán y mandar una señal de que si ellos pudieron golpear tan duro a la potencia anfitriona de los regímenes en el mundo musulmán, la población musulmana podría facilmente derrocar las marionetas norteamericanas (Friedman, 2012). El objetivo geopolítico de Al-Qaeda era desatar una revolución en el mundo musulmán para que a largo plazo se pudiera recrear un Imperio Islámico. La Casa Blanca no tuvo otra opción más que responder rápidamente y con fuerza, no sólo por razones políticas, como tranquilizar a la población estadounidense al mostrarles que se estaba combatiendo y debilitando a la organización que atacó su país, sino por razones geopolíticas: evitar el surgimiento de una potencia suprarregional con la capacidad de retar el dominio estadounidense de los mares y océanos. Un hipotético Imperio Islámico hubiera controlado grandes reservas de petróleo y hubiera tenido acceso a los mares y océanos globales. 

Con estos casos expuestos podemos ver que los conflictos siempre han cambiado entre un carácter asimétrico y simétrico dependiendo de las estrategias o tácticas necesarias para cumplir con los imperativos geopolíticos, ya sean los de las potencias mundiales o las de sus oponentes asimétricos y estatales.  

Vehículos de combate rusos destruidos en la región de Kiev durante los primeros meses de la guerra en Ucrania (Fuente: Oleksiy Samsonov del Gobierno de Kiev vía Wikimedia Commons)

De Oriente Próximo a Europa oriental 

La Guerra ruso-ucraniana ha causado mucha confusión respecto a cómo se pelearán las guerras en el siglo XXI. Por un lado, en los primeros meses de la invasión rusa, el ejército ruso intentó implementar (de manera limitada) una estrategia militar de la Segunda Guerra Mundial, el Blitzkrieg, que implica arrasar al enemigo con olas de tanques respaldados por fuego de artillería y apoyo aéreo. Aunque Rusia no pudo asegurar una superioridad aérea o desplegar eficazmente sus fuerzas de artillería. Como respuesta, los ucranianos implementaron una estrategia de guerrilla para contrarrestar a los rusos, demostrando la efectividad del armamento antitanque y de los drones de combate y kamikazes, los cuales arrasaron con los tanques rusos, y contribuyó a que se pensará que los tanques ya eran obsoletos. 

Consiguientemente, en el transcurso del conflicto, los rusos y los ucranianos han implementado tácticas de combate de la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial, como la táctica de infiltración en trincheras, en las cuales desperdiciaron muchas fuerzas de élite como la infantería naval o las tropas paracaidistas (The Tank Museum & Copson, 2023). Pero además de las tácticas de la guerra de trincheras, también se han usado otras tácticas y estrategias militares en el teatro operativo ucraniano.  

Comprender el desarrollo del conflicto en Ucrania es importante para conocer cómo es que la guerra ha evolucionado. Ya que, como lo señaló The Economist (2023):

“[La guerra de Ucrania] destruyó toda ilusión de que el conflicto moderno estaría limitado a campañas de contrainsurgencia o que evolucionaría hacía embates de pocas-bajas en el ciberespacio. En vez de eso, apunta a un nuevo tipo de guerra de alta-intensidad que combina tecnología de punta con la matanza y consumo de municiones de escala-industrial, incluso conforme involucra civiles, aliados y firmas privadas.”

Para ello, tenemos que analizar los contextos geopolíticos, políticos, tecnológicos y económicos, los cuales son básicos para comprender la diferencia entre la invasión rusa de Ucrania en 2022 y la Guerra del Golfo en 1991 o la invasión estadounidense de Irak en 2003. Sumado a esto es necesario comprender los dominios que se han incorporado y cómo estos realmente han cambiado a la guerra. 

Empezando con examinar el contexto geopolítico de la Guerra del Golfo es importante reconocer que Irak era un paria internacional (definido como un estado rebelde que se encuentra fuera o está excluido del sistema internacional económica o políticamente), ya que Moscú, Washington y las potencias europeas como el Reino Unido, Francia y Alemania, como otras potencias regionales, se encontraban en contra de su expansión militar. Al dominar Kuwait no solo tomaría control de sus campos petroleros sino también se encontraría cerca de los campos petroleros de Arabia Saudita, un país cuyas capacidades militares son abismales. Esto iría de la mano con el hecho de que un ejército grande, bien armado y veterano estaría en poder de un recurso energético crucial para la economía mundial. Si Irak se hubiera apoderado con éxito de Kuwait el contexto geopolítico no solo regional sino mundial habrían cambiado drásticamente en contra del status quo estadounidense, el cual todavía favorecía a Rusia. 

