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Diseño por Código Nexus (Fuentes: Instagram/Wikimedia Commons/Fuerzas de Defensa Israelíes/Getty Images/Canva Pro/LivePict)

El papel de la música en la política mundial y movilización social

Letras de protesta que trascienden fronteras

La música tiene un importante papel en los estudios de las Relaciones Internacionales por su papel en la construcción nacional y en la movilización social.

Por: Ana Silvia Orduña y José Enrique Aguirre Torres

Por: Ana Silvia Orduña y José Enrique Aguirre Torres

Tabla de contenidos

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Como es señalado por Gooding, Yamane y Salter: “la música puede ser un aspecto integral de los movimientos sociales y la protesta” (2021). Es integral en tanto se vuelve una herramienta para visibilizar y transmitir denuncias y peticiones, para generar empatías y fortalecer lazos, y así, encontrarse en él o la otra, aunque no se comparta el territorio o la circunstancia específica. De tal manera que la movilización y la sinergia entre quien hace la música y las personas escuchan y eventualmente participan, puede dirigirse hacia propósitos concretos, que ciertamente trascienden fronteras.

Y en qué mejor contexto para observar esto que en el actual, en donde “se ha globalizado el poder, el dinero, la comunicación y el medio ambiente, sí, pero también el agravio” (Innerarity, 2009). El presente artículo busca reconocer el carácter político en la música para así rescatar el valor que este ámbito tiene para las relaciones internacionales abordando ejemplos puntuales en que la música o la canción de protesta ha servido para reconocer el peso de las identidades y agencia de actores no estatales.

Letras de protesta que trascienden fronteras

La música es relevante para el análisis que plantea la disciplina de las Relaciones Internacionales en tanto implica movilización a través de las fronteras y su capacidad para legitimar o cuestionar el poder diseminado en el sistema internacional. Ciertamente, el análisis puede tomar un curso hacia la movilización de capitales y la industria musical. Pero también es necesario reconocer la capacidad de movilización de las ideas, de fortalecer colectivos, y de reforzar y/o replantear identidades de los actores que ocupan el análisis de las Relaciones Internacionales: Estados, corporaciones e individuos.

Es también reconocer poder en éstos últimos actores dentro de las dinámicas globales caracterizadas por asimetrías de poder. Entonces la música de protesta debe ser entendida como un elemento que busca la participación, difuminación o la cohesión, cuestiones base en la dinámica de los movimientos sociales que buscan impactos políticos. Gooding, Yamane y Salter (2021) explican que la música participatoria hace resonar ideas, pensamientos, valores y sentimientos de colectivo que pueden funcionar como pegamento para un movimiento social en particular.

Estados Unidos alberga a una sociedad multicultural y diversa. Sin embargo, la marginalización y violencia sistémica de diversos grupos ha sido una constante en su historia política y social. Y por tanto, las resistencias también deben ser consideradas como factor central del propio sistema sociopolítico del país norteamericano, sin las cuales no sería posible comprender los cambios domésticos e internacionales en un sistema cada vez más globalizado, y en donde Estados Unidos continúa ostentando un rol de potencia hegemónica. Dentro de los movimientos de resistencia que ha observado el país, uno latente han sido los movimientos de protesta indígena “que han emergido a través de Norte América en respuesta a la violencia colonial histórica y contemporánea” (Gooding, Yamane & Salter, 2021).

En esta línea, se retoman los aprendizajes a partir del Movimiento de Mujeres Indígenas Desaparecidas y Asesinadas (MMIW por sus siglas en inglés). Este movimiento que nace de contextos compartidos entre Canadá y Estados Unidos ha buscado visibilizar la desproporcionada violencia que experimentan mujeres indígenas a través de diversas estrategias, siendo una efectiva por medio de la canción. Las composiciones que han resultado de esta movilización han explorado diversos géneros musicales, aunque en el centro se mantiene el carácter de memorial y de rendir honor (Gooding, Yamane & Salter, 2021). Explican Gooding, Yamane y Salter (2021), la canción para el MMIW se utiliza como un símbolo performativo, que aunque utilice diversas lenguas indígenas, busca reforzar la diversidad del movimiento y así demostrar el apoyo que reciben. 

