La primacía y el poder han dejado de ser conceptos asociados al Reino Unido. Su continuo decaimiento desde antes de la Segunda Guerra Mundial, marcado por la pérdida de influencia internacional, el impacto del Brexit y los desafíos económicos persistentes ha tenido profundos efectos sobre la sociedad británica. Uno de los fenómenos más palpables y recientes, como resultado de las condiciones que está experimentando la nación, ha sido el aumento de las protestas antinmigración en ciudades alejadas del centro de Londres; las manifestaciones justificadas en un asesinato de tres niñas en manos de quien se comentó era un joven musulmán, ocultan problemáticas más profundas que una campaña de desinformación.

Soldados y sargentos irlandeses formados afuera de sus barracas en Dublín, Irlanda, listos para de un saludo ante la creación del Estado Libre de Irlanda en 1921 (Crédito: W. D. Hogan/National Library of Ireland vía Flickr)
La Decadencia del siglo XX y XXI
El rastro del declive de Reino Unido tiene sus indicios desde el comienzo del siglo XX, marcado por una serie de sucesos tanto en la arena internacional, como en territorios del entonces imperio. El resultado, una disminución de su influencia y capacidad de proyección mundial, trajo el reposicionamiento de Reino Unido ya no como la superpotencia, sino a un segundo o tercer puesto dentro del tablero internacional.
La separación de la República de Irlanda en 1922 representó un hecho definitorio en la historia de la nación. Con el ascenso del nacionalismo irlandés y la búsqueda de un autogobierno, inició el proceso de independencia y con ello el comienzo de la guerra de guerrillas entre el ejército británico y fuerzas irlandesas. La conclusión, sellada en la partición de Irlanda, más allá de brindar una resolución inmediata al conflicto, permitió al gobierno central de Reino Unido enfocarse en atender las consecuencias sociales y económicas arrastradas de la Primera Guerra Mundial.
Para 1945, la decadencia de Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial era más que evidente. La deuda adquirida con Estados Unidos, no solo para el mantenimiento de la guerra, sino para atender la reconstrucción de las ciudades afectadas tras la misma, dejó a la nación económicamente debilitada y en endeudamiento. A ello añadir el resquebrajamiento del Imperio Británico tras el inicio del proceso de descolonización, es decir, la búsqueda de la independencia por parte de sus colonias. La pérdida de estos territorios no solo conllevó la reducción de su poder global, sino un impacto directo hacia su economía al cerrarse su acceso a recursos y mercados.
Las condiciones imperantes en la primera mitad del siglo XX fueron determinantes para que en 1973 el Reino Unido entrara a la Comunidad Económica Europea, planteando así una reconfiguración político-económica. El beneficio de eliminar barreras comerciales y el acceso a mercados permitió la estabilización y modernización de la economía de Reino Unido; sin embargo, su integración en los marcos europeos trajo consigo una problemática interna entre quienes preferían, por un lado, la mejora de los vínculos con Europa, y por el otro, un posicionamiento más aislacionista. Esta percepción de la limitación de la soberanía nacional al pertenecer a la Unión Europea ocasionó en el siglo XXI el referéndum de 2016 sobre el Brexit. En un sentido geopolítico, las islas británicas difícilmente encajan con el resto de Europa, ya que el canal de la Mancha siempre ha servido como una barrera geográfica a la integración política y económica con la península europea. La adhesión al proyecto europeo, por ende, solo era una táctica para intentar recuperar su posición económica mundial, pero los puentes políticos y sociales que generaron choques entre Inglaterra y Europa volvieron a generar la necesidad de distanciarse de Europa.
Pero la salida de Reino Unido de la Unión Europea en 2020 fue nuevamente un punto de quiebre en la historia del país, al tener que readaptarse a las nuevas reglas de comercio con las naciones restantes de la comunidad y ver reducidos sus índices de inversión extranjera. Lo anterior enmarcado en el contexto de una pandemia de salud que implicó la recesión económica mundial durante poco más de dos años. Más que devolver una esperanza a la mejora de las condiciones políticas de Reino Unido, el desajuste económico ocasionado por estos eventos generó una desestabilización interna materializada en la inconformidad de la sociedad por las condiciones de vida existentes.