Pero varios errores se cometieron por el mando militar iraquí en Bagdad durante la guerra. Cuando las fuerzas de la coalición comenzaron a acumularse el ejército iraquí no tomó la iniciativa al iniciar una ofensiva, sino que se atrincheró y espero a las fuerzas de la coalición. El ejército iraquí tampoco estaba preparado para recibir a las fuerzas de la coalición, ya que en muchas ocasiones los agarraron desprevenidos, de igual forma al asumir una postura defensiva, los iraquíes les dieron la oportunidad a sus oponentes de llevar la delantera y eliminar sus bases y armada aérea (Travis, 2021). 

Las fuerzas iraquíes tampoco estaban al tanto de la nueva tecnología estadounidense como los bombarderos de sigilo tipo F-117 o los Sistema de Posicionamiento Global (GPS por sus siglas en inglés). Eso ayudó a las fuerzas de la coalición, al implementar una estrategia de alta movilidad y una maniobra de envoltura, a poder flanquear a las tropas de Bagdad por el Desierto Arábigo pensado como impasable por los iraquíes debido a que no había infraestructura en esa parte del desierto en Irak o en el noreste de Arabia Saudita) y atacar sus posiciones de noche (U.S. Army Center of Military History, s.f.). Los iraquíes al estar desprevenidos no pudieron defenderse. Es preciso señalar que, aunque la tecnología estadounidense fue eficaz, si los iraquíes se hubieran preparado a nivel estratégico (contemplar cualquier movida de la coalición) y a nivel táctico (preparar psicológicamente a sus tropas para enfrentarse a la coalición en cualquier momento), estas tecnologías hubieran sido efectivas, pero no hubieran logrado los mismos resultados. Pero más importante aún es reconocer que todos estos problemas se derivaron de una falla estructural dentro del sistema político iraquí. 

Sadam Huseín, el entonces presidente de Irak, no contaba con una educación militar, era demasiado impopular entre sus tropas y se confió en sus suposiciones de que tendría la ventaja frente a un oponente, principalmente el ejército estadounidense, que no contaba con el mismo grado de experiencia que sus tropas, las cuales lucharon por aproximadamente una década en la Guerra Irán-Irak (Gause, 2001). Dejar las decisiones a una sola persona, más aún una que no sea apta para la tarea, es perjudicial a diferentes niveles para cualquier esfuerzo bélico de cualquier magnitud (Ruiz, 2009). Otra debilidad de Irak fue que económicamente no estaba preparado para emprender una guerra, claro un país obligatoriamente no necesita tener una economía robusta y altamente avanzada para poder ser victorioso en el campo de batalla, todo depende del contexto y desarrollo del conflicto. No obstante, subestimar la importancia de una buena economía sería grave, ya que es necesaria para poder financiar continuamente los esfuerzos militares y tener la capacidad para mantener una economía de guerra es crucial para los esfuerzos bélicos.  

En la invasión de Irak en 2003, las fuerzas iraquíes sufrieron de los mismos problemas políticos que en la Guerra del Golfo, el principal fue que Huseín seguía al frente del régimen iraquí. El hecho de que fuera un tirano impopular no ayudó mucho a su causa de defender su régimen en la invasión del 2003. Estados Unidos invadió a un enemigo desmoralizado que incluso no comprendía sus capacidades y limitaciones, cualquier ejército que comprenda ambas puede infligir un daño considerable a su oponente. Si las fuerzas armadas de Irak hubieran adoptado una estrategia de guerrilla para combatir, el resultado para los estadounidenses hubiera sido diferente. 

En el ámbito geopolítico, a pesar de que la invasión del 2003 era impopular entre varios gobiernos a nivel internacional, esto no afectó a los Estados Unidos debido a que ningún país tenía el interés o la capacidad de sancionar a los estadounidenses, protestar de manera significativa contra Estados Unidos ni de armar o respaldar militarmente a los iraquíes continuamente. Rusia todavía era demasiado débil en 2003 para intervenir en el extranjero contra los intereses de Washington.