Mashrou’ Leila de Líbano, un grupo musical prohibido en Jordania por atentar contra la estabilidad social del Estado jordano, se encuentra tocando en el Festival de Rudolstadt en 2018 (crédito: Scholer vía Wikimedia Commons).

Diversos ejemplos surgen también de los contextos en Oriente Próximo. Burkhalter (2011) habla sobre los músicos en Beirut que se reconocen dentro de la Generación de la Guerra (1973-1990). En este contexto, incluso en la post guerra civil en Líbano, se vio la proliferación de músicos que abarcaron los géneros musicales desde electroacústico, de improvisación, raperos, rock y bandas death metal.

Es en relación a este último género musical con el que se puede entender el sistema sociopolítico del país a partir de la represión, abuso policial, violencia y aislamiento social que sufrieron en esos años que le siguieron al conflicto. Burkhalter (2011) señala que con el nuevo milenio un nuevo panorama se ha presentado no sólo para la escena musical en Líbano, sino para la sociedad en su totalidad. La reconstrucción de Beirut y una relativa normalización política, así como la digitalización y las nuevas redes transnacionales han creado oportunidades para los músicos libaneses, ya que ahora tienen la posibilidad de alcanzar audiencias locales e internacionales (Burkhalter, 2011).

Aunque no suelen colocarse en el mainstream de la industria musical, su carácter independiente y alternativo son ahora una propuesta interesante para comprender la actualidad desde las experiencias no occidentales. Burkhalter (2011) toma el caso del músico libanés Ziyad Sahhab, quien es asociado con música de izquierda y de protesta. A pesar de que él busca separar al músico, la música y la política, también reconoce que esto, en el contexto de Líbano, es imposible. Sus letras reflejan las experiencias de vivir durante y después de la mencionada guerra civil. Además, utiliza el recurso satírico e incorpora varios dialectos e identidades políticas en su trabajo, lo cual abona a comprender el sentimiento colectivo de una nación que ha sufrido guerra y violencia (Burkhalter, 2011). En cierta forma, debido a que la cultura es un reflejo de la identidad, el desarrollo en la música libanesa nos muestra indicios de lo que pudiera ser el surgimiento de una identidad nacional en un país donde antes no existía, lo que a su vez también tiene implicaciones geopolíticas.

En el análisis que plantea Burkhalter (2011) también se señala que los músicos alternativos en el Líbano buscan tener impacto local a través de música no comercial en un contexto violento, politizado y comercializado, lo que les enfrenta a la música pop pan-arábica así como a la industria global occidental que controla desde los recursos económicos hasta los medios de distribución, con la tendencia a homogeneizar o exotizar lo que es creado en otros puntos del mundo. Es por eso que la música independiente en el Líbano busca contraponerse a partir del sonido local y la autenticidad a través del planteamiento de los ‘sonidos de la guerra’, herramienta que ha sido retomada por artistas en Jamaica y Brasil.

Por su parte, el género musical del reggae se ha posicionado a nivel global no sólo como un género musical popular, sino como una herramienta de protesta que proyecta temas de liberación negra, igualdad de derechos y justicia social principalmente abanderado por nacionales de Jamaica, su diáspora y otras naciones y grupos en diversos puntos del mundo. En Costa de Marfil ha sido una fuerte herramienta para posicionar su visión crítica sobre la élite política del país, misma que es responsabilizada por la decadencia económica, la polarización étnica y la guerra civil (Schumann, 2015). El auge del reggae en el país comenzó en la década de 1980 y sirvió para denunciar abusos e injusticias que atraviesan las experiencias de la población marfileña.