Uno de los temas centrales dentro de los argumentos del Brexit fue la regulación del flujo migratorio, ya que la entrada a la Unión Europea simbolizó el desdibuje de las líneas fronterizas y por tanto la pérdida del control de las fronteras por parte de Reino Unido. La retórica utilizada, basada en la premisa que la inmigración amenazaba la seguridad laboral, física y económica de las y los ingleses e incluso la propia identidad nacional, tuvo un eco lo suficientemente fuerte para la aceptación del referéndum. De ahí que las nuevas políticas migratorias se constituyan más estrictas y sean reestructurados los acuerdos con la Unión Europea en esta materia.

Manifestantes de derecha en Liverpool el 3 de agosto de 2024 durante los disturbios de 2024 en el Reino Unido (Crédito: Radarsmum67 vía de Flickr)
El malestar de la inmigración ¿es uniforme?
Mucho se ha argumentado en el discurso oficialista sobre la incomodidad que representa cada día más la inmigración como causa de las dificultades económicas que ha experimentado el Reino Unido desde principios de este siglo. Se ha llegado al punto de responsabilizar a los inmigrantes por la sobre carga o pérdida de calidad en aspectos como los servicios médicos, el sistema educativo y el campo laboral, resultando en una impresión por parte de los nativos ingleses que sus recursos y oportunidades les han sido arrebatados por personas ajenas a su país. Este malestar ha incrementado aún más debido a la asociación entre el deterioro de la percepción de seguridad y la presencia de más migrantes en el territorio.
Por otra parte, el impacto de la migración no solo se refleja en los ámbitos anteriores, sino en cambios en torno a la diversidad cultural de la que se compone el país. Esto a su vez ha llevado al cuestionamiento de la identidad nacional y a considerar a la migración como una manera de erosionarla, encontrando en esto la justificación para políticas más estrictas que prevengan la llegada de nuevas personas que atenten en contra de los valores británicos.
En un informe del The Migration Observatory de la Universidad de Oxford se encuestó a una muestra representativa de adultos en el Reino Unido. Entre las preguntas se encuentran las siguientes: 1) ¿Cree usted que el número de inmigrantes que llegan a Gran Bretaña hoy en día debería aumentarse, reducirse o debería permanecer igual? 2) En general, ¿cree usted que la inmigración es algo bueno o malo para Gran Bretaña? (Richards, Fernández-Reino y Blinder 2023).
El resultado porcentual de la primera pregunta arrojó que el 37% de la población considera que el número de migrantes debería reducirse mucho, mientras que el 15% afirmó que debería bajarse un poco. No obstante, y en contraste con la pregunta previa, los resultados de la segunda arrojaron que un 17% de la población considera que la inmigración es algo muy malo, y el 16% consideró que era malo (Richards, Fernández-Reino y Blinder, 2023). ¿Qué rescatamos de estas cifras? Podemos afirmar que como mínimo una tercera parte de la población inglesa ve necesaria una regulación en el control migratorio al ya existir un reconocimiento de esta realidad; sin embargo, no podemos decir que esta misma tercera parte visualiza la migración como algo muy malo. Este desface pudiera indicar el entendimiento de la sociedad que la migración no es la causa de todos los males que hoy día aquejan al Reino Unido.

Protestas en Liverpool como parte de los disturbios del Reino Unido de 2024 (Crédito: DannyDouble vía Flickr)
Una bomba de tiempo
El 29 de julio pasado, tres niñas fueron asesinadas en Southport en el norte de Inglaterra. Según lo indicado en el periódico Reuters (Holton, Demony y Abdulla, 2024), se arrestó al sospechoso de 17 años; sin embargo, en redes sociales comenzó a circular información falsa que el joven es un migrante musulmán, lo que desencadenó al día siguiente una serie de protestas antimusulmanas en Southport, escalando a disturbios en contra de las personas migrantes en diversas ciudades del Reino Unido.
La avasallante respuesta que tuvo tanto el hecho lamentable como la presencia de las protestas a lo largo del territorio, más allá de denotar una empatía y apoyo a las circunstancias ocurridas, pareciera demostrar el uso del asesinato como excusa para reforzar el discurso antinmigrante que se ha ido acrecentando desde el Brexit y que tras la pandemia ha vuelto a recobrar fuerza. El tema migratorio se ha convertido para el Reino Unido en una bomba de tiempo, donde las dificultades económicas y el desempleo han exacerbado la percepción de que la inmigración es un factor que contribuye a estos problemas, fomentando un ambiente propenso a las protestas.
No es sorpresa que líderes políticos y los medios de comunicación se sumen al discurso y lo amplifiquen a través de sus trincheras, incluso vistiendo al propio discurso con una narrativa patriótica de protección a la nación frente al exterior, pero omitiendo la existencia de causas económicas y sociales subyacentes poco relacionadas al tema migratorio, que han impedido la mejora de las condiciones de vida dentro del país.