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La invasión rusa de Ucrania, sin embargo, se dio en un contexto internacional muy diferente. Moscú tomó la decisión de invadir a su vecino pensando que Europa estaba demasiado dividida, sobreestimando la importancia de su gas natural para la Unión Europea, especialmente para Alemania. También subestimó los problemas, políticos, sociales, económicos y de salud pública, domésticos de Estados Unidos y las consecuencias del COVID-19 en la economía mundial, un error similar fue cometido por los estrategas soviéticos cuando invadieron Afganistán en 1979 cuando sobreestimaron la división y caos sociopolítico en Estados Unidos. El gobierno ruso también sobreestimó sus capacidades exageradamente y el éxito que experimentaría en la invasión. Geopolíticamente, Rusia no comprendió que invadir Ucrania iría contra los intereses de tantos gobiernos y que la movilización de la alianza occidentalista sería tan efectiva, militar y económicamente, principalmente en los primeros 2 años del conflicto armado. 

Si sumamos esto a los problemas de planeación rusos, podemos comprender mucho mejor por qué la guerra se ha desarrollado con diferentes tácticas y estrategias. A nivel estratégico Rusia ha utilizado tres principales tipos de estrategias (la doctrina del shock y pavor fue utilizada de manera secundaria): una semi Guerra Relámpago (Blitzkrieg) y Guerra de Desgaste, reflejando el uso de diferentes tácticas*:

  • Guerra Relámpago (primero rusa y luego ucraniana durante la ofensiva de Jersón y la ofensiva al sur del país): 
      • Ataque masivo de vehículos de combate (respaldados por la fuerza aérea y artillería) al estilo de la SGM combinado con una estrategia militar de maniobrabilidad 
      • Ataques cibernéticos
      • Shock y Pavor (doctrina aplicada parcialmente)
        • Bombardeos de ciudades ucranianas (dirigidos a infraestructura de transporte, industria y energía), múltiples despliegues en el norte, este y sur del país, el uso de comandos para eliminar al gobierno ucraniano en Kiev y distintos asaltos anfibios 
  • Guerra de Guerrilla (ucraniana, respuesta a la invasión rusa): 
      • Emboscadas y hostigamientos de las fuerzas rusas 
      • Uso de drones (aéreos y acuáticos) y armamento antitanque ligero
      • Operaciones especiales
      • Ataques cibernéticos 
  • Guerra de Desgaste (rusa y ucraniana, resultado del impasse armado): 
    • Fuerte uso de artillería (fuego de supresión y de presión psicológica) y ataques con oleadas de infantería
    • Ataques cibernéticos 
    • Bombardeos de ciudades (infraestructura clave) y posiciones militares 
    • Combate de trincheras
      • Uso de fortificaciones y posiciones defensivas 
      • Tácticas de infiltración 
    • Ofensivas de baja movilidad

 


* Estas tres estrategias se reflejan en múltiples estudios y reflexiones sobre el conflicto rusoucraniano, las fuentes serían: Midttun (2022); Gibbons-Neff (2023); Zabrodskyi et al. (2022); Imperial War Museums (2023); Ionita (2023). Cabe mencionar, que aunque hay analistas, como Carvalho y Leoni (2022), que argumentan las estrategias rusas no emulan las estrategias alemanas del Blitzkrieg, y en efecto se podría concluir, como lo ha señalado The Tank Museum y Copson (2023), que reflejan más la doctrina militar soviética por el fuerte uso de artillería y el posterior avance de fuerzas terrestres mecanizadas, la razón por la que Rusia tuvo que recurrir al uso de la artillería fue por su fracaso en la destrucción de la fuerza aérea ucraniana, no necesariamente por decisión estratégica.


