Taiwán es una entidad geográfica-política cuyo estatus político es altamente polémico en el escenario internacional. Reconocido por pocos Estados como una nación independiente y por otros como una región de la República Popular de China (RPC o Pekín) – ya sea con un grado de independencia política y económica o con una pseudo-independencia total de la RPC – la isla se encuentra en una región, que a través de la historia, ha sido geopolíticamente volátil y su posición geoestratégica la denota con un importante grado de relevancia militar en el panorama geopolítico asiático y del Pacífico.
A través de los años la isla ha oscilado entre mantener buenas relaciones con la China continental (China o RPC) o sostener un posicionamiento hostil y rebelde contra Pekín, en parte debido al carácter político del gobierno taiwanés, y por otra, debido a la actitud política del gobierno de la RPC. Sin duda alguna, este tango diplomático entre la Taiwán y China continuará, pero su carácter cambiará considerablemente este siglo, debido a un nuevo panorama geopolítico mundial y regional. En medio de todo esto, cabe destacar que Taiwán, al igual que el escenario político global, ha experimentado interesantes cambios en su sociedad y su política. Este trabajo buscará detallar cómo será la política y la sociedad taiwanesa en el siglo XXI y analizará el contexto geopolítico en el que se encontrará y cómo podría eso impactar a la isla y lo que sería su autonomía política, social y económica.
Taiwán en la historia
Antes de comenzar, para poder conocer el futuro de la isla taiwanesa, primero es importante reconocer su historia, en especial debido a que nos ayudará a comprender mucho mejor su estado social, político y económico actual. Desde sus inicios, Taiwán no fue habitada por chinos, sino que se cree que fue habitada por austronesios, del sur de Asia Pacífico (BBC News Mundo, 2024). Por gran parte de su historia, Taiwán se ha autogobernado, manteniendo un importante grado de autonomía cultural y social de China y de otras potencias regionales, siendo solo conquistada en algunas ocasiones, pero sin algún control rígido o duradero significativo como para reconfigurar seriamente la identidad, por lo menos a largo plazo (Copper, 2024). Aunque el gobierno de la República Popular de China reclama que su soberanía sobre la isla es histórica debido a una fuerza expedicionaria enviada en 232 A.C. por la dinastía Han, la isla siempre ha mantenido un grado de autonomía que le ha permitido mantener una independencia identitaria sociocultural (BBC News Mundo, 2024).
Esta autonomía histórica es tanto el resultado de la geografía china-taiwanesa como del contexto geopolítico y geohistórico de China. El Imperio chino siempre se ha expandido con mayor éxito hacia el occidente, el norte y el sur, pero ha carecido de los mismos éxitos expansionistas hacia el oeste y el suroeste (Filipinas). Esto ha denotado a China como una potencia terrestre, más no una marítima, aunque sí se ha incursionado en el comercio marítimo y ha realizado varios intentos por expandirse militarmente hacia el oriente, lográndolo solo en distintas ocasiones de forma limitada. Consecuentemente, la isla taiwanesa ha adquirido la fama de ser la isla a donde escapan las fuerzas rebeldes chinas, desde las fuerzas leales a la dinastía Ming en el siglo XVII hasta las fuerzas nacionalistas del Kuomintang (KMT por sus siglas en inglés) en el siglo XX (Ministerio de Asuntos Externos de la República de China (Taiwán), 2024). Pero también ha implicado la continua pérdida de la isla a fuerzas extranjeras. Desde los holandeses (con la llegada de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales a la isla) hasta los japoneses (durante la primera Guerra sino-japonesa en 1895) se han podido apoderar de la isla debido a la tecnología marítima y militar que han empleado en sus diversas campañas militares o expediciones. Lo que ha contribuido a un mayor distanciamiento entre Taiwán y China continental.
Jiao es el ritual religioso tradicional del taoísmo taiwanés cuyo propósito de Jiao es deshacerse de la mala fortuna y traer la bendición de la salud y el bienestar (Fuente: Jian Cilang vía Wikimedia Commons)
En diferentes espacios-temporales, las fuerzas militares o la población civil chinas que han emigrado a Taiwán, han podido dominar la política y, hasta cierto grado, la formación de la identidad taiwanesa, sin embargo, como ya se había mencionado, la isla y su población han podido mantener una autonomía y su identidad independiente viva a través de los siglos. Esta dinámica cambiante en la identidad predominante en la isla es la que nos ayuda a comprender el cambio por el que está pasando la isla actualmente.