Como lo comenta Schumann (2015): el reggae “era música que cruzaba fronteras étnicas al no estar ligada a ninguna región particular de Costa de Marfil, sino a una identidad negra cosmopolita y diaspórica. En un contexto más actual y complejo, los músicos de reggae en el país africano siguen cargando con una tarea de expresión y visibilización, lo que ha servido para darle a la música en el país insular un aspecto sociopolítico, dado su apogeo musical y las expresiones utilizadas. Esto asemeja a lo señalado sobre el contexto en Líbano, donde separar al artista como actor político es casi imposible. Siendo esto un factor de tensión para los músicos en tanto busca no ser asociados con figuras políticas partidistas o de oposición, mientras navegan un panorama de limitada libertad de expresión.

Claro, las presiones que van de lo internacional a lo local en los ámbitos económicos y políticos son visibles desde la experiencia de aquellos que incursionan en este activismo musical. Ejemplo de ello es Alpha Blondy, un artista reggae de origen marfileño al cual se le asocia con ser la inspiración para movimientos de rebelión en su país y que fue embajador por la paz en la misión de Naciones Unidas en Costa de Marfil en 2005. A pesar de su distanciamiento con esta organización internacional, se le atribuye al músico un rol en el camino hacia negociaciones de paz en su país, además de que se le reconoce un carácter que supera la influencia en lo local, ya que tiene una base de seguidores en países como Francia y en la escena internacional del reggae (Schumann, 2015).

Alpha Blondy en un concierto musical de reggae en 2007 (crédito: LivePict vía Wikimedia Commons).

Entonces, reconociendo la relevancia de la música en las relaciones locales-transnacionales para posicionar la protesta, es también esencial reconocer su papel en los procesos de construcción de paz (incluso en la construcción de identidades nacionales), dinámica también es de interés para las Relaciones Internacionales. Aunque, extrañamente, no es un ámbito que tenga una extendida difusión en comparación con las dinámicas que se desprenden de la industria musical en sí. Sin embargo, incluso en los conflictos altamente politizados y controversiales que atañen a la actualidad, el elemento musical debe ser contemplado para comprender con mayor profundidad o matiz tal contexto. Por ejemplo, existen esfuerzos musicales que surgen del contexto del conflicto entre Israel y Palestina, en donde músicos de ambas naciones se unen para promover la construcción de paz según Sandoval (2016), aunque también lo han hecho para la promoción de las identidades nacionalistas y los esfuerzos militares de los diversos grupos involucrados en el conflicto.

En el contexto de la lucha y la identidad Palestina, se hace hincapié en la capacidad de la música en dos aspectos: uno para conectar diversas identidades nacionales y un segundo por reconocer un aspecto fundamental que ha dado vida a la identidad palestina: la resistencia. Cuando McDonald (2013) retoma la perspectiva del rapero palestino Tamer Nafar, se enfoca en como el rapero plantea que la identidad palestina no depende sólo de prácticas indígenas compartidas o de un ‘nacionalismo del exilio’, sino que la identidad palestina se define por la resistencia a la opresión racializada y la injusticia estatal, “palestino es uno que resiste a tal opresión, independientemente de la geografía, historia o cultura”.

De la perspectiva del rapero palestino podemos obtener dos hechos geopolíticos. Uno es que la identidad palestina se ha formado a base de la resistencia, esto porque ni Israel o Palestina son Estados históricos, pueden tener antecedentes, pero las actuales naciones son jóvenes. Israel surge de siglos de represión en Europa que culminó con el Holocausto y su proyecto de Estado se reforzó con las guerras árabes-israelíes. Por su parte, Palestina surgió de la resistencia a Israel y la ocupación como las prácticas represivas en las que ha emprendido dicho Estado.

Ambas naciones surgieron tanto a partir de turbulencias compartidas a través de las guerras y la represión como por el amor a lo propio, como todas las identidades nacionales en el mundo. El otro hecho es que la identidad palestina todavía sigue en formación y de ahí la postura de Tamer Nafar de que palestina es algo “independiente de la geografía, historia o cultura” intentando crear un aspecto inclusivo de la identidad, esto pudiera servir, porque en efecto existen naciones construidas a partir de experiencias y pueden llegar a ser inclusivas, pero estas lo serán si se apegan a una cultura o a ciertos valores, como lo es en el caso de los países en las Américas. Ciertamente la postura de Tamer Nafar es muestra de que el proceso de construcción de la identidad palestina sigue en sus primeras etapas y será un proceso difícil dado el contexto de las identidades en Europa, África y Asia, que contrastan con América.   