 

Debido a que la FSB y el círculo cercano de Putin habían planeado la guerra fue la primera señal de que algo saldría mal, debido a que el régimen ruso estaba cometiendo el mismo error que el de Sadam Huseín. Inmiscuir objetivos políticos con los de operaciones militares siempre es peligroso y en ocasiones resulta ser en detrimento para los objetivos de un ejército. La advertencia de Clausewitz que cita Ruiz (2009) logra resaltar la importancia de mantener ambos separados de manera cautelosa: “Sólo si un estadista intenta que ciertos movimientos y acciones militares produzcan efectos que son ajenos a su naturaleza [militar, entonces] las decisiones políticas influyen de un modo negativo a las operaciones”. Zabrodskyi et al. (2022) en un reporte del Instituto Real de Servicios Unidos para Estudios de Defensa y Seguridad (RUSI por sus siglas en inglés) muestra cómo el ejército ruso había planeado la invasión con objetivos políticos, relegando al ejército como una fuerza de apoyo para la FSB, la cual supuestamente se apoderaría de Ucrania tras la operación militar especial. En su planeación sobreestimaron sus capacidades dramáticamente, incluso se llegó a cometer fratricidio continuamente debido a que no habían contemplado posibles desviaciones o cambios en la implementación del plan original. 

Esto sumado a que pensaban que la población civil no se resistiría, que las fuerzas de Kiev serían derrotadas en los primeros 10 días por el ejército ruso y que los comandos rusos en la capital ucraniana podrían eliminar al presidente ucraniano y su gabinete para que las fuerzas rusas solo llegarán para ocupar la ciudad fue lo que llevó a que la operación militar se planeará como una invasión de 1939, con una mezcla de nuevos elementos como la doctrina de shock y pavor. 

Sumamos esto a que la FSB y el círculo cercano a Putin no pensaron necesario movilizar a más de 190,000 efectivos, que se hayan creado demasiados objetivos para la invasión y que las tropas no estuvieran preparadas psicológicamente para entrar en combate llevó a que los tanques rusos entraran a Ucrania sin la protección de la infantería y que las tropas rusas no estuvieran listas para combatir en territorio enemigo. Es por eso que los tanques rusos fueron destruidos con gran rapidez y en gran número. Esto ignoró un elemento fundamental del uso de los tanques en la guerra, que estos deben ir acompañados y protegidos por la infantería, para que estos simultáneamente protejan a las tropas.

No sería sino hasta después de unos meses en combate que el ejército ruso se adaptó, hasta cierto grado, a nivel táctico en el frente de batalla (Gibbons-Neff et al., 2023). Las fuerzas rusas han podido mejorar la coordinación de los bombardeos de la artillería con el actuar de la infantería. Los soldados y mercenarios rusos han podido mejorar como combaten, logrando flanquear y en algunos casos arrinconar o forzar a los ucranianos retirarse. Aunque esta adaptación no se ha podido lograr a nivel macro en las líneas rusas, de ahí la falta de una ofensiva a gran escala debido a que persisten varios problemas a nivel estratégico y táctico en múltiples áreas. 

Pero por si solo, los errores rusos no son suficientes para explicar la implementación de diversas estrategias y el carácter convencional del conflicto. Estos errores se produjeron en un conflicto en el que el Ejército ruso se enfrentó con un oponente que, tras 8 años de continuas mejoras en sus fuerzas armadas al cambiar la estructura de su cadena de mando, incrementar el número de suboficiales o sargentos, adoptar la doctrina militar de la OTAN y la estadounidense pudo nivelar el campo de batalla y resistir. Tecnológicamente Kiev cuenta con las capacidades cibernéticas para defenderse en el dominio cibernético de cualquier ciberataque ruso a su infraestructura o sus operaciones militares, económicas o políticas. Aunado a esto, Ucrania ha recibido continuo respaldo económico, financiero, logístico, de inteligencia y militar de Occidente con el envío de capital y armamento occidental avanzado como los sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad conocidos por su acrónimo en inglés: HIMARS. 

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La verdadera evolución de la guerra 

Al final, lo que podemos extraer de la Guerra de Ucrania, es que la manera en la que se desarrolla un conflicto dependerá del contexto político e institucional del país que busca emprender una operación armada de gran escala. Los tanques, y otros vehículos de combate, no son obsoletos, todo depende de cómo sean usados, si estos están respaldados con drones e infantería podrán cumplir sus objetivos, de lo contrario serían destruidos como sucedió en los primeros meses de la invasión rusa. La tecnología como los drones o misiles guiados tampoco terminarán con el uso de infantería o fuerzas terrestres para dominar el campo de batalla. En realidad, lo que veremos será una fusión de nuevos elementos tecnológicos con los tradicionales. 