Con la llegada de todo el gobierno del Kuomintang en 1949, con aproximadamente un millón y medio de personas y soldados chinos, la isla taiwanesa llegaría a ser dominada políticamente por las fuerzas nacionalistas chinas, a pesar de solo representar el 14% de la población (Copper, 2024). Esto generaría el antagonismo entre la isla de Taiwán y el gobierno comunista chino y que el panorama político taiwanés fuera dominado por el discurso nacionalista chino y el deseo de reunificación con China, bajo el control político-administrativo del Kuomintang. Durante décadas este control ‘foráneo’ de Taiwán se materializó con una dictadura militarista por parte del KMT, lo que crearía el periodo conocido como el Terror Blanco (Ministerio de Asuntos Externos de la República de China (Taiwán), 2024). Tras la democratización de Taiwán el Kuomintang y la población de China continental continuaron siendo una fuerza política y económica dominante en la isla. Sin embargo, algo ha estado cambiando últimamente, generando una fricción sociopolítica entre la minoría china (representada por el KMT) y la población taiwanesa (representada en general por el Partido Democrático Progresista o DPP por sus siglas en inglés).
¿Una isla más distante o más cercana?
Desde hace unas décadas con el inicio de la democracia en Taiwán, ha estado en ascenso una generación sociopolítica que se autoidentifica como taiwanesa, que no comparte la percepción de ser chinos, como el KMT, y tampoco busca una reunificación con China, sino la independencia total. Durante un seminario del Wilson Center en 2003, John J. Tkacik Jr., investigador miembro de la Heritage Foundation, mencionó en una encuesta que el porcentaje de la población que abogó a favor de reconocer el derecho de la población continentalista* para determinar el futuro de Taiwán (entre reunificación o independencia), “solo el 11 por ciento de respondientes dijeron que los residentes de la China continental deberían ser incluidos… [lo cual] refleja perfectamente el porcentaje de ‘mainlanders’ en Taiwán, implicando una cercana relación entre las identidades étnicas y nacionales” (Gang & Hathaway, 2003).
* Término usado para referirse a aquellos cuyos linajes familiares provienen de China continental y habían emigrado a Taiwán en las décadas de 1940 y 1950, conocidos como mainlanders en inglés.
Esta tendencia identitaria y sociopolítica se ha mantenido firme desde el 2003, cuando se realizó el seminario del Wilson Center. En gran parte, esto se debe a la forma en la que se ha desarrollado el nacionalismo en China y el abanderamiento y la monopolización del mismo por el Partido Comunista Chino o PCC (Araujo, 2024), lo que de acuerdo con Li (2023), ha contribuido a que la población taiwanesa busque “una identidad alternativa para demostrar sus diferencias con la RPC”. Pero también cabe reconocer el papel que ha jugado el KMT en el desarrollo y el fortalecimiento de la identidad taiwanesa.
Con su gobernanza dictatorial y la imposición de la cultura china sobre Taiwán y su población nativa, terminó generando diversos resentimientos entre el KMT y la población taiwanesa, la cual buscaba mantener vivas sus costumbres, su idioma y su cultura. Los diversos conflictos y choques entre el régimen unipartidista autoritario del Kuomintang contribuyó en gran medida a que la identidad taiwanesa y su supervivencia se manifestará en una forma de resistencia y rechazó a la dictadura de los nacionalistas chinos.
Monumento a las Víctimas del Terror Blanco, en referencia a la ley marcial del régimen autoritario del Kuomintang en Taiwán, que terminó en 1987 (Foto por CEphoto, Uwe Aranas vía Wikimedia Commons)
En cierta forma, la transición hacia la democracia en Taiwán no fue un evento que se dio por cuestiones morales o ideológicas liberales, sino por cuestiones de adaptación y supervivencia. El Kuomintang, tras perder la batalla diplomática internacional contra el gobierno comunista en Pekín por intentar ser vista como la única China, tuvo que reconsiderar su posición en Taiwán. De no hacerlo, arriesgaba distanciar y encolerizar a la población taiwanesa por completo y generar un movimiento anti-chino en la isla, que hubiera podido amenazar su seguridad nacional a largo plazo.