A partir del entendimiento de lo que es una identidad de un pueblo de acuerdo con Nafar es que se puede comprender el por qué la música rap con alta carga política del ícono del rap Tupac Shakur resuena en el imaginario del pueblo palestino hasta tiempos actuales. Es la identidad construida a partir del contexto personal y colectivo de quienes se reconocen en posición de opresión, racialización, desigualdad y marginalización, algo con lo que se identifica el pueblo palestino debido a su contexto geopolítico. Lo que permite a su vez abrir espacios de entendimiento y diálogo independientemente de su lugar de origen o nacionalidad.

Con esto se refuerza el reconocimiento de la música como un factor indispensable en la conformación de identidades ciertamente nacionales, pero con el respaldo de elementos culturales y sociales que en ocasiones son transnacionales, cuyo peso político puede verse si se asocia con la agencia y el poder de oposición o legitimación que pueden ejercer en el ya mencionado plano asimétrico del sistema internacional. En sí, a lo que Nafar alude sobre la identidad palestina, nos ayuda a entender cómo es que se ha estado formando la identidad palestina y qué elementos ha usado para su construcción debido al desarrollo de su panorama geopolítico en Oriente Próximo. Similar a lo que podemos encontrar en las identidades nacionales de otros países o en comunidades de esas mismas naciones. 

Consideraciones finales

La música de protesta trasciende las barreras del entretenimiento y se consolida como un vehículo de resistencia, cohesión social o de construcción nacional, todos con sus implicaciones geopolíticas, lo que lo convierte en algo de relevancia para el análisis desde las Relaciones Internacionales. Como se ha evidenciado en distintos contextos, desde las luchas indígenas en Norteamérica hasta los músicos de reggae en Costa de Marfil, la música no solo refleja las tensiones políticas y sociales, sino que también fomenta la construcción de identidades colectivas y el cuestionamiento del statu quo en diferentes áreas.

Su capacidad de movilización la convierte en una herramienta fundamental para amplificar voces marginalizadas, promover discursos alternativos en un sistema global marcado por profundas asimetrías o precisamente en la creación de identidades nacionales como la palestina. En este sentido, reconocer el papel de la música en la gobernanza global y en las diversas dinámicas (económicas, sociales, políticas, etc.) en el mismo sistema internacional permite entender su impacto no solo como expresión artística, sino como un instrumento de transformación y movilización que sigue resonando más allá de fronteras y generaciones.

Burkhalter, Thomas (2011). Between Art for Art’s Sake and Musical Protest: How Musicians from Beirut Reacto to War and Violence. Popular Music and Society, 34(01), 55-77. https://doi.org/10.1080/03007766.2011.539825

Gooding, Erik D.; Yamane, Max y Salter, Bret (2021). ‘People have courage!’: Protest Music and Indigenous Movements. Comparative American Studies an International Journal, 18(3), 380-396. https://doi.org/10.1080/14775700.2021.2008223

Innerarity, Daniel (2009). Políticas del reconocimiento. Hermes, 30, 4-12. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3004325

McDonald, David A. (2013). My Voice Is My Weapon: Music, Nationalism, and the Poetics of Palestinian Resistance. Duke University Press. https://dx.doi.org/10.1353/book.64121.

Sandoval, Elaine (2016). Music in peacebuilding: a critical literature review. Journal of Peace Education, 13(3), 200-217.https://doi.org/10.1080/17400201.2016.1234634 

Schumann, Anne (2015). Music at war: reggae musicians as political actors in the Ivorian crisis. Journal of African Cultural Studies, 27(3), 342-355. https://doi.org/10.1080/13696815.2015.1028027

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