Si los países enfrentados logran una paridad tecnológica o militar, por la calidad del entrenamiento (aunque sea de sólo un bando) o por la cantidad de tropas, entonces podríamos ver muchas estrategias y tácticas del siglo pasado continuar siendo aplicadas. Las tecnologías como el tanque y el dron han transformado significativamente la guerra, pero no la han cambiado definitivamente al grado de que se eliminen por completo otros componentes de la guerra. Todos los avances tecnológicos militares siempre tienen su contraparte, los drones al volverse más importantes ha llevado a que se diseñen balas anti-drones y sistemas de defensa aéreos anti-drones, como el sistema de defensa aérea alemana Skynex. 

Sistema de defensa aérea Skynex de Rheinmetall, Fuente: Ministerio de Defensa de Ucrania

Es por ello por lo que las tecnologías militares, aunque no hayan cambiado la guerra en su totalidad, sí han transformado el escenario bélico de varias formas. Entre los cambios que se pueden identificar actualmente uno sería que ahora no es necesario contar con una fuerza numérica basta para ser una potencia militar, sino simplemente con que se cuente con un acceso indirecto o directo a recursos y un ejército profesional con aspectos positivos como comando y control es suficiente para poder volverse una potencia militar de gran calibre. La creación de armas tecnológicamente avanzadas y con mayor poder de destrucción convencional (no nuclear) han tenido el objetivo de solventar la brecha numérica que puede existir entre las naciones en un enfrentamiento armado convencional. Pero como toda transformación, ésta llevará varias décadas para acentuarse y el número nivel industrial de hombres, municiones y equipo seguirán importando, dependiendo del conflicto. 

Posiblemente la creación del quinto dominio en la guerra (los primeros cuatro son tierra, mar, aire y espacio), el cibernético, ha cambiado la guerra a un nivel similar a como sucedió con la introducción del aéreo con aviones de reconocimiento, de combate y de bombardeo. Durante la Primera Guerra Mundial se llegó a concluir por varios que los aviones se volverían la fuerza más importante a desarrollar, más que la terrestre o la marítima, ya que conforme fuera desarrollándose y optimizándose la tecnología aeronáutica está permitiría a cualquier estado atacar los centros industriales, políticos, económicos o militares dentro del territorio enemigo. No obstante, eso no llegó a concretarse, sin importar qué tanto haya mejorado la tecnología aeronáutica, las fuerzas marítimas y las terrestres no fueron desplazadas como las principales fuerzas de combate, de hecho, las marítimas y las aéreas sirven más como respaldo a las terrestres. En vez, lo que terminó pasando fue que las fuerzas aéreas se integraron a las estrategias y las tácticas de combate, para multiplicar las capacidades y el impacto de los ejércitos terrestres. 

De igual manera, el dominio cibernético permite a una fuerza militar atacar al oponente no solo dentro de su territorio sino incluso dentro de su sociedad, infraestructura y sus instituciones (Ablon et al., 2019). Ciberataques también pueden estar dirigidos a las mismas fuerzas armadas, deshabilitando sus comunicaciones o cegándolos al negarles acceso a información visual al interrumpir la conexión con sus satélites o drones de reconocimiento. (Los satélites son importantes para la comunicación y poder tener una imagen del campo de batalla y de las fuerzas enemigas.) Además, los drones pueden servir como herramientas de reconocimiento o combate o simplemente como municiones (estos son conocidos como drones Kamikaze), también han eliminado, o por lo menos dificultado, la primera capa de las técnicas de supervivencia, la de mantenerse oculto, para los vehículos de combate y las fuerzas de infantería (The Tank Museum & Copson, 2023). Los drones también han sido usados para mejorar la precisión de la artillería en el campo de batalla ucraniano. 

De igual manera, la Inteligencia Artificial (IA) ha sido incorporada a los esfuerzos militares, pero su integración no ha desplazado sino mejorado el rendimiento de otros elementos, como el comando y control o el manejo logístico. La IA ayudará a procesar toda la información que puedan enviar satélites, radares y drones a los centros de comando de un ejército, como ha sucedido en Ucrania.