El primer ministro británico, Keir Starmer, llama al presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, desde su oficina en el número 10 de Downing Street (Crédito: Simon Dawson/Number 10 vía Wikimedia Commons)
La respuesta antirracista: El regionalismo frente al nacionalismo
Tras los disturbios efectuados por grupos de extrema derecha que amedrentaron en contra de las personas migrantes, en especial las de origen musulmán, manifestantes antirracistas igualmente se congregaron en las calles de ciudades claves de Inglaterra, tales como Londres, Birmingham y Manchester. Esta misma actitud se hizo presente en Escocia e Irlanda del Norte, con presencia de protestas frente al Parlamento en Edimburgo y al Ayuntamiento en Belfast.
La difundida idea de un “reino unido” se torna más en una aspiración que una realidad. La composición de diversas identidades culturales y políticas que componen el Reino Unido (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) se ve igualmente traducida en la manera en la que los eventos trastocan a las distintas regiones. Mientras que las protestas de extrema derecha en contra de la migración se concentraron en Inglaterra, las manifestaciones antirracistas sí tuvieron un eco en todas las naciones que componen el Estado unitario del Reino Unido.
El caso de Escocia es particularmente relevante, pues no sólo hay una ausencia del sentimiento anti migrante, sino que maneja una actitud proinmigrante muy apartada de la visión inglesa. En el Migration Policy Scotland resalta que, en general, las opiniones sobre los impactos de la inmigración son más positivas que negativas, particularmente a nivel nacional; mientras que las puntuaciones negativas agrupan un porcentaje del 26%, las puntuaciones positivas ascienden a un 50% basado en las personas encuestadas (Kyambi y Kay, 2024). Sin embargo, es necesario precisar que los niveles de estancia de migrantes en Escocia con relación a Londres son considerablemente menores, pues en Londres habitan el 40% de residentes nacidos en el extranjero, mientras que en Escocia solo se encuentra un 10% (Cuibus, 2024). De ahí que sus actitudes en torno a la migración difieran de manera considerable.
Es por lo anterior que la visión unificada de Reino Unido, difícil de consolidar en su pasado histórico, será más que imposible aspirar a ella en un futuro próximo. La ausencia de un Estado fuerte, que haga frente a las disparidades y logre homogeneizar una visión y acción frente a las problemáticas, pareciera inalcanzable. Más aun cuando ha quedado a la sombra de liderazgos regionales que han acrecentado su influencia y poder por encima de Inglaterra y la cada vez mas notoria diferencia de realidades que intentan ser conjugadas por la fuerza bajo el término “reino unido”.
La edad y el cambio generacional será un factor que jugará un papel importante sobre las futuras actitudes de las naciones sobre el tema migratorio. Las juventudes, y sobre todo de aquellas con un alto nivel educativo, perciben el tema migratorio con actitudes más positivas, actitudes que se extienden incluso hasta su edad adulta con mínimas variaciones (Richards, Fernández-Reino y Blinder, 2023). Las nuevas generaciones, surgidas de contextos históricos y sociales diferentes, no solo les quedará pendiente el atender el tema migratorio, sino subsanar las condiciones de descontento social y desafíos económicos que se han ido arrastrando desde hace más de un siglo.
Referencias
Cuibus, M. (2024). BRIEFING: Migrants in the UK: An Overview. The Migration Observatory at the University of Oxford. https://migrationobservatory.ox.ac.uk/resources/briefings/migrants-in-the-uk-an-overview/
Holton, K., Demony, C. y Abdulla, S. (8 de agosto de 2024). Las protestas contra el racismo arrasan Gran Bretaña tras los disturbios de extrema derecha. Reuters. https://www.reuters.com/world/uk/british-police-brace-anti-muslim-riots-counter-protests-2024-08-07/
Kyambi, S. y Kay, R. (2024). Attitudes to Immigration in Scotland: Cautious pragmatism?. Migration Policy Scotland. https://migrationpolicyscotland.org.uk/wp-content/uploads/2024/05/Attitudes_Scotland_May24.pdf
Richards, L., Fernández-Reino, M. y Blinder, S. (2023). BRIEFING: UK Public Opinion toward Immigration: Overall Attitudes and Level of Concern (8va revision). The Migration Observatory at the University of Oxford. https://migrationobservatory.ox.ac.uk/resources/briefings/migrants-in-the-uk-an-overview/