El KMT no podía continuar intentando identificarse como China, ya que el PCC había logrado posicionarse como la única China y monopolizar la identidad china con sus valores, su ideología y sus objetivos políticos (Li, 2023). Pero también necesitaba poder crear una identidad que pudiera tender un puente entre el Kuomintang y la población china con la mayoría de la población taiwanesa. Es de ahí que se dio el ascenso de taiwaneses, como Lee Teng-hui, al poder por medio del partido del Kuomintang. Quienes luego crearían la identidad del ‘Nuevo Taiwanés’* para poder continuar abanderando la identidad china, pero simultáneamente abanderar a la identidad taiwanesa. Esta nueva reconfiguración en la identidad de los chinos continentalistas tuvo sus frutos de diversas formas. Los últimos dos presidentes de Taiwán del DPP, Chen Shui-bian y Tsai Ing-wen, también abanderaron este nuevo concepto sobre la identidad taiwanesa, una apegada a ideología y valores políticos (Li, 2023).
* Concepto creado y empleado por los taiwaneses del Kuomintang con el cual promueven la unión entre la identidad china y la identidad taiwanesa al igual que la reunificación con China continental.
Es gracias a esta reconfiguración en lo que significa ser taiwanés, que el KMT logró obtener algunos frutos a nivel sociopolítico en la isla por un tiempo. Pero la cantidad de taiwaneses que continúan favoreciendo una reunificación con China continental en las encuestas sigue reflejando solo el porcentaje de chinos continentalistas en la isla. A pesar de que la población en Taiwán en general comparte valores políticos, la población taiwanesa continúa teniendo diferentes valores a nivel sociocultural y lingüístico respecto a la población china. Las brechas que por algunos años se han mantenido bajo control, han comenzado a relucir nuevamente, generando ciertas fricciones sociopolíticas entre los continentalistas y los taiwaneses.
En un reporte especial por Reuters, se identificó que los continentalistas, específicamente miembros o seguidores del Kuomintang que favorecen o promueven la reunificación con China se han vuelto los principales espías y saboteadores para el PCC en Taiwán (Lee & Lague, 2021). Varios exmilitares de Taiwán, que son parte del KMT o que sirvieron durante la dictadura del Terror Blanco, han buscado fortalecer lazos con Pekín e incluso han sido vistos atendiendo a varios eventos del PCC (Lee & Lague, 2021).
Captura de Pantalla de una transmisión en vivo de CCTV en donde aparece un grupo de generales taiwaneses retirados asistiendo a un discurso del presidente Xi en el Gran Salón del Pueblo en Pekín (Fuente: CCTV vía YouTube)
De esta forma, los chinos continentalistas han figurado entre las principales amenazas para la seguridad nacional de Taiwán. Esto genera un conflicto tanto en ámbitos sociales y políticos como de seguridad dentro de la isla. Tras varias décadas de estar separados de China, el desarrollo del nacionalismo chino, el sistema político de China continental y el historial dictatorial del Kuomintang han contribuido a que resurja y se fortalezca una identidad taiwanesa. Es por eso por lo que las últimas elecciones se han definido por el debate sobre la relación que sostiene Taiwán con China y sobre la identidad del Estado archipelágico. Lo que ha contribuido a que el “DPP [… gane] terreno con el apoyo de una generación más joven, que cada vez se identifica más como taiwanés que como china[… mientras el] KMT, nacido en China, se aferra a su viejo sueño de eventualmente reunificar un país libre y democrático” según Lee y Lague (2021) de Reuters.
El rechazo por parte de los nacionalistas chinos a un Taiwán cada vez más distante de la cooperación con Pekín y que se rehúsa a buscar una forma de completar el sueño de la reunificación con China, se ha materializado en diversos sabotajes y el espionaje que han realizado a favor del gobierno comunista chino. Algo peligroso dado que varios miembros o simpatizantes del Kuomintang, aunque “ya no estén [sirviendo] con el uniforme [puesto], [… dichos] oficiales todavía retienen influencia sobre el ejército que está fuertemente jerarquizado, con una vieja red de patrocinio y lealtad personal” (Lee & Lague, 2021). Aunque se llega a señalar que estos problemas de espionaje llegarán a su final en los próximos años, ya que la vieja guardia está siendo reemplazada con un cuerpo de oficiales que se identifican como taiwaneses y no nacionalistas chinos, esto a su vez conlleva otros retos políticos significativos.