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Conclusión 

El panorama geopolítico o tecnológico no ha cambiado, ni cambiará en las próximas décadas, lo suficiente para que no veamos ejércitos estatales enfrentarse en los campos y ciudades. Todos los cambios que sí han habido solamente han modificado las tácticas y las estrategias, más no las han cambiado de manera contundente. Los dominios han incrementado y sumado la necesidad de adoptar y dominar nuevas capacidades como las cibernéticas, las cuales influyen en el campo de batalla, la economía y el sistema político de un país en guerra, especialmente mediante la Guerra Hibrida (Ionita, 2023). Actualmente estamos experimentando la fusión de los elementos del siglo pasado con los del nuevo siglo. Veremos el ascenso de ejércitos que tendrán que poder utilizar diversas tácticas y estrategias no convencionales, como fue el caso de Ucrania, para poder enfrentarse a diferentes escenarios. Las nuevas tecnologías seguramente multiplicarán el impacto de la letalidad del actual armamento. 

Lo que la Guerra de Ucrania nos ha demostrado es que las tácticas del siglo pasado se han modificado en los aspectos prácticos, estratégicos y tecnológicos, pero seguirán pareciéndose en algunos sentidos a las del siglo pasado por diversos factores geopolíticos, políticos, tecnológicos, militares y económicos. El éxito militar que experimentó Estados Unidos en las dos operaciones militares contra Irak y en la invasión de Afganistán, podría no reproducirlos si se enfrenta a un oponente determinado, con una geografía favorable, un apropiado contexto político interno y/o con significativas capacidades tecnológicas, económicas y militares (principalmente en cuestiones de entrenamiento y estructura institucional de las fuerzas armadas). Incluso podría enfrentarse a los mismos problemas que Rusia, aunque de diferente forma, debido a diferencias fundamentales entre las fuerzas de Moscú y las de Washington. 

Aunque los ejércitos de las potencias sean fuertes, estos no son imparables y fuerzas inferiores en algunas cuestiones como numéricas o económicas podrían presentarse como dignos oponentes en el campo de batalla, específicamente si tiene apoyo como el que ha tenido Ucrania. En el caso del teatro ucraniano, los errores estratégicos y tácticos de Moscú junto con las capacidades y el contexto político de Ucrania han llevado a que la guerra se parezca más a las guerras mundiales que a la invasión norteamericana de Irak. Claro, el combate de trincheras no es el mismo que el de la Primera Guerra Mundial, los drones y otras tecnologías han cambiado la forma en la que se pelean en las trincheras, muy probablemente no se repita una situación en la cual el impasse se mantenga en trincheras, pero el combate de trincheras seguirá siendo una táctica ampliamente aplicada, con sus modificaciones tecnológicas, tácticas y armamentísticas. Ambos países han llegado a un impasse importante en el conflicto y será difícil romperlo de manera decisiva, todos los avances rusos han sido graduales. 

Por el momento podemos sacar dos conclusiones de la Guerra de Ucrania. Una sería que la estructura geopolítica del mundo se está cambiando y veremos nuevamente guerras convencionales de gran escala en el escenario político global. La segunda sería que lo que nos ha demostrado el conflicto rusoucraniano es la importancia de poder fusionar estrategias, tácticas y elementos tradicionales de la guerra con los nuevos. Nos encontramos en un punto de inflexión el cual ha creado una posibilidad en donde “[g]randes ejércitos que fracasen en invertir en nuevas tecnologías o en desarrollar nuevas doctrinas serán superados por [ejércitos] pequeños que sí lo hagan” (The Economist, 2023). El mundo será simultáneamente diferente, pero al mismo tiempo no será irreconocible en algunos aspectos posterior a la Guerra de Ucrania.  

Ablon, L., Binnendijk, A., Hodgson, Q.-E., Lilly, B., Romanosky, S., Senty, D., & Thompson, J.-A. (2019, junio). Operationalizing Cyberspace as a Military Domain: Lessons for NATO. RAND Corporation. Recuperado 17 de julio de 2023, de https://www.rand.org/pubs/perspectives/PE329.html 

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