Evento político antichina durante las elecciones en Taiwán en 2020 (Fuente: Studio Incendo vía Wikimedia Commons)
A largo plazo, estas crecientes diferencias y los cambios sociales e identitarios que está experimentando Taiwán repercutirán seriamente en las relaciones entre ambos grupos, entre los nacionalistas chinos y los nacionalistas taiwaneses. El reemplazo de la vieja guardia en las fuerzas armadas creará más tensión debido a que el Kuomintang podría llegar a sentirse amenazado y su sueño de reunir a su país podría verse esfumado frente a sus ojos. Aunque este problema no se ha materializado más que en debates y en las elecciones (principalmente presidenciales), las fricciones podrían aumentar y comenzar a materializarse de diferentes formas además del espionaje o el sabotaje.
Un soldado taiwanés con un fusil de asalto T91 durante un ejercicio militar simulando una hipotética invasión del Ejército Popular de Liberación de China en las costas de Taiwán (Fuente: SatoruGojolovessweet vía Wikimedia Commons)
El contexto geopolítico regional de Taiwán en el siglo XXI
Dadas las dificultades políticas y militares que se observan en el horizonte debido al desarrollo del panorama sociopolítico nacional y el de la identidad nacional taiwanesa, es crucial analizar el escenario geopolítico bajo el que este panorama nacional se desarrollará. Ya que el país archipelágico no solo enfrenta retos sociopolíticos internos y amenazas militares externas actuales, sino que se encuentra ante un mundo en transformación, lo que presentará nuevas amenazas dentro de las próximas décadas.
En primer lugar, la principal amenaza a la seguridad nacional y la autonomía (o independencia) de Taiwán que se viene a la mente de varios analistas – como cualquier persona que incluso se adentra de manera limitada en el mundo de los análisis políticos internacionales – es la República Popular China. Debido a la retórica jingoísta del presidente chino Xi Jinping, a la importancia geoestratégica de Taiwán, la relevancia global tecnológica de la isla y a la modernización en las capacidades militares del Ejército Popular de Liberación (EPL, fuerzas armadas chinas o Ejército chino) de China, cuya armada marítima ha crecido substancialmente. Sin embargo, existen múltiples obstáculos, tanto geopolíticos como militares, que limitan la amenaza que pueda realmente presentar China continental. Estos obstáculos se dividen en dos partes: el primero es uno tecnológico y el otro es uno geopolítico-militar.
En cuanto al obstáculo tecnológico, China se encuentra en un mundo donde la tecnología militar de reconocimiento ha disminuido significativamente las capas de protección de las fuerzas militares, disminuyendo su capacidad de esconderse de fuerzas hostiles. Cuando las fuerzas aliadas invadieron Francia para empezar con la recaptura de Europa y derrotar a las fuerzas alemanas nazis, tuvieron que realizar una operación de engaño de enorme magnitud, con el objetivo de evitar que las fuerzas alemanas destruyeran en su totalidad cualquier fuerza invasora, lo que pudo haber sido posible de haberse preparado mejor y perpetrado en donde sería la invasión real. El gran engaño a Hitler y su cúpula militar fue lo que dio paso a que las fuerzas aliadas pudieran exitosamente tomar las playas de Francia y adentrarse en el país. Con la tecnología de reconocimiento actual, desde satélites hasta modernos aviones de reconocimiento, junto con algunas posiciones de reconocimiento avanzado de las fuerzas taiwanesas, una invasión militar secreta de Taiwán sería prácticamente imposible. El gobierno comunista chino se enfrentaría al mismo dilema que Rusia, previo a la invasión rusa de Ucrania en 2022.
Por su parte, el obstáculo geopolítico-militar tiene su origen en el carácter geográfico insular de Taiwán, anteriormente abordado, y su posición geoestratégica en Asia Pacífico. Es por eso que el obstáculo se presenta con la dificultad militar de invadir la isla debido a la variedad de variables que intervienen en la geopolítica taiwanesa. Tan solo para tomar la principal isla (Taiwán), las fuerzas armadas chinas tendrían que realizar una operación anfibia de gran escala en diferentes puntos de la isla, los cuales ya se encuentran fuertemente fortificados y armados, con fuerzas de repuesto o de contraataque ya organizadas y posicionadas. Pero los principales objetivos militares que tendría que tomar China continental para la toma de Taiwán no se encuentran en la misma isla. Para poder realizar una invasión anfibia de la escala de lo que implicaría tomar Taiwán de manera exitosa, el Ejército y la armada china tendrían que eliminar a todas las fuerzas militares que buscarían defender Taiwán y serían capaces de atacar a las fuerzas chinas invasoras.
Esto incluye a Japón, Filipinas, Vietnam, Corea del Sur y, especialmente, a Estados Unidos. Aunque se tendría que añadir a las fuerzas francesas, británicas y australianas que pudieran entrar en combate durante las primeras horas de la invasión o que pudieran formar parte de un contraataque masivo. La distancia que tendrían que recorrer las tropas de desembarque es más de 100 kilómetros, lo que las deja vulnerables al fuego enemigo. Por sí solas, las armadas estadounidense y japonesa tienen la capacidad, tanto técnica como tecnológica para atacar y destruir cualquier fuerza que fuera a intentar desembarcar en las playas de Taiwán. Sin embargo, las amenazas que presentan Japón y Estados Unidos no solo provienen de sus armadas navales, ya sean sus misiles mar-tierra o las capacidades aéreas de los mismos portaaviones, sino que también provendrían de las docenas de islas militarizadas por ambos países (Yang & Segawa, 2024). Aunado a estas capacidades actuales, Japón también ha comenzado a desarrollar capacidades militares ofensivas, al buscar diseñar y fabricar misiles de largo alcance, lo que incrementa el riesgo para las fuerzas chinas (Domínguez, 2023).
En consecuencia, esto implica que Pekín tendría, como mínimo, destruir todos los objetivos militares en las islas de las Filipinas y Japón de donde podrían provenir ataques, al igual que todas las armadas enemigas en el área que pudieran atacar a sus fuerzas anfibias. Lo que incrementa la complejidad logística, la cantidad de recursos y hombres que tendría que desplegar China lo que a su vez aumentaría el costo, tanto militar como económico, de cualquier invasión de Taiwán. Sumamos esto a las vulnerabilidades económicas de China al depender del comercio y las exportaciones para mantener su crecimiento económico, crucial para la estabilidad política interna, y el país tendría que tomar Taiwán en pocos días para poder comenzar cualquier negociación desde una posición militar y política favorable.
Si tomamos en cuenta los crecientes problemas económicos y políticos en China, el gobierno de Xi tendrá que preocuparse más por la posibilidad de protestas a nivel nacional y una posible inestabilidad política, que podría atentar contra su propia seguridad (Araujo, 2024). Es decir, el gobierno de Xi, a pesar de la retórica y las continuas amenazas (como las violaciones al espacio aéreo taiwanés), que podría hacer a Taiwán, estará más preocupado por peligros domésticos, que por objetivos geopolíticos que solo aumentarían los riesgos a su seguridad.
Un avión de combate F-16 de la Fuerza Aérea de la República de China (Taiwán) sigue a un bombardero de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación que se había acercado a la isla de Taiwán y violado espacio aéreo taiwanés en 2020 (Fuente: Agencia de Noticias Militar de la República de China vía Wikimedia Commons)
En resumen, las probabilidades de que China continental se encuentre en medio de una severa crisis política y económica nacional que atente con convertirse en un grave conflicto interno son más altas que una invasión china de Taiwán. Por lo que, la mayor amenaza en el siglo XXI para Taiwán no provendrá de la República Popular de China, pero si provendrá de otros actores regionales.
Taiwán es una isla de importancia geoestratégica para países como Corea del Sur y Japón, los cuales han emprendido reformas político-militares y proyectos de modernización militar extensos. Pronto, las mismas carreras armamentistas cuyo propósito, de acuerdo con Cave (2023), es prevenir una guerra con China, se volverán una amenaza para la seguridad regional de Asia Pacífico. Similar a como Taiwán ha experimentado una transformación sociopolítica estructural, Japón y otros países, como Indonesia, han estado pasando por una extensa transformación geopolítica nacional. Otros, como Vietnam, se encuentran gozando de un crecimiento económico que dotará al país asiático de nuevas capacidades militares y políticas. Cabe destacar que, hace unas décadas, los lazos comerciales y diplomáticos con China, crearon la ilusión de que las relaciones sólo mejorarían y que la región no experimentaría una severa rivalidad geopolítico-militar.
Conforme continúe cambiando el panorama geopolítico y los demás países asiáticos dejen de ver a China como una amenaza – por sus problemas internos y la desaceleración en su crecimiento económico – comenzarán a ver el panorama como uno próspero para aumentar su influencia y poder. Consecuentemente, las perspectivas sobre qué constituye una amenaza a la seguridad nacional de diversos países volverán a cambiar, creando nuevos enemigos que deberán ser derrotados o disuadidos – al igual que China – con políticas de desarrollo y modernización militar proactivas y agresivas.
El futuro de Taiwán
Es bajo este futuro panorama geopolítico que Taiwán deberá maniobrar su política nacional, exterior y de defensa. El desarrollo sociopolítico que experimenta Taiwán sólo está sentando las bases para una confrontación política más intensa de lo que anteriormente se ha vivido. La última transición se dio como una adaptación del Kuomintang para asegurar su supervivencia, pero ¿cómo será la siguiente transición si la posición política del Kuomintang y su sueño nacionalista se ven amenazados? ¿Podrá ser igual de ‘pacífica’ bajo circunstancias más desfavorables para el KMT? La respuesta es que difícilmente se podrá evitar una crisis sociopolítica conforme se fortalezca la identidad taiwanesa y su deseo de independencia (lo que implicaría un rechazó total a la reunificación con China continental).
Este desarrollo en la conceptualización de lo que es la identidad taiwanesa, era un proceso natural dada la historia de la isla, la cual se ha mantenido al margen de China por varios siglos y le ha sido continuamente arrebatada cuando esta logra dominarla. Su carácter geográfico-político ha destinado a la isla a un continuo tango geopolítico entre su incorporación a una potencia regional y su auto-gobernanza política. Lo que a su vez ha llevado a la creación de una identidad puramente taiwanesa, aunque no significa que exista una identidad antagónica a la china, no se puede ignorar el impacto que ha tenido en la isla y su sociedad, la auto-gobernanza o la ocupación por potencias extranjeras, sea local o extranjera a sus costumbres por completo. Difícilmente veremos a Taiwán ser reintegrada a China, ya que el panorama geopolítico no favorece dicha reunificación. Con el tiempo, lo más probable es que la identidad taiwanesa se refuerce considerablemente y el distanciamiento con China aumente.
Solo un cambio drástico en la política nacional China y en Taiwán cambiaría este futuro independentista. La crisis que se aproxima en China continental podría presentar esa oportunidad, aunque todavía se tendría que ver si Taiwán y los nacionalistas chinos pudieran ser capaces de aprovechar el panorama. De presentarse la oportunidad, veríamos florecer una rivalidad entre los nacionalistas taiwaneses y los nacionalistas chinos en la isla.
No obstante, el mayor dilema para Taiwán se concretizará en medio de un ambiente geopolítico repleto de más actores militarmente capaces (tanto para defenderse como para atacar) a otros países. Asia Pacífico se ha encaminado hacia un auténtico dilema de seguridad, en el cual las capacidades que desarrolla un país para su defensa son las mismas que otro país verá como una amenaza a su seguridad, por ende, buscará desarrollar sus propias capacidades para su defensa, creando un círculo vicioso en el que la seguridad simultáneamente ‘mejora’ y empeora. Taiwán tendrá que lidiar con un escenario geopolítico con más riesgos y amenazas en el tablero. Su capacidad de contener cualquier posible crisis sociopolítica doméstica y de maniobrar la arena regional para evitar volverse blanco o presa de una potencia regional o internacional determinará el éxito de Taiwán en asegurar su supervivencia nacional en el siglo XXI.
Referencias
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